Solo el 24% de las empresas españolas con promesas climáticas cuentan con planes a la altura

Una de las instalaciones de Repsol.

Solo el 24,2% de las empresas españolas que participan en la Carbon Disclosure Project (CDP), una iniciativa internacional para que el sector privado cuantifique y notifique sus emisiones de gases de efecto invernadero, "tienen un compromiso de neutralidad y objetivos robustos hacia 2030 o 2050 alineados con las metas y regulaciones internacionales y nacionales". Así lo asegura un estudio científico de la consultora ambiental Global Factor publicado en la revista MDPI Sustainability.

La neutralidad climática está de moda. Consiste en emitir tan poco que esa expulsión de gases de efecto invernadero quede compensada con otras actividades que reduzcan el CO2 de la atmósfera o que eviten la emisión en otros lugares. Generalmente, se ondea en base a promesas con 2050 como horizonte. Sin embargo, muchos de estos compromisos no cuentan cómo van a alcanzar la meta o sus modelos para cuantificar las emisiones son incompletos; otras compañías, por otro lado, se venden como respetuosas como el medioambiente sin ni siquiera tener objetivos compatibles con la urgencia.

Es lo que ha mostrado el estudio, que ha analizado a 95 empresas españolas de 12 sectores. "En el mundo empresarial, cada vez más empresas establecen objetivos de cero emisiones netas. Sin embargo, parece que cada organización establece sus propios criterios y términos para alcanzar el net-zero. Esta falta de estandarización y comparabilidad conduce a resultados ineficaces", aseguran los investigadores en el resumen ejecutivo.

Global Sector no menciona a empresas concretas, pero hace un completo análisis sector por sector de sus compromisos climáticos. Analizan no solo sus promesas, sino cómo las comunican, cómo las ejecutan o piensan ejecutar y cómo calculan su impacto. El peor, aseguran, es el ámbito del entretenimiento, con solo el 2,77% de las compañías con metas serias y realistas; pero se puede entender por la "falta de urgencia", ya que "no es tan intensivo en emisiones como sectores como la energía y el transporte".

Sin embargo, los sectores que sí pueden aportar más, como la industria (en muchas ocasiones muy intensiva en carbono) y el transporte (responsable del 25% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en España) también están lejos de aprobar. Apenas el 20% de las compañías del sector secundario analizadas y el 36,55% de las relacionadas con el transporte cuentan con buenas metas climáticas.

El primero, señala el estudio, tiene mucho que hacer en sus planes de compensación de las emisiones que generan. "Carece de requisitos básicos, tales como el tipo de proyectos, su ubicación y la antigüedad de los créditos o el año en que ocurrió la reducción de emisiones" con la que pretenden compensar. Con respecto al transporte, "muestra un desempeño bajo" y sus compromisos para reducir el impacto de sus productos son escasos o poco claros.

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A pesar de que la manera en la que nos alimentamos en las sociedades más industrializadas contribuye al cambio climático, con un exceso de carne cuyo engorde y crianza deforesta y emite, las empresas españolas del sector tampoco cumplen con su responsabilidad social corporativa en la materia, con solo un 20% con buenas metas. En todo caso, el estudio solo cuenta a las compañías del comercio minorista; en el sector agrícola, el origen de muchos de esos impactos y donde se han producido avances, no se ha incluido en el análisis.

Los sectores que salen mejor parados son el energético, el textil y el financiero: algunos contra los que más se han cargado las tintas por sus contribuciones a la crisis climática y que mayor margen tienen para sumar en la solución. El 60% de las empresas energéticas aprueban, según el análisis de Global Sector, aunque tampoco se libran de las carencias, como se explica aquí. Los objetivos de Repsol son incompatibles con el Acuerdo de París, Endesa se ha comprometido a reducir en 10 años una cifra similar a lo que logró de 2018 a 2019 y Naturgy habla de "emisiones evitadas" para engordar sus previsiones.

Queda mucho por hacer, a pesar de la propaganda con la que las empresas suelen vender sus esfuerzos medioambientales: el conocido como greenwashing o lavado de cara verde. "Es necesario diseñar sistemas meticulosos para evaluar la seriedad y el rigor" de las promesas climáticas de las compañías, concluyen los autores. "Hay una mezcla de elementos estratégicos, cálculos, declaraciones de intenciones, inversiones, etc., que son difíciles de evaluar de forma agregada". No solo no se comprometen lo suficiente, sino que es difícil saber cuánto y cómo se comprometen.

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