La crisis inmobiliaria se apodera de las movilizaciones sociales en Portugal
Para protestar contra la subida de los precios de la compra, pero también para denunciar la especulación de fondos privados en el sector inmobiliario, los activistas se pusieron en marcha el sábado 1 de abril en seis ciudades de Portugal en defensa del derecho a la vivienda, del que se abusa cada vez más.
Por su parte, los profesionales de la enseñanza del sindicato Stop ya han convocado una gran manifestación para el 25 de abril, aniversario de la Revolución de los Claveles, para exigir mejoras salariales.
"La movilización del sábado estaba vinculada a la inflación, pero también a la especulación a largo plazo, y a los largos procesos de gentrificación y auge del turismo de masas en Portugal", explica Guya Accornero, politóloga de la Universidad ISCTE de Lisboa, que ha trabajado sobre las movilizaciones contra la austeridad de la década de 2010 en Portugal.
Los precios de la vivienda en Portugal se dispararon un 80% entre 2010 y 2022, y los alquileres un 28% en el mismo periodo, mucho más que en el conjunto de la eurozona en el mismo periodo, según Eurostat.
"Era una marcha por la vivienda, pero la coalición se amplió con movimientos LGTB+, asociaciones feministas, activistas del clima, estudiantes, porque concierne a todos... Aunque fue menos masiva que las manifestaciones actuales en Francia, había gente en la calle", explica con una sonrisa Diogo Faro.
Este cómico y humorista colgó un vídeo en Instagram a principios de año denunciando los despropósitos del mercado inmobiliario en Lisboa, que se hizo viral: comparaba las cifras de las espectaculares subidas de los alquileres en 2022 con las de la caída de los salarios reales, en un contexto de inflación, que han caído a niveles inferiores a los de 2014.
Ante la magnitud de las reacciones y testimonios recibidos, creó un "movimiento cívico y artístico" llamado "La casa es un derecho".
Vida Justa, pilar de la protesta
Junto a él, estuvieron en la calle el sábado actores históricos en la batalla por el derecho a la vivienda, como Habita. Este colectivo nació a mediados de la década de 2000 siguiendo la estela de otro, Solidariedade Migrante, para ayudar a familias, en muchos casos de inmigrantes, que se encontraron en la calle tras la demolición de poblados chabolistas en el área metropolitana de Lisboa.
"Esta es la diferencia con la PAH en España, que acudió inmediatamente en ayuda de una clase media víctima del estallido de la burbuja inmobiliaria. En Portugal, Habita se creó en las zonas de chabolas, y fue tras los años de austeridad de la década de 2010 cuando acudió en ayuda de la clase media portuguesa", explica Guya Accornero.
También se unieron a la marcha activistas del movimiento Vida Justa. Este colectivo, que recoge el legado de Habita, se fundó en octubre de 2022, tras una reunión de varios colectivos solidarios en el barrio pobre y mestizo de Cova da Moura, al noroeste del centro de Lisboa. Se ha convertido en uno de los más visibles en las manifestaciones de este comienzo de año.
"Decidimos hacer algo que tuviera impacto", declaró en febrero al diario Público Flávio Almada, uno de los portavoces de Vida Justa, también conocido por su nombre artístico LBC, implicado desde hace tiempo en luchas antirracistas y contra la violencia policial en zonas desfavorecidas de la gran Lisboa.
Prueba de la diversidad del movimiento, que incluye a muchas personas racializadas, uno de sus lemas dice: "Estamos juntos, somos fuertes", también escrito en criollo caboverdiano en las pancartas: "Nu sta djuntu, nu sta forti".
Otros colectivos emblemáticos son Stop Despejos (Stop desalojos), una asociación que busca bloquear los procesos de desahucio en curso, creada en 2017, y el Movimiento por un Referéndum sobre la Vivienda, que está recogiendo firmas para celebrar un referéndum en Lisboa para que se prohíba la oferta de nuevas viviendas en la ciudad para turistas o residentes extranjeros.
Las luchas por el derecho a la vivienda tienen una larga historia en Portugal. Ya fueron muy fuertes en 1974 y 1975, justo después de la Revolución de los Claveles. Se agudizaron tras la crisis financiera de 2007, con los efectos de las políticas de austeridad y de una política voluntarista de acogida del capital extranjero, como el muy controvertido mecanismo de los "visados de oro" ofrecidos a los grandes inversores extranjeros, acusados de haber servido para blanquear dinero negro procedente de todo el mundo.
Se han intensificado aún más desde la ofensiva en Ucrania en 2022, que alimentó una inflación récord en el país y aumentó la precariedad de mucha gente. La inflación se situó en el 7,4% en marzo en tasa anualizada en Portugal, ligeramente por debajo de los máximos alcanzados en los últimos meses, en los niveles más altos desde 1993. Los precios de los alimentos –frutas, verduras, carne, pescado– siguen disparados, por encima del 19% en comparación con el mismo periodo de 2022.
Este descontento social a principios de 2023 recuerda a las protestas contra los planes de austeridad de la década de 2010, marcadas por la aparición de una "generación en aprietos" ("geração à rasca"). La profesora Guya Accornero aprecia una forma de continuidad entre los dos movimientos, pero también observa varias diferencias importantes.
Empezando por la presencia de estudiantes este año, que no estaban en las calles en 2010: "Salieron de la pandemia con la impresión de haber perdido el tiempo, y esta frustración se combina con la cuestión del coste de la vida, cada vez más sensible", dice Guya Accornero. Las reivindicaciones climáticas, inexistentes hace doce años, también se plantean ahora.
La última gran diferencia es que ahora el Gobierno se considera de izquierdas, con un jefe de Gobierno socialista, António Costa, en el poder desde 2015. El Ejecutivo se ha comprometido, de forma tardía a principios de año, a terminar con los "visados de oro". También ha propuesto una serie de medidas, entre ellas la limitación del precio de los alquileres en futuros contratos.
De momento, Diogo Faro no está convencido: "Sus propuestas no están a la altura. Está bien controlar los alquileres, pero ya son demasiado altos: hay que bajarlos, si no la gente no podrá mantenerlos".
Rita Silva, figura destacada de la lucha por el derecho a la vivienda, sobre todo en Habita, se mostró muy crítica con los anuncios del Gobierno. Señaló que si Costa había hecho tabla rasa con los "visados de oro" era para preservar mejor una batería de mecanismos de apoyo y exenciones a los inversores extranjeros, que tanto contribuyeron al alza de los precios inmobiliarios portugueses.
Los precios de los alquileres
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Traducción de Miguel López