Directo
Ver
La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

Lo mejor de Mediapart

La población de África, ¿cobaya para los científicos del primer mundo?

Miembros de la policía y el ejército de Sudáfrica distribuyen folletos informando a los residentes de en el centro de Johannesburgo.

Rémi Carayol (Mediapart)

El pasado 2 de abril, Jean-Paul Mira, jefe del servicio de reanimación del hospital Cochin (París), al mencionar los beneficios de la vacuna BCG contra el covid-19 preguntó a Camille Locht, director de investigación del Instituto Nacional de la Salud e Investigación Médica (Inserm): "¿No deberíamos hacer las pruebas en África, donde no hay mascarillas, ni tratamientos ni reanimación?". La respuesta del profesor fue: "Tienes usted razón, también estamos pensando en un estudio en África (…) Lo que no impide que podamos pensar también en un estudio en Europa o en Australia".

El enfado no tardó en aparecer: "¡No, los africanos no son cobayas!", aseguraron indignados desde SOS Racismo. Por su parte, la asociación Espíritu de Ébano ha denunciado "unas palabras que son un insulto a África y a la humanidad" y más de 130.000 personas han firmado una petición para prohibir las pruebas de la vacuna contra el coronavirus en África. Ambos científicos pidieron inmediatamente excusas. Asegurando que se trató de un "vídeo recortado", el Inserm ha intentado apagar el incendio afirmando que los ensayos clínicos no se harán exclusivamente en África. Pero el mal ya estaba hecho.

En el África francófona, esta conversación ha herido muchas conciencias. El vídeo se hizo viral en redes sociales. Evidentemente, las webs complotistas han aprovechado la ocasión, pero también muchos detractores del neocolonialismo.

Kemi Seba, fundador de la Tribu Ka (disuelta por incitación al odio racial), convertida en heraldo del antiimperialismo desde que dejó Francia y que goza de cierta aura en el África francófona, se ha sumado a la polémica en una de sus intervenciones grabadas a primeros de abril. "Somos considerados carne de cañón (…). Han emprendido una guerra contra la población africana (…). No somos ingenuos, no queremos sus vacunas", espetó en un vídeo que ha recibido más de 820.000 visualizaciones en YouTube.

Otros youtubers menos conocidos han denunciado también un complot para "matar más africanos". Y muchos de estos comentaristas han tomado por blanco a uno de los hombres más ricos del planeta, Bill Gates, cabeza de turco habitual de los antivacuna. "Veréis a Bill Gates con sus donaciones a África para salvar, dice, a los pobres africanos, mientras que en el fondo lo que tiene es la maquiavélica idea de despoblar África para salvar a los europeos", afirma muy en serio Prao Séraphin, un economista marfileño.

Estas acusaciones contra el famoso filantro-capitalista se iniciaron a primeros de año, después de que la fundación Bill y Melinda Gates (BMGF), creada junto a su esposa, anunciara que asignaría decenas de miles de dólares a la lucha contra el virus, entre ellos 69 millones para la investigación de una vacuna. Muchas webs han sacado de contexto las palabras pronunciadas por Bill Gates hace diez años con el fin de apuntalar una idea tenaz según la cual el fundador de Microsoft se habría marcado la misión de reducir la población mundial entre un 10 y un 15% por medio de las vacunas, cuando en realidad lo que deseaba era limitar el crecimiento demográfico.

Estos rumores no son nuevos. Hace ya años que circulan en África. Militantes anti OGM (organismos genéticamente modificados), antivacunas o antiimperialistas las hacen circular cada poco. Por muy absurdos que sean, esos rumores han salido de algún sitio: Bill Gates, por mucho que se vanaglorie de haber salvado millones de vidas gracias a las vacunas que ha financiado, suscita muchos temores en el continente. Mucha gente piensa que las inversiones de la BMGF son una calamidad para África.

"Bill Gates es una amenaza peor que los terroristas, es terrorismo científico", dice Ali Tapsoba, un símbolo del combate contra los OGM en Burkina Faso. Para este militante bien conocido por los burkineses, defensor de la agricultura biológica y la utilización terapéutica de las plantas en materia de salud, el multimillonario americano representa todo lo que él combate: da prioridad a una tecnología globalizada en detrimento de soluciones naturales en materia de salud y de agricultura. "Bill Gates está convencido de que la tecnología y las grandes empresas son la solución para salvar el mundo", subrayaba el año pasado Lionel Astruc, autor de una investigación sobre su fundación (El arte de la falsa generosidad, la fundación Bill y Melinda Gates, edit. Actes Sud, 2019).

Esta visión del mundo entra en confrontación con numerosas creencias en el continente y también con una cierta idea de la vida, en la que la naturaleza ocupa un sitio preponderante. Se despiertan así viejas historias de científicos europeos que se sirven de los africanos como cobayas para probar vacunas. Ejemplos no faltan durante la colonización, pero también después de las independencias: ensayos clínicos ilegales de la firma farmacéutica Pfizer en Nigeria, escándalos del Tenofovir, también en Nigeria, muertes por lomidina en Camerún...

Porque la influencia de Gates en África es proporcional al peso de su cartera: de los 3.000 millones de dólares invertidos cada año por su fundación, casi la mitad "beneficia" al continente. Solo en Burkina, la fundación invirtió más de 100 millones de dólares estos últimos años en agricultura, nutrición y planificación familiar. La BMGF es además uno de los principales financiadores de la Organización Mundial de la Salud (OMS): en 2017 era el segundo mayor contribuyente, con un aporte de 324 millones de dólares, justo por detrás de EEUU, pero muy por delante del Reino Unido, Japón o Alemania.

Una de las grandes luchas de la fundación es los organismos genéticamente modificados. Gates, que apoya con mucho dinero la agricultura química y biotecnológica, en detrimento de las semillas libres, de la agricultura alimentaria y de los pequeños agricultores, es actualmente considerado como el principal promotor de los OGM en el continente.

La BMGF, que desde 2010 es accionista de Monsanto y que ha dedicado cientos de millones de dólares a la investigación sobre la biotecnología en África durante los últimos diez años, financia una galaxia de asociaciones, fundaciones y ONG a favor de la gran causa de las biotecnologías, cuyo objetivo es promover los OGM. Dos de ellas, financiadas en gran parte con su fundación, juegan un papel importante en este lobby: la AGRA (Alliance for a Green Revolution in Africa) y la AATF (African Agricultural Technological Foundation). Su objetivo es seducir a los científicos africanos con la financiación de sus investigaciones y convencer a los responsables políticos ensalzando los beneficios de los OGM para imponerlos acto seguido a los campesinos, que no tendrían nada que decir.

Maniobras para que se acepten los organismo genéticamente modificados

Por un lado, la AGRA "trabaja por todo el continente para ayudar a pequeños agricultores a aumentar su productividad y sus ingresos", según la presentación que aparece en la web de la fundación. Por otro, esta estructura concede subvenciones a programas de investigación en biotecnologías y ejerce una presión constante sobre los sistemas legislativos de los países africanos, interviniendo en la revisión de las políticas y normativa agrícolas en cuestiones como la propiedad y las semillas. Desde su creación, la AGRA ha recibido cerca de 630 millones de dólares de la BMGF.

Al mismo tiempo, la AATF, que ha recibido 169 millones de dólares de la BMGF en la última década, ejerce de grupo de presión ante los poderes públicos africanos con el objetivo de convencerles de que aprueben leyes sobre la bioseguridad, condición previa a la comercialización de productos transgénicos. También hace de intermediaria entre las grandes firmas y diversos programas presentados como humanitarios, como el caupí (fréjol de vaca) transgénico o el maíz Wema (maíz eficiente al estrés hídrico para África).

Estos programas son muy atractivos: las multinacionales se lo dan gratis a la AATF y a los países que participen en la experiencia y sus semillas transgénicas, supuestamente más resistentes, permitirán luchar contra el hambre y contra la pobreza. Pero, además de que ninguno de esos programas ha funcionado hasta ahora, mucha gente los percibe como maniobras para que se acepten los OGM.

"Eso les permite envolverse en cierta pureza y distorsionar nuestros argumentos, sobre todo en lo relativo al aspecto comercial de los OGM", despotrica Ali Tapsoba. Es verdad que en África las reticencias en cuanto a los OGM no lo tienen fácil. A pesar de los grandes medios financieros movilizados, muchos africanos, en especial los campesinos, desconfían de esas tecnologías de importación.

También se desconfía de las vacunas

Lo mismo pasa con las vacunas. La fundación financia numerosas investigaciones, sobre todo contra la malaria: con más de 3.000 millones de dólares donados en los últimos veinte años, es de lejos el mayor contribuyente privado del fondo mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria. Pero más que apoyar al conjunto de investigaciones, incluidas las de plantas, favorece la búsqueda de vacunas, lo que le ha costado muchas críticas por parte de militantes ecologistas y también de investigadores. La fundación ha financiado, a través de la ONG Path, el desarrollo de Mosquirix, una vacuna que creó muchas esperanzas con su lanzamiento, pero cuyos resultados son decepcionantes.

La fundación apoya también numerosos programas a favor de la planificación familiar, dicho de otra forma, para que los africanos limiten su número de hijos. La BMGF financia, entre otros, el Family Planning 2020, cuyo objetivo es garantizar a 120 millones de mujeres y adolescentes el acceso voluntario a medios contraceptivos modernos. Como ocurre a menudo, parten de una buena intención: "Hay que tener la posibilidad de elegir en qué momento se desea tener hijos", explicaba Melinda Gates hace dos años. "Si las mujeres pueden distanciar los nacimientos, idealmente en tres años, sabemos que los hijos que nazcan tendrán una salud mejor. Tendrán el doble de posibilidades de sobrevivir durante los primeros años de su vida. El planning familiar es la clave del desarrollo".

Pero ese discurso es percibido a menudo en África como una forma de perpetuación del colonialismo. Al promover el acceso a los anticonceptivos, al matrimonio Gates se le acusa de querer imponer la norma de familias poco numerosas, incluso de apoyar una especie de malthusianismo.

Mosquitos genéticamente modificados para luchar contra la malaria

Algunos programas financiados por su fundación suscitan además verdaderos temores en la comunidad científica. Para erradicar la malaria, los Gates apoyan un proyecto para diseminar mosquitos genéticamente modificados. Este proyecto, llevado a cabo por Target Malaria, un consorcio de más de 150 investigadores y 14 instituciones de diferentes países, tiene experiencia en cuatro estados africanos: Burkina Faso, Mali, Ghana y Uganda. En gran parte financiado por la BMGF, tiene como objetivo "modificar los mosquitos vector de la malaria para reducir la transmisión de la enfermedad". Se trata de crear in vitro mosquitos genéticamente manipulados y luego soltarles en la naturaleza con el fin de reducir la población de ciertas especies que transmiten la malaria, no matándolos directamente, sino alterando su proceso de reproducción. Para muchos militantes y científicos, se trata verdaderamente de un salto hacia lo desconocido que nadie domina. El forzamiento genético previsto por el proyecto Target Malaria efectivamente nunca ha sido experimentado, ni en Burkina ni en ningún lugar, y suscita muchos interrogantes entre la comunidad científica.

Para Ali Tapsoba, "soltar mosquitos genéticamente modificados comporta un riesgo de catástrofe sanitaria terrible. Se crean monstruos que no van a poder controlar". Según él, los habitantes de dos pueblos afectados por la suelta, situados en la región de Bobo-Dioulasso, en el sur de Burkina, y en general el conjunto de los burkineses, son utilizados como cobayas.

Italia asiste a una deriva autoritaria de sus gobernantes locales para imponer el confinamiento a sus ciudadanos

Italia asiste a una deriva autoritaria de sus gobernantes locales para imponer el confinamiento a sus ciudadanos

En el mismo sentido, la BMGF financia investigaciones llevadas a cabo por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) -uno de los grandes beneficiarios- que pretenden implantar un carnet de vacunas bajo la piel, en forma de nanopartículas que emiten una luz fluorescente visible en un smartphone. Este sistema solo ha sido probado hasta ahora en ratas, pero los investigadores esperan experimentarlo en humanos. Para ello, la fundación Gates ha pagado unas encuestas de opinión, no en EEUU ni en Europa, sino en tres países en vías de desarrollo, Kenia, Malawi y Bangladesh, para saber si la población aceptaría prestarse a esta experiencia.

Traducción: Miguel López.

Leer versión en francés:

Más sobre este tema
stats