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Milei, ya más neoliberal que libertario sólo quince días después de llegar al poder

El presidente electo de Argentina Javier Milei.

Romaric Godin (Mediapart)

Durante su campaña electoral, al presidente electo de Argentina, Javier Milei, le gustaba presentarse como el dinamitador de la "casta" que, según él, dirigía el Estado rapaz y el Banco Central ladrón. Disfrazado de "General Ancap", por "anarcocapitalista", estaba decidido a acabar con la gestión tecnocrática de Argentina dolarizando el país y disolviendo el Banco Central. 

Desde su elección el 19 de noviembre, todo eso ya no está tan claro. En el espacio de una semana, la "casta" parece haberse tomado ya su revancha, sobre todo en el diseño de la futura política económica del nuevo presidente. Con todo, Argentina parece estar al borde de un violento shock liberal, una forma de neoliberalismo radicalizado. 

La primera etapa en la definición de la futura política de Javier Milei ha sido el anuncio de la estructura de su gobierno y los primeros nombramientos. El presidente electo quiso satisfacer a su electorado de la primera vuelta reduciendo drásticamente el número de ministerios a sólo ocho. 

Era una referencia directa a uno de sus vídeos de campaña más famosos, en el que se le veía tirando por tierra la mayoría de los ministerios existentes con un atronador "¡Afuera! Pero la promesa sólo se ha cumplido parcialmente. 

En la visión minimalista inicial del candidato, sólo debían permanecer dentro del Estado las funciones soberanas: defensa, seguridad y justicia. El Presidente electo ha decidido entonces agrupar las administraciones en torno a "grandes ministerios" con nombres rimbombantes tomados del vocabulario neoliberal. 

Por ejemplo, educación, sanidad, trabajo y desarrollo social se agruparán en un único Ministerio de "Capital Humano". Del mismo modo, transportes, obras públicas, energía, minería y comunicaciones se agruparán en un Ministerio de "Infraestructuras". 

Distribución de puestos

Ese método es el utilizado clásicamente por los gobiernos neoliberales "reformistas". Por ejemplo, en Francia, en 1986, el gobierno de Jacques Chirac, entonces muy thatcheriano, limitó el número de ministros a catorce. Pero lo que creó fueron gigantescos ministerios que agrupaban administraciones ya existentes, lo que en la práctica no siempre simplificó la gestión pública ni redujo la burocracia, ni mucho menos. 

Eso permite dar los puestos de secretario de Estado y ministro a aliados políticos. En el caso de Javier Milei, las primeras designaciones tienden a respaldar la idea de que será decisiva la influencia de la derecha tradicional, la del ex presidente Mauricio Macri (en el cargo entre 2015 y 2019), a quien el libertario estuvo atacado sin tregua hasta la primera vuelta. 

La elección más simbólica es el nombramiento de su ex rival presidencial Patricia Bullrich como ministra de Seguridad, cargo que ya ocupaba con Macri. Aquí, el mensaje de continuidad es claro. Incluso se habla del regreso del ex presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, para dirigir un ministerio de "modernización" encargado de reducir el papel del Estado, que ya existía durante el mandato del anterior presidente derechista. 

Todo bastante lógico, dado que en el Congreso la derecha tradicional tiene más diputados que el partido libertario del nuevo presidente.  

Más significativo aún, el cargo de director de la Agencia de Seguridad Social (Anses), que había sido prometido a una persona cercana a Javier Milei, Caroline Pípero, fue finalmente adjudicado a un funcionario de la provincia de Córdoba, Osvaldo Giordano, afiliado al candidato peronista "independiente" Juan Schiaretti.  

En ningún ámbito es más evidente la influencia del macrismo, y con él del empresariado argentino, que en el económico. El ministerio de Economía y el cargo de gobernador del Banco Central de la República Argentina, el BCRA, aparecen como los dos puestos estratégicos del nuevo mandato. 

Caputo, pilar del mandato de Macri, en Economía

La campaña de Javier Milei se centró en la economía y la lucha contra la inflación, por lo que ése es el núcleo de su distintivo político. Pero en la última semana, quienes ayudaron a elaborar el programa del presidente electo también han dejado paso a la vieja guardia macrista.  

El futuro ministro de Economía es Luis "Toto" Caputo, un puntal del mandato de Mauricio Macri. Ex empleado del Deutsche Bank, secretario de Estado de Presupuesto y luego ministro de Finanzas, Caputo ha terminado su mandato como presidente del BCRA. Todo lo que Javier Milei odia, en teoría. 

Caputo es un producto puro de esa "casta" de altos funcionarios y gerentes de grandes empresas. Desde el fin de semana pasado circulan por las redes sociales vídeos del futuro presidente gritando todo lo que piensa de Luís Caputo, convirtiéndolo en uno de los artífices de la actual crisis. 

En los últimos días, sin embargo, Javier Milei no ha encontrado palabras de elogio para el ex ministro. Su nombramiento aún no ha sido confirmado, pero no cabe duda de que ya se está comportando como un ministro en funciones, reuniéndose con los sectores bancario y agrícola, e incluso acompañando a Javier Milei a Washington el 27 de noviembre para iniciar importantes conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Reserva Federal. 

Sin embargo, este nombramiento no es sólo una cuestión personal o de influencias, sino que determinará en gran medida la naturaleza de la política del futuro gobierno, especialmente en lo que se refiere a los dos aspectos clave del programa de Milei: la dolarización y el cierre del Banco Central. 

Tanto es así que el anuncio del nombramiento de Luis Caputo ha provocado la exclusión del principal asesor económico del nuevo presidente, Emilio Ocampo, que había sido presentado por Javier Milei, incluso antes de la primera vuelta electoral, como el nuevo gobernador del BCRA encargado de "disolverlo". Ocampo ha anunciado que deja el cargo, en gran parte por desacuerdos de fondo con Caputo. 

La obsesión por las "letras de liquidez”

Para entender esas diferencias y sus consecuencias, hay que recordar la lógica del programa Milei, elaborado en gran parte por Emilio Ocampo. Coautor de un libro en el que aboga por una rápida dolarización, y autor de un blog en el que expone sus ideas al respecto, Ocampo cree que Argentina está experimentando una "dolarización espontánea" que se refleja en una preferencia general por la divisa americana, en detrimento del peso argentino. 

Dar curso legal al billete verde lo antes posible liberaría los activos de los ahorradores, reduciría los tipos de interés y atraería capitales extranjeros, librándolos de los vaivenes monetarios y de los controles de cambio. Su programa era, pues, el de un choque monetario en el que el peso argentino desaparecería rápidamente. 

Uno de los obstáculos de este esquema fue el manejo de un instrumento financiero del BCRA, las Leliq o letras de liquidez. Creadas en 2018 por precisamente Luis Caputo, se trata de una inversión en pesos con un plazo relativamente corto, en su mayoría en torno a los dos meses, que tiene un rendimiento real muchas veces levemente negativo, pero compensado por su valor en dólares al tipo de cambio oficial. Es decir, en comparación con una inversión en dólares, que está muy regulada en Argentina, las Leliq son un buen negocio.

Los libertarios han hecho de las letras de liquidez el quid de todos los problemas del país.

El BCRA utiliza ese instrumento para "congelar" parte de la masa monetaria en pesos sin perjudicar el tipo de cambio. En sí mismo, este instrumento no presenta ninguna dificultad particular porque su remuneración real es negativa, es decir, su valor real tiende a disminuir y se devuelve en pesos, es decir, en dinero emitido por el BCRA. En teoría, por lo tanto, no puede haber impago de sus títulos. 

Pero los libertarios, como Emilio Ocampo, han hecho de esto el quid de todos los problemas del país. Las Leliq valen alrededor de 23 billones de pesos, lo que al tipo de cambio oficial equivale a 64.000 millones de dólares. Esta cifra es realmente aterradora si se la compara con los 22.000 millones de dólares de reservas de divisas del BCRA. Pero el problema sólo se plantea realmente si hay que devolver estas Leliq en dólares, es decir, si se dolariza la economía. En otras palabras, el problema en este caso no son las Leliq sino la dolarización. 

Los partidarios de Javier Milei acusan a las Leliq de ser el origen de la inflación galopante del país (143% en un año) porque contribuyen a que el BCRA emita cada vez más pesos. Es el famoso "efecto bola de nieve": a medida que aumenta la inflación, aumenta el rendimiento de las Leliq, lo que a su vez lleva a que se emitan más pesos, a que aumente por tanto la inflación y a que aumenten aún más los tipos de las letras. 

Esa visión también es cuestionable, en la medida en que los tipos siguen siendo negativos en términos reales y las letras se siguen utilizando para "neutralizar" gran parte de la masa monetaria en pesos. Si las Leliq se "refinancian", es decir, se renuevan constantemente, el efecto sobre la oferta monetaria y la demanda de pesos sigue siendo menor que si los pesos se dejaran en el mercado. 

Eso no quiere decir que este instrumento no plantee ningún problema. Ha sido utilizado masivamente por los bancos para reciclar el ahorro local, que se canaliza así hacia el Banco Central en lugar de hacia el crédito y la inversión. El verdadero problema de Argentina es su desequilibrada estructura productiva, que le obliga a importar masivamente en dólares. 

Pero este problema no es abordado por los libertarios. Su verdadero objetivo es levantar rápidamente los controles de cambio. Si el peso se convierte en libremente convertible, el interés por invertir en Leliq desaparece y los 23.000 billones de pesos buscarán rápidamente convertirse en dólares. Eso provocará un colapso masivo del peso e, inevitablemente, una explosión de la inflación que bien podría llevar a la hiperinflación (definida como un aumento de los precios del 50% al mes). 

Esto no sólo llevaría a la hiperinflación, sino también a una deuda pública en dólares que sería inmanejable para el gobierno argentino. Por no hablar del hecho de que los bancos argentinos, que poseen la mayor parte de las deudas en Leliq, se encontrarían en grandes dificultades. Para los libertarios, es por tanto esencial resolver la "burbuja de las Leliq" antes de levantar el control de cambios. Y aquí es donde surge la brecha entre Emilio Ocampo y Luis Caputo. 

Cambio de prioridades

Emilio Ocampo cree que hay que "dolarizar" rápido, siempre y cuando se transforme al Banco Central en una suerte de caja de compensación de las Leliq. En términos prácticos, esto significaría titularizar los activos del Banco Central, principalmente los créditos al Estado argentino, y venderlos en los mercados financieros internacionales. El producto de esta venta se utilizaría para financiar la devolución y el reembolso de las letras. 

No habría necesidad de un banco central, sólo una institución gestionada por un liquidador responsable simplemente de recaudar los fondos y reembolsar a los acreedores. Por eso, en esta lógica, la dolarización y el cierre del Banco Central van de la mano. 

Pero el anunciado ministro de Economía, Luis Caputo, tiene una visión diferente. Él también ha adoptado una postura aparentemente alarmista sobre las Leliq y ha anunciado su intención de reducir esa "burbuja". Aunque su método es muy diferente. Según sus declaraciones, recogidas por la prensa argentina en la reunión con el sector bancario, Caputo tiene dos planes para intentar controlar las Leliq. 

El primero es proponer un canje "voluntario" de letras por deuda pública a largo plazo de menor rendimiento, garantizada por el producto de la privatización de la petrolera YPF y por el fondo de garantía de la Seguridad Social. De este modo, se transferiría una carga del Banco Central que éste puede gestionar al presupuesto del Estado federal, en un momento en que se busca reducir el gasto público. 

El segundo plan consistiría en captar 15.000 millones de dólares en los mercados financieros para reducir las necesidades de cobertura de divisas de las Leliq y así reducir gradualmente su emisión. 

El domingo, en un programa de televisión, Javier Milei dijo que Caputo, conocido como el "Messi de las finanzas", era el experto mejor posicionado para resolver el problema de las Leliq. Pero nada es menos cierto, dadas estas opciones. Recurrir a la deuda sólo puede contribuir a reducir la confianza en el Estado argentino y, en consecuencia, a agravar la crisis.

Si no es rentable para el sector privado, es porque no es socialmente deseable.

Javier Milei

Sin embargo, todo esto parece un compromiso dentro del capital argentino. La derecha tradicional de Macri, cercana a los círculos bancarios, no está a favor de la dolarización ni de la desaparición del Banco Central. La cuestión de las Leliq no es central para esta corriente conservadora, y por lo tanto tampoco para Luis Caputo. 

Pero es necesario dar garantías a los electores libertarios y al presidente electo. El viernes 24 de noviembre, Milei llegó a emitir un comunicado en el que afirma que el cierre del Banco Central es "innegociable". Pero no precisó el calendario, lo que difiere mucho de los planes trazados por Emilio Ocampo. 

Al tratar de encontrar una solución "voluntaria" para las Leliq, se va en el sentido del objetivo planteado por el presidente sin tratar de resolver realmente el problema, ya que, sin control de cambios, el plan de canje voluntario no tiene sentido: los ahorradores saldrán a comprar dólares en lugar de prestarle al Estado argentino pesos a una tasa reducida. 

Ante los banqueros, Luis Caputo aclaró que el levantamiento del control de cambios no era inmediato. Así que el BCRA no está a punto de cerrar pero al menos se habrá hecho un intento. Entonces se podrá ir a lo serio, en lo que coinciden la derecha conservadora y la derecha libertaria: recortar el gasto público a tal punto que hará bajar los precios y se hará innecesario el uso de letras de liquidez. Luego se podrán levantar los controles de cambio, ya que, en teoría, se habrá restablecido la confianza en la moneda argentina. 

Evidentemente, las cosas pueden cambiar y reaparecer los conflictos. Este pasado fin de semana, Demian Reidel, el hombre cercano a Mauricio Macri que había sido propuesto para hacerse cargo del BCRA, tiró la toalla. Era partidario de una rápida eliminación del control de cambios. Se invierte así la lógica: la austeridad pasa a estar en el centro y la dolarización y el cierre del Banco Central se convierten en un objetivo lejano y, por lo tanto, más incierto. 

Un nuevo consenso neoliberal radicalizado

En consecuencia, se espera que la austeridad sea la política central del nuevo mandato. Las primeras semanas del Gobierno de Milei se anuncian extremadamente violentas. El 11 de diciembre se propondrá un "paquete de leyes de reforma del Estado" y se enviará al Congreso, que será convocado en sesión extraordinaria. 

Los recortes presupuestarios serán "únicos en la historia nacional", advirtió el presidente electo de camino a Washington el 27 de noviembre. Tendrán que ser generalizados, en particular en el ámbito de las obras públicas. Con esta doctrina como referencia: "Si no es rentable para el sector privado, es porque no es socialmente deseable". Es fácil ver dónde está el punto de encuentro entre los libertarios y los neoliberales clásicos: privatizar, sustituir la acción pública por el sector privado y garantizar las deudas del sector financiero. 

"Tenemos que hacer el ajuste. La única cuestión es si lo hacemos de forma desordenada, con cosas dantescas de las que tardaremos mucho en salir, o si hacemos un ajuste ordenado con una macroeconomía ordenada", dijo el domingo Javier Milei, admitiendo que "habrá cosas negativas, pero serán transitorias". 

Es el clásico discurso de la austeridad, que promete felicidad tras un sufrimiento necesario y ordenado. Pero la realidad siempre desafía esas palabras, que además tienen poco sentido, porque una "macroeconomía ordenada" con austeridad significa muy poco. 

Además, Milei ha coincidido en que será necesaria una red de seguridad social para amortiguar el golpe. Pero también en este caso los ejemplos históricos demuestran que el coste social de la austeridad es tal que rápidamente se hace imprescindible recortar esos presupuestos. Sobre todo porque el futuro presidente tiene la intención no sólo de devolver la deuda al FMI, sino también de contraer nuevas deudas en dólares. Así que habrá que apretar las tuercas para pagar los intereses. 

Lo que podemos ver en esta primera semana es una reunificación de las corrientes libertaria y neoliberal en torno a una forma de neoliberalismo radicalizado, que se deshace de las formas más extremas la dolarización rápida para conservar un choque liberal de austeridad clásica pero ultraviolento

Este tipo de compromiso puede dejar al margen a algunos libertarios radicales, como Emilio Ocampo o Carlos Rodríguez, estrecho asesor económico de Javier Milei, que el viernes 24 de noviembre anunció que abandonaba el partido presidencial La Libertad avanza. En tiempos de crisis son habituales los conflictos en el seno del capital, pero siempre son posibles los compromisos, siempre y cuando la sociedad pague la recuperación de los beneficios.

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Traducción de Miguel López

 

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