Aplacar la violencia vicaria desde la sanidad pública: "Las víctimas vienen a consulta pero no las vemos"

Las organizadoras del VI Encuentro sobre Violencia Vicaria y Violencia Institucional de Género se esfuerzan en repetir una máxima: no son casos aislados, no se trata de excepciones. Y la realidad en forma de crimen machista les dio la razón de manera fortuita y perversa el mismo viernes, horas antes de que las jornadas, inauguradas por la ministra de Infancia y Juventud, Sira Rego, echaran a andar. Un nuevo caso de violencia vicaria paralizó esta madrugada el país: una niña de trece años era asesinada a manos de su padre. Ni casos aislados, ni excepciones.

Por ella y por otras muchas se puso frente a los micrófonos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Blanca Tulleuda, madre protectora. "Hablo por las que estamos luchando, pero también por las madres y las criaturas que hoy no pueden estar aquí porque sus vidas fueron arrebatadas por hombres hijos sanos del patriarcado", pronunció. Tulleuda se encargó de leer un relato ficticio protagonizado por Esperanza y su hija Julia, inspirado en las historias de muchas otras. 

Una historia de violencia

"No quería volver a esa casa con su padre, porque papá le hacía daño", leyó la narradora, quien describió con todo detalle el "proceso largo y extenuante" por el que tuvo que transitar la madre tras las sospechas de violencia sexual contra la niña por parte de su padre. Aunque los síntomas físicos y mentales eran obvios —ansiedad y problemas de control de esfínteres, entre otros—, los profesionales no supieron verlos. Diagnóstico: "Madre alienadora obsesionada por la salud de su hija, que no miente pero sí tergiversa la realidad constantemente".

El relato funciona como pretexto para entender las consecuencias de las lagunas que todavía anidan en el ámbito sociosanitario, un espacio que debería ser clave para prevenir y detectar la violencia machista. Una mesa de expertas en el sector sociosanitario se encargó de llevar a cabo un ejercicio: analizar todo lo que en este caso se hizo mal y las actuaciones que eventualmente podrían haber sido útiles para las víctimas.

"Ocurre con una frecuencia intolerable", reflexionaba la pediatra Narcisa Palomino, quien ante las miradas de un público eminentemente femenino enumeró las "oportunidades perdidas" en consulta para indagar en cuestiones fundamentales como la relación de apego con los progenitores, clave para detectar una posible situación de violencia. 

El hecho de que los centros de salud no sean capaces de "detectar, notificar y poner en conocimiento de las instituciones" los casos de violencia, agregó la pediatra, tiene unas "consecuencias devastadoras en la salud". También en la salud mental. Lo explicó la psiquiatra Lluïsa García Esteve. "La violencia impacta en la salud mental de las personas que la sufren. La violencia enferma, provoca sufrimiento que se va transformando en trauma", ha incidido.

El descrédito que recae sobre las madres debería ser sustituido por la escucha activa, expuso la psiquiatra, pues son precisamente ellas quienes de manera abrumadora han demostrado tener la capacidad de trasladar de forma fidedigna el estado de salud de sus hijos. Aún así, siguen siendo catalogadas de exageradas, obsesivas o mentirosas.

En el caso de las criaturas, García Esteve puso el acento en la necesaria formación de los profesionales para saber apreciar síntomas como la disociación, un mecanismo de huida detectado frecuentemente en los menores ante situaciones de violencia.

Las víctimas, como la protagonista de la historia narrada, necesitan tener la posibilidad de iniciar un "proceso de acompañamiento para ponerle nombre al malestar que sienten, desculpabilizarlas y trasladar la responsabilidad donde corresponde", abundó la trabajadora social sanitaria Antonia Aretio.

El médico forense Miguel Lorente insistió en una premisa: la cadena de errores ejemplificada en el relato expuesto no es producto de la conducta aislada de los profesionales, sino que obedece a "factores causales y a una manera de entender que la respuesta tiene que ser esa". Y si no se trata de errores fortuitos, sino de una forma de proceder habitual y sistemática, entonces también sucede algo: que se puede corregir. 

Escuchar y acompañar

Escuchar, acompañar y reunir los recursos necesarios para abordar la violencia. Es el mecanismo a activar, expuso la trabajadora social sanitaria, cuando una víctima atraviesa las puertas del centro de salud. Pero no es lo que siempre sucede. "Hay víctimas que enferman y vienen todos los días a nuestras consultas, pero no queremos verlas", ha lamentado Aretio. 

¿Qué se debería haber hecho en el caso de Esperanza y Julia? La experta ofrece algunas respuestas, basadas en las mejoras que ella y sus compañeras han propuesto sobre la ley de infancia. La víctima debería haber sido atendida, en primer lugar, por un equipo integral, formado por personal especializado. La madre tendría que haber podido ser diagnosticada como víctima de violencia y la niña "automáticamente evaluada", antes incluso de las manifestaciones traumáticas. Sería enseguida, si las cosas se hubieran hecho bien, calificada como víctima directa de violencia de género.

"Los síntomas debieron ser suficientes para activar las señales de alarma y abordarlos por un equipo formado en violencia sexual", perfiló la trabajadora social sanitaria, incluso sin el permiso del padre. "Son necesarios protocolos claros, basados en la evidencia científica y las buenas prácticas", agregó, "nunca culpabilizando a la madre y poniendo la protección de la hija en el centro del proceso de intervención". Y siempre, subrayaron las expertas despertando un sonoro aplauso, a través de la red pública: "Cuando se privatizan los servicios, su personal se ve sometido a presiones y condiciones de precariedad".

Feminismo, medios de comunicación y mirada larga

Si de tejer alianzas para combatir la violencia se trata, los medios de comunicación se configuran como un actor clave. Así quisieron expresarlo a continuación las ponentes de la mesa La violencia vicaria en los medios de comunicación. Virginia P. Alonso, directora de infoLibre, optó por la mirada larga: la perspectiva feminista ha conseguido, en los últimos años, hacerce hueco en las redacciones. Y es precisamente el arrojo feminista el que impulsa a las profesionales a dar voz a las víctimas, incluso cuando todo está en contra. Así sucedió, como ha recordado la periodista, con el caso de Infancia Libre, donde la oposición institucional y la persecución política condicionaron la opinión pública en torno a unas madres protectoras tildadas de criminales.

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En la misma línea, Mariola Lourido, periodista en la Cadena Ser, recordó la violencia doméstica, incluso la pasional, que colmaban las informaciones hace no tanto. Y aunque la evolución es evidente, clamó la periodista, todavía quedan lecciones por aprender. El ejemplo más sangrante está precisamente en la violencia vicaria: qué pasará mañana con la madre de la víctima mortal que se ha conocido este viernes, se preguntó la comunicadora, quién contará si ha recibido ayudas, si se ha sentido acompañada o si se han activado los mecanismos necesarios para reparar el después. Quién irá, en definitiva, más allá del titular. Un análisis compartido por Isabel Valdés, periodista de El País, quien enfatizó en la necesidad de dar voz a las víctimas, informar con perspectiva y de forma rigurosa, añadir datos, contexto y mirada feminista.

La periodista Marta Nebot advirtió de la oposición antifeminista creciente que también ha empezado a echar raíces en los medios, especialmente los platós de televisión. Si las huelgas feministas de hace siete años obligaron a colocar un lazo morado en todas las solapas de quienes participaban en debates y tertulias, hoy ni siquiera se plantea como necesario introducir el análisis pausado en torno a la violencia que pesa sobre las mujeres. 

Por ese motivo, las ponentes insistieron en un propósito que es casi obligación: predicar hasta en el desierto para convencer a quienes no están en la trinchera feminista.

Las organizadoras del VI Encuentro sobre Violencia Vicaria y Violencia Institucional de Género se esfuerzan en repetir una máxima: no son casos aislados, no se trata de excepciones. Y la realidad en forma de crimen machista les dio la razón de manera fortuita y perversa el mismo viernes, horas antes de que las jornadas, inauguradas por la ministra de Infancia y Juventud, Sira Rego, echaran a andar. Un nuevo caso de violencia vicaria paralizó esta madrugada el país: una niña de trece años era asesinada a manos de su padre. Ni casos aislados, ni excepciones.

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