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Artes escénicas

El regreso (kamikaze) del teatro de repertorio

Fachada del madrileño Teatro Pavón.

Hace unos años, el cierre de un teatro era tratado por las páginas de Cultura como un acontecimiento. En Madrid, se acumularon varias desapariciones: el Albéniz (2009), el Arlequín (2013), el Arenal (2013), el Garaje Lumière (2013), el Sol de York (2014)… Hasta el punto de que, simplemente, dejó de ser noticia. Lo que sigue siendo novedad absoluta es que abra una sala. Y lo es más si quienes están detrás del nacimiento de un nuevo espacio son las cuatro figuras que levantaron la persiana del Teatro Pavón el miércoles: el director Miguel del Arco, el actor Israel Elejalde y los productores Aitor Tejada y Jordi Buxó. Ellos están detrás de Kamikaze, una de las compañías responsables de la renovación de la escena de los últimos años, desde que aterrizaron en 2009 con su alabada La función por hacer.

El Teatro Pavón, sede provisional de la Compañía Nacional de Teatro Clásico desde 2002, ha estado un año esperando ocupantes, desde que esta institución del Ministerio volviera a su antigua casa, el Teatro de la Comedia, una vez rehabilitado. La compañía de Del Arco ha resuelto las incertidumbres en torno a esta sala construida en los años veinte. Los kamikazes piensan hacer de ella su casa a partir de septiembre, y lanzan el proyecto con una idea: fundar un teatro de repertorio, una rareza en la escena española, y aún más en el ámbito privado. El apellido “de repertorio” se refiere a una compañía estable que produce, con los mismos integrantes y un claro espíritu de investigación, un número limitado de obras.

“Necesitábamos una casa para darle cabida y tiempo a los espectáculos”, explicaba Buxó, el último en sumarse al grupo, en la concurrida presentación de la sala. Sobre el escenario, aún sin aire acondicionado ni micrófonos  —así son las mudanzas—, los cuatro artífices de la iniciativa daban a conocer sus planes a una audiencia formada, en gran medida, por amigos y compañeros. Desde que aquella versión de Seis personajes en busca de autor, de Pirandello, revolucionara el teatro español, pasando del hall del Teatro Lara a hacerse con varios premios Max, a Kamikaze no le ha faltado el trabajo.

Veraneantes (en coproducción con La Abadía), De ratones y hombres (con producción de Concha Busto), El inspector (con el Centro Dramático Nacional), Juicio a una zorra (estrenado en La Abadía), Misántropo (con el Teatro Español), Deseo, La clausura del amor, Hamlet (con la Compañía Nacional de Teatro Clásico)... Después de tanta mudanza, querían un domicilio fijo. Ya éramos una compañía de repertorio”, explica Del Arco, uno de los directores más cotizados del momento, y que se lanza al cine con el estreno de Las furias, su primer largo, el 28 de octubreLas furias. “Lo que necesitábamos era un espacio en el que trabajar de forma continuada”.

Lo intentaron con el proyecto Teatro de la Ciudad, en el que Alfredo Sanzol, Andrés Lima y el propio Miguel del Arco (un tridente del teatro contemporáneo) unieron fuerzas para representar tres comedias clásicas: Edipo, Medea y Antígona. Lo hicieron en La Abadía, después de barajar varios centros públicos sin éxito. No es casualidad: el teatro dirigido por José Luis Gómez fue uno de los protagonistas de la efervescencia de las compañías de repertorio vivida hace décadas a imagen de los teatros del arte europeos. Habían nacido ya el Teatre Lliure, la andaluza Atalaya, Els Joglars… Con el tiempo, muchos de ellos perdieron esa vocación de “repertorio”, aunque centros como La Abadía y el Lliure conservan trazos de esa necesidad de experimentación. Otros, como Atalaya, siguen un camino más próximo al de sus inicios.

A partir del 8 de septiembre (ya están a la venta las entradas) se encargarán de poner en claro su “línea editorial”. En febrero recuperarán Hamlet, protagonizada por Elejalde, un año después de su estreno en la Comedia. En marzo Misántropo, de nuevo con el actor y productor, que pasó en abril de 2014 por el Español. “Nos encontramos con que estas obras han tenido llenos absolutos, y siguen estando muy vivas. La función por hacer ha girado por Europa, y sigue por América Latina”, explican. Y la retomarán en el Pavón con su formato original: en el ambigú, “a medio metro del público”. Despés llegarán Juicio a una zorra, un solo de Carmen Machi, y La clausura del amor, duelo entre Bárbara Lennie y Elejalde que recaló con solo cinco fechas en los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid.

Los cuatro productores del Teatro Kamikaze charlan en el Pavón. / VANESSA RÁBADE

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Pero empiezan contradiciéndose a sí mismos. Porque abrirá la programación una obra que aún no ha pasado por Madrid, que no es adaptación de un clásico (como acostumbran), que no estará dirigida por Del Arco y que no protagonizará su actor fetiche. Será Idiota, un texto original de Jordi Casanovas (estrenado en Barcelona, México y Argentina) que se monta ahora con Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert, bajo la batuta del pluriempleado Israel Elejalde, que utiliza su nueva casa para estrenarse también como director de escena. “Queremos cada vez más tener una relación directa con los nuevos dramaturgos”, explicaba el actor, que insistía en la idea de que esta sea “la casa de Kamikaze”, pero también “la casa de muchísima gente”. Lo hicieron con la producción de La isla púrpura en versión de José Padilla el pasado enero, y piensan repetir con Pablo Messiez, otro de los descubrimientos de los últimos años.

Pero la producción habrá que dejarla para el segundo año. Porque, como explica entre risas el actor, “esta es una empresa privada, privadísima”. Trabajan sin ayudas públicas, que ni siquiera han querido solicitar después de una mala experiencia en la búsqueda de financiación del Teatro de la Ciudad: “La cultura ni está ni se le espera en las administraciones”, denuncia Del Arco, “Ningún país del mundo tiene un IVA como este. Queremos ser autosuficientes, pero que nos quiten al menos los palos de las ruedas”.

El presupuesto es ajustado –aunque no han querido desvelarlo—, y la ocupación media de sus 580 butacas tiene que estar por encima del 70% para que el proyecto sea rentable. “Si nos lo planteamos poniendo las cifras por delante, sería imposible”, dice Elejalde. Insisten en que los sueldos de la compañía serán dignos –con la particularidad de que todos sus miembros cobran lo mismo—, pese a estar por debajo de lo que se embolsarían en un teatro más grande. Y en que, si lo hubieran pensado un poco más, quizás no se habrían animado. Lo decía Aitor Tejada al abrir el acto: “Benditos arrebatos”.

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