Cultura

Los festivales de música se preparan para lo peor: "No damos por perdido el verano sino el año"

El Festival Internacional de Benicàssim, en su edición de 2018.

El último ha sido el CaixaBank Polo Music Festival, pero hay novedades casi cada día: así como el evento catalán ha anunciado que prescindía de su edición de 2020 y la trasladaba a 2021, distintos festivales veraniegos están cancelándose o aplazándose como resultado de la crisis del coronavirus. En los últimos días, también ha anunciado su cancelación La Mar de Músicas, en Cartagena, y Sound Isidro, en Madrid, que aplaza sus actuaciones. Mientras el Primavera Sound ha cambiado sus fechas de principios de junio a finales de agosto, otros grandes eventos, como el FIB (mediados de julio) y el Sónar (mediados de junio) mantienen por ahora su programación. 

La Mar de Músicas contaba este año con artistas como Mon Laferte, Toquinho, Sílvia Pérez Cruz y Javier Colina o los hermanos Soleá, Estrella y Kiki Morente. El evento, organizado por el Ayuntamiento de la ciudad, debía celebrarse entre el 19 y el 27 de julio, pero ha sido uno de los primeros en renunciar a su edición de 2020 y anunciar que retomaría la actividad en 2021. El madrileño Sound Isidro se desarrollaba en 15 salas de la ciudad entre el 23 de abril y el 3 de junio, pero ha decidido desplazar los conciertos al otoño, entre octubre y diciembre, si lo permitieran las autoridades sanitarias. Entre los artistas convocados estaban Algora, Califato 3/4, Las Migas o Crudo Pimento. 

"Consideramos que la cuarentena va a estar hasta principios de mayo, y que luego vamos a tardar bastante en retomar la normalidad. Entendemos que esto no va a ser salir de casa e irnos de festival", dice Javi Ferrara, director del Sound Isidro, que todavía no ha anunciado nuevas fechas oficiales. Aunque espera que sea posible organizar para el próximo otoño los 40 conciertos previstos, lo cierto es que no es muy optimista: "No es que demos por perdido el verano, es que damos por perdido el año". De hecho, considera poco probable que puedan realizarse grandes festivales en los próximos meses: no se trata solo de las limitaciones a las grandes concentraciones de personas, sino también a los desplazamientos, ya que buena parte de los cabezas de cartel de los macroeventos son grupos internacionales que no tendrán fácil viajar si las restricciones continúan. 

"No debemos anticipar nada"

Apenas decretado el estado de alarma, los festivales lanzaron un mensaje de calma: "A día de hoy", decía la Asociación de Festivales de Música el 13 de marzo, "los festivales de música de mediano y gran formato representados por la FMA están trabajando con normalidad y están llevando a cabo la planificación y organización de sus respectivos festivales según lo previsto". Entre sus asociados están el FIB, el Sónar, el Primavera Sound o el BBK Live, que no han vuelto a anunciar nada al respecto. Pero, casi un mes más tarde, las perspectivas en torno al virus parecen muy distintas.

Esta semana la ciudad china de Wuhan, epicentro de la pandemia, levantaba la prohibición de abandonar la ciudad después de 11 semanas de confinamiento, pero el Gobierno pedía aún a los ciudadanos que evitaran salir de sus casas. En Italia, el confinamiento continúa, siete semanas después de que se iniciara en las regiones del norte. También esta semana el festival danés Roskilde, uno de los principales de la escena europea, cancelaba su edición de 2020 después de que el Ejecutivo prohibiera las grandes reuniones hasta el 31 de agosto.

El pasado martes, en su primera comparecencia ante los medios desde el inicio de la crisis, el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, declinaba aventurar nada sobre futuras medidas de prevención: "¿Qué va a pasar? No lo sabemos. Haremos lo que marquen los expertos sanitarios (...) No debemos anticipar nada". Tampoco quiso hacerlo la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, que aseguró que tras el 26 de abril, final de la prórroga del estado de alarma, los ciudadanos podrían recuperar "su vida normal", aunque de forma paulatina. "A partir de ahí se desarrollará la desescalada, la forma en que progresivamente los ciudadanos podrán ir recuperando de forma ordenada, la vida normal", decía. 

¿Valientes o temerarios?

"Si queríamos mantener la calidad del festival, había que moverlo a 2021", dice Eugenio González, jefe de prensa de La Mar de Músicas. La incertidumbre, cuenta, impedía desplazar el evento ni siquiera a finales de verano. "Incluso si se permitieran reuniones masivas, quién sabe si van a estar los aeropuestos abiertos, si los artistas internacionales pudieran o quisieran venir", razona. De hecho, la organización ha trabajado con la hipótesis de que "casi todos los festivales de junio y julio van a perderse". "Los que han querido aplazar para agosto", lanza González, "han sido en parte valientes y en parte temerarios". 

Si La Mar de Músicas ha podido anunciar con antelación que no realizaría su edición de 2020, dice el jefe de prensa, es en gran medida porque se trata de un festival público. La burocracia con la administración es, explica, un poco más lenta, por lo que no se habían formalizado gran parte de los contratos con artistas, de forma de su cancelación no supone pérdidas para el Ayuntamiento. "Los festivales privados estarán esperando a que el Gobierno alargue las medidas para tener esa causa de fuerza mayor y recuperar el dinero invertido", apunta. Si los grandes festivales deciden unilateralmente cancelar los conciertos, tendrán que abonar las cláusulas de rescisión a los artistas y empresas, mientras que si lo hace por mandato gubernamental, seguramente puedan evitarlo. 

Coincide con él Javi Ferrera, del Sound Isidro: "No se le puede pedir al Gobierno que dé certezas cuando no se tienen. Por eso la tónica de todos los festivales es de prudencia: si no tengo una respuesta, tendré que seguir avanzando". Lo corrobora un trabajador de un gran festival catalán, que prefiere no dar su nombre: "Estamos a la espera. Al principio creímos que podríamos mantenerlo, pero ahora casi estamos esperando a que alguien nos diga que hay que cancelar". 

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Un futuro incierto

Desde la crisis de 2008, el sector de la música en vivo ha sufrido profundo un cambio estructural: mientras caían los conciertos tradicionales, crecían los macrofestivales. Según el anuario de la SGAE correspondiente a 2018, de los 355 millones de euros recaudados ese año por el sector, 197 millones venían de grandes eventos musicales; menos de la mitad de la taquilla llega por las actuaciones convencionales. A eso se suma la pérdida del verano, quizás el momento más importante del año para una industria con un gran componente estacional. "Nos va a afectar muchísimo", se lamenta Eugenio González. "Es un parón muy grande", dice, "ni siquiera en la crisis de 2008 habíamos vivido algo así". Entre ese año y 2014 se perdieron 11 millones de espectadores, y jamás se volvió a alcanzar la cifra de antes del crash

Tampoco es optimista el responsable de Sound Isidro. "Nos tenemos que agarrar a la esperanza de volver en otoño, pero, sinceramente, veo complicado que se hagan eventos en salas a corto y medio plazo", valora. En su opinión, hay que contar con las restricciones de aforo que se pusieron en marcha antes del decreto del estado de alarma, y también con las dificultades de desplazamiento de bandas internacionales. Esto, en su opinión, podría beneficiar a las salas pequeñas —"no resulta rentable abrir un Wizink para un tercio del aforo, pero la sala El Sol quizás sí se lo puede permitir"— y a los artistas españoles. "Tenemos que ser conscientes de la situación en la que estamos", zanja, "vivimos una pandemia mundial y las cosas no van a ser como eran. Cuando antes lo aceptemos, mejor". 

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