Cambio climático
Los inversores ven las orejas al lobo de la crisis climática y elevan la presión a las empresas para que reduzcan su impacto

Para conocer la realidad “siga el rastro del dinero”, le decía Garganta Profunda a Bob Woodward en Todos los hombres del presidente. En el caso del cambio climático, la pista conduce a grandes empresas cada vez más concienciadas con el problema, o eso dicen: y a inversores que están movilizando miles de millones de dólares para animar o, si es necesario, presionar a las compañías más emisoras para que actúen. El dinero se está moviendo, y quien lo maneja hacia la descarbonización de la economía pregona a los cuatro vientos su inquebrantable afán por salvar el mundo. Otras razones pueden tener más peso: presentarse como medioambientalmente responsable ante sus clientes da beneficios en los tiempos de Greta Thunberg. Y además, a muchas no les queda otra. Saben que la emergencia climática es real, presente y que sus peores efectos pueden estar a la vuelta de la esquina sin una acción decidida. Y no quieren perderlo todo, aunque vayan a ser, probablemente, los que menos pierdan.
La pasada semana repasábamos cómo el cambio climático estuvo muy presente en el Foro Económico Mundial de Davos, la cita anual de la élite económica y política del planeta. Pero el poder económico no son solo las grandes empresas al uso: son también los inversores, los fondos de inversión y los gestores que los administran, que se encargan de apoyar o desincentivar con millones de euros las iniciativas empresariales. El clima ha entrado de lleno en este juego y ya hay inversores organizados para fomentar que los grandes emisores del planeta elaboren planes de descarbonización, los cumplan y pongan de su parte para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. Se trata de Climate Action 100+, "una iniciativa de inversores para garantizar que los mayores emisores de gases de efecto invernadero corporativos del mundo tomen las medidas necesarias sobre el cambio climático". El nombre proviene de que empezaron siendo un centenar, y se añadió el signo más para evidenciar que ya están más cerca de la doble centena que de la cifra original.
Entre los firmantes se encuentran nombres muy conocidos para el gran público como la todopoderosa Blackrock, Allianz, BNP Paribas o el gestor de fondos de inversión de la familia de uno de los hombres más ricos de la historia, Rockefeller. Las empresas a las que aportan capital representan el 90% de las emisiones de gases de efecto invernadero del planeta. Se comprometen a trabajar con las compañías para "minimizar los riesgos" y "maximizar los beneficios" que el cambio climático les puede ofrecer. Y ya han conseguido algunos resultados, se congratulan. Uno de los ejemplos que recogen en su primer informe, publicado en septiembre de 2019, es el de Shell, una de las petrolíferas más grandes del mundo. Las conversaciones entre los inversores y la compañía llevaron a una "declaración conjunta" en la que se comprometían a reducir a la mitad sus emisiones de CO2 para finales de siglo.
El primer informe de Climate Action 100+ detalla cuál es su modus operandi. Los inversores empiezan con medidas suaves: reuniéndose con altos directivos, enviando cartas a los consejos de administración y, en general, usando el diálogo como herramienta. Pero si la empresa insiste en no adaptarse a la crisis climática, van más allá: se reúnen con los accionistas para intentar que el voto a los nuevos planes de la compañía, así como a los informes o a las cuentas, sea negativo en las asambleas o, incluso, piden la dimisión o la destitución de los altos cargos "que han fallado en su responsabilidad de asumir el riesgo del cambio climático". Van acumulando casos de éxito porque, en estos niveles, la mejor presión es la del dinero.
El caso Blackrock
En este contexto de los inversores "responsables", ha supuesto un antes y un después la carta publicada hace unos días del CEO de Blackrock dirigida a los directivos de las empresas en las que invierten los fondos que gestiona. "Angustiada por los cambios económicos fundamentales y la incapacidad del gobierno para brindar soluciones duraderas, la sociedad está esperando cada vez más que las compañías, tanto públicas como privadas, aborden asuntos sociales y económicos apremiantes", aseguraba en 2019. En la misiva de 2020, Larry Fink afinó el tiro: anunció que dejarían de invertir en centrales térmicas de carbón, pidió a las grandes empresas más transparencia en cuanto a los esfuerzos que realizan y advirtió directamente a sus responsables. "Cuando consideremos que las compañías y los Junta Directiva no están generando buenos reportes sobre sostenibilidad o no están implementando las acciones correctas para manejar estos temas, apuntaremos a los directores como responsables". Sin medias tintas.
"Blackrock nos encargó la redacción de la carta", bromeaba este martes el director de Ecología y Desarrollo (Ecodes) Víctor Viñuales, en un encuentro sobre "engagement climático". La fundación es una de las más activas en España a la hora de evaluar el desempeño del capital privado en materia medioambiental. Llevan años diciendo que las empresas eran parte fundamental de la transición necesaria y ahora están empezando a ver "un montón de señales que nos dicen que esto está cambiando", en palabras del directivo. "Hace 20 años la responsabilidad social corporativa era cosa de hippies, y ahora se evidencia que si ignoras el cambio climático no estás siendo responsable porque estás arriesgando un dinero que no es el tuyohippies", aseguró.
La carta de Larry Fink "es especial porque toca directamente el riesgo medioambiental que tienen las empresas. No hay que esperar a las consecuencias del cambio climático para ver el impacto que tiene en su actividad. Lo estamos viendo ya", aseguró Álex Bardají, el director de Alembeeks Group –una empresa que se dedica a asesorar a altos directivos en cuestiones de gobernanza–. Por su parte, el director en España y Latinoamérica de Pictect Asset Management (uno de los mayores bancos privados de Suiza), Gonzalo Rengifo, declaró que no se trata solo de las energéticas: casi todas las empresas tiene riesgos en el corto, en el medio y en el largo plazo relacionados con el clima. "No es que nos digan que tenemos que cambiar el modelo de negocio, es que tenemos que cambiarlo". Se mostró encantado con la iniciativa de Climate Action 100+, ya que los inversores participantes no se contentan con las promesas, sino que realizan seguimientos. "Ellos dicen a las empresas: me parece bien que me lo cuentes, pero dime cómo lo vas a hacer". Bardají, por cierto, dijo que los grandes inversores en España están haciendo esfuerzos muy limitados en comparación a su competencia internacional, y que en el campo de la acción climática las grandes empresas están haciendo mucho más.
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¿Por qué lo hacen?
Una de las palabras más repetidas en el citado foro fue el "riesgo". Cuando las empresas toman decisiones dirigidas a reducir su huella de carbono y los inversores las animan a tomarlas ante la amenaza de retirar el dinero, no solo es cuestión de compromiso medioambiental, de que el poder económico se sienta interpelado por el Acuerdo de París. Ellas mismas reconocen, así como los gestores de los fondos, que no les queda otra. En primer lugar, porque la crisis climática puede poner en cuestión sus modelos de negocio. Le pasa, por ejemplo, a la industria agroalimentaria, que depende directamente de la tierra y el agua. Menos lluvias, más sol o el avance de la desertificación, entre otras consecuencias, afectarían directamente a la cadena de suministro. Y en segundo lugar, porque saben que las generaciones jóvenes están haciendo presión: empiezan a juzgar a las empresas y a adaptar sus hábitos de consumo en consecuencia. Así lo explica el CEO de Blackrock: "Una farmacéutica que sube los precios de manera inexorable, una minera que deja de lado la seguridad, un banco que no respeta a sus clientes: estas empresas pueden maximizar sus rendimientos en el corto plazo. Pero como hemos visto una y otra vez, estas acciones que perjudican a la sociedad terminan por sobrepasar a la compañía y destruyen el valor de los accionistas". Él mismo lo reconoce: el "propósito es el motor de la rentabilidad a largo plazo".
A fuerza de reconocer que la "rentabilidad a largo plazo" está en juego, las empresas están adaptándose a los nuevos escenarios, impulsadas por los inversores. Hay avances, pero incluso Climate Action 100+ reconoce en su informe que aún dista mucho de ser suficiente. Aun si todas las empresas que abarca su iniciativa cumplieran sus promesas, el cambio climático podría continuar siendo inmanejable. Según la ONU, para quedarnos en los 2 grados de calentamiento global hay que reducir las emisiones más de un 7% cada año. Y muchos creen que estos requisitos hacen difícil de casar el capitalismo y su mantra de crecimiento infinito con los límites del planeta.