Eternamente Pablo, adiós a la banda sonora de la revolución y el amor
Quiso el destino que Pablo Milanés, emblemático músico cubano y banda sonora de los últimos sesenta años en castellano, falleciera este 22 de noviembre, Santa Cecilia, patrona de la música. Premio Nacional de Música de Cuba y Grammy Latino a la Excelencia Musical, "permanecerá eternamente en nuestra memoria", como bien remarca el breve comunicado en el que se confirma su deceso, a través de su medio centenar de discos publicados, los recuerdos de sus conciertos por todo el mundo y esas canciones que ya hace tiempo que tienen su hueco más que asentado en la memoria colectiva a ambos lados del Atlántico.
A los 79 años nos deja Milanés como consecuencia de una larga enfermedad oncohematológica que le llevó a instalarse en Madrid hace un lustro y que muy recientemente le obligó a cancelar todos los conciertos que tenía por delante en lugares tan distantes como Pamplona –previsto para el 13 de noviembre–, Ciudad de México o Santo Domingo. Porque, tras recorrer España durante el pasado verano, el artista cubano se mantenía en ruta como forma de ignorar unos problemas de salud que le han terminado por alcanzar. Eso sí, tuvo tiempo el pasado 21 de junio de dar un último concierto en La Habana, tan querida y añorada.
Aquella velada pudo Pablo Milanés cantar con 15.000 de sus seguidores canciones como Yolanda, muy posiblemente la más popular de su repertorio, incontables veces versionada y tantas veces dedicada en la intimidad por amantes anónimos (aunque el suyo es real, pues sus versos son para su esposa de entonces, allá por 1970, Yolanda Benet): "Esto no puede ser no más que una canción. Quisiera fuera una declaración de amor. Romántica sin reparar en formas tales, que ponga un freno a lo que siento ahora a raudales. Te amo. Te amo. (...) Eternamente Yolanda".
Influido desde bien joven por la música tradicional cubana y por el feling, la obra de Milanés osciló siempre entre el romanticismo más puro y la canción de protesta política, alejándose paulatinamente del régimen cubano que había secundado en sus primeros pasos. Una deriva en la que adentró después de ser enviado en 1966 por las autoridades a un campo de trabajo forzoso de la Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP) en la zona de Camagüey, que le llevó a participar en Varadero en 1967 en el Primer Encuentro Internacional de la Canción de Protesta.
Junto a Silvio Rodríguez, Leo Brouwer o Noel Nicola, formó parte en los setenta del movimiento musical de la nueva trova cubana, que combinaba música popular tradicional con textos progresistas y politizados, por lo que mantuvo estrechas relaciones con la nueva canción latinoamericana que expresaba sus preocupaciones sociales a través de ilustres como Mercedes Sosa, Chico Buarque, Vinicius de Moraes, Milton Nascimento, Víctor Jara o Violeta Parra.
Fue por aquel entonces cuando compuso, en 1974, después del golpe de Estado de Pinochet y tras la muerte de Miguel Enríquez, primer secretario del chileno Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), otra de sus canciones más populares: "Yo pisaré las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada, y en una hermosa plaza liberada me detendré a llorar por los ausentes".
Su amor por su Cuba queda más que claro con Amo esta isla, manifiesto sonoro de 1982 de contagiosos ritmos caribeños en los que reivindica su identidad: "El que nació en el Caribe goza de una facultad al sentir su libertad. Se identifica y la vive, al cambiar la que lo inhibe. Por su mar, por su palmera, una eterna primavera o un sol que entra en su piel. Va sintiendo que no es él y pierde hasta su bandera".
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De nuevo encontramos entonces al Pablo Milanés más romántico, perdidamente enamorado, que canta a ese Breve espacio en que no está su amada en la que es otra de sus composiciones más queridas y millones de veces entonada. "Todavía no pregunte '¿te quedarás?' Temo mucho a la respuesta de un 'jamás'. La prefiero compartida antes que vaciar mi vida. No es perfecta, mas se acerca a lo que yo simplemente soñé", canta en esta balada al piano de corte clásico y desesperado para esos amores que no son precisamente perfectos y ordenados.
La música del cubano llegó a España con especial fuerza durante los ochenta, consolidándose en los años noventa gracias a sus estrechas relaciones de amistad y colaboraciones varias con Ana Belén y Víctor Manuel, Luis Eduardo Aute, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Ismael Serrano, Caco Senante o Andrés Suárez. Días de gloria que con su marcha quedan definitivamente atrás y sobre los que escribía a principios de este siglo, ya con cierta nostalgia y melancolía: Los días de gloria se fueron volando y yo no me di cuenta. Sólo la memoria me iba sosteniendo lo que un día fue. Vivo con fantasmas que alimentan sueños y falsas promesas que no me devuelven los días de gloria que tuve una vez".
Los días de gloria no volverán, pero Pablo Milanés seguirá viviendo cada vez que alguien en cualquier rincón ponga una de sus composiciones. Y vivirá para siempre en el recuerdo de esas 15.000 personas que se despidieron de él en la Ciudad Deportiva de La Habana -el concierto se cambió de recinto ante la gran demanda-. Todos juntos aquella noche pudieron cantar un emocionado último bis en forma de despedida, adiós y canción: "Ámame como soy, tómame sin temor, tócame con amor, que voy a perder la calma. Bésame sin rencor, trátame con dulzor, mírame por favor que quiero llegar a tu alma. Lo bello es lo que ha nacido del más puro sentimiento, lo bello lo llevo dentro, lo bello nace contigo. Yo quiero sientas conmigo tan bello como yo siento juntar esos sentimientos y hacer más bello el camino".