LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Por qué los españoles ven en la inmigración el gran problema cuando a nivel personal admiten que no les afecta

La otra batalla informativa: cubrir la guerra siendo periodista rusa

Imagen de la periodista Tatiana Felgenhauer.

Julian Colling (Mediapart)

La imagen de Marina Ovsiannikova irrumpiendo en su propio plató durante el muy seguido telediario de la tarde en la primera cadena rusa ha dado la vuelta al mundo. Pero, más allá de ese golpe de efecto, se suman otras señales más débiles que muestran los problemas de conciencia de los periodistas que trabajan para los medios pro gubernamentales en Rusia.

Algunos han decidido dejar su propia casa. En la cadena NTV, durante los años 90 la única televisión independiente, que luego sería puesta en cuarentena entre 2001 y 2004 cuando Vladimir Putin llegó al poder, la presentadora Lilia Gildeyeva ha dimitido tras dieciséis años de leales servicios. Refugiándose en el extranjero previamente, claro, por motivos de seguridad. El veterano periodista Vadim Glousker, en la cadena desde hace veintiocho años, también se ha ido.

En la cadena Rossiya 1, la segunda del país, varias fuentes informan de la salida de varios profesionales —sobre todo de la producción del programa estrella Vesti—, del conglomerado de radio-televisión pública a la que pertenecen. La agencia de prensa estatal Tass, con fama de ser la más seria, ha visto también perder más profesionales desde el pasado 24 de febrero que en varios años de actividad. Algunos trabajadores extranjeros también se han marchado.

A la cadena más importante, Perviy Kanal, en la que trabajaba Marina Ovsiannikova, su corresponsal en París Janna Agalakova también les ha dado portazo. Con la ayuda de la ONG Reporteros sin Fronteras, ha mostrado públicamente el reverso del decorado de su dimisión: “Para mí ya no era posible seguir llamando ‘operación pacífica’ a lo que pasa en Ucrania”, ha declarado. Al mismo tiempo dice que hay que comprender el dilema al que se enfrentan muchos de sus colegas: “Es fácil acusarles y preguntarse por qué no protestan, pero tienen familias, padres mayores, hijos, casa que hay que pagar, etc. Son rehenes de la situación”. 

Según diversas fuentes rusas, se está propagando un ambiente tóxico en los medios pro gubernamentales, en los que muchos trabajadores tienen familia en Ucrania o familiares que sirven en el ejército ruso. También están afectadas otras corporaciones estatales: por ejemplo dos productores se han ido de Gazprom Media —a la que pertenece NTV y pertenecía Eco de Moscú, la emisora de radio liberal que acaba de ser prohibida por las autoridades—. Incluso el gigante digital Yandex ha visto marcharse a algunos altos cuadros por motivos éticos. Su director general Tigran Judaverdian se ha ido a causa de las sanciones occidentales contra su persona.

Mientras tanto, la televisión estatal continúa con su trabajo de zapa mostrando en el Perviy Kanal la alarmante destrucción de Mariúpol, pero explicando que los autores son los nacionalistas ucranianos que están llevando a la práctica una política de tierra quemada al retirarse del terreno.

Las fuentes y la naturaleza de la información sobre las operaciones militares que recibe la población rusa tienen una importancia vital y las autoridades lo saben bien. Fuera de las capitales culturales, Moscú y San Petersburgo, la población de las regiones —sobre todo la población de mayor edad— se sientan a ver la única cadena gubernamental para informase y mantenerse al día de lo que pasa fuera. Su influencia sigue siendo considerable y mantiene una visión de los eventos totalmente diferente.

Resistentes de la información

Varios estudios recientes informan de la buena tasa de popularidad de Vladímir Putin (70%) y de que una mayoría de rusos parece apoyar (o al menos aceptar) la intervención rusa y mantienen una opinión negativa sobre Ucrania. Paralelamente, ha sido prohibida una aplastante mayoría de medios independientes rusos, bloqueadas sus webs y las de muchos medios extranjeros. Cientos de periodistas rusos han dejado el país y otros han decidido, cueste lo que cueste, quedarse y seguir informando como puedan.

“Aunque ya me esperaba algo, aun así la velocidad de la represión a los medios y el cierre de Eco me ha dejado sorprendida”, dice Tatiana Felgenhauer, de 37 años, locutora muy conocida por los oyentes liberales del Eco de Moscú, donde ha trabajado durante dieciocho años antes de su disolución. En 2017 fue atacada con un cuchillo en su estudio por un desequilibrado, justo después de que un reportaje de Rossiya 1 presentara a esa radio como un agente nocivo para Rusia.

A pesar de ello no tengo en absoluto ganas de irme. Este es mi país, yo soy una periodista rusa... ¡desgraciadamente! En occidente no soy bienvenida porque soy rusa y para las autoridades del país soy una enemiga. Mi sitio está pues aquí. Un solo hombre ha tomado la decisión de destruir todo, Ucrania, Rusia, el mundo. Eso yo no lo puedo aceptar y seguiré diciendo la verdad e intentando detener esta locura. Es mi deber”.

Como han hecho muchos colegas independientes, esta joven se ha iniciado en solitario en Youtube, donde hace entrevistas a la flor y nata de las personalidades contrarias al Kremlin y su “operación especial”. Acaba de cubrir para el digital independiente Mediazona el nuevo procesamiento de Alexei Navalny, recién condenado a nueve años más de cárcel. El cofundador de Mediazona, Serguei Smirnov, se ha marchado a Letonia.

El pasado 4 de marzo se aprobó una nueva ley liberticida que prevé criminalizar la difusión de información “no conforme” sobre las operaciones. Un periodista muy popular de San Petersburgo, el ex diputado Alexander Nevzorov, ha sido el primero en sufrir la apertura de una persecución judicial por ese motivo. Había publicado un artículo sobre el bombardeo de Mariúpol encontrándose ya en el extranjero.

El prestigioso periódico Novaya Gazeta, dirigido por su redactor jefe y reciente Premio Nobel de la Paz, Dmitry Muratov, representa el “último mohicano” de la prensa independiente de Moscú. Pese al riesgo, el periódico había decidido seguir operando hasta el 28 de marzo desde la capital rusa, adaptándose a la nueva legislación. Ese mismo día ha anunciado, en un tuit pasado el medio día, suspender su publicación tanto en redes como en papel, “hasta el fin de la operación especial sobre el territorio ucraniano”, según precisa la redacción.

El 12 de marzo, una valiente periodista firmó un rotundo y terrible reportaje sobre la suerte de la ciudad de Mikolaiv. En las demás páginas, la redacción imprimía simplemente páginas en blanco con la inscripción “sin palabras” en sustitución de lo que debía ser una cobertura detallada de las acciones rusas en Ucrania. Los miembros más jóvenes de la redacción se han ido también del país.

“Evidentemente, tener que cumplir esta ley es duro para nosotros, que significa un poco el fin del verdadero periodismo en Rusia”, decía Nadejda Prussenkova, miembro de la dirección de la Novaya Gazeta, antes del anuncio de la suspensión. “Pero el simple hecho de que estemos aún en pie nos lleva a continuar hasta el final, por nuestros lectores que se esfuerzan en tratar de saber lo que está pasando de verdad”.

Seguir trabajando en Rusia en este momento es cualquier cosa menos un desafío. “Yo nunca había tenido problemas de nervios, pero ahora no soy capaz de estar tranquilo, duermo mal, tengo pesadillas”, cuenta el joven periodista Ivan Jiline. “Todos los periodistas rusos, en el país o exiliados, están totalmente agotados. Pero estoy orgulloso de la opción de mi periódico de seguir cueste lo que cueste”.

A Elena Chernenko, la respetada especialista en política exterior del periódico centrista Kommersant, le han retirado la acreditación en el ministerio de Asuntos Exteriores por haber publicado una carta abierta denunciando la intervención en Ucrania. Desde entonces, decenas de contactos suyos se han marchado del país. Ella está afectada, pero aguanta.

Bromeo diciendo que yo seré la última en abandonar el Titanic”, dice riendo por teléfono. “Personalmente es muy duro para mí porque, incluso como ‘especialista’, no vi llegar este ataque. Luego nos ha caído una censura de tipo militar. Todo esto es injusto porque había un verdadero espacio, aunque limitado, de prensa libre en Rusia. Una diversidad de fuentes. Todo eso ha terminado. Miren a Alexei Venediktov (uno de los co-fundadores de Eco de Moscú), el trabajo de toda su vida, de treinta años, totalmente destruido. Y ahora, para tratar de agrupar a la gente en torno al Krenlim, la superpotente maquinaria informativa del Estado dirá que la mala situación de Rusia es únicamente culpa de Occidente”.

Para Tatiana Felgenhauer, ex miembro del equipo de Venediktov, es también primordial tratar de ir ganando terreno poco a poco a la propaganda estatal: “Esta maquinaria es casi invencible, lo sabemos. Los rusos más “zombificados” serán difíciles de convencer. Pero lo que ha hecho Ovsiannikova es muy importante por ejemplo, creo que estamos asistiendo al comienzo de una toma de conciencia de algunos. Hay que entender que es también un reflejo protector ver antes la televisión que aceptar una realidad tan negra como tu propio país. Pero, cada vez que alguien empiece a dudar del discurso oficial, nosotros estaremos ahí para proponerle otra verdad. La auténtica verdad”.

Traducción de Miguel López

Leer el texto en francés:

Más sobre este tema
stats