La muerte de Rock Hudson en 1985 hizo que todo el mundo empezara a preguntarse qué era eso del sida, y el fallecimiento de Freddie Mercury en 1991 convirtió la enfermedad en una amenaza real y palpable. Ambos fueron las dos primeras grandes estrellas en sucumbir ante esta enfermedad y, por supuesto sin pretenderlo, se convirtieron en nombres para siempre asociados al VIH, cuyos tristes decesos ayudaron a dar a conocer los riesgos y las consecuencias de un virus que realmente aterrorizaba cuarenta años atrás, cuando era un gran desconocido totalmente fuera de control.
Medio año después de la marcha del cantante, los tres miembros restantes de Queen –Brian May, Roger Taylor y John Deacon– organizaron un gran evento que, aparte de una despedida musical, era también un acto de concienciación. The Freddie Mercury Tribute Concert for AIDS Awareness (El concierto homenaje a Freddie Mercury para el conocimiento del SIDA), también conocido como A concert for life (Un concierto para la vida) tuvo lugar el 20 de abril de 1992 en Londres.
En el estadio de Wembley, concretamente, convertido por derecho en el epicentro de las causas más nobles después de albergar el Live Aid de 1985 o los conciertos por Nelson Mandela de 1988 y 1990. Con las entradas agotadas en un par de horas, alrededor de 72.000 personas se congregaron allí en esta ocasión para decir adiós a Freddie por todo lo alto y, de paso, colaborar con el precio de la entrada con la Mercury Phoenix Trust (fundación todavía hoy activa), creada por el resto de Queen y su mánager, Jim Beach, para informar sobre el sida, por aquel entonces una enfermedad de la que nadie sabía nada y en torno a la cual había multitud de falsedades.
Una celebración de la vida, en definitiva, al mismo tiempo que un ruidoso acto de concienciación social, que recaudó 20 millones de libras y fue retransmitido en directo por televisión para una audiencia global estimada de mil millones de telespectadores. Una cita colosal para un cantante monumental, cuya muerte produjo una profunda conmoción. No en vano, mantuvo en secreto su enfermedad hasta la misma semana de su fallecimiento (tal era el peso del estigma incluso para una figura de su magnitud), pues fue anunciarlo y, de súbito, dejarnos. Se venía rumoreando largo tiempo sobre su salud, pues en las escasas apariciones públicas se le veía claramente desmejorado. Pero menudo impacto.
Aún paralizados por el shock, May, Taylor y Deacon decidieron afrontar el luto manteniéndose ocupados. El desconsolado triunvirato comenzó a pensar en una forma de resaltar el inmenso talento de su cantante. Tras no pocas cavilaciones, anunciaron sus planes en la entrega de los premios Brit Awards en el Hammersmith Odeon, el 12 de febrero de 1992, cuando The days of our lives fue elegido mejor single británico de 1991 y los tres aparecieron para recoger el galardón y un premio póstumo para Freddie. Las entradas se agotaron sin que se hubiera anunciado ni un solo participante, pero cuando empezaron a desvelarse los nombres quedó claro que la confianza había merecido la pena.
Unos días más tarde se anunció la participación de David Bowie, George Michael, Guns n’ Roses, Metallica, Def Leppard, Annie Lennox, Seal, Lisa Stansfield, Elton John, Liza Minnelli, Robert Plant (Led Zeppelin), Paul Young, Zucchero, Tony Iommi (Black Sabbath), Bob Geldof, Roger Daltrey (The Who), Mick Ronson, Ian Hunter, Extreme, London Gospel Community Choir y Spinal Tap. Incluso U2, en plena gira, actuó vía satélite a través de las pantallas del estadio, igual que Mango Groove.
No faltaron las críticas por la selección de los participantes realizada por los tres miembros vivos de Queen, pues estaba decididamente focalizada en el rock, incluso el metal, que si bien formaba parte del sonido de la banda, desde luego no era el que les había llevado a la gloria. Faltaban, asimismo, otros ilustres que habían sido importantes para el vocalista como Tony Hadley de Spandau Ballet, Elaine Paige, Michael Jackson, Prince, Aretha Franklin, Boy George o Montserrat Caballé (que lo quiso hacer vía satélite, pero no pudo ser).
Sea como fuere el súper concierto fue todo un éxito organizado en dos bloques. Primero con una tanda de breves actuaciones de Metallica, Extreme (con un formidable medley de temas de Queen), Def Leppard, Bob Geldof, Spinal Tap, U2 (en las pantallas del estadio desde California), Guns n' Roses y Mango Groove (también a distancia). Después de semejante calentamiento, llegaba el momento de la verdad, por así decirlo, con Brian May, Roger Taylor y John Deacon tocando clásicos de Queen con diferentes cantantes y músicos invitados.
Elizabeth Taylor fue la encargada de pronunciar un emocionante discurso sobre la prevención del sida, al que siguieron imágenes grabadas del homenajeado actuando en directo a lo largo de los años. A partir de ahí, comenzaba una segunda parte concebida como un concierto de Queen como ningún otro, por ejemplo con el cantante de Def Leppard, Joe Elliott, junto al guitarrista Slash y el resto de la banda haciendo una interpretación contagiosamente eléctrica de Tie your mother down.
A continuación, desfilaron sobre el enorme escenario todos los invitados interpretando los grandes éxitos de Queen en uniones para la posteridad, como la de Roger Daltrey de The Who con Tony Iommi de Black Sabbath para hacer I want it all; James Hetfield de Metallica cantando Stone cold crazy (considerada algo así como la primer canción thrash metal); Axl Rose y Elton John haciendo Bohemian Rhapsody (que Elton no supiera hasta el momento de estar literalmente cantando sobre el escenario si Axl iba a aparecer le dio aún más emoción al asunto). El vocalista de Guns n’ Roses incluso cantó en solitario We will rock you con Queen, otro momentazo, como el Under pressure de David Bowie con Annie Lennox.
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Claro que la actuación más aplaudida en su momento y ahora recordada fue la de George Michael cantando como los ángeles Somebody to love. Sin perder su propia personalidad, supo alcanzar todas las notas y se convirtió en el acto en candidato a ser el nuevo cantante de Queen. Se desataron todo tipo de rumores y especulaciones. Por una vez, todo el mundo parecía estar de acuerdo en algo, pero el asunto se quedó en eso, en una posibilidad que no llegó nunca a materializarse. "Cuando pienso en Freddie pienso en todo lo que me dio en términos de oficio. Simplemente cantar aquellas canciones, sobre todo Somebody to love, fue realmente una sensación alucinante. Fue probablemente el momento de mi carrera del que más orgulloso estoy", dijo George Michael sobre su interpretación.
No tan recordable fue lo de Robert Plant, que olvidó parte de la letra de Innuendo (lo cual le llevó a pedir que se retirara esa canción de las posteriores ediciones en VHS, DVD y demás formatos a lo largo de los años). El colofón al concierto de cuatro horas y media lo puso Liza Minnelly cantando We are the champions rodeada por todos los participantes (salvo Elton John que, presa de la emoción, fue incapaz de regresar al escenario después de entonar The show must go on).
Una jornada histórica, en definitiva, que en España pudo verse en directo por La 2 de TVE. Un concierto de homenaje como recuerdo perfecto al talento de Freddie Mercury. Un acto de importancia social que centró la atención de una audiencia planetaria en la lacra del sida en una época en la que la visión y la concienciación sobre la enfermedad era bien diferente a la actual. Por todo ello, este sigue siendo y será por siempre uno de los grandes eventos de la historia de la música. Un festival que, a su manera, cambió un poquito la Historia.