Desde que Israel bombardea Irán con el pretexto de impedir que tenga la bomba atómica, Alí* no duerme. Se pasa el tiempo viendo las últimas noticias en la televisión, en las redes sociales y en el teléfono, con su familia, sus amigos, sus padres y, sobre todo, con su hermana. Han conseguido, para su gran alivio, huir de Teherán y esperan cruzar la frontera en las próximas horas para ponerse a salvo en Turquía. En Teherán, los habitantes están sumidos en el miedo y el pánico.
“Estamos viviendo una pesadilla para la que nadie estaba preparado. Mi padre tiene 90 años. Vivió la Segunda Guerra Mundial, la guerra entre Irán e Irak y ahora la que nos impone Netanyahu”, cuenta a Mediapart este joven, que vive entre Teherán y París. Utiliza un nombre falso porque “el régimen iraní está persiguiendo a los espías”. A quien se le ocurra hacer una crítica puede ser acusado de actuar a sueldo de Israel y acabar en las cárceles de la dictadura islámica.
“Como no son capaces de atrapar a los agentes del Mossad que se han infiltrado en las altas esferas del régimen, podemos convertirnos en chivos expiatorios en cualquier momento”, alerta Ali, que intenta no entrar en pánico cuando no consigue contactar con sus familiares. “Las autoridades iraníes están desesperadas. Han ralentizado la velocidad de Internet para que no podamos contar lo que ocurre”.
Los basij, milicianos que siembran el terror en nombre de los mulás y se encargan de controlar violentamente a la población, redoblan la represión, según documenta la web independiente Iran Wire, que habla de “decenas de personas detenidas y acusadas de vínculos con Israel” desde los primeros bombardeos del 13 de junio. Una práctica habitual, que se extendió durante el levantamiento “Mujer, vida, libertad” en otoño de 2022, cuando numerosos manifestantes fueron detenidos y acusados de espionaje para Israel, sin que se aportara prueba alguna.
Carreteras abarrotadas
Alí se siente “impotente y atrapado entre dos regímenes enfermos, Irán e Israel”. También está “asustado”. Algunos amigos le envían chistes o fotos de fiestas con alcohol que dicen: “No nos dejemos vencer, estamos acostumbrados”, pero “la mayoría de la población está paralizada, nadie se siente seguro en su casa”.
Su prima se niega a abandonar Teherán porque su madre está enferma. Sería un riesgo estar lejos de los hospitales, aunque puedan ser blanco del ejército israelí. El lunes 16 de junio, Irán acusó a Israel de atacar un hospital en el oeste del país, en la ciudad de Kermanshah, y denunció “un crimen de guerra”.
Israel está aplicando exactamente el mismo método que en Gaza, como cuando bombardea una escuela que sirve de refugio. No le importan las víctimas civiles
En las calles de Teherán, que Israel amenaza con “quemar”, cunde el pánico. La capital está sumida en monstruosos atascos y se enfrenta a la escasez de combustible. Entre las carreteras abarrotadas se encuentran las que conducen al norte de Teherán, hacia el mar Caspio.
“Es un lugar al que se va de vacaciones, no hay infraestructuras que puedan ser objetivo de Israel... que nosotros sepamos, porque ese es el problema”, dice Alí. “Israel nos pide que nos vayamos si vivimos cerca de zonas sensibles y militares, pero no sabemos dónde están. Cerca de mi casa, en una plaza comercial llena de gente y taxis, han bombardeado un edificio que supuestamente albergaba a altos cargos del Gobierno. Israel aplica exactamente el mismo método que en Gaza, atacando zonas residenciales, como cuando bombardea una escuela que sirve de refugio. No les importan las víctimas civiles.”
Cuando los habitantes encuentran gasolina, se la racionan. Máximo veinte litros, insuficiente para salir de la ciudad. Los que tienen y logran salir de Teherán conducen con mucho estrés. “Durante la guerra contra Irak, muchas personas murieron en accidentes de tráfico cuando huían, lo tenemos muy presente”, confiesa Alí.
En cuatro días, la gasolina se ha vuelto escasa, pero también el agua en algunos barrios donde las infraestructuras han sido destruidas por los misiles israelíes.
Aída Tavakoli, fundadora de la asociación We are Iranian Students, pasó la dos noches anteriores al teléfono desde París con su prima, bajo las bombas en Teherán. “Lo oí todo, el ruido de los drones, de los misiles. Mi prima dejó las ventanas abiertas por si explotaban. Vive con miedo. A diferencia de Israel, no tenemos refugios donde meternos en nuestras casas, no tenemos sistemas de alarma que nos avisen de la inminencia de un bombardeo”, dice la joven.
Denuncia la represión de las autoridades iraníes, aún más feroz, en nombre de la guerra y la seguridad nacional. “Detienen a quienes se oponen en redes sociales al proyecto del régimen de entrar en la espiral mortal de Netanyahu, en lugar de garantizar la protección de la población”, dice indignada Aída. “El Gobierno envía mensajes de texto prometiendo una venganza implacable, pero es incapaz de decir una palabra sobre la sociedad civil y su seguridad. Ni siquiera se han cerrado las empresas. ¿Cómo se puede ir a trabajar en un clima así?”.
Teme que haya cientos de muertos, un balance mucho más grave que el anunciado en los medios de comunicación, y condena el uso de la expresión “ataques quirúrgicos” para referirse a disparos que causan decenas de víctimas civiles, así como los bombardeos indiscriminados.
No construiremos una democracia sobre las ruinas con la ley del más fuerte
El lunes 16 de junio fueron atacadas en directo la radio y la televisión estatales en el noreste de Teherán. Por la tarde, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, había afirmado que ese “altavoz de la propaganda y la incitación iraní” estaba “a punto de desaparecer”.
Aída está “en estado de shock”. No entiende que algunos puedan alegrarse de las bombas que caen sobre el país mientras temen por sus propias vidas y critica “la obscena narrativa de Netanyahu, bajo orden de detención internacional, y su banda de fanáticos”, que quieren hacer creer al pueblo iraní que lo liberarán de la dictadura de los mulás. “Eso me desespera”, suspira la estudiante. “¿Cómo se ha podido llegar a hacer creer que se libera a un pueblo bombardeándolo?”.
“No es Netanyahu quien ha debilitado el régimen, sino las sanciones, el movimiento “Mujer, Vida, Libertad” y el coraje sin precedentes de la sociedad civil”, prosigue. “Hemos elegido armas pacíficas, nos hemos manifestado arriesgando nuestras vidas. Y no construiremos una democracia sobre las ruinas con la ley del más fuerte”.
Jafar, que también testifica con un nombre ficticio, en primera línea de las manifestaciones “Mujer, Vida, Libertad”, en las que muchos de sus amigos acabaron en prisión, torturados o asesinados por el régimen, comparte la misma ira que Aída. “Netanyahu no tiene nada que ver con la lucha del pueblo iraní por la libertad”, afirma con vehemencia. “Intenta manipular la opinión pública para servir a sus intereses, pero lo que pretende es la destrucción de nuestro país. Como hizo en Gaza, con el pretexto de erradicar a Hamás, que sigue vivo. Los iraníes no se dejan engañar.”
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Jafar culpa de todo a “esta guerra, que no es la suya, bajo un régimen dictatorial”. El 13 de junio, su hermano debía volar a Canadá para someterse a una operación quirúrgica de urgencia tras pasar un calvario, pero tres horas antes su vuelo fue cancelado debido a los ataques israelíes. Ahora hay que arreglárselas en una ciudad bajo las bombas para encontrar medicamentos y no interrumpir su tratamiento, mientras los hospitales están desbordados de heridos. Jafar se pregunta: “¿Quién va a detener a Netanyahu? ¿Cuánto tiempo más va a permitir el mundo que nos lleve al abismo?”.
Traducción de Miguel López
Desde que Israel bombardea Irán con el pretexto de impedir que tenga la bomba atómica, Alí* no duerme. Se pasa el tiempo viendo las últimas noticias en la televisión, en las redes sociales y en el teléfono, con su familia, sus amigos, sus padres y, sobre todo, con su hermana. Han conseguido, para su gran alivio, huir de Teherán y esperan cruzar la frontera en las próximas horas para ponerse a salvo en Turquía. En Teherán, los habitantes están sumidos en el miedo y el pánico.