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La guerra destierra al deporte de Gaza e Israel: el Maccabi se va a Belgrado y la selección palestina, a Argelia

Los palestinos buscan cadáveres y supervivientes entre los escombros de un edificio residencial tras un ataque aéreo en el campo de refugiados de Maghazi.

La guerra sigue asolando Gaza. Es la cuarta semana en la que los palestinos viven en vilo por los bombardeos israelíes que, según denuncian las Naciones Unidas, han alcanzado campos de refugiados, escuelas y espacios de protección para la población civil. Son ya más de 10.000 los muertos que se cuentan en la Franja de Gaza, que desde el pasado de octubre se ha convertido en un infierno. Una cárcel a cielo abierto donde la ayuda humanitaria ha ido entrando a cuentagotas por el paso de Rafá (la frontera de la región con Egipto) y de donde huir es una auténtica quimera para la mayoría de los palestinos. 

Mientras las bombas siguen cayendo sobre Gaza, la selección palestina de fútbol se prepara para hacer soñar a un pueblo al que la invasión israelí le está quitando toda posibilidad de pensar en cualquier otra cosa que no sea sobrevivir. El equipo nacional se clasificó el pasado junio para disputar la Copa Asia (el homólogo de la Eurocopa para el continente asiático), y este mes de noviembre se preveía, antes de que comenzara la guerra, que el equipo estuviera concentrado para los partidos clasificatorios del Mundial de 2026, en los cuales se debían enfrentar a Líbano y a Australia, este último, en suelo palestino, por un billete para la competición mundialista. Unos planes que han cambiado sustancialmente por culpa de un conflicto cuyas raíces se conectan también con la propia historia del equipo nacional.

Pese a su tardío reconocimiento por parte de la FIFA, el origen de la selección palestina se remonta muy atrás en el tiempo. Su nacimiento podría datarse en 1928, cuando la autoridad británica creó un equipo de fútbol para que representara el Mandato Británico de Palestina. Sin embargo, este conjunto, aunque teóricamente concebido para que representara a todo el Mandato, realmente estaba fundado e integrado mayoritariamente por personas judías, dejando de lado de esa forma a la población árabe. Tanto es así que en 1948 esta selección del Mandato Británico pasaría a ser el equipo nacional del recién creado estado de Israel. 

Palestina tendría que esperar a 1952 para tener su propia selección, esta sí, precedente absoluto de la actual e integrada casi en su totalidad por jugadores árabes. Este conjunto fue fundado por la Asociación de Fútbol de Palestina, pero no fue admitido por parte de la FIFA hasta 1998, en el marco de la creación de la Autoridad Nacional Palestina y tiempo después del acercamiento entre Israel y los palestinos que culminó con los Acuerdos de Oslo protagonizados por Yasir Arafat e Isaac Rabin

La selección de Palestina juega sus partidos en el Estadio Faysal Al-Husseini de Al-Ram de Cisjordania, y allí se debería jugar, en condiciones normales, el partido contra Australia que comenzaría a marcar la clasificación –o no– del conjunto palestino para el que sería su primer mundial, un sueño que la selección lleva persiguiendo desde hace muchísimo tiempo. Sin embargo, a consecuencia de la guerra, por motivos de seguridad, la selección tuvo que abandonar toda esperanza de jugar el encuentro ante su público. Poco después del comienzo de las hostilidades, las competiciones deportivas en Palestina e Israel se suspendieron, obligando a las selecciones y a los equipos que participan en competiciones internacionales en ambos países a buscarse una nueva casa donde jugar sus partidos como locales.

En el caso de la selección palestina, el lugar donde buscará el sueño mundialista será Argelia, país ubicado a más de 4.000 kilómetros de distancia de Al-Ram. La nación africana, uno de los estados que tradicionalmente más ha apoyado la causa del pueblo palestino, ha ofrecido su territorio para albergar no solo los partidos clasificatorios del Mundial 2026, sino también los encuentros amistosos y los de clasificación para la Copa Asia de 2027 de los próximos meses. Antes de este ofrecimiento, Palestina tuvo que cancelar su participación en un torneo amistoso en Malasia por la imposibilidad de viajar en avión a Kuala Lumpur para disputar los encuentros. El primer partido estaba previsto para el día 13 de octubre, tan solo 6 días después del ataque de Hamás.

Además de los encuentros ante Líbano y Australia, la selección palestina jugará en enero del año que viene su tercera Copa Asia, donde competirá por superar por primera vez en su historia en la fase de grupos. El combinado nacional llega de forma inmaculada al torneo, que se jugará en la mayoría de los estadios usados para el Mundial de Qatar, tras cuajar una fase de clasificación donde quedó líder invicto de su grupo después de ganar de forma contundente sus partidos contra Filipinas, Mongolia y Yemen.

Maccabi de Belgrado

Al otro lado de la frontera, la situación para los equipos israelíes también es complicada. La UEFA suspendió dos partidos de clasificación de la selección de Israel para la próxima Eurocopa contra Suiza y Kosovo, encuentros que está previsto jugar este domingo 12 y el miércoles 15 de noviembre. Ante la imposibilidad de disputar sus partidos en suelo israelí, el combinado nacional será acogido por Hungría, jugando de local sus encuentros, hasta nuevo aviso, en el Pancho Arena, con capacidad para 3.500 personas y cuyo nombre es un homenaje al mítico jugador húngaro y leyenda del Real Madrid Ferenc Puskas. 

Más allá de su selección, Israel basa su potencia deportiva en el baloncesto, donde el Maccabi de Tel Aviv, el mejor equipo del país, compite en la máxima competición europea, la Euroliga. Además, otros conjuntos israelíes pueblan algunas de las competiciones inferiores del basket del viejo continente como la Eurocup o la Basketball Champions League.

El periplo de Maccabi desde el estallido del conflicto ha sido bastante caótico. Poco después de su inicio, el club sacó a toda la plantilla y cuerpo técnico de Israel urgentemente, trasladándolos a Chipre de forma provisional para garantizar su seguridad. Uno de sus primeros compromisos de Euroliga después del ataque de Hamás fue contra Valencia Basket, un partido que se jugó con la ciudad del Turia blindada por un despliegue de seguridad que recordaba al de una zona de guerra. Tras Valencia, y con motivo de la guerra, todos los partidos donde Maccabi era el equipo local han tenido que ser aplazados y tan solo han jugado contra Panathinaikos, Mónaco y Milán, todos ellos encuentros donde el conjunto cuya estrella es el base naturalizado español Lorenzo Brown actuaba de visitante.

Sin embargo, esta semana, Maccabi ha jugado por fin su primer partido como local en toda la Euroliga, aunque muy lejos del pabellón Menora Mivtachim Arena, su tradicional feudo en Tel Aviv, más conocido como "La Mano de Elías". El lugar que ha acogido a los israelíes ha sido el Aleksander Nikolic Hall de Belgrado, uno de los estadios más míticos de la competición y hogar del Partizán, club que le ha cedido al Maccabi su estadio hasta que sea necesario para que pueda jugar sus partidos como local.

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Al poco de estallar el conflicto, fue el propio equipo serbio quien se puso a disposición del conjunto de Tel Aviv para ofrecer sus instalaciones y prestarle toda la ayuda necesaria. De hecho, el presidente del equipo serbio, Ostoja Mijailovic, envió una carta al club israelí donde se declaraba “un sincero amigo” suyo y donde expresaba su deseo de que el deporte fuera “un punto de brillo en unos días oscuros para su pueblo”. Además, el dirigente aseguraba que Partizán estaba “preparado para proveer un pabellón para poder entrenar, alojarse y jugar los partidos”. Su ofrecimiento ha tenido que esperar casi un mes para materializarse por diversos problemas logísticos, pero finalmente el Maccabi ha podido jugar este jueves su primer partido en Belgrado, donde se midió al Bayern de Múnich de Pablo Laso.

Cuando Partizán jugó (y ganó) una Euroliga desde Fuenlabrada

Este ofrecimiento no sorprende viniendo del Partizán, un equipo que en los años 90 también vivió en carne propia los desastres de la guerra. El club tuvo que huir de Belgrado por culpa del conflicto derivado por la desintegración de la antigua Yugoslavia y encontró su nueva casa en una pequeña ciudad del sur de Madrid, Fuenlabrada. Partizán jugó en el Pabellón Fernando Martín la mayoría de los partidos europeos de la Copa de Europa de la temporada 1991-92, con la ciudad de Fuenlabrada volcada con el equipo serbio, por entonces dirigido, como ahora, por el mítico entrenador Zeljko Obradovic. 

El conocido popularmente como Partizán de Fuenlabrada quedó en la historia del deporte porque, justamente en esa edición donde se vio obligado a cambiar su casa por culpa de la guerra, terminaría ganando su primera y hasta ahora única Copa de Europa gracias a un triple de Sasha Djordjevic en la final ante Joventut de Badalona. Este éxito hizo aún más mítica la unión entre Belgrado y Fuenlabrada, tanto es así que en el 30º aniversario de la consecución del título europeo, el equipo del sur de Madrid fue invitado a Serbia para jugar un partido contra Partizán. Los fuenlabreños fueron recibidos en Belgrado con todos los honores en agradecimiento a su solidaridad durante la guerra, mitificando y renovando la unión entre ambas ciudades.

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