EEUU
“Existe en Baltimore una fractura radical entre los que tienen recursos y los que no tienen”
El pasado 12 de abril, Freddie Gray, de 25 años, era detenido por agentes de Baltimore. En el vídeo del arresto, grabado por un viandante, se ve al joven afroamericano herido, gritando de dolor, sosteniéndose en pie a duras penas. Fue traslado a la comisaría, donde llegó inconsciente, por razones que todavía se desconocen. Una semana después, el 19 de abril, falleció en el hospital como consecuencia de las fracturas de las vértebras cervicales.
Ciudadanos y diferentes colectivos se han echado a la calle para reclamar que se esclarezcan las circunstancias de la muerte del joven. A día de hoy, han sido suspendidos de sus funciones seis agentes y la Policía de Baltimore ha abierto una investigación, cuyas conclusiones debe remitir este viernes al fiscal del Estado. También se ha iniciado una investigación federal. El lunes, tras el funeral de Freddie Gray, se registraron nuevas manifestaciones y disturbios, lo que llevó al gobernador del Estado a declarar el estado de excepción y el toque de queda y a desplegar a la Guardia Nacional como refuerzo de la Policía Local.
Desde el pasado fin de semana, las manifestaciones se suceden casi a diario en Baltimore, en Nueva York, en varias ciudades y campus universitarios del país, mientras que, para el primer fin de semana de mayo, hay más concentraciones previstas. La violencia policial y la discriminación que padecen los afroamericanos vuelve a centrar el debate público. La muerte de Freddie Gray se suma a una larga lista de sucesos que cada vez se asemejan más a los síntomas de un enorme problema social: las condiciones de vida deplorables de los afroamericanos que viven en los barrios pobres donde las actuaciones policiales mandan sobre cualquier otra forma de intervención pública.
Desde hace tres años, una decena de sucesos vienen alimentando este debate. Se trata de los sucesivos casos luctuosos de Trayvon Martin, en Sanford (Florida); Jordan Davis, en Jacksonville (Florida); Michael Brown en Ferguson; Tamir Rice, en Cleveland; Rekia Boyd, en Chicago; Erik Garner, en Staten Island (New York), Walter Scott en Carolina del Sur; Eric Harris en Tulsa y Freddie Gray, en Baltimore.
Para tratar de comprender esta plaga, las manifestaciones que desencadena, así como la falta de respuestas políticas convincentes, entrevistamos a Jonathan Holloway, historiador de la Universidad de Yale, experto en identidad afroamericana y en cuestiones urbanas, autor de varias obras como Jim Crow Wisdom: Memory and Identity in Black America since 1940. Esta es la conversación telefónica mantenida con él el pasado miércoles 29 de abril.
PREGUNTA: Lo ocurrido en Baltimore es la continuación de una larga serie de sucesos similares en los que un joven afroamericano muere en extrañas circunstancias, tras haber sido arrestado por la Policía, lo que despierta las iras de un barrio, de una ciudad y se suceden las manifestaciones más o menos violentas en todo el país. Para este sábado 2 de mayo, hay incluso convocada una marcha nacional. Este nuevo suceso, ¿no es similar al ocurrido, por ejemplo, en Ferguson? ¿Presenta alguna peculiaridad?marcha nacional
RESPUESTA: ¡Claro que Baltimore presenta peculiaridades! Se trata de una ciudad de tamaño medio que ha padecido las consecuencias de la desindustrialización, donde hace tiempo que las escuelas públicas se encuentran en un estado deplorable... Sorprende que el estallido social no se haya producido antes de la muerte de Freddie Gray. Aunque la sociedad en general se está enterando estos días, hace años que el Departamento de Policía Local emplea métodos muy agresivos [según las investigaciones del diario local Baltimore Sun, en los últimos cuatro años más de un centenar personas han ganado un juicio a la Policía Local, después de presentar una denuncia por malos tratos o por violación de derechos civiles.]
Además, Baltimore tiene una alcaldesa afroamericana, Stephanie Rawlings-Blake. Hay quien se sorprende por que un suceso así haya podido ocurrir en una ciudad dirigida por afroamericanos... Desde luego, que la alcaldesa sea afroamericana no es un detalle menor, pero ahora mismo no se trata de eso. Lo que ocurre en Baltimore es fruto de la fractura radical de los que tienen el poder y los recursos y los que carecen de ellos. El problema está ahí, con independencia de la raza de los que gobiernan.
En este sentido, Baltimore se parece a Ferguson o a otras ciudades en las que se han sucedido las protestas estos últimos días. Se trata de lugares donde los problemas son estructurales. Asistimos al hartazgo de los ciudadanos que no tienen poder, ni recursos, que no tienen oportunidades profesionales adecuadas con un salario decente, que tienen que vérselas con policías que emplean métodos agresivos. Hay que tener en cuenta que esta ira se manifiesta sobre todo de forma pacífica. Sólo una minoría de los manifestantes produce altercados.
P.: Baltimore y, sobre todo los barrios del centro, está tremendamente deteriorado. Freddy Gray vivía en un barrio donde más de la mitad de la población está desempleada. Efectivamente, la pregunta es por qué no se produjeron antes estas protestas. ¿Qué explicación encuentra?
R.: No tenemos una respuesta. Diría que no se debe subestimar la dosis anestesiante que se inyecta a diario desde la televisión por cable, más bien con los programas de entretenimiento, que transmiten continuamente el mensaje idealista de que “todo es posible”. Es decir que incluso si eres muy pobre, también puedes conseguirlo. Este fenómeno alimenta la pasividad, la inacción política.
Esto no quita para que, personalmente, no deje de preguntarme sobre esta falta de reacción, de oposición. Esta situación nos permite comprender hasta qué punto el activismo de los años 60 fue importante, al lograr movilizar a públicos muy diversos.
P.: Hace unos meses que asistimos al nacimiento de una suerte de movimiento nacional, que tiene por lema Black Life matters (La vida de los negros cuenta) y que se materializa en la celebración de marchas esporádicas, en la renovación del activismo local y en la actividad en las redes sociales. ¿Son un grano en el granero, que puede dar lugar a algo mayores dimensiones?Black Life mattersLa vida de los negros cuentala renovación del activismo local
R.: En estos momentos, lo que hay es ira y frustración. En mi opinión, esto no basta para alumbrar un movimiento. Le falta consistencia y coherencia. No está definida la lista de reivindicaciones.
Por supuesto, existen varios obstáculos. De entrada, Baltimore, Staten Island (Nueva York) o Ferguson son lugares que funcionan de forma distinta. Y esto es así tanto por una cuestión de organización política en Norteamericana, muy descentralizada, como por la historia de dichas ciudades, lo que no ayuda a organizarse. Además, ¡estos problemas no son nuevos!
La violencia policial en las comunidades más pobres no es nueva. El único cambio reciente es la aparición de los móviles y de los vídeos, que dan a sucesos como la muerte de Mike Brown, en Ferguson, o de Freddie Gray, en Baltimore, otra dimensión. Sin los vídeos, nunca habría alcanzado esta repercusión nacional, incluso internacional.
P.: Barack Obama se refirió el pasado martes a los sucesos de Baltimore. Condenó las acciones de los violentos y trató situar en perspectiva lo ocurrido. Insistió en que no evidenciaba la existencia de un problema policial, sino de un problema de índole económica y social. También vino a admitir, de algún modo, su impotencia, al manifestar que no puede “poner bajo control federal todas las comisarías del país”. Es una forma de nadar y guardar la ropa. ¿Qué opina? ¿Qué espera usted de Barack Obama?
R.: Su discurso ha suscitado diversas reacciones. Desde los que estiman que era sincero y resultó convincente, a los que esperaban más de él. Admite que el país está haciendo frente a problemas estructurales y que nuestra sociedad no quiere remediarlos, pero al mismo tiempo, considera que los agitadores son criminales, que se equivocan. Juega en los dos escenarios, hasta el punto de no saber dónde se encuentra...
Dicho esto, hay que recordar que el Gobierno federal no tiene competencias suficientes para intervenir en los asuntos locales, ni en Baltimore ni en otro lugar. Si lo hiciese, desataría la ira de una parte importante del electorado que consideraría que no se respeta el Gobierno local. Debemos tener presente la tensión existente entre el poder local y el federal.
Creo que hay que ser realistas y no esperar un gran cambio de aquí a final de mandato, como la puesta en marcha de unas políticas contra la pobreza, por ejemplo. En primer lugar, porque es un demócrata moderado. No olvidemos que Eric Holder, que fue ministro de Justicia durante casi siete años, acaba de dar paso a Loretta Lynch que es quizás menos progresista que él. Eric Holder es, a mi parecer, un político excepcional que ha hecho todo lo posible por atajar las desigualdades sociales.
Además, pura y simplemente, Barack Obama no tiene bastante poder como para poner en marcha grandes proyectos, es un lame duck, un pato cojo, tiene un Gobierno mermado. El Congreso cuenta con una mayoría republicana y puede tomar decisiones por decreto pero es insuficiente. Debe comenzar a prepararle el terreno al candidato demócrata, de cara a las presidenciales de 2016, y evitar contrariar a una parte importante del electorado con políticas susceptibles de dividir un poco más a los norteamericanos.
P.: La campaña para las presidenciales de 2016 ya ha comenzado. Los candidatos a las primarias, demócratas y republicanos, comienzan a entrar progresivamente en la carrera. ¿Qué le gustaría escuchar para evitar nuevos Ferguson o Baltimore?
R.: De momento, sólo escucho ruido carente de interés, declaraciones de candidatos que sólo persiguen atraer la atención hacía sí mismos. Me gustaría escuchar a alguien hablar –como es tradición– de este famoso “excepcionalismo” norteamericano, construido de optimismo y de oportunidades, confesando en esta ocasión que ¡no podemos en absoluto! Que sufrimos una desigualdad estructural grave, que padecemos un importante problema de pobreza y que las cuestiones relativas a la raza contribuyen a agravar este estado. Que es preciso que intervenga el Estado. El problema es que aquel que se arriesgase a hablar en este tono podría ser atacado y acusado de defender ideas antiamericanas. Se trata de un debate muy complicado.
P.: El pasado sábado, mientras los manifestantes salían a las calles enBaltimore, Barack Obama asistía a la tradicional cena anual de los corresponsables de prensa de la Casa Blanca. Allí lanzó puyas a los republicanos, que lo ven como un socialista, un musulmán, etc. No se refirió a Baltimore, ni a la violencia policial ni a las discriminaciones raciales, pero una parte de su discurso hizo referencia a un tópico norteamericano que habla por sí solo de las tensiones entre blancos y negros: el del “negro enfadado”. El presidente se encontraba acompañado de un “traductor de enfados” afroamericano, que se movía por detrás de él mientras que Obama trataba de mantener la calma para dar una imagen, ante todos, de “negro enfadado” (desde el minuto 14 ). ¿De dónde viene esta expresión?minuto 14
El “negro enfadado” corresponde a la imagen que han dado sobre todo los medios de comunicación. Se trata de un joven afroamericano incontrolable, violento, criminal. Ahora, los medios de comunicación tratan de presentar una visión crítica de este estereotipo, aunque sigue presente. Un grupo de vándalos blancos, por ejemplo, que causan daños materiales después de un acontecimiento deportivo, nunca se presentará para ilustrar un fenómeno peligroso de “blancos enfadados”. Los afroamericanos no tienen derecho a gozar de esa misma neutralidad.
Para comprender esta imagen racializada, hay que remontarse a la época de la esclavitud en Estados Unidos. Al negro se le presenta como alguien que no era capaz de tener comportarse de forma normal, alguien que no quiere trabajar, sexualizado al máximo. Esta representación racista ha permitido justificar, sostener, todo un sistema económico y social en la época. Pero lo que es terrible, y triste, es constatar que estos estereotipos perduran. Otras poblaciones han sido víctimas de estos tópicos, los judíos, por ejemplo, pero en Estados Unidos sólo persisten los tópicos sobre afroamericanos. Estas representaciones invaden las esferas política, económica y cultural de nuestro país. Ser americano también es esto.
Traducción: Mariola Moreno
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