Israel utiliza la hambruna como arma de guerra en Gaza

Lanzamiento de ayuda humanitaria desde el aire sobre la parte norte de la Franja de Gaza, vista desde Sderot, en el sur de Israel, el 07 de marzo de 2024.

Clothilde Mraffko (Mediapart)

Los manos enguantadas de la enfermera envuelven cuidadosamente el pequeño cuerpo en un sudario blanco. La bebé Heba Ziadeh murió el 1 de marzo en Kamal Adwan, el único hospital pediátrico del norte de la Franja de Gaza, "por falta de alimentos y medicinas", explica la enfermera filmada por el fotógrafo gazatí Mousa Salem. El biberón de leche que consiguió darle el equipo médico llegó demasiado tarde. Su hermana también había muerto unos días antes en el mismo hospital. 

El personal médico observa impotente cómo se desarrolla este círculo infernal: las madres, desnutridas durante el embarazo, acumulaban carencias. Cuando nacen sus bebés, son incapaces de amamantarlos porque ellas mismas pasan hambre. Mohamed al-Zayegh tenía dos meses cuando murió a finales de febrero. "Se juntó todo. Cayó enfermo, tenía un sistema inmunitario débil", resume una cuidadora ante la cámara de Mousa Salem

Según la delegación local del Ministerio de Sanidad, ya han muerto de hambre y deshidratación veinte gazatíes. Las primeras muertes se registraron a finales de febrero, mientras que en el enclave ya han muerto más de 30.000 palestinos desde el comienzo de la guerra. Los equipos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que realizaron a principios de marzo su primera visita desde octubre de 2023 a hospitales del norte, constataron "graves niveles de desnutrición, niños muriendo de hambre, grave escasez de combustible, alimentos y suministros médicos, hospitales destruidos", como resumió en la red social X el 4 de marzo su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus. 

En la tribuna de la Asamblea General de la ONU, el embajador palestino Riyad Mansour mostró la foto de otra víctima, Yazan al-Kafarna, de 10 años, con el rostro demacrado y el cuerpo cadavérico. "Miren a nuestros niños, miren a Yazan. Miren la agonía que están soportando [...]. Esto tiene que acabar, por el amor de Dios", suplicaba el 4 de marzo. 

El niño había muerto esa misma mañana en un hospital de Rafá, al sur de la Franja de Gaza. Sufría una parálisis cerebral y necesitaba una alimentación equilibrada, imposible de encontrar en ese enclave aislado del mundo. Ni siquiera en Rafá, la puerta de entrada de la ayuda alimentaria, hay fruta ni productos frescos, y muy rara vez carne, que alcanza precios desorbitados. 

Israel mantiene sitiada la Franja de Gaza desde hace cinco meses. "No hay electricidad, ni alimentos, ni agua, ni gas, todo está cerrado [...]. Estamos luchando contra animales humanos", declaró el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, el 9 de octubre de 2023, dos días después de que Hamás atacara su territorio. El hambre forma parte de la estrategia de Israel en el enclave. "¡Es un arma de guerra! Y va de la mano con la intención genocida de la que Israel ha sido acusado oficialmente ante el Tribunal Internacional de Justicia", denuncia Fidaa Alaraj, coordinadora de seguridad y protección alimentaria de la ONG Oxfam, contactada por teléfono en Rafá, donde se encuentra ahora. 

Hambruna organizada

Gran parte de las tierras agrícolas han sido destruidas por los bombardeos y los bulldozers israelíes. El puerto de Gaza está en ruinas. "Si matas de hambre a la gente restringiendo la ayuda y el mercado, deteniendo la producción de alimentos, contaminando el agua o cortándola directamente, ¿qué estás haciendo?” se pregunta Fidaa Alaraj. “Esto no es una consecuencia de la guerra, es una hambruna organizada.” 

De norte a sur, todo el mundo pasa hambre en Gaza. Según la ONU, una cuarta parte de la población está al borde de la inanición. En el norte, donde se calcula que aún viven 300.000 personas, la gente sobrevive a base de hojas y tortas hechas con alpiste o pienso. "La calidad de este pan es increíblemente mala. Incluso el pienso se está acabando", advirtió Mahmoud Shalabi, responsable de programas en el norte de Gaza de la ONG Medical Aid for Palestinians, en un comunicado de prensa del 28 de febrero. 

Ahmed Qamar, de 33 años, se las arregla últimamente con un poco de avena mezclada con caldo y lucha por encontrar lo suficiente para alimentar a sus cuatro hijos. El más pequeño tiene año y medio. 

"He empezado a comer algo cada dos días. No porque sea pobre, tengo recursos, sino simplemente porque no hay nada en los mercados", explica este investigador de la ONG Euro-Mediterranean Human Rights Monitor, contactado por teléfono en la ciudad de Gaza. “Ayer, un muchacho me dijo que podía soportar los bombardeos, la destrucción, su casa estaba en ruinas... ¡Le daba igual que lo hirieran o lo mataran! Pero cuando su hijo le dice que tiene hambre y no puede darle nada, no puede soportarlo. Es un desastre.”  

El norte de la Franja de Gaza, aislado del mundo

El 26 de enero, el Tribunal Internacional de Justicia ordenó a Israel que permitiera la entrada de más ayuda en el enclave. En lugar de ello, las entregas en febrero se redujeron en casi dos tercios. Cogat, la oficina del ejército israelí encargada de los palestinos en los territorios ocupados, responsable en particular de lo que entra en Gaza, echa la culpa a las organizaciones humanitarias, afirmando que ahora es capaz de inspeccionar "44 camiones por hora", explica Shimon Freedman, portavoz para los medios internacionales. “Estamos inspeccionando más rápido de lo que ellos pueden distribuir.” Los dos pasos fronterizos están en el sur de la Franja de Gaza. 

Las organizaciones tienen que coordinar sus movimientos con el ejército, para evitar ser blanco de las bombas, y circular en el enclave por carreteras difíciles de utilizar, destruidas en su mayor parte. Los convoyes también tienen que obtener autorización para pasar por otros puestos de control, sobre todo hacia el norte, y suelen sufrir retrasos al verse a veces obligados a dar media vuelta por no haber podido pasar a tiempo. El norte está aislado del mundo. La UNRWA llevó a cabo su última distribución en la ciudad de Gaza el 23 de enero.  

A esto se añade el colapso del orden público. Las autoridades civiles de Gaza, vinculadas a Hamás, han desertado tras ser blanco del ejército israelí, y no han sido sustituidas. El Estado israelí prosigue su complot contra las instituciones de la ONU, en particular la UNRWA. Intenta puentear a esta agencia encargada de los refugiados palestinos, verdadera institución en Gaza, la única capaz de asumir, en parte, la gobernanza del enclave. En el norte, la zona más devastada por los combates, sin presencia humanitaria significativa, los civiles están abandonados a su suerte con un preocupante vacío institucional

El martes 5 de marzo, un convoy de 14 camiones con alimentos del Programa Mundial de Alimentos (PMA), bloqueado por el ejército israelí en un puesto de control antes de llegar al norte del enclave, fue saqueado por "una multitud desesperada que se apropió del cargamento", según la agencia de la ONU. Los días 18 y 19 de febrero, otros convoyes del PMA ya habían intentado llegar al norte de la franja de Gaza: fueron atacados por palestinos, recibieron tiros y un conductor resultó herido. Las bolsas se distribuyeron apresuradamente y en medio del caos.

Desde entonces, Israel viene coordinando la entrega de ayuda a través de contratistas privados locales. La Cogat afirma que han llegado al norte un centenar de camiones "en los últimos días". Los vehículos pertenecen a empresas locales que ya hacían el trayecto desde los pasos fronterizos antes de la guerra, según varios testigos palestinos. Israel afirma que la ayuda procede de organizaciones internacionales y países donantes, sin dar más detalles. Desde finales de febrero, las entregas parecen realizarse todos los días, ya sea por la carretera "interior", a partir del cruce de Al-Kuwaiti, o por la carretera costera, hacia la intersección de Al-Nabulsi. 

El 29 de febrero, según cifras del Ministerio de Sanidad de Gaza, murieron 118 personas que esperaban la distribución en este cruce junto al mar y 780 resultaron heridas. El ejército israelí cuestiona esta cifra, afirmando que "la mayoría de los palestinos murieron o resultaron heridos como consecuencia de las avalanchas". Admite que sus soldados dispararon primero al aire y luego, mientras se retiraban, contra "saqueadores que se acercaron a ellos y suponían una amenaza inmediata". Los testimonios de los supervivientes y de los médicos que atendieron a los heridos contradicen totalmente esa versión. 

Desde el hospital Al-Shifa de la ciudad de Gaza, que recibió a más de 200 heridos, el jefe de la oficina de coordinación humanitaria de las Naciones Unidas (Ocha) en Gaza, Georgios Petropoulos, declaró el 1 de marzo que había "visto gente con heridas de bala, [...] amputados y niños, los más pequeños de doce años". 

Abdallah salió de Faluya, en el norte de la ciudad de Gaza, con una sensación de angustia en el estómago, desesperado de oír los gritos de sus tres hijos hambrientos. La tienda de ropa donde trabajaba este padre de 28 años cerró por la guerra y lleva cinco meses sin ingresos. "Hacia medianoche, nos dirigimos al cruce de Al-Nabulsi. Habíamos oído que iba a haber una distribución de ayuda. Me sorprendió ver tanta gente yendo hacia allí", dice en un mensaje enviado a Mediapart. 

Cuando la ayuda llegó un poco antes de amanecer, "empezaron a correr hacia el convoy". "Oímos muchos disparos, me tiré al suelo y empecé a regresar hacia donde había venido, para no resultar herido.” Algunos consiguieron hacerse con un saco de harina, otros con latas. Abdallah volvió sano y salvo, pero sin nada. "Sólo quiero un trozo de pan para mis hijos, nada más", suplica. 

Los palestinos denuncian que el ejército israelí dispara muy a menudo contra la gente durante las entregas humanitarias en el norte en los últimos días. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) en los Territorios Palestinos Ocupados ha registrado "al menos 14 incidentes con disparos de armas de fuego y obuses" durante las distribuciones de ayuda en la ciudad de Gaza. El 25 de febrero, murieron al menos diez personas en el cruce de Al-Nabulsi. "Israel, como potencia ocupante, tiene el deber [...] de garantizar que se proporcionan alimentos y atención médica a la población en proporción a sus necesidades", afirmó la ACNUDH. 

Todos estos lanzamientos de paracaídas equivalen a la carga de uno o dos camiones. Eso es muy ofensivo

Ahmed Qamar, investigador en Gaza

Algunos países, entre ellos Francia, han lanzado ayuda humanitaria en paracaídas en el norte de la Franja de Gaza, anunciándolo a bombo y platillo. Las imágenes de esos paquetes lanzados desde el cielo, y la gente corriendo para intentar coger uno, son especialmente humillantes para la población gazatí. Algunos paquetes aterrizan en territorio israelí, otros en el mar

"Es publicidad para los ejércitos. No es suficiente. Todos esos lanzamientos en paracaídas equivalen a la carga de uno o dos camiones", dice Ahmed Qamar con pesar. “Eso es muy ofensivo. Queremos que la ayuda llegue de forma organizada". Los lanzamientos aéreos "no impedirán la hambruna", añade Carl Skau, Director Ejecutivo Adjunto del PMA. "Necesitamos puntos de entrada en el norte de Gaza", a lo que Israel se niega obstinadamente. Emiratos Árabes Unidos enviará ayuda por barco desde Chipre. 

"Esto no es una crisis humanitaria, es una guerra abierta. Necesitamos un alto el fuego inmediato", insiste Fidaa Alaraj. “Si la guerra cesa, seguiremos teniendo que gestionar una crisis humanitaria, pero al menos podremos hacerlo. Hoy trabajamos en el fragor de los combates". Teme que el sur sufra pronto focos de hambruna como el norte. 

La gente no tiene suficiente para comer y consume sólo conservas, cuyo valor nutritivo es limitado. En Gaza, donde la vida social solía organizarse en torno a las comidas familiares de los viernes y muchos comensales para romper el ayuno durante el Ramadán, los habitantes temen la llegada del mes sagrado musulmán, que este año comenzará el domingo 10 de marzo. 

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"Comes para sobrevivir. No porque te aporte los nutrientes que necesitas, ni porque comer sea reconfortante o una actividad social", analiza Fidaa Alaraj. “La comida ha perdido todas sus funciones, y ahora se reduce a garantizar nuestra supervivencia".

 

Traducción de Miguel López

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