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La artillería se impone en las operaciones bélicas en Ucrania dejando un paisaje completamente devastado

Varios soldados del ejército ucraniano observan el vehículo militar de su ejército calcinado en Kiev en una imagen de archivo.

Cédric Mas (Mediapart)

Una de las imágenes más frecuentes del conflicto entre Ucrania y Rusia desde 2014 es un cañón o un lanzacohetes múltiple montado sobre un vehículo oruga o un camión, abriendo fuego hacia el horizonte, imagen que se ha hecho más frecuente tras la invasión rusa del 24 de febrero de 2022. Pero detrás de esta recurrencia hay cambios de detalle, a veces apenas perceptibles para los especialistas, que sin embargo significan mucho para entender el conflicto.

Empecemos por recordar que la artillería es el arma predominante, si no la principal, en el ejército ruso post-soviético. Los efectivos antes del conflicto eran gigantescos, ya que Putin disponía de una de las primeras artillerías del mundo, con 2.400 piezas autopropulsadas (152 mm: 2S19 Msta-S,2S5 Giatsint-S, 2S3 Akatsiya, 2S33 Msta-SM2; 122 mm: 2S1 Gvozdika; 120 mm: 2S9 Nona, 2S23 Nona-SVK, 2S34 Khosta), 1.300 piezas remolcadas (152 mm: 2A65 Msta-B, 2A36 Giatsint-B, D-20; 122 mm: D-30), 210 cañones pesados (203 mm: 2S7M Malka y 240 mm: 2S4 Tyulpan) y 1.100 lanzacohetes múltiples (BM-21 Grad, BM-27 Uragan, BM-30 Smerch, 9A52-4 Tornado-S y los temidos cohetes termobáricos TOS-1A Buratino).

La doctrina militar rusa se basa en esa potencia de fuego, que prevé cinco tipos de fuego diferentes: de hostigamiento a aniquilación (70-90% de destrucción del enemigo), demolición (destrucción de edificios en toda una zona), supresión (30% de destrucción) y contrabatería (a título comparativo, el ejército americano sólo tiene tres tipos de fuego, con un máximo del 30% de destrucción del enemigo).

La artillería está dividida entre unidades especializadas (brigadas de artillería de tres batallones) y dentro de las propias unidades cada grupo de combate (BTG, Battle Group) tiene así su propio apoyo de fuego.

Al comienzo de la invasión, el ejército ucraniano estaba equipado con el mismo material, pero en versiones no modernizadas y, sobre todo, con muchas menos piezas: 650 cañones autopropulsados (2S7 Pion 203 mm, 2S1, 2S3, 2S52, 2S19, DANA), más de 600 lanzacohetes múltiples y 440 cañones remolcados. La ventaja de la artillería ucraniana es su sistema de guiado, que permite compensar su inferioridad numérica con una mayor precisión y alcance (sistema Kropiva).

Incluso antes del estallido del conflicto, se podía ver que los rusos apostaban por la masa de fuego, mientras que los ucranianos hacían hincapié en el alcance y la precisión. En 2014, el peso de los cañones rusos marcó la diferencia, combinado con el uso de drones para el guiado y la guerra electrónica. Varias ofensivas ucranianas fueron reprimidas aplastando unidades enteras en sus zonas de despliegue en cuestión de minutos (por ejemplo, el 11 de julio en Zelenopillya).

De los misiles Javelin a los lanzacohetes múltiples Grad

El lanzamiento de la invasión el 24 de febrero de 2022 supuso el rápido avance de pesadas columnas rusas desde un amplio frente que va desde el noroeste de Kiev hasta Crimea. Las unidades rusas avanzaron sin contar con su apoyo de fuego, que se perdió en las largas filas de vehículos. Sus grupos de combate fueron bloqueados por el fuego de misiles anticarro Javelin, lanzados en cantidades considerables. Atrapados a lo largo de ejes fácilmente localizables, fueron aplastados por la artillería ucraniana. Las pérdidas infligidas fueron cuantiosas, y varias unidades rusas fueron aniquiladas sobre el terreno en auténticas "emboscadas de artillería". La precisión y la flexibilidad de la defensa ucraniana compensaron con creces la inferioridad numérica.

Las pérdidas infligidas por la artillería ucraniana fueron enormes y decisivas porque alcanzaron a las unidades de élite rusas (tropas aerotransportadas o mecanizadas). La combinación de una defensa móvil, basada en misiles portátiles como los Javelin (suministrados rápidamente en grandes cantidades por Estados Unidos, Reino Unido y otros países), y un preciso fuego de artillería desplegado contra un enemigo atrapado en carreteras cerradas resultó decisiva para detener la ofensiva de Putin y obligarle a retirarse a finales de marzo.

La siguiente fase de combates, concentrada en el sur (Mariúpol) y en el Donbás, permitió a la artillería rusa recuperar ventaja. Este fue el momento de mayores pérdidas para los ucranianos, que estaban bajo el fuego de múltiples lanzacohetes.

Las posiciones defensivas han sido aplastadas una tras otra y la artillería ucraniana es demasiado pequeña para luchar contra una acción tan intensa. Las estadísticas muestran que los rusos disparan a veces entre 20 y 40 veces más diariamente. Algunos avances, como en Lyman en mayo, sólo pueden explicarse por el constante bombardeo.

En respuesta a las desesperadas peticiones de ayuda de Kiev, Occidente entregó material de artillería para aumentar el número de cañones. Se trata de obuses M777, cañones Caesar, Krab y Panzerhaubitze 2000. Pero el número sigue siendo demasiado pequeño, como los cañones Caesar franceses, que sólo fueron enviados 18 en verano. Además, el calibre de estas armas, 155 mm en el estándar OTAN, no es el mismo que la munición utilizada por los ucranianos (152 mm estándar Pacto de Varsovia). Además, estas armas, diseñadas para disparos de precisión, no aguantan la intensidad de los combates y la cadencia de fuego, como las Panzerhaubitze 2000 alemanas, que quedan rápidamente fuera de servicio.

Más allá de los cañones, los contendientes empezaron a sufrir la falta de munición: en julio, la media diaria de proyectiles de 152 mm disparados por los rusos descendió a 20.000 (6.000 del lado ucraniano). Por ello, Rusia sacó de sus arsenales munición más antigua o de distinto calibre (120 y 100 mm), debido a la reducción de sus existencias de 152 mm. Y tanto Rusia como Ucrania están recorriendo el mundo para recomprar los stocks de proyectiles exportados por la URSS durante la Guerra Fría en todos los continentes.

El verano de los Himars

A finales de junio de 2022, Estados Unidos entregó a Ucrania varios ejemplares de un lanzacohetes múltiple de largo alcance y alta precisión. Se trata del sistema M142 Himars (en su versión sobre ruedas), que puede disparar cohetes contra objetivos situados a más de 50-70 km de distancia, con una precisión de unos pocos metros.

La artillería ucraniana aplicó entonces una nueva estrategia de ataques selectivos a fondo, contra los depósitos rusos, con una eficacia formidable. Inicialmente en pequeñas cantidades (doce entregadas a finales de junio, luego seis en julio), estas armas resultaron decisivas para desarticular toda la logística del ejército ruso. Muy pronto se dejó sentir el efecto de la destrucción de los depósitos de municiones (50 destruidos hasta el 20 de julio), con una notable ralentización de la actividad de la artillería de Putin, que quedó literalmente "asfixiada".

La campaña de utilización de estas armas se llevó a cabo hábilmente gracias a la inteligencia sobre la ubicación de las bases rusas y los puntos de paso de suministros (puentes sobre el Dniéper, estaciones de tren, etc.), y debilitó de forma duradera todo el dispositivo ruso en Ucrania, permitiendo el lanzamiento con éxito de contraofensivas en Jersón y luego en Izum-Jarkov.

Los Himars son muy móviles y se han utilizado a lo largo de todo el frente para compensar su escaso número y, sobre todo, para escapar del fuego de contrabatería ruso. En teoría, la artillería de Moscú utilizaba los sistemas informatizados Akatsiya y Aqueducts, pero la falta de equipos de comunicación seguros y de formación de los operadores (algunos son reclutas) causó problemas que se agravaron con la pérdida de muchos soldados experimentados.

En realidad, el guiado lo proporcionan drones que utilizan teléfonos móviles o medios de transmisión no seguros. En la práctica, los ucranianos comprueban que el disparo llega entre tres y cinco minutos después del sobrevuelo de un dron. Y para los disparos contra posiciones identificadas por medidas de guerra electrónica (detectores radar, fuentes de tiro, sistemas de escucha de disparos, etc.), ¡el plazo llega a media hora! Eso es obviamente demasiado tiempo contra equipos tan móviles como los Himars o los César.

A esta desventaja se añade la falta de precisión del material ruso, que sólo es eficaz cuando se utiliza concentrado en determinadas zonas del terreno.

El regreso de los morteros

Con la llegada del otoño y el mal tiempo, las operaciones lógicamente se ralentizaron y el frente se estabilizó. La artillería rusa ha quedado debilitada, pero siguió siendo más numerosa. Sobre todo, ha podido contar una vez más con sus ventajas: la acción de la potencia de fuego sobre zonas predefinidas gracias a que el frente no se movía. Las dificultades logísticas hicieron que las operaciones se desarrollaran principalmente cerca de las bases y de los nudos ferroviarios que permitían el suministro de proyectiles, a pesar del fuego preciso de los Himars. Esta es una de las explicaciones del fracaso en Jersón (donde la artillería quedó aislada de sus bases por el Dniéper), así como de la continuación de las ofensivas sobre Bakhmut o Avdiivka (cerca de las numerosas estaciones ferroviarias de Donetsk y Lugansk).

Por su parte, los ucranianos han sufrido los efectos de la intensidad de los combates con una reducción del número de cañones disponibles y una "dispersión" de la artillería en muchos modelos diferentes, una pesadilla para el suministro y el mantenimiento (por no hablar de la entrega de equipos a veces demasiado viejos o inadecuados).

Las ofensivas rusas se han basado siempre en la alternancia de bombardeos y ataques a grupos de infantería (los métodos variaban constantemente, desde la oleada "suicida" hasta la infiltración nocturna).

Frente a estas ofensivas, la artillería ucraniana tiene varias desventajas: poco numerosa y debe acercarse al frente para apoyar la defensa, exponiéndose a los drones y al fuego de los aviones. La descarga contra un ataque de infantería consume demasiada munición.

Pero los ucranianos se están adaptando. Despliegan morteros, suministrados en gran cantidad por Occidente. Fáciles de atrincherar y eficaces contra la infantería enemiga, permitían apoyar una defensa enterrada a pesar de la superioridad de la artillería enemiga. A partir de octubre, el uso de morteros se ha hecho intensivo, facilitado por la disponibilidad de munición suministrada también en grandes cantidades por Occidente.

El mortero es el arma de la guerra de trincheras, cuya importancia hemos mencionado en el conflicto de Ucrania. Pero también es un arma con una excelente relación peso/efecto, y sobre todo es temible en manos de pequeños grupos entrenados y motivados.

Frente a los asaltos de infantería, el empleo combinado de morteros y misiles permite compensar parcialmente el dominio de la artillería enemiga, a la espera de volver a una guerra más móvil o de recibir nuevos cañones en número suficiente.

Pero no se puede hablar de la importancia de la artillería en el conflicto actual sin mencionar sus dos consecuencias humanas: en primer lugar, la amplitud de la destrucción sufrida por las regiones en las que se desarrollan los combates, con esos paisajes devastados y contaminados por millones de toneladas de explosivos (cada día, la cantidad lanzada a lo largo del frente equivale a varias veces la bomba nuclear de Hiroshima) sobre miles de kilómetros cuadrados. En segundo lugar, la elevadísima pérdida de vidas humanas entre combatientes y civiles, que es uno de los efectos buscados por Putin, que sólo puede contemplar la victoria al final de una guerra de desgaste.

Rusia ha optado por la artillería pesada e intensa. Para hacerle frente, Ucrania se enfoca en la longitud, precisión y capacidad de respuesta. En ambos casos, las opciones están "constreñidas" por la situación geopolítica y humana de los dos países: uno tiene que trabajar con la herencia soviética y a la necesidad de imponer el miedo a sus enemigos, el otro tiene que adaptarse a una ayuda de los aliados, limitada a "muestras", a los combatientes que apuestan por la iniciativa y muestran una agilidad a la altura de su motivación.

Hay que recordar que un arma no es nada, incluso con características excepcionales, si no es manejada por militares motivados y entrenados e integrada en un sistema de combate coherente y eficaz. Y ninguna cañón, misil o lanzacohetes puede escapar a esta regla.

De hecho, el tamaño del equipo de artillería es menos decisivo que la forma en que se utiliza, especialmente la capacidad de adaptarse a los cambios de táctica del enemigo. Y en este ámbito, el enfrentamiento entre Ucrania y Rusia es mucho más equilibrado de lo que se podría pensar.

  

Caja negra

Cédric Mas, abogado, es historiador militar y presidente del Institut Action Résilience. Es autor de varios libros sobre la Segunda Guerra Mundial.

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