El cambio climático agravó un 30% la ola de calor que desencadenó la racha de incendios de agosto

El cambio climático fue indispensable para desencadenar la mayor ola de incendios que ha sufrido la península ibérica este siglo. Un estudio publicado este jueves por el grupo internacional de científicos World Weather Attribution (WWA) concluye que el calentamiento global, que es especialmente agresivo en la zona mediterránea, agravó un 30% las condiciones de calor, viento y falta de humedad que desencadenaron los fuegos de España y Portugal. El cambio climático también ha disparado en 40 veces la probabilidad de que se hayan dado condiciones tan extremas.

Theodore Keeping, investigador principal y experto del Centro de Política Medioambiental del Imperial College de Londres, ha explicado en una rueda de prensa telemática que durante los 10 días más graves de los incendios se registraron unas condiciones anómalas de temperaturas, viento y humedad que secaron rápidamente la vegetación y avivaron las llamas. Añadió que estos parámetros son cada vez más comunes en la península debido a que el planeta se ha calentado 1,3 ºC, y lo serán más todavía en los próximos años a medida que aumenta la concentración de gases de efecto invernadero.

"Hemos detectado que la época de máximo riesgo de incendios fue severa, pero no especialmente rara. En el clima actual hay una probabilidad de que se den estas condiciones cada 15 años, o lo que es lo mismo, cada año hay una probabilidad del 6% o 7%. Sin el cambio climático inducido por el hombre, este evento ocurriría una vez cada 500 años", resumió el investigador. 

David García García, del departamento de Matemática Aplicada de la Universidad de Alicante, también ha participado en la elaboración del estudio y advierte de que sin un cambio drástico la situación irá a peor. "No debemos olvidar que cada fracción de grado aumentará aún más las probabilidades de que se produzcan incendios de gran magnitud como los que hemos visto este verano. Por eso es tan importante reducir las emisiones de gases de efecto invernadero lo antes posible".

El análisis también calcula por separado la probabilidad de que se produzca una ola de calor tan intensa como la de esos diez días analizados, durante los cuales la anomalía en los termómetros superó los 3 °C en la península. "Ahora es normal que algo así ocurra cada 13 años, pero en un escenario sin cambio climático sería prácticamente imposible de registrar, se darían una vez cada 2.500 años", señaló Keeping. De hecho, en España la Aemet ha catalogado la ola de calor de agosto como la más intensa desde que comenzaron sus registros en 1975, con una anomalía térmica de 4,6 °C. También fue la tercera más larga, con 16 días consecutivos.

El equipo de WWA está especializado en realizar análisis exprés sobre cómo ha influido el cambio climático en catástrofes ambientales de todo el mundo para demostrar lo antes posibles a la opinión pública cómo las emisiones de CO₂ están haciendo el planeta mucho más peligroso, y en este caso las evidencias que han encontrado son claras.

Sin embargo, los autores han remarcado que en esta ocasión han tratado de ser más veloces todavía y solo han tenido en cuenta para su análisis los registros meteorológicos de esos días y los han aplicado sobre un modelo climático que elaboraron hace unas semanas para construir un estudio similar sobre los incendios de Grecia y Turquía

"Si solo estuviéramos hablando de este estudio, podría haber una mayor incertidumbre al basarnos en observaciones, pero acabamos de estudiar una región similar y repasar mucha de la literatura de que el aumento de la temperatura y la sequía es clave para los incendios. La conclusión de que ahora hay 40 veces más probabilidades de que ocurra es muy robusta", apuntó Friederike Otto, profesora de Ciencia Climática del Imperial College de Londres.

A 1 de septiembre, el sistema europeo de cartografía de incendios atribuye a la península ibérica 640.000 hectáreas quemadas, el 1% de todo el territorio, habiendo ardido en España cuatro veces más que un año medio y en Portugal 2,3 veces. Según comunicó este domingo la directora de Protección Civil y Emergencias, Virginia Barcones, se contaron en agosto 39 grandes incendios de más de 500 hectáreas solo en España.

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Los autores del informe han subrayado también el papel del abandono rural y la acumulación de ingentes cantidades de vegetación en el desarrollo de estos megafuegos, aunque han hecho hincapié en que ese argumento no puede servir para subestimar el papel del cambio climático en los incendios. "Es cierto que hay intervenciones humanas que limitan la escala del evento, como la fragmentación del paisaje, pero las temperaturas más altas hacen que el comportamiento del fuego sea más intenso e incluso que atraviese los cortafuegos", ha puntualizado ​​Keepin.

David García García ha ahondado en este mensaje: "Parece que la opinión pública en España se ha centrado en el hecho de que el problema radica únicamente en el declive de las actividades rurales, con el consiguiente crecimiento de la vegetación que ha alimentado los incendios. Sin embargo, se ha hablado mucho menos del efecto del cambio climático en estos incendios, que, como se ha demostrado, ha sido inmenso".

El equipo internacional de World Weather Attribution también realizó un estudio de atribución sobre cambio climático y la dana de Valencia del año pasado, en el que determinó que el cambio climático provocado por el hombre hizo que las precipitaciones fueran un 12% más intensas y ha duplicado la probabilidad de que se produzca una tormenta tan intensa como aquel diluvio.

El cambio climático fue indispensable para desencadenar la mayor ola de incendios que ha sufrido la península ibérica este siglo. Un estudio publicado este jueves por el grupo internacional de científicos World Weather Attribution (WWA) concluye que el calentamiento global, que es especialmente agresivo en la zona mediterránea, agravó un 30% las condiciones de calor, viento y falta de humedad que desencadenaron los fuegos de España y Portugal. El cambio climático también ha disparado en 40 veces la probabilidad de que se hayan dado condiciones tan extremas.

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