¿No crees que huele a 1789?”: así se vivió en las calles de París el decretazo sobre la reforma de las pensiones

Una manifestante sostiene una pancarta en la que se lee "El 23 de marzo es el nuevo Mayo del 68" mientras la gente se reúne en la plaza de la Concordia, cerca de la Asamblea Nacional.

Khedidja Zerouali, Christophe Gueugneau, Célia Mebroukine y Youmni Kezzouf (Mediapart)

En la plaza de la Concordia aún resonaban los cánticos de los manifestantes a las 20:00 horas del jueves 16 de marzo, pocas horas después de que el Gobierno impusiera su reforma de las pensiones amparándose en el artículo 49.3 de la Constitución (que elude una votación en el parlamento, ndt). "Aquí estamos, aquí estamos" o "Hemos luchado para ganar nuestra pensión a los 60 años, lucharemos para mantenerla", y también el más clásico "Todo el mundo odia a la policía". La concentración en esta emblemática plaza de París, organizada en un principio por una intersindical de estudiantes, tuvo bastante éxito. Por la tarde, varios miles de personas seguían allí en un ambiente acalorado.

A primera hora de la noche, la policía entró en acción, sobre todo con cañones de agua. Sus cargas y el uso de gases lacrimógenos alejaron a los manifestantes del puente que conduce a la Asamblea Nacional, y les empujaron hasta el otro lado de la plaza. Al menos ocho personas fueron detenidas, según la prefectura.

Al mismo tiempo, en un ambiente más tranquilo, la intersindical anunciaba una nueva "gran jornada de huelgas y manifestaciones" para el jueves 23 de marzo.

En la plaza de la Concordia, los manifestantes no esperaron a la semana que viene. El jueves 16 de marzo, hacia las 16:00 horas, cuando llegaron los primeros, se desplegaron inmediatamente cordones policiales para contener a los jóvenes en la plaza.

Pronto se les unieron manifestantes procedentes de otro punto de encuentro, al otro lado de la Asamblea Nacional. Camionetas del sindicato Sud emitieron música y discursos de sindicalistas durante varias horas ante una multitud receptiva, dispuesta a hacer suyas todas las consignas. 

El ánimo general es de determinación frente al decretazo del Ejecutivo sobre la reforma de las pensiones. Una determinación que a las fuerzas del orden les cuesta repeler, frente al lanzamiento de botellas o piedras. Al caer la noche, de todas formas, empezaron las cargas: granadas de gas lacrimógeno y de goma, cañones de agua. La multitud retrocedió sin huir y los consignas continuaron.

La plaza de la Concordia, al son de una melodía revolucionaria

"¿No le parece que aquí huele a 1789?", pregunta una mujer encantada de ver llegar a la multitud a la plaza. "Aquí fue donde se instaló la guillotina, en junio de 1789, pero con el calentamiento, tenemos casi el mismo sol que si ya fuera junio", añade con una sonrisa. Detrás de ella, las consignas contra la policía van cambiando a medida que las filas de antidisturbios y gendarmes se hacen más densas.

Algunos manifestantes venían con pancartas improvisadas, criticando la falta de respeto de Emmanuel Macron por la democracia, otros llevaban el chaleco sindical en el bolso y se lo iban poniendo, y otros llegaban allí directamente del trabajo. Es el caso de William Martinet, diputado de La France Insoumise por Yvelines, que abandonó la Asamblea Nacional para unirse a ellos.

Los globos del sindicato Solidaires, que había convocado una concentración a las 15:00 horas, flotaban en la Concordia. En un principio, la prefectura de policía prohibió la concentración, pero finalmente el tribunal administrativo falló a favor del sindicato tras un procedimiento sumario.

El Estado debe incluso 1.000 euros a Solidaires... que quizá vayan directamente a la caja de resistencia, como ya ha anunciado el sindicato: "Este 49.3 en este contexto de cólera social y movilizaciones masivas echa más leña al fuego... Solidaires seguirá construyendo en las próximas horas, de la forma más unitaria posible, la respuesta social a esta negación de la democracia y para exigir la retirada de esta ley injusta e ilegítima.”

Un 49.3 que reaviva la cólera social

Allí presente, Céline Verzeletti, secretaria confederal de la CGT, uno de los nombres que suenan para hacer el relevo a Philippe Martinez al frente de la CGT en el congreso de la confederación que se celebrará a finales de mes, asegura que el decretazo puede "avivar la cólera de los trabajadores".

Y no son los únicos. Según la portavoz del sindicato Alternative, Eléonore Schmitt, los estudiantes tienen intención de sumarse a esta movilización social, así como el personal de los hospitales, como Nicolas, un auxiliar de urgencias que llegó a la plaza de la Concordia rápidamente tras lo que pasó en la Asamblea Nacional.

Aunque la continuidad del movimiento social parece aún incierta, entre seguir con la huelga tradicional y el endurecimiento con el bloqueo de la economía, una cosa es segura: el 49.3 ha reavivado el descontento social.

A las 12:30, frente a la Asamblea Nacional, cuando la utilización del 49.3 no era todavía más que una hipótesis, el ambiente era mucho más contenido.

Unos cuantos periodistas se daban codazos y mostraban sus carnés de prensa para acceder a la conferencia de la intersindical. Fue la gota que colmó el vaso: los gendarmes eligieron, uno a uno, a los periodistas que tenían derecho, o no, a acercar el micrófono a Laurent Berger, Simon Duteil o Philippe Martinez.

La plaza del Palais-Bourbon, donde se hacía la conferencia, está acordonada por las fuerzas del orden desde por la mañana. Periodistas no acreditados, sindicalistas y ciudadanos curiosos fueron mantenidos alejados de los alrededores de la Asamblea. 

"¡Nosotros también queremos jubilarnos a los 55 años como los gendarmes!", grita enfadado Paco, profesor de un instituto público de la región de París. Es la una de la tarde y el profesor, que hace huelga desde el comienzo del movimiento, está que explota por las filas de gendarmes que le impiden entrar en la plaza: "La Asamblea Nacional es la casa del pueblo, así que si quiero reivindicar mis derechos, vengo aquí. Queremos una pensión adecuada, queremos poder jubilarnos a una edad razonable y los diputados, que se supone que nos representan y trabajan para nosotros, deben oírlo. He venido a decírselo otra vez".

Paco advierte de que si el Gobierno opta por el 49.3, "paralizaremos todo". Y se refiere a los exámenes de bachillerato que están a la vuelta de la esquina y que bien podrían verse perturbados por un gran movimiento de huelga y bloqueo por parte del sistema educativo nacional.

Un jardinero afiliado a la CFDT dispuesto a "bloquearlo todo”

En la plaza, todo el mundo dice lo mismo. Incluidos los afiliados de la CFDT, un sindicato reformista cuyas prácticas han cambiado radicalmente desde el inicio del movimiento contra la reforma de las pensiones.

Lionel, jardinero del Ayuntamiento de París, con un chaleco naranja a la espalda, habla como su secretario general, Laurent Berger: "En caso de votación, respeto el proceso democrático. Pero si utilizan el 49.3, entonces ahí... Estaré dispuesto a todo, a la manifestación, a la huelga general, al bloqueo total, golpeando en todas partes donde tenga un impacto, donde les duela.”

Aunque signifique seguir perdiendo sueldo. Lionel cobra 1.500 euros netos al mes y, salvo la jornada del 15 de marzo, hizo huelga cada vez que la intersindical convocó una movilización. Es un coste económico enorme para este jardinero, que no piensa parar: "Es un sacrificio, para mí, para mi nieto, para los demás.”

A sus 53 años, Lionel dice estar ya cansado de las posturas difíciles, de trabajar a la intemperie con cualquier tiempo, y asegura que ya está "hecho polvo" y que no aguantará hasta los 64 años. Al fondo, ferroviarios, agentes de las oficinas de empleo y estudiantes de instituto gritando: "No nos rendimos, todo es nuestro".

Son exactamente las 14:00, la votación es dentro de una hora y, en los alrededores de la Asamblea, la gendarmería se pone un poco más tensa, controlando bolsos e identidades, y, aparte de los periodistas y los que trabajan en la zona, no pasa nadie. El Café Concorde, muy chic, está lleno de chalecos rojos de la CGT: "No es el público que solemos tener", dice el camarero sonriendo, que tampoco cree que pueda trabajar hasta los 64 años.

Al otro lado de la Asamblea Nacional, al final del puente de la Concordia, unas veinte personas toman el sol mientras esperan si habrá votación o no, el 49.3 y el comienzo del caos.  

Podemos bloquear la carretera de circunvalación y, si lo hacemos, asfixiamos París

Geneviève — Profesora jubilada

Entre ellas, Geneviève y su marido. "Queríamos ir al discurso de la intersindical, pero la policía no nos dejó pasar. Queríamos estar allí para decir que no queremos la reforma de las pensiones, ni la reforma del seguro de desempleo, ni este mundo que proponen".

Geneviève tiene 72 años, es profesora jubilada de historia y geografía, y se siente "continuamente despreciada por este gobierno". Esta noche, mañana y los días venideros estará en los bloqueos, las manifestaciones y las acciones más duras de París. "Además está la carretera de circunvalación que podemos bloquear, y si lo hacemos, asfixiamos París. Espero que esto reviente". Reconoce que le da un poco de miedo la violencia de la policía, pero que estará entre los que expresen su rabia hasta el final.

A pocos metros de ella hay tres jóvenes hablando. Todos esperan saber en media hora qué pasará con la reforma de pensiones. Uno de ellos es instalador de techos, que se ha convertido recientemente en comercial de su empresa, para beneficio de su espalda. Participó en todas las movilizaciones contra la reforma de las pensiones porque "no conozco a muchos techadores que vivan mucho tiempo después de jubilarse".

El segundo es un trabajador eventual y el otro cervecero, con mono de trabajo a la espalda, un libro revolucionario en el bolsillo y un auricular en la oreja derecha que le permite seguir en directo lo que ocurre dentro de la Asamblea Nacional, conectado al Canal Parlamentario.

Son las tres de la tarde y el Gobierno acaba de anunciar que seguirá adelante por la fuerza, desafiando las mayores movilizaciones sociales de los últimos treinta años, a pesar de los sondeos de opinión cada vez más duros y de una intersindical completa y unitaria. "49.3 o no, no queremos su reforma", gritaba la multitud a la salida de la Asamblea Nacional, en dirección a la plaza de la Concordia. El cervecero, con el pinganillo aún bien puesto, se encontró con electricistas, trabajadores de mantenimiento de la RATP y empleados de la cadena de supermercados Monoprix furiosos.

Como reacción a la decisión del Ejecutivo de recurrir a un decreto, se organizó una marcha para lo que esperaban fuera el comienzo de un relanzamiento del movimiento social contra la jubilación a los 64 años.

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Traducción de Miguel López

 

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