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Sin spoilers

'Nomadland', el reverso del sueño americano

Frances McDormand en 'Nomadland', de Chloé Zhao.

Jesús Cuéllar Menezo (Insertos)

En una famosa canción interpretada por Ray Charles a comienzos de la década de 1960, una mujer le decía a su amante con tono imperativo: "Hit the Road, Jack. And don’t you come back no more". Pues eso es precisamente lo que hacen los protagonistas de Nomadland Nomadland(en cines a partir del viernes 26 de marzo): lanzarse a la carretera. A un destino que en ocasiones no tiene vuelta atrás. Carretera y manta como opción para sobrevivir y, sólo a veces, para cumplir sueños postergados una y otra vez.

Basándose en el libro homónimo de la periodista Jessica Bruder, la directora Chloé Zhao se adentra en Nomadland en la existencia de quienes, con medios muy modestos y convirtiendo en hogares sus furgonetas o caravanas, recorren Estados Unidos buscándose el sustento. Zhao sigue la peripecia individual, síntoma de un mal social, de Fern (Frances McDormand), que se ve expulsada en 2011 de su pueblo en Nevada cuando cierra la fábrica de yesos de esa población. Viviendo siempre en su furgoneta, Fern recala primero en un centro logístico de Amazon y después trabaja en la recogida de la remolacha, limpia en el parque nacional de las Badlands o vende minerales, además de reunirse con otros vagabundos en medio del desierto de Arizona. Entretanto, gracias a sus contactos con otros nómadas, vamos conociendo su pasado y lo que la ha llevado a esta situación.

Zhao, que como el resto de los miembros del equipo vivió en furgonetas y caravanas durante los meses que duró el rodaje, se acerca a las vidas sencillas de multitud de personas que habitan en los márgenes de la sociedad estadounidense. Y las convierte en la base de su película, porque, aparte de la impresionante Frances McDormand (artífice y productora de este proyecto, y responsable de que Zhao lo dirigiera) y de David Strathairn, gran parte de sus protagonistas son actores no profesionales, que narran sus propias historias ante la cámara.

En parte gracias al director de fotografía Joshua James Richards, que ya había trabajado con Zhao en The rider (2017), Nomadland utiliza de forma magistral, pero sin esteticismos innecesarios, las inmensidades del paisaje estadounidense, que puede ser tanto una prisión a cielo abierto como una metáfora de la libertad, real o anhelada, de estos nuevos vagabundos. Y aunque la película puede entenderse como denuncia de un sistema que utiliza a las personas como material desechable, Chloé Zhao no recurre a subrayados ni a grandes discursos políticos. En cierto momento, y en un entorno familiar, Fern se queja de que durante la crisis iniciada a finales de la década de 2000 (la que ella está sufriendo) se empujara a la gente a comprar casas que no podía permitirse, o Bob Wells (un líder real de los nómadas) critica la existencia de una generalizada entrega al dólar en Estados Unidos. Sin embargo, para transmitir su mensaje, y aportarle complejidad, la directora se sirve más bien de una eficaz puesta en escena, que muestra con absoluta elocuencia el carácter kafkiano del enorme almacén de Amazon, la desoladora gelidez de las noches en los vehículos privados o el compañerismo entre los desconocidos reunidos en Arizona. Y, ya sea en situaciones íntimas o en contextos más despersonalizados como los laborales, su mirada está siempre atenta a las emociones de unos personajes curtidos y endurecidos por la vida.

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Imagen de Nomadland, de Chloé Zhao. / 20TH CENTURY

En Nomadland hay ecos de Easy rider (1969) de Dennis Hooper, otra triste contemplación del manoseado sueño americano, que, como esta película de Chloé Zhao, cuestionaba en cierto modo, pero sin llegar a privarlo de su aura mítica: aquí, una mujer, que como Fern vive a salto de mata, le dice que tiene suerte de vivir en Estados Unidos, porque puede ir a donde quiera, o la propia hermana de Fern enmarca su modo de vida, quizá irónicamente, en la tradición de los pioneros americanos. También hay ecos de los personajes de la directora Kelly Reichardt, como la desnortada joven que vive en su coche en Wendy and Lucy (2008), y sobre todo, hay rastros de la Agnès Varda de Los espigadores y la espigadora (2000), otro tierno y comprensivo acercamiento a marginados que viven de lo que otros desechan, donde la directora belga se preguntaba qué tenían que decirnos esos hombres y mujeres sobre sí mismos y sobre nosotros, los espectadores. En esta nueva película de Chloé Zhao, como en la anterior, The rider, hay mucho de documental y de necesidad de acercarse a realidades olvidadas por el cine de Hollywood. Y en Frances McDormand ha encontrado Zhao el vehículo perfecto para trasmitir la perplejidad y el desasosiego que recorren las solitarias carreteras estadounidenses (y las de otros países). Pocos intérpretes de primera fila se atreverían a protagonizar una película tan carente de glamur como Nomadland, apareciendo en situaciones cotidianas para cualquier ser humano, y que muchos podrían considerar innobles por escatológicas, y en compañía de personas que describen con franqueza sus tristezas, temores y anhelos, pero sin asomo de conmiseración hacia su propio destino.

Es curioso que una película como esta haya recibido seis de las más importantes nominaciones a los Oscar (incluyendo las de mejor película, director y actriz principal). ¿Estaremos asistiendo a un cambio de tendencia de Hollywood? ¿Será solo una locura pasajera de la industria? locura ¿O quizá se trata de una toma de conciencia más profunda?

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