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La receta danesa del mañana sin coronavirus: pasaporte covid, tests y confianza de la población

Un 'vacunódromo' en el barrio de Veserbro, en Copenhague.

Rozenn Le Saint (Mediapart)

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Viajar a Dinamarca en estos momentos es como dar un salto al mundo de mañana. En los restaurantes, en el cine, en los museos... Nada de ponerse y quitarse la mascarilla según entres o salgas. Sencillamente, las mascarillas prácticamente han desaparecido del paisaje danés. En cambio, desde abril, antes de entrar se exige un pasaporte sanitario.

Mientras Francia vive su cuarta ola de covid-19, el pequeño reino nórdico se ha librado hasta la fecha de la tercera. Desde el inicio de la pandemia, se han producido 2.500 fallecimientos por covid-19... frente a las 111.725 muertes de Francia, cuya población es sólo 12 veces mayor.

En la actualidad, 61 personas permanecen hospitalizadas a causa del covid-19 en Dinamarca, 10 de ellas en cuidados intensivos. En los últimos siete días, la sanidad pública francesa contabilizaba 2.718 nuevas hospitalizaciones; de ellas, 544 en cuidados intensivos.

Pasear por Copenhague no significa hacerlo por el mundo prepandemia: los códigos QR están omnipresentes en este país tan digitalizado. “Esto es un Gran Hermano, el pago se hace con el teléfono, los bancos, la seguridad social, los carnés de conducir y ahora el coronapas... Todo es digital y se ha aceptado bien”, explica Jan Pravsgaard Christensen, profesor de inmunología de enfermedades infecciosas en la Facultad de Salud de la Universidad de Copenhague.

De hecho, para acceder a la propia facultad, hay que enseñar la patita blanca; o una prueba de estar vacunado o un test negativo o un certificado de haber superado el coronavirus. Dinamarca fue el primer país de Europa en introducir el pasaporte sanitario el 6 de abril, para recuperar gradualmente las libertades perdidas durante un largo invierno, con el fin de limitar los daños de la segunda ola... y evitar la siguiente.

En el tren que une Suecia con Copenhague, Sara y Ulf, ambos en la cincuentena, tienen la sonrisa de quien recupera pequeños placeres y se nota: no llevan mascarillas.

El transporte es el único lugar público en el que sigue siendo obligatorio el uso de mascarillas, pero sólo cuando los pasajeros están de pie, no cuando permanecen sentados, a cierta distancia unos de otros. Esta norma parece inimaginable en el atestado metro de París, donde la distancia de seguridad es ilusoria. La densidad de población es tres veces menor en Copenhague... Y sobre todo, el virus está mucho menos presente.

Sin embargo, Jan Pravsgaard Christensen cree que “se debería seguir llevando mascarilla en el transporte público cuando hay gente. La decisión no se tomó por motivos de salud, sino por cómo queremos vivir mañana”.

Ese hygge [aquí una explicación de este concepto] de mañana, la atmósfera cálida propia de los daneses, es lo que Sara y Ulf han venido a buscar. Viven en una pequeña ciudad de Suecia y en tiempos de la prepandemia viajaban entre cinco y diez veces al año para disfrutar de los restaurantes y otras delicias de la capital danesa. Pero hace un año que no cruzaban la frontera.

El 'coronapas', desde abrilcoronapas

El levantamiento extremadamente gradual y escalonado de las restricciones del covid-19 comenzó en abril en Dinamarca, junto con el coronapas. Así que Sara esperó a recibir su segunda dosis de la vacuna el 7 de julio “para disfrutar de los buenos restaurantes de las calles comerciales de Copenhague sin necesidad de someterse a un test”.

Sólo un puñado de empresas, como Lego, el reino danés de los juguetes, recomiendan a sus empleados, que están en contacto con una horda de niños no vacunados durante todo el día, que lleven mascarillas. Son casi los únicos que no se libran de la máscara en la arteria comercial de la ciudad, aparte de algunos turistas recién llegados, todavía en fase de transición en esta ciudad que parece libre de covid-19. Los supermercados mantienen las mamparas de plexiglás como protección para el personal frente al desfile diario de clientes sin mascarillas.

Se oyen gritos procedentes del parque de atracciones Tivoli, delante de la estación central de Copenhague. En la zona de restauración, la mascarilla también ha desaparecido del rostro de los camareros.

El coronapas ya no es un requisito en las terrazas y se exige en pocos establecimientoscoronapas. El riesgo de contagio es mucho menor al aire libre y el principal objetivo del pasaporte sanitario danés es reducir la transmisión del virus controlando su propagación. Esto es lo que guió al Ejecutivo danés en primavera. Y no el fomento de la vacunación mediante la privación de libertad que pretende Emmanuel Macron en Francia este verano.

Viggo Andreasen, profesor de epidemiología matemática de la Universidad de Roskilde, al oeste de Copenhague, presentó un estudio de modelización al Gobierno danés antes de que éste se convirtiera en pionero del pasaporte sanitario. Mostraba que “la implantación del coronapas iba a reducir la transmisión del virus en un 30-50%coronapas. En realidad, no sabemos en qué medida influyó la llegada del buen tiempo, pero el objetivo principal se logró gracias a la capacidad de ensayo aplicada en 2020”, afirma el investigador.

Cuatro jóvenes veinteañeros se toman un descanso entre atracción y atracción. Tres de ellos han recibido la pauta vacunal completa. “Antes, me hacía dos o tres pruebas de antígenos a la semana para poder ir donde quisiera”, dice Charly. ¿Doloroso? ¿Roba demasiado tiempo? “Te acostumbras y puedes ir a todas partes”, responde con naturalidad. Al tener “la oportunidad de vacunarse hace dos meses, no me lo planteé, era sinónimo de vuelta a la libertad”.

Frente a él, Alexandra ha venido desde Estocolmo a pasar unos días para visitar a sus amigos daneses. Esta estudiante de marketing vive en uno de los pocos países que no ha optado por el confinamiento, incluso ante las graves oleadas de covid-19. Le habría resultado “difícil de soportar, tal y como se aplicó en dos ocasiones en Dinamarca”.

En junio de 2019, un Gobierno socialdemócrata llegó al poder en Dinamarca. Sigue siendo más rígido que su vecino sueco, especialmente en cuestiones de inmigración. En cambio, “en Suecia, salvo cuando has tenido contacto con un positivo, las pruebas de PCR no son gratuitas, cuestan entre 120 y 140 euros”, lamenta Alexandra.

Emmanuel Macron ha advertido de que, a partir de otoño, las llamadas pruebas “de tranquilidad” no las subvencionará la Seguridad Social. “No es buena idea. La gente se hará menos pruebas o va a intentar hacer trampas mostrando el resultado de un test que no es suyo y no sabremos exactamente por dónde circula el virus en Francia”, afirma Jan Pravsgaard Christensen, que enseña el teléfono con la aplicación coronapas que indica claramente su nombre, así como la hora del día.

Una política de test masivos

¿El objetivo? Evitar que algunos aprovechados sin pasaporte sanitario enseñen un código QR que no es el suyo en el momento en que se lo requieran. Sin embargo, más que el pasaporte sanitario en sí, detectar el aumento de los contactos con positivos, gracias a una política de tests masivos –PCR y antígenos, menos fiables pero más rápidos– es lo que parece haber salvado a los daneses de una tercera oleada.

Nada más llegar al aeropuerto, hay carteles que ofrecen a los viajeros recién aterrizados la posibilidad de someterse a la prueba de forma gratuita, justo enfrente. “En otoño de 2020, probamos un sistema de pruebas masivas. Alrededor del 10% de los daneses se sometieron a pruebas cada semana y el mismo número en primavera, cuando la circulación del virus disminuyó. La implantación del coronapas ha permitido controlar la propagación del Sars-CoV-2 coronapas”, afirma Jan Pravsgaard Christensen frente al stand que ofrece autoanálisis gratuitos a los estudiantes de la Universidad de Copenhague.

En pleno verano, está desierta... como casi todo el año. Pero a partir del 1 de septiembre, los estudiantes deberían empezar su verdadero curso escolar, después de un año y medio de asignaturas principalmente a distancia.

Mientras tanto, disfrutan de las vacaciones, pero no de las discotecas, “los primeros lugares en cerrar y los últimos en reabrir porque los estudios demuestran que son los espacios donde el riesgo de transmisión del virus es mayor”, comenta el profesor de inmunología.

El 1 de septiembre, estos clubes podrán reabrir sus puertas, siempre que dispongan de un pasaporte sanitario. “No es una prioridad y ya no sabríamos cómo comportarnos en las discotecas”, bromea Charly antes volver al parque Tivoli.

En Francia, las discotecas fueron los primeros lugares para los que se extendió el pasaporte sanitario cuando reabrieron el 9 de julio. Dicho pasaporte no ha impedido que se produzcan brotes.

“Los tests no son perfectos y algunas personas vacunadas pueden seguir contrayendo el virus. También hemos tenido algunos focos después de fiestas en bares o grandes reuniones”, explica Jan Pravsgaard Christensen, señalando el sitio web de la cadena TV2, que los recoge en un mapa. Lo importante es contenerlos.

“Cuando el 3% de los habitantes de un barrio o de una ciudad dan positivo, cerramos todo hasta que el virus deje de circular: escuelas, restaurantes, etc. Es mejor que paralizar todo en todo el país después”, dice.

Con los desplazamientos estivales de la población, ¿es factible? “Tuvimos un foco en el norte del país en un restaurante cuyos clientes vivían mayoritariamente en Copenhague. Se les localizó rápidamente, se les contactó, se les hicieron pruebas y los positivos fueron aislados mientras duró la infección, eso es todo”, expone Jan Pravsgaard Christensen.

La responsabilidad individual

El debate sobre las medidas coercitivas previstas en caso de incumplimiento de la cuarentena de las personas que den positivo, que ha agitado el Parlamento francés, sorprende en Dinamarca. “Cuando se da positivo, se confía en la responsabilidad individual para aislarse durante el tiempo que dure la infección, es una cuestión de confianza”, afirma Ole Olesen, profesor asociado de Salud Mundial en la Universidad de Copenhague.

Dinamarca es uno de los países del mundo donde el covid-19 ha causado menos estragos. Además, su población es especialmente resiliente frente a las limitaciones aplicadas durante la pandemia. ¿La receta danesa? En primer lugar, se introdujeron muy pronto medidas estrictas para restringir las libertades y luego se levantaron muy gradualmente y se extendieron en el tiempo, con niveles y franjas horarias a medida que disminuía la circulación del virus y llegaban las dosis de vacunas. En segundo lugar, su política eficaz de rastreo de quienes habían tenido contacto con un positivo.

Sólo unos pocos centenares de “Men in black” ultraminoritarios protestaron en Dinamarca contra las restricciones de las libertades relacionadas con la crisis sanitaria y el coronapas, pero no fueron escuchados. Incluso en el barrio autónomo de Christiana, donde se vive bien al aire libre en torno a unas cuantas casas individuales y tenderetes de madera, el pasaporte sanitario no les preocupa.

A la entrada de este antiguo barrio militar okupado y autogestionado, se alinean los puestos de venta de marihuana. Unos cientos de metros más allá, Anne, de 51 años, su hijo Tobias, de 18 años, y su sobrina Caroline, de 17 años, están sentados en la terraza de un restaurante vegetariano autogestionado: se puede pagar en efectivo o con el teléfono móvil. La familia Mette Ehlers vive a dos kilómetros y le encanta “el ambiente del barrio”, afirma Anne con entusiasmo.

Todos están vacunados. Antes los adolescentes solían hacerse tres autotests a la semana en la escuela, por lo que estaban ansiosos por que les vacunaran para “que fuese más fácil y librarse del covid-19”. A nadie le molesta el coronapas casi cuatro meses después de su entrada en vigor.

Las autoridades públicas han sido muy transparentes desde el comienzo de esta pandemia, lo que ha contribuido a la confianza de los ciudadanos en ellos y a la tasa de apoyo a la vacunación, aunque en Dinamarca siempre ha sido alta, a diferencia de Francia”, compara Ole Olesen, director ejecutivo danés de la ONG European Vaccine Initiative. Incluso antes de esta crisis sanitaria, Francia era uno de los países más escépticos con respecto a las vacunas.

“Los científicos que asesoran al Gobierno hacen su trabajo de pedagogía y el Ejecutivo les escucha, a pesar de las presiones de la oposición de derechas, que reclama constantemente que se reabra todo cada vez más rápido por razones económicas y no sanitarias”, añade el profesor Pravsgaard Christensen.

“Tenemos los mejores servicios sociales del mundo”, opina Lotti, de 86 años, residente en los preciosos barrios que rodean el Palacio Real. Mientras se produce el cambio de guardia, pelea con dos grandes paquetes de pasteles que intenta encajar en su andador, decidida a recibir pronto a su familia.

“Nunca dejé de ver a las personas de mi entorno, aunque no lo celebramos hasta que la mayoría de ellos se vacunaron”, dice Lotti. Como ella, todos sus amigos están vacunados. El 100% de los mayores de 80 años se ha vacunado, frente al 82% en Francia, que es la población con mayor riesgo de contraer una forma grave de covid-19 y, por tanto, de acabar en el hospital.

En Francia, 5 millones de personas vulnerables aún no están vacunadas, según cifras del seguro sanitario. Las personas mayores que no pueden acudir a un centro de vacunación cercano a su domicilio, como Lotti, reciben la inyección en casa.

Le pusieron las dos dosis de AstraZeneca este invierno, antes de que Dinamarca decidiera suspender permanentemente el uso del impopular suero británico-sueco debido a sus raros efectos secundarios. Las autoridades francesas lo llevaron hasta el final... Sin éxito. Se llegaron a desechar 50.000 dosis, al haber llegado a su fecha de caducidad antes de encontrar quien las aceptara.

Los daneses confían en su Gobierno, que se ha preocupado de que los riesgos de las vacunas anti-covid-19 utilizadas en Dinamarca sean muy bajos y los beneficios muy altos, algo que no ocurre con la vacuna de AstraZeneca”, coincide Lone Simonsen, profesora de salud pública de la Universidad de Roskilde.

El avance de la vacunación

La mayoría de los daneses se vacunan en un vacunódromo. Detrás de la estación central, el antiguo barrio del matadero de Vesterbro, reconvertido en bares de copas y restaurantes de moda, es ahora una guarida de hipsters, felices en sus mesas, disfrutando del verano.

En el callejón de al lado, un enorme edificio de ladrillo se ha convertido en un megacentro de vacunación. Los daneses llegan hasta las 10 de la noche, la mayoría para recibir su segunda dosis. En total, el 80% de los daneses ha recibido al menos una inyección, frente al 62% en Francia, y casi el 59% está totalmente vacunado, frente al 52% en Francia.

Con estos avances en la vacunación y el control de la circulación del virus, Dinamarca entra en una nueva fase a partir del 1 de agosto: la del levantamiento progresivo de la obligación de presentar el pasaporte sanitario en cines, teatros y museos.

En el CinemaxX de Copenhague, el olor a palomitas no atrae a las multitudes. “No es tanto por el coronapas, como por el tiempo”, explica una acomodadora que escanea códigos QR. En el exterior, los habitantes de Copenhague se lanzan desde el pontón bajo un sol abrasador.

La acomodadora aún no sabe que dentro de unos días ya no tendrá que comprobar el estado de salud de los clientes. Esto se debe a que la lista de lugares sujetos al pasaporte sanitario ha cambiado considerablemente en función de la incidencia del virus y del aumento de la vacunación.

Inicialmente, todos los negocios, excepto los que vendían alimentos, estaban sujetos al pasaporte, incluso los pequeños. Esto ya no es así. En el centro comercial adyacente no se requiere ningún pase para acceder.

Lykke, de 30 años, acaba de recibir su primera dosis. En previsión del levantamiento del coronapas en el museo el 1 de agosto, se hizo una prueba para visitar el Statens Museum for Kunst. Una rutina para esta maestra que acostumbra a ir cada tres días.

Su amiga, Trine, le teme un poco más al fin gradual del pasaporte sanitario. “Me siento más segura cuando voy a lugares en los que se exige enseñar el coronapas”coronapas, justifica, presentando su código QR a la entrada del museo. Las personas mayores acostumbran a enseñar un papel.

“Poco a poco, los daneses más vulnerables al covid-19 han sido vacunados, lo que ha permitido que se levanten gradualmente las restricciones. Sin embargo, la lucha no ha terminado. El virus encontrará a los no vacunados, e incluso los más jóvenes tienen algo que perder. Corren el riesgo de sufrir un covid largo. Cuantas más personas se vacunen, más se podrá entender el covid-19 como una gripe estacional”, predice Lone Simonsen, investigadora de la Universidad de Roskilde.

“Alcanzar la inmunidad de rebaño estimada en torno al 85% será difícil, a menos que se vacune también a los niños. Pero el mero hecho de acercarse a esa cifra reduce considerablemente la circulación del virus”, afirma su colega Viggo Andreasen. En esa línea, el Gobierno ha previsto acabar con el coronapas el 1 de octubre, con la esperanza de abrir otro capítulo, el del mundo de pasado mañanacoronapas.

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Traducción: Mariola Moreno

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