TVE muestra una vez más su impotencia ante la fuga de talento: Telecinco se lleva a su icono de los informativos

Archivo - El periodista de los Servicios Informativos de TVE Carlos Franganillo, en imagen de archivo

Desde que Roberto Brasero llegó a Telemadrid como principiante era un tipo cordial, expansivo y gesticulante que llamaba la atención, pero que estaba muy lejos de aquellos reporteros excesivos, invasivos, que más que atrevidos hacían gala de una osadía intimidante. Roberto, no. Él era audaz, a la par que respetuoso, de modo que su bonhomía creaba complicidad con los entrevistados hasta completar reportajes redondos, plenos de naturalidad. No mucho después se marchó a Antena 3: "Es que Yague –antigua jefa en Telemadrid y a la sazón responsable de programas en esa cadena– me ha puesto encima de la mesa una cantidad de pasta indecente". Y en esa televisión sigue y triunfa en el espacio de El Tiempo. 

Otro reportero en otra televisión pública –en este caso TVE– también es Roberto de nombre y Leal de apellido. Como el anterior destaca como reportero todo terreno, tanto que pronto se le encarga en solitario de la presentación de espacios de todo tipo, que resuelve con la dosis justa de simpatía, cercanía y sentido de la medida, ajustada a cada uno de ellos. No es una estrella, ni parece pretenderlo, pero su empatía natural, su aspecto de buen chico, y su naturalidad llaman la atención de muchos y el rechazo de nadie... hasta que Antena 3 compra los derechos de Pasapalabra, ficha a Leal, y desde la primera semana se convierte en líder indiscutible, hasta el punto de que es el programa más visto del día durante cinco años, salvo algún esporádico acontecimiento deportivo. 

Son solo dos precedentes, para no retrotraernos a los más lejanos de Luis Mariñas, Jesús Hermida, Teresa Campos, y un amplio etcétera, que demuestran cómo cada vez que las privadas lo han decidido, arrebatan a TVE a los profesionales de mayor éxito sin más esfuerzo que poner dinero, mucho dinero, encima de la mesa. De este modo, Carlos Franganillo es tan solo el caso más reciente. ¿Y qué hace TVE? Nada. No puede ni siquiera soñar con un contraataque: es una empresa pública, sometida a la normativa funcionarial de tantas otras y está obligada a publicar sus escalas salariales, sus pluses, y hasta las cantidades que reciben los contratados externos, directivos y el coste de cada espacio que se encarga. Todo ello auditado por los organismos de control para vigilar que nadie se escape de la rigidez de las normas. (Ya sabemos, sí, que se producen tremendos casos de corrupción, como por ejemplo los acaecidos en la antigua Canal Nou, cuando la visita del papa a Valéncia, o con la Fórmula 1, pero aún en esos casos actúa la Justicia, ya que son calificados como delito). 

Ninguno de estos corsés sujetan a las cadenas de televisión privadas; como mucho conocemos -a medias- quien domina en su accionariado, y la cuenta anual de resultados, pero nada de la retribución de sus directivos, del contrato de sus estrellas, del coste de sus programas. Tan solo vemos en las audiencias que se publican -con un sistema de medición raquítico en el número de hogares estudiados, y obsoleto e inane ante los nuevos soportes de visionado- que programas y cadenas son las ganadoras. 

Bajo estas premisas pedimos todos a la televisión pública estatal que compita, y denostamos a sus responsables cada vez que observamos un fracaso, una debilidad, un error, una bajada de audiencia. Todo ello utilizado por la oposición parlamentaria de turno como arma arrojadiza contra unos responsables abrumados por las críticas, e incapaces de balbucear la gran verdad oculta: si cumplo la normativa es imposible competir. 

Pero volvamos a la noticia del día, esa marcha de Carlos Franganillo a Telecinco. En la tarde de este lunes, un director y presentador de Informativos en TVE exclamaba: "Ojalá tenga suerte. Es un gran tipo, y un gran periodista". No se trata de un juicio individual, sino más bien de un sentir general entre sus hasta ahora compañeros. Es muy difícil encontrar un antecesor en los Telediarios que sume tal consenso; y es que Franganillo lleva haciendo todo bien desde que llegó al Pirulí: excelente corresponsal en Moscú y Estados Unidos, no el único grande, pero sí uno de los mejores. Su llegada al Telediario de las nueve no fue estridente, no tenía aspecto llamativo, no era nada personalista, ni decía nada fuera de lo normal, pero la lluvia fina de su modo de hacer fue calando en el gran público.

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Más adelante fuimos descubriendo su dedicación a la información completa, después de años de "este dice, este otro contesta", se envolvía la noticia en su contexto, se explicaban antecedentes y posibles consecuencias, y se llegaba ante acontecimientos relevantes a romper la monotonía de entradilla-vídeo para dedicar telediarios casi monográficos al asunto, con Carlos fuera del estudio, a pie de calle, hablando con testigos y protagonistas, incluyendo reportajes que él mismo había grabado horas o minutos antes, y con la participación y el enfoque de otros periodistas. Aún están en la memoria de muchos los realizados en el Hospital del Mar de Barcelona, cuando la pandemia, o el realizado en el colegio de Toledo al inicio de un curso escolar. (Como es natural, nada de ello es un mérito exclusivo de Franganillo, como él mismo le gusta recalcar: la información televisiva en profundidad es cosa de un equipo, un amplio equipo, o ni es información, ni tiene profundidad). A Carlos su vocación periodística le ha llevado ahí y más allá, como demostró con la serie dedicada al futuro.

Ahora le ha fichado Telecinco, y ante el hecho surgen las preguntas: ¿Será compatible la impronta del periodista con una cadena consagrada a los realities y los escándalos? ¿Podrá ser una muestra importante de que sus rectores abordan un cambio profundo de sus contenidos, para poner los informativos en un lugar preferente? ¿Aceptará el público tradicional de esa cadena lo que podría ser una auténtica revolución? Las respuestas podrían venir con el ya cercano nuevo año.

Lo cierto es que en estos días Telecinco ha profundizado su lejanía con una Antena 3 cada vez más líder en audiencia. Lo que es aún más llamativo es que ha perdido la segunda plaza en los pasados cinco meses frente a La 1 de TVE, no solo en el conjunto de la emisión, sino también -y esto es lo más llamativo- en los espacios informativos. Tras la atonía en lo que llevamos de año, la principal pantalla de Mediaset tenía que cambiar; ya veremos cuánto y hasta dónde. Mientras, es indudable que a TVE y a sus informativos la marcha de Franganillo le han abierto una importante vía de agua que parece difícil cerrar con la actual normativa.

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