“Salir de la Unión Europea revitalizará nuestra democracia”. “Me atrevo a soñar: amanece un Reino Unido independiente”. “Si queremos comercio, amistad y cooperación, no necesitamos una Comisión Europea ni un Tribunal Europeo”. “Sé que nos vais a echar de menos… queréis prohibir nuestra bandera, pero nos despedimos agitándola”. “Tenemos un ‘colchón’ de 10.000 millones de libras, 34 millones al día, que será dinero libre que podremos gastar en sanidad, en escuelas, en lo que sea”. Todas estas afirmaciones tienen un mismo autor: Nigel Farage. El ahora presidente de Reform UK, la fuerza de extrema derecha que amenaza con romper el inmortal bipartidismo británico liderando todas las encuestas, fue durante décadas sinónimo de la palabra Brexit. Hasta su apodo, Mr. Brexit, tiene que ver con él. El político británico construyó su personaje, aderezado de declaraciones polémicas y ultranacionalistas, en base a que un Reino Unido sin las ataduras de la UE sería imparable.
Pese a que, desde el Brexit, hay que reconocerle a Farage sus dotes de comunicador y de visión política, las relacionadas con predecir el futuro no son lo suyo. Lejos de “revitalizar” la democracia británica, el Brexit ha traído a los ingleses una de las épocas de mayor inestabilidad política de su historia, con un total de seis primeros ministros en solo nueve años. Tampoco a nivel económico las cosas han salido como el presidente de Reform UK esperaba. Ese repetido excedente de dinero que quedaba de la salida de la UE y que podría servir para mejorar los servicios públicos ni está ni se le espera, las promesas de precios más bajos se disiparon rápidamente y las supuestas ventajas se han traducido en un estancamiento económico y en una caída de productividad del 4%.
A todo eso se agarran como a un clavo ardiendo, nueve años después, los laboristas de Keir Starmer para hacer frente al fantasma de una victoria de Reform UK que haga caer la pieza del Reino Unido en el dominó de la ultraderecha mundial. Durante estas últimas semanas son varias las figuras del partido que han traído a colación el fracaso del Brexit para atacar a Farage y justificar la deriva económica del país. Todo ello, a un mes de presentar unos presupuestos clave con los que el Gobierno tendrá que hacer frente a una gran inflación y a un déficit también en ascenso.
La voz más autorizada en este sentido, la canciller (el equivalente británico a la ministra de Economía) Rachel Reeves, habló claro sobre el daño a largo plazo que el Brexit había hecho a la economía y, en concreto, a la productividad. A ella se le unieron otras personalidades de la formación como James Murray, secretario jefe del Tesoro, que arguyó que con su presupuesto Reeves tendrá que “deshacer parte del daño causado por el Brexit”; y Wes Streting, ministro de Sanidad, el cual celebró que “por fin se pueda decir que el Brexit fue un problema”.
Este giro europeísta no es casualidad ni llega en un momento aleatorio. Como escribe Rafael Behr en su columna de The Guardian: “nada más ha funcionado, así que Starmer y Reeves están por fin diciendo la verdad sobre el Brexit”. Y es que los laboristas están poco menos que desesperados. Su valoración entre los electores británicos está en caída libre. Mientras hace poco más de un año el actual premier lograba una de las más grandes mayorías en la historia de los laboristas en las elecciones, desde que cruzó la puerta del 10 de Downing Street, ese hechizo, basado sobre todo en el rechazo a los conservadores, se ha esfumado.
Parafraseando el título de la nueva película de Paul Thomas Anderson, el Gobierno laborista ha sido, desde su elección, un error tras otro. Primero fueron los recortes a las subvenciones para la calefacción a los mayores, luego el escándalo de los regalos de donantes valorados en miles de euros, para después seguir con la subida del gasto militar a costa de la ayuda a la cooperación y con los recortes a las prestaciones para los discapacitados; todo aderezado de múltiples rebeliones internas.
Por esa gestión catastrófica, y por el creciente sentimiento de descontento y de decepción de los votantes, las perspectivas de Starmer en las encuestas se han venido abajo a la vez que subían las de la extrema derecha. Actualmente, según la media de encuestas del medio Politico, Reform UK ganaría las elecciones con el 29% de los votos, 10 puntos de ventaja sobre los laboristas, que perderían prácticamente a la mitad de su electorado, mientras que los conservadores se quedarían en el 17%. Un panorama crítico y desolador que les ha llevado a tomar el camino del abrazo al europeísmo.
Lo han hecho en un momento propicio. Según las últimas encuestas de opinión, nunca en la historia de Reino Unido desde su salida de la UE el Brexit ha estado peor visto. Una encuesta de YouGov del mes de junio afirmaba que el 56% de los ingleses pensaba que salir de la UE fue un error, comparado con el 31% que indicaba que fue un acierto. A su vez, en otro barómetro del mismo encuestador, solo el 11% de los ciudadanos creía que el Brexit fue un éxito por el 62% que pensaba que fue un fracaso. La razón principal de estos últimos para sostener su posición era la economía. Y todavía más, el 57% de los encuestados por otro sondeo de Ipsos decía que votaría remain si el referéndum se celebrara hoy.
“Diría que el sentimiento general es de arrepentimiento, pero también de cansancio. La mayoría sabe que el Brexit ha salido mal: más costes, menos oportunidades y una economía más frágil. Pero al mismo tiempo, la gente está harta de oír hablar del tema”, defiende Anna López Ortega, politóloga y autora de La extrema derecha en Europa. Un sentimiento que no es homogéneo en cuanto al perfil del votante: “Desde mi punto de vista, este 25-30% favorable se corresponde con el votante de Reform y de los tories, inglés y de mediana edad o ya jubilado. Por el contrario, Escocia, Gales y los jóvenes siguen apoyando un futuro en la UE”, comenta Unai Gómez-Hernández, investigador de la University of Edinburgh.
Una estrategia sin cimientos
Con todo ello, una cosa es que exista un sentimiento negativo hacia el Brexit y otra bien distinta que, a día de hoy, pueda mover votos. “El público en general ya es consciente de este problema y no se plantea la vuelta del Reino Unido a la UE como una posibilidad realista. El propio Starmer rechazó esta posibilidad durante su campaña en las elecciones generales de 2024. Lo que la gente busca son las soluciones que Starmer prometió en su día y que no siente que llegan”, defiende Beatriz Valero, analista de El Orden Mundial. Una opinión que secunda López Ortega: “Hoy preocupa más el día a día: el alquiler, la sanidad, el trabajo. Así que el Brexit ya no mueve votos directamente, aunque sigue pesando como símbolo del fracaso político de los últimos años”.
Relacionado con esto, tampoco el Partido Laborista ha hecho demasiado por posicionarse de forma clara contra el Brexit. Ya desde el propio referéndum, durante cuya campaña se acusó a su entonces líder, Jeremy Corbyn, de ser demasiado tibio, los laboristas no han tenido una posición fuerte con respecto al tema. De hecho, las declaraciones de Reeves son quizás la toma de partido más fuerte de los laboristas en mucho tiempo. “Los laboristas son alternativa a las derechas cuando gobiernan los tories, pero no lo son cuando se habla de la UE. Starmer no tiene una definición clara proeuropea que podría esperarse de un partido socialdemócrata europeo. Al estar en esa posición indefinida, el líder laborista pierde esos votos proeuropeos”, afirma el investigador.
De hecho, tampoco el primer ministro ha aprovechado ocasiones propicias para tomar partido decididamente por Europa. Por ejemplo, Starmer no acudió al congreso de los Socialistas Europeos, dejando su puesto a su ministro de Exteriores, David Lammy, pese a ser uno de los pocos mandatarios socialdemócratas del Viejo Continente. Todo ello merma la credibilidad de este cambio y deja las declaraciones de sus ministros más como una excusa para los presupuestos que como una estrategia fuerte contra Farage.
El descontento gana al Brexit
Además, los laboristas, según los expertos, se equivocan al atacar al presidente de Reform UK por la salida de Reino Unido de la UE, cuando el auge de este es mucho más complejo. “No creo que sea una estrategia que vaya a dar buenos resultados. Aunque Farage lideró la campaña del leave, el acuerdo posterior del Brexit fue resultado de las negociaciones del Partido Conservador, no de Reform UK. Farage siempre podrá culpar a los tories de cómo se llevaron estas negociaciones, y decir que estas fueron la causa de la situación económica actual, no el Brexit en sí”, afirma Valero.
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Así, la subida de Farage tiene raíces mucho más profundas, que en gran medida vienen por el fracaso de los laboristas a la hora de gestionar el descontento social heredado del Gobierno de los tories. “Reform UK está creciendo porque ha sabido canalizar el enfado. Hay mucha gente decepcionada con los conservadores, pero que tampoco ve en Starmer un cambio real. Farage ofrece un discurso sencillo, emocional: ‘el país va mal porque las élites no te escuchan’. Starmer habla de gestión y responsabilidad, pero eso no emociona. El problema es que los laboristas no están conectando con la parte del país que siente que nada cambia, gobierne quien gobierne”, explica López Ortega.
Tampoco ayuda que el primer ministro haya repetidamente comprado el discurso de Farage en temas como la inmigración, donde Starmer se ha mostrado partidario de una línea mucho más dura. “Cuando el laborismo repite los marcos de la extrema derecha, los legitima. No se combate a Farage prometiendo más control migratorio, sino ofreciendo otra idea de seguridad: seguridad económica, vivienda, servicios públicos, salarios dignos”, continúa la politóloga. Algo que también afirma Gómez-Hernández: “Hay temas mucho más importantes para los británicos que la migración, por eso centrarse en los asuntos más directamente relacionados con la vida diaria (vivienda, desigualdad, empleo) es la mejor opción contra Reform”.
Aunque, por encima de todo, lo que ofrece Farage es una visión de futuro. Y eso es algo que, en Reino Unido, muy pocas fuerzas políticas pueden ofrecer en un clima de desafección y de descontento como en el que viven los ingleses. Reform es el outsider, el que está fuera de la política tradicional, el único partido que aún no ha tenido la oportunidad de gobernar en la era postBrexit. Mientras, el laborismo sigue perdido: “Starmer está atascado entre intentar contentar tanto a los sectores más a la izquierda (que pueden pasarse al nuevo partido de Corbyn) y los sectores más conservadores, cercanos a Reform. Al intentar contentar a todos, no contenta a nadie”, zanja Valero.
“Salir de la Unión Europea revitalizará nuestra democracia”. “Me atrevo a soñar: amanece un Reino Unido independiente”. “Si queremos comercio, amistad y cooperación, no necesitamos una Comisión Europea ni un Tribunal Europeo”. “Sé que nos vais a echar de menos… queréis prohibir nuestra bandera, pero nos despedimos agitándola”. “Tenemos un ‘colchón’ de 10.000 millones de libras, 34 millones al día, que será dinero libre que podremos gastar en sanidad, en escuelas, en lo que sea”. Todas estas afirmaciones tienen un mismo autor: Nigel Farage. El ahora presidente de Reform UK, la fuerza de extrema derecha que amenaza con romper el inmortal bipartidismo británico liderando todas las encuestas, fue durante décadas sinónimo de la palabra Brexit. Hasta su apodo, Mr. Brexit, tiene que ver con él. El político británico construyó su personaje, aderezado de declaraciones polémicas y ultranacionalistas, en base a que un Reino Unido sin las ataduras de la UE sería imparable.