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Los líderes europeos combaten divididos en la guerra energética de Putin

Pedro Sánchez, Emmanuel Macron y Antonio Costa, durante su reunión de este jueves en Bruselas.

Cédric Vallet (Mediapart)

Bruselas —

¿Superarán los líderes de los 27 Estados miembros de la Unión Europea sus diferencias y limitarán el precio del gas? Esta es la cuestión que va a acaparar el Consejo Europeo de Bruselas de los días 20 y 21 de octubre.

Tras decidir gravar de forma moderada los superbeneficios de las compañías eléctricas y petroleras y reducir de forma voluntaria el consumo de gas, los jefes de Estado y de Gobierno tendrán que decidir sobre la cuestión más enojosa de todas: ¿Debe imponerse un techo de precios en los mercados del gas? Los efectos de esta subida de precios se dejan sentir en toda Europa. El aumento de los precios erosiona cada vez más el valor de los salarios de los europeos. El fantasma de las quiebras y las deslocalizaciones es cada vez más acuciante. "Tenemos que actuar y actuar rápido", reconoce un diplomático europeo.

El tema ha estado en primera línea de los debates europeos durante meses y ha revelado importantes diferencias de opinión entre los Estados miembros desde el estallido de la guerra en Ucrania. Los Países Bajos y algunos países nórdicos, como Dinamarca y Alemania, se oponen desde hace tiempo a una posible intervención en el mercado.

Los mercados de la energía han sido ultrasensibles y volátiles desde la invasión rusa y el cierre gradual del grifo de Gazprom. Los precios del gas alcanzaron máximos históricos en los mercados mayoristas el 26 de agosto, cuando el megavatio-hora se vendía a 350 euros. Aunque la tendencia ha sido a la baja en las últimas semanas –el precio del gas estaba en 113 euros por megavatio hora el 18 de octubre–, los precios siguen siendo muy elevados en comparación con los 20 euros por megavatio hora que había antes de 2021.

En pocos meses, la UE ha tenido que acabar con su dependencia del gas ruso, pasando del 45% de las importaciones en 2021 al 7,5% este mes. Una gran transformación a toda velocidad. "En este contexto, la mayoría de las soluciones de emergencia son sólo paliativos. Las respuestas de algunos Estados miembros han estado más marcadas por el interés nacional que por la solidaridad", afirma Phuc-Vinh Nguyen, del Instituto Jacques-Delors.

El fin de una incómoda dependencia

El cierre del grifo de Gazprom sembró el pánico y los Estados europeos compitieron por estos recursos alternativos, empezando por el gas natural licuado (GNL), contribuyendo un poco más a la tendencia al alza de los precios del gas. Entre los estados más exigentes, Alemania ha entrado en los mercados de GNL con su gruesa cartera para llenar sus reservas.

Berlín se ha mostrado reticente a limitar el precio del gas en los mercados mayoristas "por temor a que dicho límite amenace la seguridad del suministro", afirma un diplomático. Los cargueros de GNL, que navegan por los océanos en busca del mejor postor, podrían preferir los mercados asiáticos si su oferta supera los topes europeos. "Un grupo de Estados tiene problemas para reconocer que las reglas del mercado no se aplican unilateralmente. Estamos en una economía de guerra, muy perturbada, que requiere la aplicación de otras reglas", añade el diplomático.

Hoy, el contexto ha cambiado un poco. En el frente del gas, hay una relativa calma. Las reservas europeas de gas están llenas en un 92% y, según la Comisión Europea, la demanda de gas ha disminuido un 11%. El sobrecalentamiento de los precios ha disminuido ligeramente. "Ahora podemos luchar con más firmeza contra los precios excesivos y volátiles", dijo la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el martes 18 de octubre.

Los Estados miembros llevan pidiendo a la Comisión desde marzo que examine las posibles opciones de limitación de precios. Pero la Comisión está dando largas. Incluso Charles Michel, Presidente del Consejo Europeo, se implicó a principios de septiembre, pidiendo al ejecutivo europeo que actuara "sin más demora".

La Comisión ha hecho una propuesta tras otra en diversos ámbitos relacionados con la energía –sobre todo en el desarrollo de las renovables y la reducción de la demanda de gas y electricidad–, pero ha permanecido impasible en esta cuestión concreta de los precios.

Para Marco Giuli, profesor de la Universidad Neerlandesa Libre de Bruselas, las reticencias de la Comisión se explican también por razones ideológicas: "Durante mucho tiempo, la Comisión sostuvo la opinión de que la liberalización del mercado sería suficiente para garantizar la seguridad del suministro. La Comisión Europea se resiste a abandonar esta idea sin saber realmente qué hacer en su lugar y sin comprender plenamente las consecuencias de la intervención en el mercado.

Una tapa, múltiples posibilidades

Después de titubear y consultar a las capitales en todo momento, la Comisión presentó finalmente el martes 18 de octubre una nueva serie de medidas para hacer frente a la crisis energética, incluida una propuesta, aún no detallada, de "mecanismo de corrección de precios".

La idea sería imponer un tope "dinámico" al índice de precios de referencia de los mercados del gas, el TTF holandés, que se diseñó originalmente para reflejar la correspondencia entre la oferta y la demanda de gas que llega por gasoducto a los Países Bajos, pero que se ha convertido en la referencia indiscutible para la mayor parte de las transacciones de gas en Europa, a la que se han añadido también los precios del gas natural licuado.

En situaciones de "extrema volatilidad del mercado" –que aún están por definir– se impondría un tope de precios a este índice durante un máximo de tres meses. Por el momento quedan abiertas muchas cuestiones técnicas sobre el impacto real de esta medida, que no impediría que las transacciones over the counter, es decir, fuera de la bolsa, superaran el límite de precios.

Todavía no se han disipado las reticencias de varios Estados miembros, por ejemplo en lo que respecta a la posible reorientación de los cargamentos de GNL hacia mercados más atractivos. Alemania, los Países Bajos, Dinamarca y Hungría no están contentos. ¿A qué nivel de precios considerará la Comisión Europea que la volatilidad es extrema? La cuestión sigue abierta. Un diplomático comentó: "Esta propuesta es un paso en la dirección correcta, pero es demasiado estrecha y demasiado condicional.

Para el ejecutivo, que espera luz verde de los dirigentes para desarrollar su propuesta, un mecanismo de este tipo sólo tendría una existencia muy efímera. Nace mientras la Agencia de Cooperación de los Reguladores de la Energía trabaja en la creación de un nuevo índice de referencia, especialmente diseñado para el gas natural licuado, con la esperanza de que quede protegido de la montaña rusa observada en el ITF.

La solución "ibérica"

Varios Estados, entre ellos Francia, piden que la Unión Europea vaya más allá y generalice la famosa "solución ibérica", practicada en España y Portugal, que consiste en limitar el precio del gas utilizado para la producción de electricidad. Suele ser el precio del último kilovatio-hora producido, generalmente por una central de gas, el que determina el precio de la electricidad.

También en este caso, algunos Estados se muestran recelosos: Alemania tiene reservas. Algunos temen que esta solución provoque un aumento del consumo de gas, cuando el objetivo declarado es reducir la demanda. La Comisión Europea, presionada, ya no descarta la idea, pero sigue pidiendo tiempo para evaluar los efectos de esa medida, sobre todo en la demanda de gas. En cualquier caso, la cuestión estará en el centro de los debates entre los líderes europeos.

Hoy en día, hay que poner en marcha un plan de inversión masiva para la renovación de edificios o el desarrollo de energías renovables

Phuc-Vinh Nguyen — Instituto Jacques-Delors

Aunque el eco sea más lejano, algunas voces temen que una reducción excesiva del precio del gas pueda desviar las finanzas públicas de los objetivos de descarbonización de la economía. Sobre todo porque esa intervención se sumaría a los numerosos planes nacionales que apoyan el consumo de combustibles fósiles, como la rebaja en el surtidor o la construcción de terminales de GNL. El temor es que se rompa la "señal de precios", que se supone que acelera el fin del gas fósil.

Se proponen muchas soluciones a corto plazo", lamenta Phuc-Vinh Nguyen. Suelen ser lo contrario de lo que debería hacerse porque los combustibles fósiles están masivamente subvencionados. Con la excusa de la urgencia, no se toman decisiones fundamentales. Hoy en día hay que poner en marcha un plan de inversión masiva para la renovación de edificios o el desarrollo de energías renovables, que podría apoyarse en la deuda común.

Pero para Ludovic Voet, de la Confederación Europea de Sindicatos, es necesario tanto aliviar a los hogares bajando los precios, como financiar las inversiones verdes, porque "si la gente se empobrece y las empresas que necesitan ecologizar sus procesos de producción se deslocalizan, lo habremos perdido todo".

¿Hacia una nueva deuda común?

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Otras propuestas de la Comisión parecen contar con más apoyo de los Estados miembros, como la activación de una plataforma de compras conjuntas de gas –en el limbo desde marzo– o el desarrollo de mecanismos de solidaridad para ayudar a cualquier Estado que se enfrente a un déficit de suministro.

El jueves y el viernes, los Jefes de Estado y de Gobierno darán señales políticas basadas en las propuestas concretas de la Comisión. Para contrarrestar la fragmentación de los distintos planes nacionales de apoyo a los hogares y a las industrias –que favorecen a los países más ricos, como el plan de 200.000 millones de euros de Alemania–, los Estados miembros podrían acordar el desarrollo de un instrumento de solidaridad financiera, por ejemplo, mediante una deuda común. También en este caso, la idea no cuenta con un apoyo unánime.

Es probable que las discusiones sean largas y tormentosas. A continuación, la Comisión, basándose en las conclusiones del Consejo, deberá afinar sus propuestas y presentar los textos. El Consejo de Ministros podría aprobarlas, quizá ya el 27 de octubre.

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