El tifón Haiyan: la tormenta que precede a las tormentas

Coincidiendo con el inicio de la 19ª cumbre del clima, que daba comienzo este lunes en Varsovia, el tifón Haiyon que ha devastado Filipinas ha puesto otra vez sobre la mesa el debate sobre la posible relación entre el calentamiento climático global y la intensidad de las tormentas tropicales. Algunos científicos hacen hincapié en el hecho de que la atmósfera contiene más humedad que en los años 70 y advierten de que el aumento de la temperatura de la superficie de los océanos puede influir en las tempestades: “Los ciclones en formación sacan la mayor parte de su energía de la superficie de las aguas”, observa Will Steffen, climatólogo de la Universidad nacional de Australia.

Otro especialista, Gabriel Vecchi, de la NOAA, el organismo nacional americano de meteorología, hace algunas matizaciones en este sentido, ya que considera que si bien el cambio climático ha influido en el tifón Haiyan, su influencia ha sido “probablemente pequeña, comparada con otros factores como las fluctuaciones meteorológicas y los cambios climatológicos”.  

Así, aunque el debate científico no está zanjado, es incontestable que el tifón Haiyan, cuyos vientos han barrido el este de Filipinas a una velocidad de 314 km/h, alcanzando picos de más de 360 km/h, es uno de los ciclones tropicales más potentes de la historia. Según recoge el metereológo Jeffrey Masters en Weather Underground, se trata del cuarto ciclón más virulento del que se tiene constancia en todo el mundo y el más violento, hasta ahora registrado, que ha alcanzado tierra. El récord lo tenía el huracán Camila, que golpeó la región de Mississipi a más de 300 km/h en 1969. En Filipinas, el tifón más mortal conocido a día de hoy es Telma, que mató entre 5.000 y 8.000 personas en 1991.  

El balance oficial de la catástrofe era de 255 muertos el pasado lunes día 11, pero el número real de víctimas es sin duda bastante más elevado. El Ejército cifra en entre 2.000 y 2.500 los muertos y las estimaciones realizadas por las autoridades ya hablan de 10.000 muertos. Es imposible dar un número definitivo por cuanto las comunicaciones continúan interrumpidas en varias regiones y los servicios de rescate no han llegado a todas las zonas afectadas, especialmente a la coste este y a la provincia de Samar, donde olas gigantes han barrido las viviendas.  

Los servicios de rescate y los primeros testimonios describen inundaciones masivas que hacen pensar en el tsunami de 2004. En Tacloban, se habla de una tumba coleciva que podría contener entre 300 y 500 cuerpos. Según los observadores de Naciones Unidades, más de 600.000 personas habrían sido desplazadas por la tempestad. Numerosos filipinos no tienen agua, alimentos ni medicamentos y, al menos 350.000 personas esperan ayuda en los 1.220 centros de evacuación. Cientos de soldados y policías han sido desplazados a Tacloban para evitar los saqueos.  

El tifón, ya debilitado, alcanzó el 11 de noviembre Vietnam, donde ha causado 13 muertos y ha dejado a casi 900.000 personas evacuadas, pero los daños son mucho menos graves que en Filipinas.  

En Varsovia, Yeb Sano, jefe de la delegación filipina, ha anunciado que inicia un “ayuno voluntario por el clima” y que deja de ingerir alimentos hasta que la conferencia alcance un “avance significativo”. Los representantes de la Alianza de los pequeños estados insulares (Aosis) le han dado su apoyo, al jugar de “esencial” que la conferencia de Varsovia establezca “un mecanismo internacional para las pérdidas y los daños” relacionados con el clima.  

Los pequeños estados insulares y las regiones costeras están amenazadas tanto por el aumento del nivel de los océanos como por los ciclones tropicales. Estos últimos nacen en la zona intertropical, entre el Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricorno, como un sistema organizado de nubes en rotación, que van acompañadas de vientes fuertes. La perturbación se desplaza desde los trópicos y recibe un nombre diferente según la cuenca oceánica sobre la que se encuentre. Se habla así de ciclón en el Pacífico Sur y el Océano Índico, de tifón en el Pacífico Norte y de huracán en el Atlántico.  

Por su situación geográfica, Filipinas está muy expuesta a los ciclones tropicales. El año pasado, el tifón Bopha golpeó la isla de Mindanao y mató a más de 1.100 personas. “El cambio climático implica un futuro en el que los supertifones ya no serán algo que aconteza una vez al siglo", avisa Yeb Sano. "Rechazamos aceptar un proceso que conduce a un futuro en el que los supertifones se producen una vez al año, que es lo que está ocurriendo”.

Sano reconoce que es difícil, a día de hoy, atribuir hechos puntuales al cambio climático. Preguntado por la revista Science, Jeffrey Masters afirma que hacen falta “buenas observaciones” para explicar las razones de la potencia devastadora de Haiyan. Para estudiar los huracanes en el Atlántico, se hacen volar aviones, equipados con instrumentos de medición, al interior de estas tempestades, pero este método no se utiliza de forma habitual en los ciclones del Pacífico.  

No obstante, los meteorólogos no alcanzan realmente a entender porqué y cómo los ciclones tropicales se hacen tan potentes. Y no se puede afirmar con certeza que Haiyan sea representativo de una tendencia que hace que los ciclones tropicales sean cada vez más fuertes. Se trata, por ejemplo, de la quinta tempestad de categoría 5 desde el inicio de 2012 (la categoría 5, la más elevada, corresponde a vientos por encima de 249 km/h). De media, se han registrado 4,4 tempestades de categoría 5 al año desde 2000, y se han censado 12 en 1997, el año en que se obtuvo el récord. Según el último informe del Giec, aparecido en septiembre, hay solo una probabilidad del orden del 20% de que la frecuencia de los ciclones tropicales intensos haya aumentado de forma apreciable desde 1950.  

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Sin embargo, el Giec considera plausible que de aquí a finales de siglo, el calentamiento global lleve aparejado un aumento de la actividad de los ciclones tropicales al oeste del Pacífico y en el Atlántico Norte. Algunos resultados científicos van en esta línea. Según un estudio publicado en enero de 2010 por Gabriel Vecchi y sus colegas de la NOAA, los huracanes más violentos podrían hacerse dos veces más frecuentes antes de que acabe el siglo.  

Este estudio muestra que la frecuencia total de los huracanes podría disminuir el 18%, mientras que los huracanes de categoría 4 y 5 sería dos veces más numeroso y los de categoría 5 podrían ser tres veces más frecuentes.  

Otro investigador, Kerry Emanuel, del MIT, ha realizado una serie de investigaciones sobre el tema. Ya en 2005, en un artículo publicado por Nature, afirmabaque los ciclones tropicales se hacían más destructores. Sus últimas investigaciones, aparecidas en julio de 2013, en Pnas, la revista de la Academia de las Ciencias de EEUU, confirman en parte los resultados obtenidos por Vecchi, a saber, que la intensidad de los ciclones tropicales aumenta, pero según Emanuel, la frecuencia de estos ciclones lo hace también de forma global y no solo los más violentos. La mayor actividad de los ciclones resulta más apreciable en la parte oeste del Pacífico Norte, según Emanuel, pero dicha actividad también se manifiesta en otras regiones, salvo en el suroeste del Pacíficio.

Hay que decir que los efectos de los ciclones no dependen solo de su violencia, como ilustra el caso del huracán Sandy que golpeó el Caribe y después el este de EEUU a finales de 2012. Aunque no fue una de las tempestades más virulentas que han alcanzado la costa este de EEUU, tuvo un impacto muy fuerte en cuanto a la altura del agua, debido en parte a la coincidencia con una marea alta en el puerto de Nueva York. De ahí que las inundaciones fuesen muy importantes. Pero el alza del nivel de los océanos ligada al cambio climático va agravar la probabilidad de estas inundaciones.

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La frecuencia de los acontecimientos del tipo Sandy corre el riesgo de ir a más en el futuro. También se dijo que los efectos de Sandy estaban relacionados con el calentamiento global, por efecto directo de la mano del hombre, tal y como recogió en un estudio reciente la Americain Meteorological Society.  

En resumidas cuentas, según Gabriel Vecchi, sin lugar a dudas, habrá que esperar a finales de siglo para ver aparecer una señal clara de la influencia del calentamiento sobre los ciclones tropicales. “Se espera que la frecuencia de las tempestades más virulentas (como Haiyan) aumente, pero tenemos menos certeza a la hora de saber el efecto que el calentamiento global tendrá en cada vertiente oceánica, en particular”. Si los resultados de Emanuel se confirman, el riesgo de las tempestades violentas podrían aumentar a mitad de siglo en el Pacífico Norte, el Atlántico Norte y en el sur del Océano Índico.

Traducción: Mariola Moreno

Coincidiendo con el inicio de la 19ª cumbre del clima, que daba comienzo este lunes en Varsovia, el tifón Haiyon que ha devastado Filipinas ha puesto otra vez sobre la mesa el debate sobre la posible relación entre el calentamiento climático global y la intensidad de las tormentas tropicales. Algunos científicos hacen hincapié en el hecho de que la atmósfera contiene más humedad que en los años 70 y advierten de que el aumento de la temperatura de la superficie de los océanos puede influir en las tempestades: “Los ciclones en formación sacan la mayor parte de su energía de la superficie de las aguas”, observa Will Steffen, climatólogo de la Universidad nacional de Australia.

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