El mundo de la cultura en Argentina en pie de guerra contra Milei por sus políticas de recorte

Humo irritante, neones rojos y cabezas rapadas. El Club Atlético Fernández Fierro (Caff), con aspecto de garito punk, es el escaparate de la nueva generación del tango argentino. Se abre una lona negra hecha de retales remendados y aparece el maestro del lugar –que le da nombre–, la orquesta Típica Fernández Fierro. Una banda de amigos que ha revolucionado el panorama del tango nacional con sus sonidos rotundos y sus letras comprometidas.
Combinando piano, contrabajo, viola, violines y el legendario bandoneón, la banda presenta su nuevo disco, Basta, una noche de diciembre ante un público de 200 habituales. Recuerdo de la dictadura o rechazo de la xenofobia: las diatribas políticas del líder del grupo, Yuri Venturin, puntúan la sucesión de temas.
Un “Milei, fuera” estalla desde el fondo de la sala cuando se anuncia una de las canciones, “Diciembre”. La pieza, que se asemeja a una macabra marcha militar, hace referencia al mes de 2023, fecha de la toma de posesión del presidente ultraliberal. Caff, fundado hace veinte años por el grupo artístico homónimo, es una de las principales instituciones de apoyo a la música independiente y alternativa de Buenos Aires. Pero su supervivencia se ve amenazada por las políticas de austeridad de Javier Milei.
Aficionado a los Rolling Stones y a los Beatles, el nuevo presidente se hizo conocido en política por su chupa rockera de cuero negro y su costumbre de canturrear “Yo soy el león” al comienzo de cada reunión. Él mismo formó parte de varios grupos musicales en su juventud, y Hernán Boracchia, ex bajista de su grupo Everest, lo describe como “un rebelde de toda la vida”.
Pero la revolución cultural de la que Milei dice ser el Che neoliberal es de extrema derecha. Y apunta sobre todo a los artistas. Para el libertario Javier Milei, los artistas son “izquierdistas de mierda”. En cuanto a la cultura, no es más que “un gasto que no aporta nada”.
Recortes o reducciones drásticas
“En el modelo que defiende, la productividad gana al arte y la creatividad”, dice amargamente Martina Cardozo, guitarrista del grupo de cumbia La Revuelta. Durante su campaña electoral, Milei señaló al sector como futura víctima de su terapia de choque encaminada a lograr el “déficit cero”.
Una vez en la jefatura del Estado, ha cumplido sus promesas recortando el presupuesto asignado a la cultura. La primera sanción fue privarla de ministerio y reducirla a una secretaría de Estado. El paquete de medidas que el Jefe del Estado presentó al Congreso nada más llegar al poder atacaba la financiación del Instituto Nacional de la Música (Inamu).
Sin embargo, desde la creación en 2012 de este organismo público, independiente del Estado, “la colaboración con los músicos ha sido muy buena y las políticas aplicadas han sido eficaces”, asegura Gustavo Rohdenburg, presidente de la Unión de Músicos Independientes (Umi). Ahora, la institución ha pasado a manos del Estado y su financiación fija (el 2% de los impuestos recaudados a través del canon audiovisual local) ha pasado a la historia.
¿Subvenciones para festivales de barrio gratuitos? Suprimidas. ¿Ayudas económicas para integrar el circuito cultural en la oferta turística? Suprimidas. “Están complicando el proceso administrativo y cada vez es más difícil conseguir apoyo financiero. Y si por un milagro lo conseguimos, tardamos meses en recibir los fondos”, añade Walter Coccaro, programador del Caff.
Como esta sala de conciertos, muchos locales populares de Argentina funcionan como cooperativas. Pero en el último año, Milei ha endurecido los criterios exigidos para que un local sea reconocido como tal. “Nos vemos obligados a contratar contables y abogados y a gastar dinero para cumplir la ley, en lugar de dedicarnos a nuestro papel de promotores musicales”, señala Walter Coccaro.
Estigmatización violenta
Más allá de las políticas públicas –o de la falta de ellas–, el discurso nauseabundo que transmite Milei tiene consecuencias en la vida cotidiana de los propios artistas, e incluso puede amenazar su seguridad. “Hay un profundo desconocimiento de la profesión, y es fácil recurrir a la descalificación o agresión personal, incluso general, hacia nosotros”, advierte Gustavo Rohdenburg, de la Unión de Músicos Independientes.
La cantante pop argentina Lali Espósito ha pagado ya el precio. A sus 33 años, se ha convertido en un icono de la izquierda tras ser acosada por el ejército de trolls de Milei en las redes sociales. El videoclip de su canción “Fanático”, estrenado el 24 de septiembre, contiene numerosas referencias al enfrentamiento verbal que mantienen desde hace un año la cantante y el presidente, a través de entrevistas.
Provocándola en varias ocasiones, incluso llamándola Lali “Depósito”, Milei la ha puesto en el punto de mira. El resultado es que en sólo dos meses, su vídeo ha acumulado 9 millones de visitas. Y su canción se ha convertido en un himno de la oposición que se escucha en todas las manifestaciones.
“Si el propio Jefe del Estado se atreve a insultarnos así, ¿por qué no un ciudadano de a pie?”, dice Claudia, que dirige el centro cultural Luzuriaga, en un barrio popular de la capital. Las puertas del centro llevan cerradas tres semanas: las quejas de los vecinos que apoyan abiertamente a Milei les han obligado a realizar obras de insonorización.
Y las intimidaciones llegan a veces hasta las agresiones físicas. El sábado 20 de noviembre, al grupo de percusión Jacarandá le dispararon balas de goma durante una actuación pública en una plaza de Adrogué, en el sur del Gran Buenos Aires. Con total impunidad.
Las salas de conciertos independientes no son rentables y cada vez es más difícil cobrar entrada
Si la cultura está siendo desatendida por el Estado, también lo está siendo por sus espectadores. “El sector está parado porque nuestro público ya no puede permitirse asistir a nuestros eventos, por muy accesibles que sean”, dice Mónica Szalkowicz, gerente del Luzuriaga Club Social. Tras doce meses de políticas de austeridad de Milei, uno de cada dos argentinos vive actualmente por debajo del umbral de la pobreza. “Las salas de conciertos independientes no son rentables y cada vez es más difícil cobrar entrada. En La Revuelta tenemos otros trabajos aparte”, confiesa el bajista Matías Woinilowicz. Una realidad que afecta a la mayoría de los músicos independientes.
Fernando Vilte Ruiz, de 25 años, ha decidido recurrir a entidades privadas para vivir de su música. “No tengo la oportunidad de trabajar en orquestas públicas porque las becas y las plazas son escasas”, dice este joven flautista que acaba de terminar su formación musical.
Los derechos de los trabajadores de la escena musical no son los únicos que se han visto arrasados por el huracán Milei. Las mujeres, las personas LGTBIQA+, los jubilados y los estudiantes también son víctimas colaterales de la búsqueda de superávit presupuestario. “Nosotros también somos ciudadanos: no hay soluciones individuales para los problemas colectivos”, afirma el músico Rohdenburg. Así que los artistas cargan con los males de la sociedad argentina en su conjunto, con dos palabras como brújula: resistencia y solidaridad. “Nuestro país tiene una historia de lucha en las calles. La cultura debe ser parte de esa resistencia del pueblo, porque es parte de él”, dice Matías Woinilowicz.
En el Caff, la entrada a los conciertos es ahora gratuita para los jubilados. En el pasillo que conduce a la sala principal, ha aparecido un carrito para recoger alimentos para los comedores sociales locales. “Elegimos la cumbia y los ritmos latinos para reivindicar los sonidos de nuestra región, mientras que Milei aboga por el servilismo a Estados Unidos”, explica Martina Cardozo, guitarrista de La Revuelta.
En cuanto a la elección del cooperativismo, es la oposición al sálvese quien pueda libertario. “Nuestro papel es mantenernos firmes y permanecer unidos”.
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Este artículo fue publicado el 3 de enero por La Lettre du musicien. Pueden encontrarse todos sus artículos en Mediapart. Desde hace varios años, La Lettre du musicien, un medio dirigido a los profesionales de la industria musical, ha realizado un giro editorial hacia el periodismo de investigación en un ámbito bastante cerrado a este tipo de periodismo. Cuestiones ecológicas y sociales vinculadas a la música, actualidad internacional, violencia sexual y de género... los nuevos campos periodísticos que cubre esta Lettre suenan inevitablemente con el nuestro. Una vez cada quince días, publicamos uno de sus artículos en nuestras columnas, y viceversa, y esperamos compartir información y colaboraciones fructíferas.
Traducción de Miguel López