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Vietnam pisa el acelerador económico en medio de la pugna entre Estados Unidos y China

El presidente de EE.UU en su reciente visita a Hanoi (Vietnam)

Romaric Godin (Mediapart)

Las vacilaciones y divagaciones de Joe Biden en Hanoi durante su conferencia de prensa del domingo 10 de septiembre dominaron los comentarios sobre su viaje a Vietnam. Sin embargo, este viaje tiene un poderoso significado. Más de medio siglo después del alto el fuego entre Estados Unidos y Vietnam del Norte, que puso fin a una de las guerras más mortíferas y duras del siglo XX, los dos países han dado muestras crecientes de acercamiento y entendimiento.

Lo más destacado de la visita de Joe Biden fue su recepción en la sede del Partido Comunista Vietnamita (PCV), donde fue recibido por el Secretario General, Nguyen Phu Trong, dos años más joven que él. Un honor poco común para un invitado extranjero, y que encarna al antiguo enemigo.

En concreto, esta visita ha puesto de relieve el fortalecimiento de los lazos económicos entre ambos países. Se han firmado numerosos contratos, alianzas y proyectos por valor de varios miles de millones de dólares, como el pedido de varios aviones Boeing para la compañía aérea nacional vietnamita por 7.800 millones de euros o el anuncio de cooperación en inteligencia artificial y semiconductores.

Por si fuera poco, el régimen vietnamita anunció una medida simbólica pero importante: Estados Unidos ha sido elevado al rango de "socio estratégico integral", el más alto nivel de las relaciones diplomáticas reservado hasta ahora a unos pocos países: Rusia, India, China y Corea del Sur.

El acercamiento entre ambos países no es casual. Para Estados Unidos, el objetivo es contrarrestar la influencia china en la región forjando lazos especiales con algunos vecinos de la República Popular. Tras organizar una cumbre tripartita con Japón y Corea del Sur, reforzar la cooperación militar con Filipinas y demostrar su amistad con Narendra Modi, primer ministro indio, en la cumbre del G20 en Nueva Delhi, el viaje a Hanoi ha sido un paso importante en esta estrategia para contener la influencia de Pekín.

Por parte, el objetivo es hacer hincapié en la soberanía del país frente a China, en un momento en el que han surgido tensiones recientes por la cuestión de las fronteras en el mar de China Meridional. A principios de septiembre, el gobierno vietnamita rechazó oficialmente el nuevo "mapa estándar" del gobierno chino, que reclama la soberanía sobre los dos archipiélagos de las islas Paracel Spratleys y la mayor parte del Mar de China Meridional.

Redistribución de las cadenas logísticas

Pero la cuestión principal, que no es independiente de la geopolítica, es económica. Sin decirlo abiertamente, puesto que la Casa Blanca sostiene que no se trata de "desacoplar" las economías estadounidense y china, Washington persigue una política de diversificación de sus fuentes de aprovisionamiento, es decir, una revisión completa de su cadena de suministros.

El objetivo es reducir su dependencia de las importaciones chinas, que ha acumulado durante tres décadas con un doble objetivo: aumentar la rentabilidad de las multinacionales y presionar a la baja los salarios nacionales, gracias a los productos chinos baratos. La transformación de la mayor economía del mundo en una economía de servicios, de alta tecnología y financiera sólo ha sido posible gracias a este "paso a dos" con China.

Pero esa política ha llevado a China a convertirse en el primer proveedor de Estados Unidos, por delante de sus dos vecinos, México y Canadá. En 2022, las importaciones de bienes procedentes de China ascendieron a 536.800 millones de dólares, un nivel récord, con un aumento interanual del 6,3%.

La situación es bastante embarazosa en un momento en que Estados Unidos está intensificando las restricciones a las exportaciones de productos de alta tecnología y de capital a Pekín, y el tono diplomático es ahora muy tenso.

En los siete primeros meses de 2023, las importaciones americanas de bienes procedentes de China descendieron un 25% respecto al mismo periodo del año anterior.

La primera solución sería la relocalización. La administración Biden, al igual que la de Trump, ha hecho mucho hincapié en ello, pero las medidas tardan en llegar. En julio de 2023, la producción manufacturera americana estaba por debajo del nivel medio de 2017.

Las multinacionales americanas prefieren, con diferencia, buscar otros emplazamientos en países emergentes donde ya existe una capacidad de producción que puede subcontratarse y posiblemente ampliarse. Este fenómeno lleva varios años produciéndose, impulsado por el aumento de los costes salariales en China. Pero se aceleró el año pasado, cuando se hizo evidente el aumento de las tensiones entre China y Estados Unidos.

Para evitar sanciones políticas, las empresas occidentales desarrollaron una estrategia conocida como "China Plus One". Mantienen sus fábricas en China, pero las duplican en otros lugares, con el objetivo último de reservar la producción china para el mercado interior.

Es un proceso necesariamente lento, pero puede que empiecen a verse los efectos. En los siete primeros meses de 2023, las importaciones americanas de bienes procedentes de China descendieron un 25% respecto al mismo periodo del año anterior.  

En términos de importaciones totales de bienes, México ha superado a China como primer proveedor de Estados Unidos entre enero y julio de este año, aumentando sus exportaciones en un 5%. Lo que da credibilidad a la hipótesis de un cambio de régimen en la cadena de suministros americana es la magnitud de esta caída de las exportaciones chinas. 

El nuevo lugar de Vietnam en la economía mundial

Vietnam ya se ha beneficiado enormemente de este juego global. Ya se han establecido allí un gran número de empresas surcoreanas, japonesas, taiwanesas y chinas. En 2022, entraron en el país 22.400 millones de dólares en inversión extranjera directa, lo que representa el 5% del PIB de Vietnam, un 13,5% más que en 2021. 

Como resultado de estos flujos, la tasa de crecimiento de Vietnam en 2022 será la más alta desde 1997, con un 8,2%. Pero la naturaleza de su economía ha cambiado considerablemente. Tras abrirse al comercio internacional a mediados de los años ochenta, el país se especializó en bienes de bajo valor añadido, como textiles y calzado. Hoy en día, la industria vietnamita está más diversificada y absorbe parte de la producción china. 

Según la Oficina General de Estadística de Vietnam, el textil y el calzado representan ahora solo el 16% de las exportaciones, apenas más que los ordenadores y componentes (15,5%), los teléfonos y componentes (14,5%) y la maquinaria (12%). Apple produce ahora sus auriculares AirPods en Vietnam, junto a Samsung, que fabrica algunos de sus teléfonos, y Dell, sus ordenadores.

Tenemos una mano de obra numerosa y barata, y eso va a seguir así durante mucho tiempo".

Ho Duc Phoc, Ministro de Finanzas vietnamita

Sobre el papel, Vietnam lo tiene todo para salir airoso de la situación actual. Cuanto más se diversifique su economía, más posibilidades tendrá de interesar a quienes busquen implantaciones alternativas a China. Su mano de obra es bastante abundante (el país tiene 98 millones de habitantes), bien formada y educada y, sobre todo, sigue siendo muy barata. Es cierto que los salarios vietnamitas han aumentado con el crecimiento, pero siguen estando muy por debajo de sus equivalentes chinos o malasios, por ejemplo. 

El ministro vietnamita de Finanzas, Ho Duc Phoc, en una entrevista concedida al Financial Times el 3 de julio, esgrimió este argumento sin ambages en favor del atractivo del país: "Tenemos una mano de obra numerosa y barata, y eso va a seguir así seguirá durante mucho tiempo". 

Sin embargo, la competencia es feroz y se desarrolla en un contexto de difícil demanda internacional. Hay una fuerte presión sobre el gobierno vietnamita, con un régimen más colegiado que el de la vecina China, para mantener el ritmo de los nuevos desarrollos. 

Lo mejor de los dos mundos

Aquí es donde entra en juego el acuerdo con Estados Unidos. Y es que, a pesar de estas inversiones, Vietnam ha perdido terreno en Estados Unidos a principios de año. En los siete primeros meses, sus exportaciones cayeron un 6,2% interanual, y fue superado por Corea del Sur como sexto proveedor de Estados Unidos. La respuesta de Vietnam es importante pues Estados Unidos es ya su principal cliente, con suministros por valor de 44.000 millones de dólares, el 27% del total en 2022, frente a los 25.000 millones de dólares (15,8% del total) de China.

Pero esta estrategia también presenta dificultades. El propio Vietnam está integrado en la cadena de suministros china. Las importaciones chinas en Vietnam suponen 49.000 millones de dólares, casi un tercio del total, frente a sólo 6.000 millones de importaciones procedentes de Estados Unidos. Casi el 45% de esas importaciones son componentes informáticos y telefónicos y maquinaria. En otras palabras, Vietnam necesita a China para cumplir su papel de alternativa a China. 

Así que Vietnam no puede cortar totalmente sus lazos con Pekín. Sin duda, el gobierno pretende obtener "lo mejor de los dos mundos", beneficiándose tanto de su proximidad a China como de las inversiones americanas. Pero si las tensiones aumentan, este tipo de posición neutralista será cada vez menos defendible. Tendrá que elegir, pues será considerable la presión tanto de Pekín como de Washington. Vietnam no dispone actualmente de los medios para hacer esta elección. 

Una clara ralentización del crecimiento

La afluencia de inversiones en el marco de la estrategia "China Plus One" no lo resuelve todo. Vietnam desea incorporarse a las filas de los países de renta alta en 2045, pero aún queda mucho camino por recorrer. Según el Banco Mundial, el PIB de Vietnam, con 408.000 millones de dólares en 2022, sigue siendo modesto.  Según la misma fuente, el PIB per cápita se sitúa en 13.000 dólares corrientes en paridad de poder adquisitivo, un 39% por debajo del nivel chino y lejos de los niveles europeos más bajos (superiores a 40.000 dólares). 

El problema es que la estrategia de desarrollo basada en las exportaciones ha mostrado ya sus límites. Tailandia y Malasia no han conseguido superar la "trampa de la renta media" en la que también parece estar sumida China. Vietnam sigue beneficiándose de la mano de obra barata, pero esto no durará. 

La subida de nivel de los productos y el desarrollo generan nuevas necesidades y aspiraciones contrarias a la lógica de la competitividad de costes. Por eso hay que lograr un avance tecnológico que compense la pérdida de competitividad en el extremo inferior de la producción. Corea del Sur y Taiwán han logrado dar este salto, gracias a la especialización y al apoyo masivo de los gobiernos.  

Con la firma de un acuerdo con Estados Unidos sobre inteligencia artificial y semiconductores, Hanói espera un desarrollo similar. Y muchos vietnamitas sueñan con un nuevo Silicon Valley. Pero la competencia es feroz y las realidades económicas duras.

Pero el sueño vietnamita podría encontrar muchos obstáculos, como VinFast, el fabricante local de vehículos eléctricos que, tras su salida a bolsa en Nueva York este verano, llegó a tener una capitalización superior a la de Ford y General Motors. Aunque la realidad de la producción del grupo se hizo patente y la cotización perdió luego el 80% de su valor. 

El periodo actual no es el que vio surgir a Corea del Sur o Taiwán en los años noventa. El crecimiento mundial es más débil y la productividad lucha por recuperarse de la crisis sanitaria. El riesgo es que, incluso en el ámbito tecnológico, un país como Vietnam siga en niveles de producción inferiores, dependientes y relativamente pobres. 

Lo cierto es que el gobierno de Hanoi no tiene otra opción real. De hecho, sus problemas no son muy diferentes de los de China. El régimen de partido único del PCV tiene que buscar un equilibrio entre su promesa de desarrollo para el pueblo y su promesa de mano de obra barata para los inversores extranjeros. Eso crea contradicciones permanentes

Corrupción y burocracia

Al igual que en China, mantener los salarios relativamente bajos condujo a la creación de una burbuja inmobiliaria a finales de la década de 2010. Los promotores inmobiliarios recaudaron sumas astronómicas de dinero, cuyo reembolso dependía de que los precios siguieran subiendo. Cuando ésta se detuvo,  el año pasado, la burbuja estalló

Hay además otros factores que están penalizando el crecimiento del país. En primer lugar, la demanda mundial está a la baja. Las exportaciones totales de Vietnam cayeron por quinto mes consecutivo en julio, la primera vez que esto ocurre en 14 años. 

En un contexto de feroz competencia por servir de base a la producción china, el país se enfrenta a grandes retos: corrupción, burocracia y deficiencias en las infraestructuras, sobre todo en la red eléctrica, que falla mucho. Las multinacionales se quejan de retrasos y cuellos de botella. Pero al régimen le cuesta encontrar soluciones a estos problemas.

 Así pues, el crecimiento vietnamita se ha ralentizado bruscamente desde principios de año, lo que ya está provocando tensiones en el seno del PCV. De ahí el deseo de sus dirigentes de acelerar el movimiento y, claro, es en este contexto en el que debe entenderse el espectacular acercamiento a Washington. 

Detrás de esas grandes maniobras, hay muchas falsas promesas y sueños sin sentido. Estados Unidos intenta crear una "China sustituta" para mantener su propio modelo económico. Con ello pretende crear nuevas dependencias que inevitablemente plantearán las mismas dificultades que Pekín en la actualidad. 

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Por parte vietnamita, se aferran a la esperanza de beneficiarse de las dificultades de China, pero olvidan que el capitalismo contemporáneo crece lentamente y que no sólo es feroz la competencia entre naciones, sino que las condiciones para el crecimiento son frágiles. En esto, se están reproduciendo en gran medida los errores de China.

 

Traducción de Miguel López

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