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Libros

El año en que Belén Esteban se convirtió en un fenómeno editorial

A pesar de todo, hay quien sigue editando libros.

Eva Orúe

El año 2013 aún no ha terminado, y consecuentemente el sector editorial todavía no ha elaborado el informe global con el que, al cabo de cada ejercicio, diagnostica su estado de salud. Pero aquí como en otros predios económicos, las previsiones no son buenas... y los antecedentes no invitan al optimismo.

A principios de octubre, Javier Cortés, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), presentó el informe del sector correspondiente a 2012. Informe que constataba la caída de ventas por quinto año consecutivo y hablaba de un retroceso que nos retrotraía al punto exacto donde nos encontrábamos hace una década.

En números: la caída acumulada desde 2008 era del 28,9% (y un 10,9% con respecto a 2011), la facturación en el mercado interior se estancaba en los 2.471 millones... Sí, el sector editorial español había seguido produciendo títulos al por mayor (79.175), pero la tirada media no superaba las 3.540 copias. Y de la quema no se salvaba ningún formato, ni siquiera el bolsillo, que en un tiempo consideramos “valor refugio” para los tiempos de penurias y que sin embargo perdía un 24,2%.

“Se está arriesgando el valor intrínseco de la creación (económico y cultural) y de todos esos agentes que trabajan para poner los productos a disposición de la gente”, sentenció Cortés, al que tampoco los cálculos del primer semestre de 2013 daban tregua, puesto que cifraban el descenso en torno al 10%.

Sí, el annus era horribilis, con un único momento dulce: en junio, los organizadores de la Feria del Libro de Madrid proclamaron que se había frenado la caída de ventas. Mejor aún, que habían vendido un 9,3% más .

Pero la noticia, buena, tenía su cruz: si se vendía más era, precisamente, porque se vendía menos. Y el negocio, que tanto agradece estos respiros (algunos editores fiaron su continuidad empresarial a lo que sucediera en la cita del Retiro y pudieron retrasar lo... ¿inevitable?), se sustenta en el día a día.

Los que más venden, venden mucho menos

De hecho, éste ha sido un año en el que los instantes de alivio no se han prodigado. Ni siquiera ha habido best sellers, el oxígeno tan necesariobest sellers, el oxígeno tan necesariopara la supervivencia del tejido librero, esos megaéxitos sobre los que recae la tarea de aguantar el peso del sector. Ellos también están de capa caída: sufren descensos de un 50%, aproximadamente.

Antaño, al conjuro de nombres como Ken Follett, Dan Brown o Stieg Larsson, de Ildefonso Falcones, Julia Navarro, Javier Sierra o Arturo Pérez Reverte, los lectores comparecían por cientos de miles, dispuestos a comprar ese ejemplar que muchas veces era el único que compraban, puesto que el lector de best seller no suele ser un lector continuado.best seller

Hogaño, los citados conservan su sex appeal, pero ya no son milagrosos. Por decirlo todo, en 2013 apenas Belén Esteban ha conseguido organizar barullo en las firmas de libros y alcanzar cifras de ventas de esas que hacen salivar a un editor y salvan un ejercicio. Pero ni siquiera ella ha hecho olvidar los buenos y no tan lejanos tiempos en los que un título, uno sólo, favorecido por una intensa campaña de promoción (y a veces también como fruto de un desinteresado boca a oreja), era capaz de garantizar un par de años de bienestar. Además, el público de la princesa del pueblo no es habitual de las princesas de cuento, novela y demás géneros literarios. Vaya, que adquieren ese libro, pero probablemente ése sea el único libro que compra.

Por lo demás, el que cerramos ha sido el año de la literatura social (novelas como En la orilla de Rafael Chirbes o La habitación oscura, de Isaac Rosa, y no ficción como Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina ), en la que los lectores leen como quien se mira a un espejo. Y de Jesús Carrasco con su Intemperie que va a ser llevada al cine.

Y mientras tanto, en el lado virtual...

En 2013 celebró (ya era hora, dirán) el Primer Congreso del Libro Electrónico, que tuvo lugar en Barbastro, Huesca. Allí se habló de casi todo, de cómo los editores buscan en blogs y zonas de autoedición de la red para encontrar textos y fichar a autores; de la necesidad de, como dijo el experto Javier Celaya, crear comunidades de lectores alrededor de contenidos, la mejor arma para detener la caída de ventas; de la importancia de las redes sociales y los blogueros de crítica e información literaria; de los portales de suscripción con tarifa plana como la que ofrece un recién llegado, Nubico (8,99 € al mes).

Una discusión así se echaba en falta, cuando tantas citas libreras tratan lo digital con desprecio y autosuficiencia y ante a evidencia del retraso español en un terreno en el que, más allá de disquisiciones románticas sobre el olor de la tinta, se juega el futuro.

Aunque las cifras son modestas. Por lo que sabemos de 2013, en el primer semestre se e-ditaron 7.378 títulos ), el 20% de los libros registrados por la Agencia del ISBN, y la incidencia de este formato en la facturación sigue siendo muy reducida. Cierto, el IVA del 21% (frente al 4% del que disfruta el papel), no ayuda; tampoco la muy extendida piratería.

En un artículo publicado enEl País, la editora Blanca Rosa Roca explicó el caso de su editorial, Roca: “Muchos editores tenemos un servicio que rastrea los archivos piratas y con acuerdos previos con los propietarios de los servidores, anulan el texto pirata. En lo que llevamos de año, de 200 títulos nuestros, han encontrado 9.006 archivos piratas, de los que han podido anular 6.000. 8.462 están alojados en Cyberlockers, 840 son P2P, y 284 en webs”. Su receta para acabar con la piratería: educación. Y “negociar con las operadores de teléfono y los buscadores, son ellos los que pueden frenar esta sangría”.

Es decir: que la vertiente digital del sector tiene eximentes, desde luego, y quizá expliquen el ebook represente (cifras de 2012) sólo el 3% del total del sector (54.714 títulos comercializados, 74,25 millones de euros). Por aquello de poner las cosas en su sitio, recordemos que en Francia (con un IVA del 7% para todos los libros, sea cual sea el soporte) el libro electrónico está entre el 2 y el 3%, y que en Alemania (IVA del 7% para el papel, del 19% para el digital) ha alcanzado el 5%. Vaya, que estamos en la zona templada de la tabla.

¿Y las empresas?

En el lado editorial, este que cerramos ha sido el año en el que Random House Mondadori, casa española de sellos como Mondadori, Plaza&Janés, Montena o Grijalbo, se convertía en Penguin Random House, tras la fusión de las divisiones editoriales de Bertelsmann y Pearson. El año en el que el futuro de Santillana siguió siendo objeto de rumores . El año en el que el Grupo Planeta cambió su sede madrileña y rehizo su organigrama.

El año también en el que cientos de editoriales pequeñas y medianas siguieron batallando para sobrevivir.

Y el año en el que el sector perdió la enésima oportunidad de convertir Liber, la feria internacional del libro en español, que este año se las prometía muy felices, en algo sensato. El veredicto de los profesionales fue unánime, citemos sólo a uno, Manuel Gil : “desde mi punto de vista se ha dado el certificado de defunción oficial a Liber” .

En el lado de las librerías, este 2013 ha puesto punto y final a la historia de decenas de ellas (Renacimiento en Sevilla, La Pau en Valencia, Villar en Bilbao, Rumor en Madrid, Catalònia en Barcelona, Rayuela en Valladolid...), aunque otrasescribieron sus primeras páginas y no pocas optaron por un modelo mixto libro con café o copa que les permite seguir remando.

En fin. No es este un repaso exhaustivo, nos dejamos géneros (infantil, juvenil) y episodios, pero sí es un esbozo fidedigno de un paisaje cambiante que aún sufrirá convulsiones.

Un deseo personal: que sigamos aquí para relatarlas. Otro: que en este tiempo nuevo, el autores, editores y libreros encuentren su camino. Y otro más: felices lecturas nuevas a todos.

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