La derecha tecnológica en guerra contra la democracia o cómo se radicalizó Silicon Valley

Ilustración Simon Toupet / Mediapart

Maya Kandel (Mediapart)

Silicon Valley ha gozado durante mucho tiempo de un aura hippy, cool y libertaria que se ha adherido a la imagen de una industria de "start-ups creadas en un garaje" por jóvenes genios. Se hicieron multimillonarios y sus inventos cambiaron el mundo. Mark Zuckerberg ha cumplido ya 40 años y los demás rondan los cincuenta. Sus proyectos son cada vez más grandiosos, se meten en política y algunos se han radicalizado ante nuestros ojos.

Silicon Valley está cambiando, y podemos hablar de la aparición de una "derecha tecnológica" cuyas afinidades con la derecha y la extrema derecha son cada vez más evidentes y asumidas. No es el caso de todo Silicon Valley, por supuesto, ya que algunos magnates hacen donaciones a los demócratas y otros se mantienen al margen de la política.

El año 2020 pesó mucho en esta evolución: los confinamientos relacionados con el Covid irritaron a muchos empresarios, al igual que los requerimientos dirigidos al mundo empresarial tras la muerte de George Floyd y las históricas manifestaciones que siguieron.

Pero también la política antimonopolio de Joe Biden ha acelerado esos acontecimientos: la mayor ofensiva de las últimas décadas, aunque sus resultados sean escasos por el momento, se dirige en particular contra los gigantes de Silicon Valley. Esto dista mucho del "idilio" de Silicon Valley con Barack Obama, cuya visión consistía en dejar hacer a los grandes actores digitales, haciendo hincapié en su capacidad para cambiar el mundo.

La derecha tecnológica es un objeto político a seguir, una galaxia de individuos que trazan las líneas de un movimiento político, intelectual y financiero complejo y, sobre todo, extremadamente influyente. Este artículo intenta definirlo a través de sus principales figuras y de las ideas que las inspiran y propagan.

La coartada libertaria

Durante mucho tiempo se ha calificado perezosamente a Silicon Valley de libertario, por el nombre de esta filosofía americana anti Estado. Pero la derecha tecnológica sólo es libertaria cuando le conviene. No es eso lo que define hoy su ideología, cuyos principales rasgos sirven sobre todo para justificar la acumulación sin precedentes de riqueza en Silicon Valley, y para defender su irresponsabilidad frente a los intentos de regulación.

Las principales figuras de la derecha tecnológica son varios de los magnates más ricos e influyentes de Silicon Valley: Elon Musk, que no necesita presentación; Peter Thiel, fundador de PayPal y Palantir; y capitalistas de riesgo como Marc Andreessen, Ben Horowitz y David Sacks, que financian a candidatos republicanos.

Esa derecha aporta temas omnipresentes en el debate público en Estados Unidos, desde la inteligencia artificial (IA) a los planes para colonizar Marte, justificados por diversos términos "ismo"  como transhumanismo, largoplacismo, aceleracionismo y otros cosmismos que se presentan como filosofías, pero cuya inspiración procede principalmente de la ciencia ficción americana de los años sesenta y de la cultura pop de hollywoodiense.

La derecha tecnológica representa un nuevo centro de poder político en Estados Unidos, donde el dinero privado es la savia de la política electoral. Pero es más que una fuente de financiación de campañas, más que un movimiento que presenta a sus candidatos (aunque también lo hace): cada vez más, está imprimiendo su sello intelectual a toda la derecha americana.

Apoyo financiero, pero no sólo

En 2016 fue chocante la presencia de Peter Thiel en la convención republicana de nominación de Trump, pero ahora la inclinación hacia la derecha de los titanes de Silicon Valley se ha convertido en algo habitual. David Sacks, que apoyó a Hillary Clinton en 2016, y Marc Andreessen, que apoyó a Obama en 2008, financian a candidatos republicanos, al igual que el conspiracionista Robert Kennedy Jr, que también cuenta con el respaldo de Jack Dorsey, el fundador de Twitter.

Marc Andreessen, creador del primer navegador web, multimillonario y capitalista de riesgo, ha publicado un Manifiesto tecno-optimista, compendio del pensamiento de la derecha tecnológica, con su dichoso tecno-solucionismo y su culto a la IA. En él cita el Manifiesto del Futurismo del italiano Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944), que más tarde evolucionaría hacia el fascismo: "La tecnología debe ser un asalto violento a las fuerzas de lo desconocido, para obligarlas a inclinarse ante el hombre". Su socio Ben Horowitz anunció en diciembre de 2023 que su empresa de capital riesgo, a16z, apoyaría financieramente en la campaña de 2024 a candidatos que estuvieran "alineados con [su] visión y [sus] valores sobre la tecnología" y se opusieran a "quienes quieren matar el futuro tecnológico de Estados Unidos".

Pero no se trata sólo de apoyo financiero. En 2023, Musk lanzó en Twitter la campaña de Ron DeSantis en un debate moderado por David Sacks, y pidió apoyo para los candidatos republicanos en las elecciones legislativas de 2022. Por encima de todo, Musk es el dueño de Twitter, ahora X, y que se parece a la red Reddit de la década de 2010, hogar de la alt-right y los trolls rusos, sin dejar de ser la "plaza pública" donde aparecen todos los políticos y periodistas.

El libertarismo de Musk es la libertad del empresario

La radicalización de Musk se ha desarrollado ante nuestros propios ojos: basta con ver la evolución de sus tuits, desde comentarios técnicos sobre motores de cohetes hasta un frenesí conspiranoico, como un cuñado radicalizado tras pasar demasiado tiempo en Internet durante el Covid. Pero Musk puede hacer lo que quiera con la red social X, decidir sobre su algoritmo, suspenderlo, ocultarlo... igual que puede interrumpir su proveedor de acceso a Internet Starlink en las zonas ocupadas de Ucrania.

El libertarismo de Musk es la libertad del empresario. Sus actuales problemas con OpenAI, creador de ChatGPT, ilustran a la perfección la doble moral de este empresario, cuyas motivaciones, lejos del ideal libertario, han sido siempre, oh sorpresa, ganar la batalla comercial.

Así pues, el libertarismo de Silicon Valley es ante todo una coartada, que refleja la hipocresía fundamental de una industria (Internet) que no habría visto la luz sin el dinero del ejecutivo (de Darpa, una agencia del Pentágono) y la benevolencia del legislativo (la aprobación por el Congreso de la Sección 230 en los años 90, que sigue garantizando la irresponsabilidad de las plataformas con respecto a los contenidos que difunden). El marco intelectual de la derecha tecnológica se encuentra en otra parte.

La "filosofía pop" del gurú Curtis Yarvin

Curtis Yarvin es un ingeniero informático y bloguero que se hizo famoso en 2017 cuando Politico le citó como referencia de Steve Bannon, ex asesor de Donald Trump y agitador constante de la ultraderecha. Peter Thiel ayudó a financiar su empresa y considera a Yarvin un "historiador interesante". El senador republicano por Ohio J.D. Vance, otro alfil de Thiel, le cita con aprobación, y el propio Musk utilizó la imagen de la píldora roja en mayo de 2020.

A Curtis Yarvin se le atribuye el secuestro de la píldora roja de la película Matrix para simbolizar el "acceso a la realidad", en este caso la conversión a las ideas de la extrema derecha, lo que la ha convertido en una referencia. Yarvin lanzó un prolífico blog en 2007 bajo el seudónimo de Mencius Moldbug. Ávido lector, durante casi siete años produjo innumerables textos, a menudo una sucesión de teorías y afirmaciones inverificables salpicadas de referencias históricas y literarias. Su post sobre la píldora roja se titula acertadamente "Un argumentario contra la democracia": Yarvin hace de él el símbolo de un pensamiento "contestatario" que define sus desvaríos neo-reaccionarios y monárquicos. Su aportación conceptual más conocida es el concepto de "catedral", que se refiere a la "élite" y más concretamente a los medios de comunicación, las universidades y otras instituciones intelectuales.

Thiel, Vance y Yarvin participaron en las conferencias del movimiento nacional-conservador (o natcon), creado por el pensador ultraconservador israelí-americano Yoram Hazony durante la presidencia de Trump para dar un armazón intelectual al partido republicano redefinido por su victoria.

La derecha tecnológica pone la jerarquía y el autoritarismo al servicio de la tecnología

Yarvin se autodefine como neo-reaccionario (o NRX) y sus ideas han sido recogidas por el filósofo y profesor británico Nick Land como Dark Enlightenment (Ilustración oscura) un antiliberalismo político que ve incompatibles la libertad y la democracia.

El bloguero John Ganz habla del "retorno del modernismo reaccionario", refiriéndose al libro del historiador Jeffrey Herf Reactionary Modernism: Hatred of Reason and the Cult of Technology at the Sources of Nazism (Modernismo Reaccionario: odio de la razón y culto de la tecnología a las fuentes del nazismo), publicado en 1984, que describe el modernismo reaccionario de los nazis no como un rechazo de la modernidad sino como la búsqueda de una modernidad "alternativa", tecnológica e industrial, pero sin liberalismo ni democracia: una narrativa en la que la tecnología está al servicio de una sociedad jerárquica y de un poder autoritario. Incluso podríamos hablar de una inversión en el caso de la derecha tecnológica, que pone la jerarquía y el autoritarismo al servicio de la tecnología. Eso es exactamente lo que pretende Yarvin con su "tecno-monarquismo".

A principios de febrero de 2024, Curtis Yarvin debatía con Richard Hanania, otro de los cachorros de Peter Thiel y nuevo héroe intelectual de la extrema derecha en EEUU en 2023. En un post de junio de 2023, Hanania describía la "derecha tecnológica" como "un movimiento que cree en el aprovechamiento de la tecnología y la innovación para hacer del mundo un lugar mejor, oponiéndose a que la humanidad se vea frenada por un igualitarismo equivocado o una tradición irreflexiva". Acaba de publicar un libro sobre Los orígenes del wokismo (que según él se incorporó a la Ley de Derechos Civiles de 1964 que acabó con la segregación), un libro elogiado por Thiel, Andreessen, Sacks y Vivek Ramaswamy, un efímero candidato en las primarias republicanas.

El libro está siendo promocionado por el Instituto Claremont de California, un think-tank cada vez más abiertamente antidemocrático, con la excusa de defender los ideales de la fundación de Estados Unidos, varios de cuyos miembros jugaron un papel clave en el auge del trumpismo, pero también en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Richard Hanania, de quien el Huffington Post reveló que escribía para una web de supremacía blanca hace diez años, ha creado un think tank que preside y ha intervenido en el "campus anti woke" de la Universidad de Texas, financiado por Thiel y otros para proponer una educación alternativa.

Fetichismo del QI y justificación de la desigualdad

¿Por qué Hanania, como Yarvin, cuenta con el oído, los elogios y el respaldo financiero de los multimillonarios de Silicon Valley? Porque les halagan y les son útiles: sus palabras ofrecen una justificación práctica de la desigualdad y la acumulación de riqueza por unos pocos. Como en otros momentos de la historia de Estados Unidos, cuando la idea de una jerarquía racial se utilizaba para justificar la segregación y las leyes de cuotas, las teorías del coeficiente intelectual se utilizan para racionalizar la desigualdad capitalista: si algunos individuos o grupos están destinados a estar en la parte inferior de la escala debido a un coeficiente intelectual más bajo, no hay ningún problema con la obscena acumulación de riqueza por parte de unos pocos.

El historiador Quinn Slobodian ha escrito varios artículos sobre este "culto al QI" que se ha convertido en "una ideología tóxica" en Silicon Valley, recordando el libro de 1958 del sociólogo británico Michael Young, una novela distópica con el título ya icónico de "El auge de la meritocracia". Slobodian habla de la "venganza de los empollones", en la que los "primeros de la clase" se convierten en "ricos y famosos". De adolescente, Yarvin participó en un estudio sobre jóvenes superdotados en matemáticas. Es evidente que se ha quedado apegado a esta idea, ya que condena la democracia que desperdicia a las personas con alto coeficiente intelectual mezclándolas con personas con un QI bajo.

En un blog de 2008, Yarvin imaginaba meter en la cárcel a cada miembro improductivo de la sociedad en "aislamiento permanente, encerrado como una larva de abeja en una celda sellada salvo en casos de emergencia". Para que no se volvieran locos, cada celda incluiría "una interfaz de realidad virtual inmersiva que les permitiría vivir una vida rica y plena en un mundo totalmente imaginario". "En el futuro de Yarvin", escribe Slobodian, "el metaverso salva la meritocracia". Una vez más, eso es Matrix.

El papel de las redes sociales

La provocación es, por supuesto, parte del discurso, tanto que puede confundirse con el espíritu "contra corriente" que siempre ha cultivado Silicon Valley y que ha glorificado también la mentalidad conspirativa de este primer cuarto de siglo (Marie Peltier describe bien su auge en Obsesión). The Contrarian es también el título de la excelente biografía de Peter Thiel escrita por el periodista Max Chafkin. Las referencias a la cultura popular también son esenciales. El objetivo es la viralidad, los warholianos 15 minutos de gloria del siglo XXI.

Hay ecos de otro héroe de la derecha tecnológica -y de Peter Thiel en particular, ya que siguió sus cursos-, el filósofo francés René Girard, que enseñó durante mucho tiempo en Stanford, la universidad de élite de Silicon Valley. Girard teorizó sobre la viralidad de las redes sociales antes de tiempo con sus escritos sobre el mimetismo: "El hombre es incapaz de desear por sí mismo: el objeto de su deseo debe serle designado por un tercero".

Los magnates de la tecnología quieren ganar dinero, incluso a costa de la democracia y la paz civil

Fue la invención de los botones "me gusta", "compartir" y "retwittear" (2009) lo que iba a transformar las redes sociales y la viralidad online. Fue entonces cuando la dinámica de las redes sociales cambió, promoviendo la indignación, el comportamiento de la multitud y el reino de las pasiones, todo lo que las instituciones políticas intentan enfriar y canalizar para permitir el debate y el compromiso, condiciones de la democracia.

Pero esas características que socavan la democracia son un mejor modelo económico. Y esa es siempre la cuestión: los magnates de la tecnología quieren ganar dinero, incluso a costa de la democracia y la paz civil. También existe una rivalidad permanente entre ellos, ya que se conocen desde hace veinte o treinta años: Musk y Thiel compartieron local a principios de los noventa, Thiel creyó en Zuckerberg y financió Facebook, Sacks formó parte de la mafia PayPal...

El abuso de la ciencia ficción

El "corpus" doctrinario de los magnates de la derecha tecnológica también hace mucha referencia a George Lucas, Star Trek y las obras de J. R. R. Tolkien, una auténtica obsesión de Thiel, que ha leído la trilogía más de diez veces y bautizado varias de sus empresas con el nombre de El Señor de los Anillos (Palantir, Valar Ventures, Mithril Capital...). Thiel quiere ser "inmortal como los elfos", y en eso consiste el transhumanismo.

En cuanto a los otros grandes términos del "ismo", el largoplacismo, el cosmismo, el extropianismo, algunos académicos los están estudiando, e incluso hay un acrónimo para describirlos a todos, Tescreal (por Transhumanismo, Extropianismo, Singularitarismo, Cosmismo, Racionalismo, Altruismo Efectivo, Largoplacismo), acuñado por Timnit Gebru y Émile P. Torres (véase su hilo sobre el tema).

El escritor de ciencia ficción Charles Stross propone otra interpretación en un sabroso artículo publicado en la muy seria revista Scientific American en diciembre de 2023, "Los multimillonarios Tech tienen que dejar de intentar hacer real la ciencia ficción de su infancia": "Elon Musk quiere colonizar Marte. Jeff Bezos prefiere los planes de los años setenta para crear gigantescos hábitats orbitales. Peter Thiel financia investigaciones sobre inteligencia artificial, prolongación de la vida y ciudades artificiales sobre el agua. Mark Zuckerberg se ha gastado 10.000 millones de dólares intentando crear el Metaverso de la novela de Neal Stephenson Snow Crash. Y Marc Andreessen, de la empresa de capital riesgo Andreessen Horowitz, ha publicado un "manifiesto tecno-optimista" que promueve una extraña filosofía aceleracionista que aboga por un futuro no regulado, exclusivamente capitalista, de puro caos tecnológico".

Unos niños reyes aparentemente inofensivos que querían hacer del mundo un lugar mejor y acabaron siendo Darth Vader

Kara Swisher, periodista especializada en tecnología

Recordando que la ciencia ficción de los años 50 y 60 también reflejaba la visión ideológica de esa época en Estados Unidos, concluye con este tuit de Alex Blechman, una sátira perfecta de la evolución de Silicon Valley:

Que puede traducirse como sigue: "Autor de ciencia ficción: En mi libro, inventé el Nexus del Tormento como advertencia.

Empresa tecnológica: Por fin hemos creado el Nexus del Tormento, de la novela clásica de ciencia ficción “No cree el Nexus del Tormento".

Kara Swisher, legendaria periodista especializada en tecnología que ha pasado por The Wall Street Journal, The Washington Post y The New York Times, acaba de publicar un libro, Burn Book, sobre sus tres décadas cubriendo Silicon Valley. La mujer, que conoce a Musk, Thiel y Zuckerberg desde hace treinta años, les describe como "jóvenes reyes infantiles aparentemente inofensivos que querían hacer del mundo un lugar mejor y acabaron siendo Darth Vader".

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Ella destaca sobre todo su "orgullo desmesurado", ligado a su éxito e inmensa riqueza: "Esta situación ha alterado inevitablemente sus almas, creando una arrogancia que enmascaraba lo que era un profundo sentimiento de odio a sí mismos y de ira. Nunca he visto un grupo de personas tan poderosas y ricas que se vieran a sí mismas como víctimas tan intensamente". Víctimas de una democracia que quiere gravar sus fortunas y regular sus actividades, hostilidad revanchista hacia las universidades y los principales medios de comunicación que les critican y son calificados de fábricas de "pastillas azules".

Thiel y Musk, como Bannon y Trump, comparten esta veneración por la píldora roja, la disrupción porque sí, quintaesencia del espíritu del siglo: es el lema de Facebook, Move fast and break things (Muévete rápido y rompe cosas), de Bannon y su Flood the zone with shit (Inunda la zona de mierda, de Trump y sus constantes amenazas de caos, al que llama cada vez más explícitamente.

Traducción de Miguel López

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