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Hungría

Hungría: la sátira política como respuesta a las políticas autoritarias

Viktor Orban, primer ministro húngaro: “A los refugiados les pediremos que presenten su solicitud en Serbia”

Diez años después de la caza a los Piréz, el humor húngaro vuelve por sus fueros. En 2006, un estudio revelaba que dos tercios de los húngaros veía a estas personas, los Piréz, como a gorrones y, por ende, se negaban a concederles asilo. Sin embargo, nunca nadie los había visto. Ni en Hungría ni en ninguna parte. De hecho, este pueblo era fruto de la imaginación de un grupo de sociólogos del centro de investigación Tárki. “Nuestros datos ponen de manifiesto que somos capaces de rechazar incluso a una nación ficticia”, decía el estudio en la introducción.

En 2016, los migrantes son bastante reales. Hungría ha registrado 26.000 demandas de asilo en los nueve primeros meses del año. Pero, dado que los solicitantes se dirigen acto seguido a Austria, el fenómeno es casi invisible. Pese a todo, el Fidesz, el partido del primer ministro Viktor Orbán, ha gastado 20 millones de euros en exhibir sus mensajes xenófobos hasta en los zsákfalu del país (las localidades más remotas) de cara al referéndum de este 2 de octubre sobre el rechazo a los refugiados (la pregunta sometida a votación es: “¿Aprueba que la Unión Europea pueda imponer que se establezcan en Hungría ciudadanos no húngaros sin el acuerdo del Parlamento Nacional?). Frente a la abrumadora campaña del Fidesz, en las paredes de todo el país se multiplicaban los carteles con los eslóganes más variopintos. Por ejemplo: ¿Sabía que el húngaro medio ha visto más platillos volantes en su vida que refugiados?”.

Detrás de esta contracampaña satírica está el Partido Húngaro del Perro de Dos Colas, el Magyar Kétfarkú Kutya Párt (MKKP). Para alzar la voz contra los lemas agresivos del Gobierno, ha sido necesario imprimir una treintena de eslóganes en 250.000 carteles, gracias a los 115.000 euros que han aportado 5.000 donantes. Más de mil simpatizantes han hecho llegar sus ideas. “De algún modo, es una campaña del pueblo para luchar contra el Gobierno. No se puede hacer con nuestro dinero una campaña basada en el odio. Dicen: 'Si no nos votas, van a violar a tu mujer'. Se trata de algo completamente fuera de lugar... ¡Después de ver diez de sus carteles, te entra canguelo!”, apunta, en francés, Zsolt Victora, uno de los fundadores del movimiento, que explica que han hecho una selección de los mensajes recibidos y sólo han seleccionados aquellos que transmiten un mensaje positivo. “Me gustaba algo similar al mensaje Az élet szép (la vida es bella). Y hay gente que va a intentar quitarlos, en plan, “no, la vida no es bella”.

No es la primera contracampaña de estas características. El Ejecutivo en manos del Fidesz se ha acostumbrado a hablar de sus éxitos –o supuestos éxitos– a golpe de cartel publicitario azul, el MKKP, a veces con el respaldo del “colectivo del rostro duro”, ha optado por dar su réplica casi sistemática echando mano de los mismos giros y de los mismos códigos gráficos que el Gobierno. “En 2010, el Fidesz prometía crear un millón de empleos. Nosotros prometimos cerveza gratis y vida eterna”, continúa Zsolt Victora.

El éxito del perro de dos colas es notable en los últimos años, pero sus mensajes no son del gusto de todos. Zsolt Bayer –un periodista racista y símbolo de la deriva del Fidesz en el poder, partido del que es cofundador, recientemente nombrado Caballero de la Orden del Mérito– ha arremetido con el líder del partido satírico: “Si se pierde el referéndum y un migrante analfabeto con sífilis viola a tu vástago, podrás darles las gracias a esa rata”.

El colectivo también arremete contra totems de la política húngara, como los traumas más duros de la historiografía oficial, de las invasiones mongolas y soviéticas pasando por las de los otomanos. El MKKP se burla de los nostálgicos de la Gran Hungría, la de antes de la Primera Guerra Mundial, y aboga por “una Hungría más pequeña”, en las calles de Budapest. En un vídeo que se puede ver en YouTube, Zsolt Victoria ofrece una versión revisada del Tratado del Trianón de 1920 con ayuda del presidente Nicolas Sarkozy. “Listo, acabo de hablar con el presidente Sarkozy y ha dicho que toda Europa es nuestra”.

Bromas contra propaganda

El tono, la inspiración y el estilo del MKKP recuerdan mucho al uso de la burla y de la ironía durante la época de János Kádár, líder del Partido Comunista entre 1957 y 1989, años de socialismo de gulag, durante los cuales se describía a Hungría como las barracas [se sobrentiende, de gulag] más alegres del campamento socialista”. Este humor se centra en los pesti vicek, “las bromas de Pest” (en alusión a la parte oriental de Budapest), que se contaban en las cocinas o en las tabernas.

“Las bromas políticas fueron muy populares décadas antes de la caída del régimen comunista”, recuerda Gárbor Eröss, sociólogo. “Las bromas típicas tenían tres protagonistas: Reagan, Brejnev y Kádár. Después, a partir de los años 90, la gente no ha dejado de lamentar el fin de ese humor de Budapest y de ese humor político en concreto”. En la práctica, con el postcomunismo llegó la transformación radical de la relación con el humor político, así como la recomposición de su “mercado” y de sus canales de difusión. No sólo se inició el declive de los chistes de Pest, con ellas también decayó parte del humor de cabaret que explotaba de forma notable sus resortes cómicos.

Especialista en el humor del mundo soviético, la profesora investigadora Amandine Régamey (Universidad Paris 1, asociada al CERCEC) hace un paralelismo con la Rusia de Yelsin. “Tras la desintegración de la URSS, desaparecieron de forma paulatina las bromas políticas. No se hacían más por falta de tiempo, ¡había que ganarse la vida! porque había humoristas profesionales en la tele y por que al final ya no era propaganda política lo que ocupaba todo el espectro, sino otra cosa”. Entiéndase: los nuevos ricos o los cargos políticos corruptos.

Esa costumbre de desacralizar al Gobierno llegó a su fin también con a medida que se consolidaban instituciones democráticas y dada la menor presencia del Estado en el día a día. Sin embargo, en Rusia, con la llegada al poder de Vladimir Putin en los años 2000 se vivió cierto auge de las viejas bromas soviéticas. “Da la impresión de vivir en una dictadura, por lo que la gente vuelva a recurrir al humor político. Aunque no hubiera vuelta atrás, aunque hubiese varios partidos, medios de comunicación libres, emisiones satíricas, intercambiar bromas inspiradas en la época soviética es una forma de decir de forma velada: 'Volvemos a la dictadura'”.

En Hungría la situación es similar, aunque existen diferencias. Cuando en 2006 el diseñador gráfico Gergely Kovács y sus amigos fundaron el MKKP y elaboraron carteles que eran pura parodia, el contexto es el del regreso con fuerza de la comunicación profesional en política, de la mano del primer ministro socialista de la época, Ferenc Gyurcsány. Esta tendencia quedó confirmada en 2010 con la victoria de Viktor Orbán, que usa y abusa de los medios del Estado para garantizarse su promoción personal, llegando a dar la impresión visual de vivir en una dictadura.

Con eslóganes del tipo: “Hungría va mejor”, “Hungría se une” o “las reformas funcionan”, el Fidesz lleva seis años pintando una situación que difiere bastante de la realidad de muchos. Esta brecha es sabiamente explotada por el MKKP, que basa su respuesta en un humor húngaro que se caracteriza por la espontaneidad de las escenas de la vida cotidiana, la burla de la desgracia ajena (káröröm) y una buena dosis de autoburla.

El éxito de las campañas del MKKP, “también constituyen un modo de reaccionar a la invasión del espacio público mediante la propaganda, como sucedió en la época soviética”, subraya Amandine Régamey. Especialmente en Hungría, la izquierda ya no tiene forma de hacerse visible en la calle o en los mercados. Para Gábor Eröss, diputado ecologista electo en Budapest, “es verdad que el régimen es autoritario, pero estamos ante un nuevo autoritarismo, no frente a un régimen totalitario. Se puede decir las cosas directamente, sobre todo en Facebook, sin ser censurado o sancionado”.

El MKKP se sirve de formas de actuar y de comunicar que no responden a los métodos empleados por la propaganda política y por el militarismo tradicional. Sus activistas tienen aspectos en común con el happening artístico, a imagen y semejanza de Ztohoven en Chequia. En septiembre de 2015, tres miembros de este grupo se subieron al tejado del castillo de Praga para izar unos calzoncillos rojos gigantes en vez de la bandera presidencial. Se trataba de una alusión clara al červené trenky que se vestía en las clases de deporte durante la época comunista y se criticaba de este modo lo absurdo de las orientaciones prorusas y la nostalgia soviética del presidente de la República Miloš Zeman.

Otra evolución notable de este nuevo humor político pasa por el empleo masivo de las redes sociales a la hora de difundir las campañas de anuncios del MKKP o fotografías de sus flash mobs, que se convierten a menudo tan virales como los memes. Entre fotomontaje y fotomontaje, el MKKP se encuentra en la misma galaxia que los periodistas gonzo de Cink o 444.hu o Hírcsárda.

Sin embargo, si bien es cierto que el MKKP hace reír, su éxito se debe a la existencia de una cierta franja social, con estudios y progresista, que se encuentra desencantada con las políticas gubernamentales. A diferencia de las viejas bromas de Pest, el humor del partido satírico choca contra un muro de cristal: el de movilizar referentes culturales anclados en un universo más bien joven y urbano: “Ése es en cierto modo el problema del partido”, explica el sociólogo Gábor Eröss. "El desafío pasa por que esa ironía o sarcasmo llegue a las capas populares, que puede tomarse las cosas literalmente. Personalmente, lo encuentro muy divertido, pero es cierto que puede haber gente que se pregunta qué quieren decir esos mensajes”. _______________

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Traducción: Mariola Moreno

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