Pedro Pastor: "En este país daba vergüenza ser facha, algo entendible, pero ahora está de moda"

Pedro Pastor

Después de Sapiens y Enero en Buenos Aires, ha publicado Pedro Pastor (Madrid, 1994) este viernes Me haces sentir bien, tercer y último anticipo de su nuevo disco, ya el quinto, que verá la luz el próximo 15 de marzo con el título de Escorpiano. Un trabajo compuesto casi en su totalidad entre noviembre de 2022 y enero de 2023 en Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina y Uruguay y que recoge, por tanto, esos timbres de ida y vuelta y ritmos del otro lado del Atlántico e, incluso, inéditamente algo de rock. Para hablar de lo que está por venir y del camino recorrido atiende a infoLibre el madrileño, convertido por méritos propios en una de las figuras más boyantes de la canción de autor español del siglo XXI.

Acabas de presentar en sociedad un tercer tema de anticipo del álbum que está por venir. Hasta ahora, pinta muy variado.

Sí. Un poquito de todo. Un primer adelanto, Sapiens, más mordaz, ácido, sarcástico y político. Un segundo single más introspectivo y reflexivo, Enero en Buenos Aires, y un tercero más romántico y liviano. Un poquito de todo, porque creo que a la hora de escoger los tres adelantos que van a salir antes del disco es interesante, en un proyecto tan ecléctico como el nuestro, poner cosas bien distintas. Pero que Escorpiano es un álbum de doce canciones donde sucede de todo y hay espacio para una canción ligera y romántica y también para otra profunda y pesada, o también otra bailable y política u otra lenta y filosófica. Bebemos de tantas fuentes distintas que al final es muy difícil etiquetar.

Un disco en tu línea, de mucha madera, de mucha cuerda y de mucho mundo, con ritmos de todo el mundo e incluso un poquito de rock.

Eso es. En canciones como Enero en Buenos Aires, No aprendí, El hambre de mi pueblo... la distinción de este disco está en el rock, lo otro es una consolidación de sonidos y de ritmos que yo ya vengo haciendo hace tres discos por lo menos. También es ahora la primera vez que nos acercamos al candombe, al merengue venezolano... siempre hay nuevos ritmos porque yo no quiero aburrirme, suficiente es ya con repetir las mismas canciones todos los fines de semana (risas). El acercamiento al rock no ha sido nada forzado, porque aunque no sea lo que más he escuchado, sí que lo he escuchado, sobre todo rock en castellano.

Enero en Buenos Aires refleja la importancia de Argentina y de toda Latinoamérica en tu música y en tu vida. Acabas de estar de gira por allí, de hecho, con gran éxito de público. ¿Te sientes un poquito como puente entre Europa y América? Es importante, porque desde España les miramos siempre con cierta condescendencia. Tú navegas muy bien en el Atlántico, vaya.

Confirmo que los españoles miramos con superioridad a Latinoamérica. Siempre lo hemos hecho. Y se nos olvida que nosotros también hemos sido emigrantes, que Latinoamérica nos ha acogido. Que Venezuela recibió a los canarios y Argentina a los gallegos cuando hemos tenido que emigrar. Tenemos muy poca memoria y, obviamente generalizando, les miramos con condescendencia y superioridad. Me encanta eso del puente porque me gusta imaginarme como tal. No solo ya por las visitas que hago, por el recorrido o la exploración musical, sino porque tengo muchísimos amigos cantores y amigas cantoras de Latinoamérica a las que he recibido en mi casa igual que lo han hecho conmigo cuando he ido para allá, porque si hay algo que tiene Latinoamérica es hospitalidad. Es una contradicción, porque un continente tan expoliado como Latinoamérica, incluso por nosotros, muestra luego esa capacidad para revertir las tornas y ser la gente más hospitalaria. Cosa que a lo mejor los españoles no somos tanto. No somos tan hospitalarios, siempre miramos con recelo a los que vienen de fuera, tenemos esa costumbre cultural de pensar que vienen con malas intenciones, cuando además siempre vienen de situaciones terribles. Qué falta de empatía a veces por nuestra parte.

Como bien dices, generalizando, pero ese recelo es muy claro, quizás más de un tiempo a esta parte, en gente que apoya determinados discursos.

Un discurso que se ha aceptado y normalizado. Pero no ya un discurso ultra, sino popular, porque mucha gente popular ha comprado eso de que el que viene de fuera viene a robarnos y una serie de tonterías que se dicen cuando no tenemos ningún tipo de contraste de información ni las realidades de las que vienen huyendo la mayoría de las personas migrantes en el mundo. Nadie emigra por placer. Emigrar no es un placer. 

Hay cosas que muchos parecen no querer entender. Y de eso va Sapiens, que como bien has dicho tiene una letra mordaz, acompañada por un ritmo divertido y para bailar.

Estarás de acuerdo conmigo que hemos aprendido mucho yendo muchos años a sermones de izquierdas, ¿no? Hemos ido a muchísimos eventos político-culturales donde nos hemos aburrido muchísimo los unos a los otros, y deberíamos aprender de eso en algún momento. No se pelean la rebeldía o la revolución con la alegría, sino todo lo contrario. Y eso es algo que deberíamos aprender porque son ya muchos años de mítines aburriéndonos los unos a los otros (risas). Yo he sido militante y he cantado en multitud de actos toda mi vida. Está bien que podamos contar las cosas que queremos contar desde otros sitios más festivos, ociosos y bailables. Además, cuando uno sale del molde para trasladar un mensaje seguramente tiene más posibilidades de llegar a otras personas que no piensan como uno, y supongo que ahí está la verdadera revolución.

La especie humana no tiene mucha solución, lo que nos queda es construir espacios más habitables, generar pequeñas transformaciones y cambios en nuestros círculos

Igual bailando nos damos cuenta de que tenemos muy pocos de sabios en realidad. No sé si tenemos salvación.

Pues yo supongo que no, pero qué sé yo, seré pesimista (risas). Lo soy. Seré soñador, pero me gusta ser realista y yo creo que la especie humana no tiene mucha solución, lo que nos queda es construir espacios más habitables, generar pequeñas transformaciones y cambios en nuestros círculos. Irnos al nicho pensando 'he sido coherente, he tenido un motivo para pasar por este planeta'. Eso es lo que nos queda. De ahí a que vayamos a salvar esta especie.. esta especie está perdida hace ya muchos años.

Mencionabas antes también El hambre de mi pueblo, que resume muchos temas importantes y tiene un estribillo además bien pegadizo: "Ni la bandera, ni el odio, ni la xenofobia van a curar el hambre de mi pueblo". 

Es un estribillo coreable, sí. Pensaba en La M.O.D.A. cuando la hice, con eso que hacen ellos de hacer un estribillo repitiendo un mismo verso, como el de "no te olvides de donde vienes". Nunca había hecho eso y me gusta por la contundencia del verso. Porque el sector reaccionario de nuestro país ha vivido avergonzado y agazapado muchas décadas, en este país daba vergüenza ser facha después de la dictadura, algo normal y entendible, pero de una década a esta parte es como que se ha revertido en el consciente colectivo la idea y ser facha está como de moda. Leía una entrevista a Rodrigo Cuevas en la que decía que ser facha no es ser punk, que no nos vendan eso, porque ser facha es apoyar al poder, a los poderosos. Pero hay una propiocepción que tienen los fachas de que están trasgrediendo, de que están siendo políticamente incorrectos. Están totalmente lejos de la realidad, pero están pensando eso mientras las propuestas que tienen son la bandera, la xenofobia... eso no son propuestas. 

Este país tiene historia más cruenta que otros muchos países, lo que pasa es que es una historia no resuelta, y es imposible aprender de algo si no hay capacidad de generar un relato de memoria colectivo

Eso está hueco.

Estamos en un mundo, y lo vemos claramente en Argentina, en el que ser reaccionario está de moda y es políticamente incorrecto, pero está absolutamente vacío de sustancia, de políticas y de programa. Hermano, la bandera no nos va a sacar de la pobreza. La bandera no va a bajar el umbral de la pobreza, que cada vez es más grande en nuestro país. La bandera no va a darle calefacción a los que no pueden encenderla en su casa. La bandera no abriga ni llena el estómago. Es importante que hagamos ver eso, porque yo veo bien que tenga otra ideología que no sea la mía, pero que por lo menos la sustenten en algo, no en una bandera. Porque la patria también es mía. España es mía también. España es también de los que pensamos distinto, de las personas trans y LGTBI, de las personas que han venido de otros países y se levantan cada día a las seis de la mañana para hacer tu puta casa. España no es solo tuya.

Pero "la estrategia de los mass media ha funcionado y otra vez tu vecino es tu enemigo porque no hemos aprendido nada", como bien cantas.

Es una pena, pero no hemos aprendido nada. Si no escarmentamos de cuarenta años de dictadura, de los cientos de miles de personas asesinadas que hemos tenido en este país y de los hermanos pegándose tiros... si no hemos aprendido nada de eso, de qué vamos a aprender. Este país tiene historia más cruenta que otros muchos países, lo que pasa es que es una historia no resuelta, y es imposible aprender de algo si no hay capacidad de generar un relato de memoria colectivo. 

En tus canciones dibujas ese mundo de cosas terribles, pero también hay algunas buenas, como el amor y la gente, que están siempre presentes.

Es que yo soy un cantautor afable en realidad, aunque siempre haya tenido muy clara mi postura política y la diga abiertamente. Hago canciones amables y tiernas... me gusta mucho acudir a la ternura para componer y cantar porque creo mucho en la capacidad de la ternura como expresión artística. En el disco está eso porque además yo soy una persona alegre en mi cotidianeidad y tengo un sentido del humor que estoy intentando instalar en mis canciones porque eso me representa también. Por supuesto que no todo son cosas malas en el mundo, hay personas buenas que cada día tienen gestos de bondad absoluta, de altruismo, de generosidad, de colectividad, de desarrollo artístico y creatividad. El mundo está lleno de personas hermosas que hacen cosas increíbles, eso es indiscutible, igual que también hay muchas personas que actúan con maldad y que solo piensan en sus propios intereses y no les importa que estén arrasando territorios y las vidas de miles de personas.

¿Has llegado más lejos, kilométricamente hablando, de lo que nunca hubieras imaginado gracias a tus canciones? 

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La verdad es que siempre he soñado alto y lo sigo haciendo, y no me corto. Con quince años sabía que quería dedicarme a componer canciones y cantarlas por el mundo. Siempre lo tuve claro y hoy quiero seguir llevando mi música por el mundo. Lo soñé y lo estoy viviendo, y soy muy consciente del privilegio que supone para mí ir a tocar a Bogotá, a Medellín o Buenos Aires y que haya mil personas que compren tickets para ir a verme. Eso es un delirio, porque además no ha habido nunca nadie empujando detrás, es una conquista personal mía y de mi equipo y de mi familia de músicos.

Los Locos Descalzos, tu banda.

Sí. El nombre lo pusimos cuando teníamos veinte años, estábamos más locos y andábamos más descalzos que ahora. Pero sigue representando el concepto porque nos gusta caminar el mundo, habitar los lugares, conocer a las personas y las culturas, escuchar y aprender. Esa es una búsqueda personal que tenemos colectivamente los cuatro. Y me gusta pensar que estábamos destinados a tocar juntos, porque somos vecinos y a Nico Martos, el bajista, le conozco desde los seis; a Álvaro Navarro, el guitarrista, desde que tenía once; y al batería, Alan Denis, desde los catorce. La mayoría de bandas de amigos salen de institutos privados, pero no hay tantas bandas de amigos de institutos públicos (risas).

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