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Instagram o el algoritmo que da mayor visibilidad a las imágenes de desnudos

Aplicación de Instagram instalada en un 'smartphone'.

Según su cuenta de Instagram, Sarah (nombre supuesto) vive junto al mar, en un mundo en el que casi siempre es verano. Sus publicaciones consisten en fotos de sí misma en la playa, en bañador, con sujetador deportivo, junto a las dunas. Sin embargo, la joven vive en el centro de una gran ciudad. Su cuenta de Instagram le permite promocionar su empresa de tecnología alimentaria, que ofrece un servicio de acompañamiento alimentario. La red social es una herramienta “esencial” para desarrollar su negocio.

Si posa a menudo en la playa, no es porque Sarah esté tratando de vender trajes de baño a sus decenas de miles de seguidores. “Es porque, para llegar a la audiencia, hay que publicar fotos de uno mismo, mejor aún en bañador”, dice esta emprendedora.

No es fácil que hablen los llamados influencer, esas nuevas formas de trabajadores autónomos, el 75% de los cuales son mujeres. Ellos y ellas tienen miedo de hacer un movimiento en falso y verse expulsados de la plataforma.

Pero los testimonios recabados son unánimes en ese sentido, en Instagram, estar desnudo se paga. Yasmine K., autora de Body Positive Attitude, cuyo usuario es @ely_killeuse afirma: “Casi todas las fotos mías con más likes son en ropa interior o en bañador”. “El alcance se dispara tan pronto como te desnudas un poco”, confirma Juliette A., profesora de yoga, micro influencer (se considera micro influencer a aquellos usuarios que cuentan con menos de 10.000 seguidores) y detrás del perfil @ju_de_peche.

La experiencia entre los influencers hombres es parecida. Lo confirma Basile (nombre supuesto), entrenador deportivo con 120.000 seguidores: “Las fotos que más me gusta reciben son aquellas en las que salgo casi desnudo”. “Es muy difícil conseguir muchos likes en Instagram. ¡Así que hago como todo el mundo! Mis fotos más populares son las más provocativas”, añade Francisco (nombre supuesto), que cuenta con un número similar de seguidores.

¿Por qué? ¿Porque al ser humano le gusta ver cuerpos desnudos? “Doy fe de que hay algunas imágenes que funcionan mejor que otras. Una foto un poco desnuda pero con clase, por ejemplo. Pero no es sólo eso”, explica @ju_de_pêche. “Siento que hay ciertos códigos, una cierta estética”.

Cada día se publican 95 millones de fotos en esta red social. No todas se muestran igual y algunas imágenes publicadas por personas a las que sigues nunca aparecerán en tu feed. Antes de 2016, las imágenes aparecían en orden cronológico: última foto publicada, última foto mostrada. Ya no es así.

Cuando Sarah publica una imagen de sí misma, un algoritmo de visión por ordenador determina en microsegundos el destino de esa imagen. Unos microsegundos durante los cuales funciona una compleja, sofisticada y extremadamente opaca maquinaria, un concentrado de todas las lógicas de poder en funcionamiento en la sociedad.

El funcionamiento del algoritmo de Instagram es el secreto mejor guardado de la empresa, salvo para quienes accedan a documentos internos. Sin embargo, es posible aproximarse a su modus operandi. La consulta de la patente titulada “Feature extraction based image scoring” (que se puede traducir por “Puntuación de la imagen basada en la extracción de características”), presentada en 2015 por dos ingenieros de Facebook, la empresa propietaria de Instagram, permite imaginar cómo es el viaje de una imagen una vez que se envía a los servidores de Instagram.

Según este documento, cuando Sarah publica una foto o un vídeo, se analiza y se califica automáticamente; se le da un “índice de compromiso” que corresponde a la “probabilidad que tienen todos los usuarios de interactuar con un determinado objeto multimedia dado”.

“Nivel de desnudez”

Este índice de compromiso varía según varios factores y según los usuarios. Si Sarah posa en una motocicleta, su foto obtendrá una mayor puntuación, por lo que tendrá más posibilidades de aparecer en el feed de los amantes de las motos. Pero algunos criterios trascienden a los gustos personales, como el “género”, la “raza” y finalmente, según la expresión elegida por los ingenieros de la empresa, el “state of undress” o “nivel de desnudez”, según nuestra propia traducción.

“La interfaz de programación puede evaluar el nivel de desnudez de las personas en una imagen mediante la detección de bandas de color específicas, identificadas como matices tonos de piel”, puede leerse en el documento.

¿Instagram utiliza ahora esta tecnología que ha inventado para calcular el “nivel de desnudez” de cada foto publicada? ¿Este “nivel de desnudez” se usa para resaltar las imágenes que muestran más piel? ¿Cómo funciona esta “tabla de colores de la piel”? ¿Qué papel desempeña la raza en el cálculo del índice de compromiso?

La red social no ha querido responder a estas preguntas. Sin embargo, un portavoz de la empresa ha indicado que la aplicación “organiza los posts en los feed según las cuentas seguidas y apreciadas, no según criterios arbitrarios como la presencia de un bañador”postsfeed , responden con ello al criterio del “bañador”, pero no al de desnudez o raza.

La jerarquía aplicada por el algoritmo de visión por ordenador de Instagram no es en absoluto baladí: construye una línea editorial implícita, permitiendo dar visibilidad a algunas cuentas, ocultando otras, influyendo en los modos de expresión y en la visión del mundo de cada usuario.

“Los usuarios de la red perciben y anticipan cómo funciona el algoritmo, a veces incluso de manera inconsciente”, dice Ala Krinickyté, abogada de la Fundación Not Your Business, que defiende los derechos de los datos personales. “En mi opinión, se trata de una forma de manipulación implícita”. Con este índice de desnudez, ¿habría introducido Instagram un coste social secreto a la ropa, disminuyendo el alcance de quienes la visten?

Otra forma de entender cómo se construye un algoritmo es a través de la ingeniería inversa: estudiar el funcionamiento externo de un objeto para determinar cómo funciona. Así, con el apoyo financiero de la European Data Journalism Network y Algorithm Watch, la estadista Kira Schacht y el desarrollador Édouard Richard, analizamos 1.737 publicaciones que contenían 2.400 imágenes publicadas en Instagram entre febrero y mayo de 2020, y calculamos su índice de exposición.

Para ello, le pedimos a 26 voluntarios que instalaran una extensión en su navegador y que siguieran a una selección de 37 personas (de las cuales, 14 eran hombres) de 12 países diferentes. De las 2.400 fotos analizadas entre febrero y mayo, 362, es decir, el 21%, representaban cuerpos desnudos. Sin embargo, estas fotos fueron el 30% del total de fotos mostradas.

Instagram declinó hacer ningún comentario sobre los resultados de nuestro estudio, por considerarlo “imperfecto” (“flawed”). Hay que tener en cuenta que a menos que se realice una auditoría a gran escala, cualquier investigación va a ser “imperfecta”. Sin embargo, nuestros resultados nos permiten afirmar que una foto de una mujer en ropa interior o en traje de baño se muestra 1,6 veces más que una foto de ella misma completamente vestida. Para un hombre, esta tasa es de 1,3. Los detalles de nuestros cálculos, que pasan la prueba de la significación estadística, pueden consultarse en esta página (en inglés).

La “male gaze” y la legislación laboral“male gaze”

La intuición de Sarah era certera. Y se hace muchas preguntas. La ropa se paga en visibilidad y todavía más en el caso de las mujeres. ¿Por qué es algo tan importante?

Los efectos nocivos de las redes sociales en nuestra salud mental y autoestima son objeto de estudio, de forma habitual, por parte de los especialistas. Cualquiera que haya abierto Instagram ha sentido esa punzada en el pecho frente a los kilómetros de imágenes de vidas idealizadas, poses en esterillas de yoga y cuerpos jóvenes y perfectos. “Facebook demuestra que todo el mundo es aburrido, Twitter demuestra que todo el mundo es horrible, pero Instagram te hace pensar que todo el mundo es perfecto excepto tú”, escribe el periodista de medios sociales Alex Hern en The Guardian.

Un estudio británico realizado en 2017 por la RSPH (Royal Society for Public Health, la Sociedad para la defensa de la salud pública) determinó que Instagram es la red social que más incita al suicidio entre las jóvenes adolescentes, al ofrecer una imagen de perfección inalcanzable e insostenible.

Además, Instagram, por el mero hecho de incluir en su algoritmo una prima a la desnudez femenina, automatiza la “male gaze”, un concepto desarrollado en los años 70 por la crítica feminista de cine Laura Mulvey. Según ella, toda la cultura occidental requiere que adoptemos la mirada de un hombre cisgénero heterosexual y que consideremos a las mujeres y su valor a través de este prisma. La teórica había estudiado notablemente la prensa femenina, que según ella está imbuida de “male gaze”, de mirada masculina, explicando a las mujeres cómo satisfacer dicha mirada.

La red social también tiende a extender la “male gaze” a los hombres, empujándolos a compararse con la figura del hombre heterosexual ideal. Adolescentes y hombres jóvenes descubren en las redes sociales una experiencia tradicionalmente “reservada” a las mujeres: la cosificación de sí mismos.

Un estudio llevado a cabo por la Asociación Psicológica Americana ya recogía en 2016 que los hombres que utilizaban aplicaciones para citas sufrían problemas de autoimagen tanto como las mujeres usuarias. “En términos de autoestima, los hombres se ven tan afectados como las mujeres por las redes sociales”, concluyen los investigadores.

El miedo al "baneo en la sombra”

Esta prima a la desnudez también cuestiona la organización del trabajo en nuestra sociedad. La gran mayoría de los influencers contactados han dado su opinión con el compromiso de mantenerse en el anonimato. Yasmine, de @Ely_killeuse, aceptó hablar con nombre y apellidos porque tiene otro trabajo aparte: “Para mí, esta es la condición número uno. Para mantener mi libertad... ¡y mi salud mental!”. Para los demás, existe una amenaza si hablan con la prensa y se atreven a cuestionar la plataforma: la del “shadow ban” o baneo en la sombra.

Este shadow ban es una práctica aplicada por Instagram en la que los posts y las stories de un usuario dejan de mostrarse, sin que el usuario sea consciente de ello y, por lo tanto, pueda impugnarla. Supone la puntilla económica para aquellos que dependen de Instagram para que su actividad exista.

Si bien Instagram fomenta implícitamente alguna forma de desnudez “suave”, se prohíben las imágenes consideradas “obscenas” o la desnudez total. La diferencia entre ambos es a veces sutil, y los falsos positivos en el algoritmo son comunes. Estos falsos positivos parecen afectar a los cuerpos al margen de los cánones de belleza antes que a los demás, a tenor del estudio realizado en 2019 por la asociación de derechos de los transexuales Salty.

Las personas discapacitadas, obesas, racializadas o LGBT+ están ampliamente representadas entre las “víctimas” del shadow ban o se les niega regularmente la realización de campañas publicitarias. Por ejemplo, en diciembre, a una artista brasileña se le negó la oportunidad de promocionar uno de sus posts, alegando que contenía imágenes violentas. Representaba a un joven en un skate y a un piloto de carreras, David Hamilton. Ambos eran negros. En abril, a una profesora de yoga negra también se le negó un anuncio considerado obsceno: sólo hacía la posición de cuervo.

El shadow ban puede ser una forma de acabar económicamente con estas cuentas. ¿Es esta una nueva forma de discriminación profesional? Miriam Kullmann, profesora de la Universidad de Viena, lamenta que “los profesionales de las redes sociales no estén protegidos […]. Las leyes europeas contra la discriminación están diseñadas para los trabajadores asalariados o empleados”.

En Alemania, el sindicato IG Metall apoyó la acción “Fair Tube” para pedir a Google que hiciera transparente el algoritmo de la plataforma de vídeo. El youtuber Hank Green también constituyó un sindicato de youtubers para exigir una mejor distribución de los ingresos por publicidad, antes de hacerlo desaparecer al cabo de tres años. En Francia, desconocemos la existencia de algún sindicato de instagrammers o de creadores de contenidos digitales.

Sin embargo, el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) establece que ninguna decisión con efectos “significativos” en la vida de un individuo puede tomarse automáticamente. ¿Podría un influencer que es víctima de un shadow ban o que se considera obligado a publicar fotos de sí mismo semidesnudo para poder existir, poder presentar un recurso ante la CNIL, basándose en que tal acto tiene un impacto “significativo” en su vida?

“En teoría, sí, es denunciable”, responde el abogado Ala Krinickyté. “Pero no tengo conocimiento de ningún influencer o empresario que utilice Instagram que haya demandado”.

Por lo que hemos podido constatar, la mayoría de los influencers desconocen el RGPD influencersy temen aún más las consecuencias de cualquier acción abiertamente impugnada. Estos trabajos se aprenden a menudo sobre el terreno y nadie ha seguido (todavía) un curso teórico sobre los derechos de los creadores de contenidos antes de publicar en Instagram. “Si emprendo cualquier medida contra Instagram, van a borrar mi cuenta, ¿no?”, se pregunta Laura (nombre supuesto), una influencer body-positive. “Está claro que es súper injusto el funcionamiento de todo esto. Pero al mismo tiempo, en las redes sociales, es como si hubiéramos abandonado la idea de justicia, ¿no?”. Quizás. Pero siempre en verano.

Con información de Kira Schacht y Édouard Richard.

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

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