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El gran salto a Europa: así es la nueva cooperación global entre narcos

El narcotráfico internacional ha cambiado su modelo negocio: organizaciones más pequeñas, nuevos mercados, redes fluidas.

Violeta Santiago (Quinto Elemento Lab) / Iván Alamillo (Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad) / Juan Omar Fierro (Aristegui Noticias) / David González (OCCRP) / Lilia Saúl (OCCRP) / Brecht Castel (Knack) / Víctor Méndez (Narcodiario) / Juanita Vélez (CLIP-OCCRP)/ Antonio Baquero (OCCRP) / Nathan Jaccard (OCCRP) / Sally Mairs (OCCRP) / Alexander Dziadosz (OCCRP) / Paul Vugts (Het Parool).

Cuando se piensa en tráfico de drogas se suele pensar en organizaciones de jerarquías rígidas, lideradas por capos como Pablo Escobar o Joaquín El Chapo Guzmán. Hoy, sin embargo, la realidad es mucho más compleja. Con la demanda global de cocaína y mercados creciendo en Asia, África y Europa, los días en que un solo cártel controlaba toda la cadena de suministro son cosa del pasado. Ahora es mucho más frecuente que las organizaciones cooperen en redes fluidas, en ocasiones con cierta autonomía, para mover la cocaína a lo largo de las distintas etapas del transporte. Para determinar cómo sucede en la práctica, OCCRP y sus socios, entre los que está infoLibre, pusieron el foco sobre un conglomerado de grupos y de criminales que trabajaban juntos para alimentar una de las autopistas de la droga más concurridas del mundo: la que une Latinoamérica con Europa.

Los periodistas rastrearon una ruta de narcotráfico que partía de Colombia y pasaba por México y España para llegar a los Países Bajos, donde se procesaba y vendía la droga. Luego, millones de dólares en ganancias transitaban a través de una red de empresas financieras para regresar a Latinoamérica.

El modelo de negocio lo conformaba una especie de confederación flexible entre criminales colombianos, mexicanos, españoles y holandeses, trabajando codo a codo para ocultar, transportar, procesar y vender grandes cantidades de cocaína.

Cuando las autoridades desmantelaron sus operaciones en 2020, la policía explicó que estos grupos llevaban más de una década moviendo droga. Desde entonces, más de una docena de personas que presuntamente estaban involucradas en los envíos han sido detenidas en Latinoamérica y Europa.

Muchas preguntas siguen sin respuesta. Pese a haber pasado varios años trabajando en esta investigación transnacional, la policía no ha podido determinar quién, en caso de que la hubiera, era la mano que movía esa cooperación. Pero los periodistas han destapado detalles desconocidos de estas operaciones, gracias a documentos que proceden de la filtración de correos electrónicos de la Fiscalía colombiana sobre la que han trabajado el consorcio Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), al que pertenece este periódico, en colaboración con el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP). Los archivos fueron después verificados, cruzándolos con documentos judiciales, informes policiales y registros mercantiles, así como entrevistas [ver aquí Qué es NarcoFiles y aquí la primera información sobre el papel de España en el narco global].

Los hallazgos de OCCRP muestran cómo el tráfico de drogas se ha abierto en los últimos años a organizaciones más pequeñas y a actores locales, que suelen colaborar entre ellos, así como con cárteles de mayor tamaño, aportando habilidades especializadas para las diferentes etapas del negocio. Esta tendencia –impulsada por las nuevas tecnologías de la comunicación, la globalización del tráfico de drogas, la expansión de los mercados y la fragmentación de los que antaño fueron grupos monolíticos– dificulta aún más la posibilidad de desmantelar ese tráfico.

A la policía europea le gusta describir las actuales estructuras del crimen organizado con la figura mitológica de la Hidra de nueve cabezas, que es capaz de generar dos nuevas cada vez que una de ellas es cercenada. “Cortar una cabeza no mata al monstruo”, sentenció Europol, la agencia europea de policía, en un informe de 2021.

Cultivado en Colombia

La cocaína que finalmente terminó en los Países Bajos había comenzado ese viaje en Colombia, donde según la ONU se cultivan dos tercios de las hojas de coca que crecen en el planeta. La policía indica que la coca venía del departamento de Putumayo, una región fronteriza que está entre las de mayor producción y que es un punto álgido por la rivalidad entre distintos grupos de traficantes.

El cultivo de coca en Colombia, así como en Perú y Bolivia, ha tenido una tendencia al alza en la última década. Un aumento particularmente acentuado en 2021, junto con mejoras en la productividad de la planta, ha llevado la oferta de cocaína a niveles nunca antes vistos. 

Las recientes divisiones de grupos que antes monopolizaban el negocio han estimulado la aparición de un ambiente de mercado libre más competitivo, lo que ha catalizado procesos más eficientes en el cultivo y el procesamiento de la cocaína, indica la agencia antidroga de la ONU. Esta fragmentación también ha abierto la oportunidad a organizaciones criminales de fuera de Colombia, un país cuyos cárteles antes dominaban el negocio desde el origen hasta el punto de venta. 

La cooperación criminal que OCCRP rastreó, por ejemplo, fue controlada en buena parte por una organización criminal de México, según la policía. La identidad exacta del grupo detrás de la operación sigue siendo un misterio. En un principio, la policía española señaló que el cártel de los Beltrán Leyva estaba detrás del esquema, pero los periodistas no lograron verificar de forma independiente esa teoría. Lo que está claro es que el grupo mantenía una conexión colombiana a través de un experimentado traficante llamado Jean Paul Hoyos Bohórquez, alias Sodapuppy.

Apoyándose en información facilitada por los fiscales holandeses, la policía colombiana alegó que Hoyos Bohórquez era el “coordinador principal” de los envíos de cocaína al extranjero y que supervisaba las últimas fases de producción, así como la venta en los Países Bajos.

El pasado de Hoyos Bohórquez es en buena parte desconocido. Los periodistas no pudieron encontrar condenas previas, investigaciones u otras pruebas de su participación en el narcotráfico. Su abogado afirmó que sería “impertinente e imprudente” hacer comentarios sobre las denuncias policiales contra su cliente, dado que eran parte de una investigación en curso. El abogado citó el derecho a la privacidad de su cliente e insistió en que Hoyos Bohórquez era inocente hasta que se demostrara su culpabilidad. Hoyos Bohórquez fue detenido el pasado mes de julio en Colombia. El proceso para extraditarlo a los Países Bajos, donde está acusado de narcotráfico y blanqueo de dinero, acaba de empezar.

En el viaje que empieza en Colombia, la droga no transita directamente hasta su destino final. Los traficantes suelen tomar caminos menos obvios, apoyándose en organizaciones aliadas y manteniéndose lejos de las autoridades. En este caso, la primera parada fue el país del grupo que gestionó el cargamento: México.

Empacado en México 

Si antes los cárteles mexicanos ejercían principalmente como correos de la cocaína, ahora se han convertido en proveedores al por mayor. Aunque su foco principal sigue siendo el mercado estadounidense, las incautaciones de los últimos años revelan que intentan abrirse paso en Europa gracias a la cooperación con grupos criminales europeos.

Éste es el caso de la cooperación criminal que rastreó OCCRP. Tras asegurar la cocaína en Colombia, la organización mexicana la mandó por vía marítima –junto con grandes cantidades de metanfetamina– a sus socios al otro lado del Atlántico, según la investigación de las autoridades españolas.

Como la mayor parte de la cocaína que se incauta en Europa, la droga fue enviada por mar en el interior de un contenedor. En los últimos años, para ocultar la cocaína en los barcos, los traficantes han ideado toda una serie de sofisticados métodos para camuflarla entre productos legales o en las paredes de los propios contenedores.

Para darle una cobertura legal, el grupo mexicano trabajaba con una compañía local de exportación llamada Magniexport SA, que solía utilizar la ruta marítima entre el puerto mexicano de Veracruz y el de Barcelona.

Los investigadores españoles señalan que la sociedad “estaba a disposición” del grupo criminal, pero no ofrecen más detalles. Documentos del Registro Mercantil muestran que es propiedad de dos mexicanos, pero OCCRP no ha encontrado ninguna información relevante sobre ellos y ningún indicio documental de que la sociedad sea investigada en México. La empresa no respondió a ninguno de los cuestionarios que le hicieron llegar los periodistas.

En el envío de Magniexport, las drogas estaban ocultas en compartimentos que habían sido construidos en el interior de bloques de hormigón. Según el informe de las autoridades españolas, el método convertía el cargamento en “indetectable” en los controles portuarios, lo que demuestra la “alta capacidad técnica de los cárteles mexicanos”, por el modo en que se construyeron los bloques. No obstante, sigue sin poder determinarse con seguridad quién en México estaba detrás de esa operación.

Con cerca de 150 cárteles activos, el ecosistema criminal en México está sujeto a cambios constantes. Muchos de los grupos criminales actuales son “restos fragmentados de antiguas organizaciones de mayor tamaño y constantemente cambian sus alianzas y sus luchas por el control territorial”, según un informe de la agencia antidrogas de la ONU.

Al otro lado del Atlántico, sin embargo, los supuestos protagonistas de la trama son mucho más visibles. 

Parada en boxes en España 

Entre 2011 y 2020, Magniexport hizo varias decenas de envíos de bloques de hormigón térmico a Barcelona, según muestran los datos de exportación de la compañía. Los grupos que participaron en la operación intentaron mantener un negocio legítimo y montaron “canales seguros de importación ” vendiendo los bloques a empresas locales, indica un informe de la policía española. Sin embargo, esa operativa resultó difícil, ya que el material que despachaban era caro y no se utilizaba mucho en España.

En abril de 2020, la policía española siguió uno de los envíos de Magniexport desde el puerto de Barcelona hasta un almacén. Allí, los agentes perforaron agujeros en los bloques de cemento y encontraron en su interior más de 830 kilogramos de cocaína y 10 kilogramos de metanfetamina. Ese mismo mes, se incautaron de 500 kilos de cocaína más en otro envío. Según un documento judicial relacionado con la operación, el valor conjunto de los envíos superaba los 27 millones de euros.

El representante legal de Magniexport en España, que tiene nacionalidad española y mexicana, fue arrestado y acusado de narcotráfico junto a otras tres personas. El caso sigue a la espera de juicio. 

Tras muchos años de éxito, dos presuntos miembros de la red expresaron su sorpresa al recibir la noticia de la redada en Barcelona. Así quedó reflejado en los mensajes que se intercambiaron en un chat cifrado y que fueron incluidos por los fiscales holandeses en su petición de ayuda a sus homólogos colombianos.

Según un oficial de la Guardia Civil española que participó en la investigación, sólo los bloques que no llevaban droga se quedaban en España. Los que tenían cocaína en su interior se enviaban a la otra base europea clave del grupo: los Países Bajos.

‘Made in Países Bajos’ 

Con menos de 2.000 habitantes, Poortvliet es un pueblo de los Países Bajos con anchos carriles bici, un molino de viento y una pequeña iglesia. Una noche a finales de marzo de 2020, este paisaje bucólico se vio alterado cuando un granero empezó a arder, matando a docenas de ovejas y corderos, y liberando un olor pestilente, según el policía holandés que investigó el suceso.  

Por la intensidad de las llamas y los restos químicos que se encontraron en el lugar, era evidente para el oficial de policía, Freek Pecht, coordinador antidrogas, que no era “el típico incendio de un granero”. Cuando una grúa retiró un caldero grande de los restos carbonizados del cobertizo, quedó claro que el edificio era en realidad lo que las autoridades holandesas bautizaron como una “lavandería de cocaína”. Un lugar donde, según los fiscales holandeses, Hoyos Bohórquez tenía “un rol de liderazgo”.

Las hojas de coca tienen que ser sometidas a una serie de procesos químicos para convertirse en clorhidrato de cocaína, el polvo que se acaba vendiendo a los consumidores. Esa elaboración solía realizarse en Sudamérica. Pero en Europa, especialmente en España y los Países Bajos, han ido apareciendo cada vez más instalaciones para llevar a cabo el procesamiento.

Uno de los motivos de la multiplicación de laboratorios es el aumento de los métodos químicos más avanzados para camuflar la cocaína en mercancías legales. En algunos casos, los traficantes empapan productos como textiles o carbón con base de coca, una forma primaria de la droga, que luego extraen en Europa. El laboratorio de Poortvliet fue puesto en marcha precisamente para llevar a cabo ese proceso. Según las autoridades holandesas, parecía haber sido utilizado para elaborar tanto cocaína como drogas sintéticas.

Sólo en 2022, la policía de los Países Bajos descubrió 17 laboratorios para extraer cocaína

Las conversaciones encriptadas interceptadas por la policía holandesa revelan que Hoyos Bohórquez y su socio mexicano, Alonso Alverdi Benavides, estaban en los Países Bajos para supervisar la producción de droga. Y mantenían un contacto permanente con sus jefes en Latinoamérica.

Según los fiscales de los Países Bajos, dos ciudadanos holandeses desempeñaron un papel fundamental en la operación, al entregar 130.000 euros a Hoyos Bohórquez para que levantara un nuevo laboratorio después de incendiarse el primero.

Una vez procesada, la cocaína era enviada tanto a los miembros holandeses como latinoamericanos de la red, que la distribuían en los Países Bajos. Siempre, según los fiscales, “en grandes cantidades”.

Haciendo caja

Con la cocaína pagándose a más de 40.000 dólares el kilo en los Países Bajos, los ingresos en efectivo eran considerables. Los mensajes cifrados interceptados por la policía permiten echar un vistazo a las ganancias del grupo.

Desde los Países Bajos, el mexicano Alverdi Benavides enviaba “listas de administración” a un individuo basado en México al que los fiscales holandeses no lograron identificar más allá de su nombre de usuario en EncroChat. La lista reseñaba los pagos y las ventas de drogas de las tres semanas anteriores, dejando constancia de que Hoyos Bohórquez había recibido casi media tonelada de cocaína a casi 24.000 euros el kilo y enviado de vuelta 8,5 millones de euros en ese mismo periodo. Según los investigadores holandeses, Hoyos Bohórquez mandaba esos fondos a destinatarios en México y Colombia de forma directa o a través de terceros.

En 2020, durante cuatro meses, Hoyos Bohórquez transfirió cerca de 18 millones de euros mediante un “sistema de token [fichas]”. Mediante esa estratagema, el receptor final de los fondos usa el número de serie de un billete que hace las veces de “llave” para retirar el dinero y mostrar que ha acabado en las manos correctas.

Miembros de esa trama presuntamente enviaron más dinero de vuelta a México a través de España. Una investigación española encontró que “grandes sumas” de dinero fueron transferidas desde los Emiratos Árabes Unidos y Hong Kong hasta México a través de cuentas bancarias de sociedades españolas. Según la policía española, un empresario local ayudó a empañar el origen del dinero usando cuentas bancarias de compañías españolas para las transferencias, “con toda probabilidad eran producto del tráfico de estupefacientes”. La investigación sigue abierta y las autoridades no han divulgado quién recibía los fondos.

Pero, al mismo tiempo, Alverdi Benavides ha estado bajo la lupa por sus conexiones en México. En marzo de 2022, lo arrestaron en una redada en una vivienda de lujo a las afueras de Ciudad de México, donde la policía buscaba a un presunto narcotraficante colombiano, Eduard Fernando Giraldo Cardoza, conocido por su alias, Boliqueso. Alverdi Benavides fue puesto en libertad por abusos cometidos durante la redada. Ni él ni Boliqueso respondieron a las preguntas que les enviaron los periodistas. 

OCCRP ha descubierto que Alverdi Benavides también había hecho negocios con una empresa financiera mexicana, Black Wallstreet Capital, que, según un portavoz de la Fiscalía de Ciudad de México, ha sido objeto de una investigación federal por transacciones “irregulares” y posible blanqueo de dinero. Los fiscales federales no han respondido a la consulta que OCCRP le envió preguntándole por el desarrollo de la investigación.

Al ser contactado, Juan Carlos Minero Alonso, dueño de Black Wallstreet Capital, contestó a OCCRP que Alverdi Benavides y un pariente se habían puesto en contacto con la empresa para que “se administrara la que dijeron era una riqueza obtenida en el sector de transporte de cargas y construcción cementera“.

“Hoy lo que a todas luces pretendían era hacer pasar sus recursos como lícitos al buscar tener negocios legales con socios comerciales respetables y reconocidos”, indicó, añadiendo que hace dos más de años terminó cualquier relación con Alverdi Benavides porque no le gustaba su “forma de vida”. Minero niega tener relación alguna con actividades presuntamente criminales y recalca que dirigía “una entidad lícita, que pagaba impuestos, que hacía actividades reguladas y con total transparencia”.

Jorge Lara, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Criminales, afirma que la falta de un sistema de vigilancia sólido permite que las investigaciones sobre blanqueo de dinero en México terminen en callejones sin salida. Entre 2018 y 2022, sólo siete de los 752 casos de blanqueo que llegaron a la oficina del fiscal general culminaron en procesos, es decir, menos del 1%.  “El crimen organizado está de fiesta”, lamenta Lara. “Tanto por sus operaciones [criminales] como por la cantidad de recursos que están moviendo”.

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 Esta información es parte de NarcoFiles: El Nuevo Orden Criminal, una investigación periodística internacional sobre el crimen organizado global, sus innovaciones, sus tentáculos y quienes lo combaten. El proyecto, dirigido por el consorcio Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP) en colaboración con el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP)Vorágine y Cerosetenta / 070 comenzó con una filtración de correos electrónicos de la Fiscalía colombiana que se ha compartido con infoLibre y Narcodiario en España y con más de 40 medios de comunicación de todo el mundo. Periodistas de 23 países trabajaron en las investigaciones, principalmente en América Latina, pero también en Europa y Estados Unidos.

A partir de las pistas encontradas en los datos filtrados, los periodistas han elaborado docenas de artículos que revelan las múltiples formas en las que los grupos del crimen organizado evolucionan, se expanden y experimentan en el mundo moderno, dejando nuevas víctimas a su paso.

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