“De Mesón de Paredes nadie se mueve”. Es el lema con el que los vecinos de un edificio en el barrio madrileño de Lavapiés quieren evitar que los desalojen. A la altura del número 88 de esa calle, la fachada luce desde hace meses pancartas en los balcones: “25 años pagando”, “Nos quedamos”, “14 años pagando”, “Nos quieren echar”... Y así, casi una por cada ventana. Los inquilinos del edificio —que es propiedad de la empresa Furud SL y las familias Campos Cebrián y González Ruano— han recibido notificaciones porque los dueños pretenden vaciar el edificio para, según los afectados, poner en su lugar viviendas turísticas. “Hay gente que puede llevar viviendo aquí 50 años, gente que muy probablemente haya pagado con creces el valor de su casa”, explica Benjamín, que además de ser uno de los inquilinos afectados que tiene como fecha de salida el 31 de agosto, ejerce de portavoz. “Han decidido que el dinero que reciben no les basta y que quieren seguir ganando mucho más expulsando a personas que llevan décadas pagando un alquiler”, concluye.
Al mal trago de tener que luchar por no quedarse sin casa, los afectados han decidido responder con una jornada de reivindicación festiva, centrada en contar su caso, pero también los problemas que genera un mercado de la vivienda a precios disparados. “Es una jornada festiva y reivindicativa en este San Isidro”, señalan desde el Sindicato de Inquilinas de Madrid.
Quienes viven en el inmueble han ido recibiendo notificaciones en las que se les informaba que tendrían que abandonar sus casas a medida que sus contratos terminasen, ya que no iban a ser renovados. La respuesta de los vecinos fue oponerse y reclamar un proceso de negociación que, por el momento, no ha dado ningún fruto. “Se han ido cuatro vecinos, pero ahora estamos organizados y más juntos. Vamos a tratar de forzar una negociación colectiva para conseguir la renovación de los alquileres que vencen ahora”, señala el portavoz. “No nos vamos a ir”, concluye. Cuentan que los propietarios, herederos de los caseros, han cortado toda comunicación y ni siquiera han respondido a los intentos de algunas personas de negociar o comprar el piso en el que residían. “También intentaron cambiar la titularidad de los recibos de agua y luz sin avisarnos”.
Para que su caso —y otros muchos que se están dando en la capital— no se diluyan en la masa, los vecinos de Mesón de Paredes 88 han decidido hacer de la fiesta de San Isidro una celebración reivindicativa a las mismas puertas del edificio que, si nada cambia, tendrán que abandonar. Esta protesta trata de ser el contrapunto a un desalojo silencioso, en el que cada vecino recoge su casa, hace las maletas y se va. Porque la idea, más allá de conservar sus casas, es hacer visible y comunicar a la opinión pública un problema que no para de crecer y que, según el CIS, figura como una de las mayores preocupaciones para los españoles: el acceso asequible y estable a la vivienda.
No es solo para presentar nuestra lucha, sino para mostrar como los barrios se están convirtiendo en sitios para turistas y expulsando a los vecinos de la mano de la especulación y del rentismo
Las acciones de la jornada comenzarán desde los balcones, convertidos en escenarios (para las actuaciones musicales en directo) y en atriles improvisados (para debatir sobre el mercado inmobiliario). “No es solo para presentar nuestra lucha, sino para mostrar cómo los barrios se están convirtiendo en sitios para turistas y expulsando a los vecinos de la mano de la especulación y del rentismo”, explica Benjamín. Su lucha, dicen, está en conseguir una ciudad para quienes viven en ella y no para quienes llegan de paso. “Nos parecía ideal reivindicar el barrio en una fiesta que es madrileña, reivindicar como esta ciudad ya no es para la gente que vive en Madrid”, concluye.
La protesta de Mesón de Paredes sigue la estela de la que realizaron otros vecinos de Lavapiés un año antes, cuando la empresa Elix Rental Housing, propiedad del fondo buitre AltamarCAM Partners, comenzó a desalojar a los vecinos de Tribulete. Pasacalles, música en directo y el respaldo de algunas personalidades del mundo de la cultura dieron visibilidad en aquel momento a la situación de más de medio centenar de familias que debían dejar su casa. Convertir los desalojos en mítines, atraer a los medios y sumar ejemplos sobre las consecuencias de un mercado inmobiliario a precios imposibles, son algunas de las estrategias que impulsan desde el Sindicato de Inquilinas.
Barrios como redes de apoyo
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Modesto Lafuente 8, San Ildefonso 20, Tribulete o General Lacy 22 (este último, propiedad de la misma familia Campos Cebrián), son direcciones que alojan a vecinos que como Benjamín viven con las maletas a medio hacer porque están en un proceso idéntico de desalojo. Muchos de ellos participan en el acto de este jueves y, de la mano de sindicatos de vivienda y grupos vecinales, mantienen un pulso a grandes tenedores aún en posiciones de inferioridad.
“El barrio y las asociaciones puede funcionar como una red de seguridad”, señalan desde la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM). “En momentos de necesidad como la pandemia o la borrasca Filomena los barrios fueron los primeros en movilizarse para cumplir una función social”, apuntan. Sin embargo, cuando tienen que señalar el problema que más les trasladan desde la calle, el mercado inmobiliario vuelve al primer plano. “Si hablamos de problemas generales que afectan a la vecindad de Madrid, aquellos relacionados con la vivienda y con el acceso a una casa son centrales. Son los que más se tienen que gestionar y pelear”, explican a infoLibre.
La jornada, que con permiso de San Isidro, protagonizan los vecinos de Mesón de Paredes, se ha organizado para repartir a las 12 del mediodía limonada, escuchar conciertos en directo y acompañarlo todo con la lectura de manifiestos que cuentan la realidad de muchos ciudadanos. “A este edificio no entran nuevos inquilinos, los pisos se quedan vacíos y colocan puertas blindadas”, concluye Benjamín. “Si cambia la composición de los barrios porque la población ya no se puede permitir vivir en ellos, se terminan convirtiendo en una suerte de parques temáticos para turistas donde los vecinos ya no existen”, coinciden desde la FRAVM.
“De Mesón de Paredes nadie se mueve”. Es el lema con el que los vecinos de un edificio en el barrio madrileño de Lavapiés quieren evitar que los desalojen. A la altura del número 88 de esa calle, la fachada luce desde hace meses pancartas en los balcones: “25 años pagando”, “Nos quedamos”, “14 años pagando”, “Nos quieren echar”... Y así, casi una por cada ventana. Los inquilinos del edificio —que es propiedad de la empresa Furud SL y las familias Campos Cebrián y González Ruano— han recibido notificaciones porque los dueños pretenden vaciar el edificio para, según los afectados, poner en su lugar viviendas turísticas. “Hay gente que puede llevar viviendo aquí 50 años, gente que muy probablemente haya pagado con creces el valor de su casa”, explica Benjamín, que además de ser uno de los inquilinos afectados que tiene como fecha de salida el 31 de agosto, ejerce de portavoz. “Han decidido que el dinero que reciben no les basta y que quieren seguir ganando mucho más expulsando a personas que llevan décadas pagando un alquiler”, concluye.