"¿A qué espera Israel para lanzar una bomba nuclear y acabar con el dolor?": Gaza también se muere de hambre
Todos los días, Mohammed Abu Mughaisseb “da gracias a Dios por estar solo en Gaza”, sin su mujer y sus hijos, a quienes logró evacuar hace año y medio a El Cairo (Egipto). “Están a salvo, tienen para comer”, explica a Mediapart a través de WhatsApp. “Aquí no sé cómo habría hecho para alimentarlos y no habría soportado mi impotencia. Buscar comida solo para mí ya es una lucha diaria”.
Mohammed Abu Mughaisseb es uno de los pilares de Médicos Sin Fronteras en Gaza, su coordinador médico. No cuenta las horas que dedica a ayudar y a llevar un poco de respiro a la población, sitiada y hambrienta desde el 2 de marzo por un bloqueo total. Como todo el mundo, pasa hambre y se conforma con una sola comida al día, cuando la consigue.
A través de una conexión a Internet inestable, cuenta “una pesadilla que pensaba que solo existía en la ficción”, “el peor periodo desde el 7 de octubre”, la realidad del hambre extrema. Una hambruna que los portavoces del Gobierno israelí descartan en los medios de comunicación internacionales con un “No hay hambruna en Gaza”.
Se les nota una sonrisa sarcástica cuando se mencionan los pocos camiones que entran en el enclave desde que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su gobierno, por miedo a perder el apoyo de Estados Unidos, anunciaron el lunes 19 de mayo una reanudación muy limitada de la ayuda humanitaria.
Según las autoridades israelíes, desde ese día han entrado en Gaza trescientos camiones. “Es una gota en un océano de sufrimiento y una enorme mentira de Israel al mundo entero hacer creer que ha vuelto a entrar la comida cuando no es cierto”, dice indignado Mohammed Abu Mughaisseb. “Se necesitarían mil camiones al día para alejar la hambruna. Los productos básicos están a las puertas de Gaza, pero Israel los bloquea deliberadamente para matarnos. Nos falta de todo: comida, agua potable, medicamentos, combustible”.
La desesperada búsqueda de comida
Este trabajador humanitario cuenta su odisea para encontrar algo que comer en el enclave devastado, donde más del 90 % de las viviendas han sido destruidas, según las Naciones Unidas. “Tengo dinero, pero no hay nada que comprar en el mercado. No hay leche, ni carne, ni huevos, ni queso, ni fruta, ni verduras. Y los pocos productos que se encuentran suelen ser conservas y cereales, que no constituyen realmente una comida adecuada, y se venden a precios exorbitantes. Un trozo de pan cuesta casi tres dólares y está malo porque la harina suele estar en mal estado. Antes, con un dólar se podían comprar diez. Las cocinas y panaderías que salvaban a muchas familias han cerrado porque ya no hay nada que repartir”.
Las imágenes que llegan desde Gaza corroboran el testimonio de Mohammed. Por un lado, avalanchas para conseguir una bolsa de harina. Por otro, rostros demacrados de niños agonizantes en los hospitales, otros apiñados en colas, con una cazuela en la mano, con la esperanza de conseguir algo de comer. En la noche del jueves 22 al viernes 23 de mayo fueron saqueados quince camiones del Programa Mundial de Alimentos (PMA), según informó la ONU.
La inseguridad alimentaria aguda ya no perdona a nadie. El 93 % de la población, es decir, casi 2 millones de personas, se encuentra en “crisis alimentaria”. Entre ellas, 470.000 corren el riesgo de morir a causa de las consecuencias de la hambruna, según el último boletín, correspondiente al periodo comprendido entre el 1 de abril y el 10 de mayo, de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC), una iniciativa internacional que mide la inseguridad alimentaria.
Los niños (el 60 % de la población de Gaza tiene menos de 15 años) son las primeras víctimas. El IPC menciona 14.100 casos graves de malnutrición aguda en niños de entre 6 meses y 5 años entre abril de 2025 y marzo de 2026, si la situación no mejora. “Están pálidos, lívidos, parece que han envejecido varios años en pocos días, no tienen energía”, describe Mohammed.
Para él, las cifras están “muy subestimadas”: “Debido a los desplazamientos, no se puede hacer un seguimiento serio de la población. Miles de niños, pero también ancianos, mujeres embarazadas, madres lactantes, heridos, etc., no aparecen en las estadísticas, ya que su prioridad es ponerse a salvo y no pueden llegar a las clínicas debido a los bombardeos y a la falta de medios de transporte”.
La escasez de gas y leña [...] hace que incluso una comida al día sea toda una hazaña, ya que es imposible encender un fuego
El sanitario recuerda algunas cifras: más de 16.000 niños asesinados y más de 35.000 heridos. Desde el inicio de la guerra genocida de Israel, “cada cuarenta minutos muere un niño”. Entre las víctimas hay recién nacidos que mueren “sin conocer la luz de la vida”.
Rose Qishawi, especialista en nutrición, ve los estragos del hambre en sus propios hijos y en los de otros. “Palidez, infecciones y enfermedades frecuentes, grietas en las encías y la boca, pérdida y, a veces, decoloración del cabello, dientes rotos, trastornos intestinales como diarrea o estreñimiento, retraso en el crecimiento, pérdida de peso”, enumera la doctora a Mediapart. Tiene cuatro hijos, “cada vez más irritables y tensos”. “No soportan el hambre, lloran y presentan importantes traumas físicos y psicológicos”, dice esta madre de familia.
Ha sido desplazada con los suyos varias veces, primero del norte al centro, luego a Rafah, la gran ciudad del sur metódicamente destruida por el ejército israelí. Rafah, borrada del mapa, ha sido vaciada de sus habitantes y de sus desplazados. “Allí ya no hay vida”, dice Rose Qishawi, que ha tenido que huir de nuevo hacia el norte. De Rafah a la superpoblada zona de Al-Mawasi, en Jan Yunis.
Rose Qishawi cuenta “la vida que ya no tiene nada que ver con la vida después del 7 de octubre”, “la gente que he visto morir de hambre”, “los que comen alimentos caducados y en mal estado a pesar de las enfermedades que provocan”. Dice que “nadie puede comprar nada, excepto los ricos”, ya que todo se ha vuelto prohibitivo.
Menciona el precio del kilo de gas, que ronda los cien euros, mientras que hace unos meses una bombona de gas de 8 kilos costaba 15 euros. Cada uno se las arregla como puede. Los que aún tienen un poco de gas en la bombona lo venden a precios muy elevados. “La escasez de gas y leña, y su elevado precio, hacen que incluso una comida al día sea toda una hazaña, ya que es imposible encender un fuego”, explica Rose Qishawi.
Tierras agrícolas reducidas a la nada
Basel al-Radea, padre de siete hijos, desplazado desde la ciudad de Beit Lahia a la de Gaza, describe a Mediapart el mismo infierno para alimentar a los suyos. Ha perdido más de veinte kilos. Su familia se conforma con una comida al día, cuando puede, a menudo arroz, lentejas, pasta y alubias en conserva, que cocina sin aceite, ya que se ha vuelto demasiado caro. Un litro cuesta unos 25 euros.
Basel al-Radea intentó quedarse en el norte mientras pudo para cuidar su huerto. Pero se volvió demasiado peligroso. Su casa, su jardín y su ciudad fueron destruidos. Los al-Radea ya no tienen dinero. “Comer verduras es un sueño. El kilo de tomates o patatas cuesta alrededor de 10 euros, el kilo de cebollas 45 euros. Y de un día para otro, puede duplicarse. Así que nos ayudamos entre los familiares. Intercambiamos una cucharada de sal, de pimienta…”, confiesa este padre de familia.
Hanin Zaiter, refugiada en la zona de Al-Mawasi, en Jan Yunis, tras varios desplazamientos forzados, también sueña con servir verduras a sus seis hijos. Está agotada por su obsesión diaria por encontrar comida y, a falta de dinero, recurre a la solidaridad. “El kilo de harina ha subido a 30 euros, el kilo de arroz en dos días de 12 a 18 euros. Es imposible”, se lamenta. Por no hablar de las dificultades para conseguir dinero en efectivo. “Los habitantes han tenido que recurrir a las aplicaciones bancarias para transferir dinero, pero pocas tiendas aceptan este método”.
Israel ha destruido todos los elementos de la vida, ha logrado su objetivo: muchos queremos huir de Gaza
En Gaza, la mayor parte de las tierras agrícolas han sido arrasadas por el ejército israelí. Lo mismo ha ocurrido con la ganadería, que, junto con la agricultura, garantizaba una parte importante de la autosuficiencia alimentaria. Según el último balance de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, menos del 5 % de las tierras agrícolas son cultivables y/o accesibles. En la región de Al-Mawasi, algunos intentan recuperar la fertilidad de los suelos. Todo un reto.
Si comer es una lucha, beber agua potable también lo es, ya que Israel ha atacado deliberadamente las infraestructuras.
“A menudo hay que caminar largas distancias para encontrar agua potable, hacer cola delante de los depósitos y luego recorrer el mismo camino con las pesadas garrafas. Es agotador, los niños se quejan de dolores por el esfuerzo. Necesitamos entre 30 y 50 litros de agua al día para beber, alimentarnos y protegernos”, continúa Basel al-Radea.
“El agua nos la traen en camiones en pequeñas cantidades, insuficientes para vivir”, añade Rana Malakh, de 37 años, originaria del este de Gaza. Desplazada veinte veces, se encuentra ahora en el oeste de Gaza y explica a Mediapart que la imposibilidad de lavarse ha provocado la propagación de enfermedades cutáneas muy contagiosas, como la sarna, las alergias y otras afecciones. En Gaza, dice, “la muerte acecha en todo momento. Puedes morir por un bombardeo, un desplazamiento, por hambre, enfermedad, heridas, quemaduras…”
Mohammed Abu Mughaisseb tiene miles de ejemplos que le rondan por la cabeza. Esa niña de dos años a la que le amputaron las dos piernas y a la que Israel le negó la evacuación del enclave. Esa mujer a la que le amputaron una pierna y a la que mataron al marido y a los hijos. Esperaba huir al Reino Unido. Salir de Gaza.
Ese es el deseo de Mohammed Abu Mughaisseb. “No voy a mentir”, dice con amargura y tristeza, tras un largo silencio. “Si la pesadilla se acaba ahora, haré todo lo posible por marcharme y reunirme con mi familia. Y luego ya veremos qué nos depara el futuro, si es que aún hay futuro. No volveremos a Gaza. No hay carreteras, ni escuelas, ni hospitales, ni universidades, ni infraestructuras, ni casas, ni electricidad... Se necesitarán décadas para reconstruir, para volver a como era antes del 7 de octubre. Israel ha destruido todos los elementos de la vida, ha logrado su plan: somos muchos los que queremos huir de Gaza”.
Israel utiliza la hambruna como arma de guerra en Gaza
Ver más
Últimamente, varios habitantes desesperados le preguntan: “¿A qué espera Israel para lanzar la bomba nuclear sobre Gaza y acabar con nuestro sufrimiento?”.
Caja negra
Las personas que aparecen en este artículo han sido contactadas por teléfono, ya que Israel lleva casi veinte meses prohibiendo el acceso de periodistas extranjeros al enclave palestino.
Traducción de Miguel López