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Sajonia, el laboratorio alemán de la ideología nazi

Viñeta de Piet.

Prune Antoine

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A Alemania se le pueden perdonar muchas cosas: la disciplina, el término despectivo Rabbenmutter (madre cuervo), los böller (petardos) de Nochevieja. ¿Pero la negligencia en la lucha contra la violencia de la extrema derecha? Un país que, llevado por la ideología nacionalsocialista, incendió medio mundo y exterminó a seis millones de judíos debería garantizar al menos una cosa, que el pensamiento racista no pueda volver a florecer en su suelo. Y que no cause más víctimas en él.

¿Debemos entonces escandalizarnos por un cartel en el que puede leerse “sólo para alemanes”, colocado en la vía pública en una ciudad alemana en 2020? ¿Es el nuevo movimiento político La Tercera Vía especialmente bueno para sortear los entresijos jurídicos de una legislación que parece anteponer la libertad de expresión a la xenofobia rampante?

El Tribunal Constitucional alemán se ha negado en dos ocasiones a prohibir el partido neonazi NPD; en 2017, los jueces de Karlsruhe declararon que “aunque es inconstitucional, no constituye un peligro para el Estado”. Parece que, debido a su experiencia con el totalitarismo (dos veces en un siglo), Alemania está comprometida con la democracia. En nombre del derecho a la libertad de expresión, apenas se prohíben las manifestaciones o los partidos. Las instituciones creen que una democracia sana debe ser capaz de defenderse de todos los extremismos y regenerarse.

Sin embargo, la lista de delitos cometidos por la extrema derecha, con el antisemitismo y la islamofobia a la cabeza, ha ido creciendo desde 2015. Los anales del odio ordinario, como tantas marcas que se desvanecen en la imagen sonriente de una Alemania de los años de Merkel, sinónimo de tolerancia y apertura al mundo.

Intento de asesinato de la alcaldesa de Colonia Henriette Reker; asesinato del político del land de Hesse, Walter Lübcke; atentado de Hanau o de Halle: “No hay sorpresas en la cronología del terror en Alemania”, afirma el investigador y sociólogo Michael Nattke.

Nattke trabaja para el Kulturbüro Sachsen, una ONG comprometida con la democracia y la sociedad civil en Sajonia. “En Alemania, asistimos a la propagación de una ideología de extrema derecha que impregna todos los sectores de la sociedad. Medios de comunicación específicos o canales de noticias dedicados, figuras políticas, se desarrolla toda una sociedad paralela, contribuyendo a la radicalización del discurso imperante”.

En 2020, según las autoridades alemanas, los crímenes y delitos vinculados a la extrema derecha, que abarcan un amplio abanico de actos, desde el saludo hitleriano hasta las agresiones, el vandalismo y el asesinato, alcanzaron su nivel más alto desde 2001.

En Alemania, los crímenes y delitos de la extrema derecha alcanzan sus niveles más altos.

Sajonia, cuna del movimiento antiislam Pegida, bastión electoral del Partido Alternativa por Alemania (AfD), escenario de incidentes violentos, de disturbios racistas y de quema de casas de refugiados, es, según Nattke, un “laboratorio de movimientos radicales de extrema derecha”.

El informe “Sachsen, Rechts Unten” (“Sajonia, abajo a la derecha”), publicado por la ONG hace seis años, destaca una nueva estrategia de los extremistas: formar asociaciones o clubes con un objetivo social o cultural para difundir su ideología y reclutar nuevos miembros. ¿El objetivo principal? Los habitantes de las zonas rurales y los que no están politizados.

No hay conciertos de metal, sino veladas de canciones de folclore regional. No hay saludo hitleriano, sino apoyo escolar para niños. Incluso el movimiento Pegida, que desde 2014 está detrás de las marchas silenciosas antiislámicas, ha creado una filial “Dresde enseña cómo funciona” para ayudar a los sin techo. Exclusivamente alemanes.

“Las actividades que se ofrecen crean la ilusión de un verdadero vínculo social. La propaganda se pone en marcha sin que nadie se dé cuenta”, explica Nattke. “La ideología racial se inculca durante las caminatas por los bosques, aparentemente inofensivas, las Stammtisch (tertulias) o las competiciones deportivas. Es aún más difícil ver que detrás de esta ayuda a los más desfavorecidos se esconde un discurso de odio”.

La aparición de un partido como La Tercera Vía, que además cultiva abiertamente su proximidad al nacionalsocialismo, es, en su opinión, un “fenómeno preocupante. Porque aunque el partido no tiene todavía influencia federal, está en auge en una región sin salida al mar, lejos de los medios de comunicación, de la presión pública o judicial”.

“La extrema derecha se ha radicalizado y aburguesado a la vez”

¿En qué momento el odio se convierte en derramamiento de sangre? ¿Cuándo se pasa de la convicción a la acción? ¿De la militancia al terrorismo? Nele Wissmann es investigadora asociada del Comité de Estudios Franco-Alemanes del Instituto Francés de Relaciones Internacionales y autora de un informe, publicado en 2019, titulado “El terrorismo de extrema derecha, una amenaza subestimada”.

En 2019, la Oficina Federal de Protección de la Constitución censó a 32.080 personas como pertenecientes al movimiento de extrema derecha (24.100, en 2018), incluyendo 13.000 (12.700, en 2018) consideradas potencialmente violentas. Estas cifras no han dejado de aumentar desde la década de 2000.

“Aunque el fenómeno neonazi no es nuevo en Alemania, ha cambiado profundamente desde la década de 1990. Ha surgido una red compleja y volátil que difumina los límites entre el populismo de derechas, el extremismo de derechas y el terrorismo de derechas”, explica Wissmann.

Al otro lado del Rin, la extrema derecha se ha radicalizado y aburguesado. Hay pequeños grupos que probablemente se vuelvan violentos y clandestinos, y partidos populistas como la AfD, que son moderados o conservadores y cada vez son más populares”.

Durante demasiado tiempo, según la investigadora, los servicios de inteligencia alemanes “se han concentrado en el terrorismo de extrema izquierda, luego en el yihadismo, descuidando la radicalización de la extrema derecha”. Las estadísticas sobre la violencia de la extrema derecha no empezaron a registrarse hasta 2001. Se calcula que la violencia de la extrema derecha ha costado la vida a casi 100 personas desde 1990.

Según Wissmann, “los actos terroristas cometidos por la extrema derecha acompañan los cambios de época. Cada vez que se cuestiona la identidad del país, tras la reunificación, con los ataques a las casas de los solicitantes de asilo en Rostock en 1992, y desde el debate sobre los refugiados en 2015. El terrorismo va de la mano de periodos de gran inseguridad social. Actuar se considera el último medio para proteger la sociedad alemana o sus valores”.

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Traducción: Mariola Moreno

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