Cultura

Leyendo por el ojo de la cerradura

El monarca de las sombras

Seguiré la norma no escrita, y comenzaré este texto citando a Tolstói: "Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera". Y ahora, pagado ya el peaje de la tradición (¿han leído muchos textos sobre literatura y familia que no incluyan la celebérrima primera línea de Ana Karenina?), me ocuparé (brevemente) de la familia Trump antes de pasar a lo que importa.

Resulta, lo sabrán ya, que Mary L. Trump, sobrina del presidente naranja, ha sido denunciada por Robert, hermano pequeño del inquilino de la Casa Blanca, para impedir la publicación de un libro en el que ella se explaya sobre los negocios familiares del hombre "más peligroso del mundo". No es el primer libro que pone al Trump presidente a caer de un burro, la misma editorial ha lanzado The Room Where It Happened, de John Bolton; pero Too Much and Never Enough. How My Family Created the World’s Most Dangerous Man sí es el primero escrito por la sangre de su sangre y con una descripción de "la familia tóxica que lo crio".

"Todas las familias tienen un grado de toxicidad, pero las muy tóxicas lo son cada una a su manera", podría decir el bueno de Lev (que de familias disfuncionales sabía un rato).

La inspiración al alcance de la mano

Pura ficción o declaración notarial, e incluso si se nos presenta como un juego de equilibrios entre ésta y aquélla, el estriptís doméstico es un clásico de la literatura. Como recordaba Clara Usón (autora de El asesino tímido, novela que promete recuperar la historia de Sandra Mozarowski y acaba pareciéndose a una confesión), "las relaciones familiares han sido fuente de inspiración para los escritores desde el principio de la palabra escrita: la mitología griega viene a ser la crónica de las tribulaciones y desencuentros de las divinas familias del Olimpo, y, ¿qué es el Antiguo Testamento, sino una gran saga familiar, la de la progenie de Adán y Eva?". Seguía recordando que el cristianismo es una religión patriarcal: Dios es el padre, la Virgen la madre, y todos los cristianos, sus hijos, hermanos de Jesucristo; que la Ilíada y la Odisea, las tragedias griegas y los dramas de Shakespeare, también se ocupan de conflictos familiares, conflictos que no han dejado de nutrir la literatura hasta nuestros días. Y que no dejarán de hacerlo, añadimos.

Más aún, son legión los autores de obras que podemos leer como narrativa a partir de hechos reales, desinhibidas exposiciones públicas de asuntos en principio íntimos, producto reelaborado de peripecias extraídas del archivo familiar, que dan a imprenta en la confianza de que, siendo personales, tengan relevancia pública. Resultado: las estanterías se nos han convertido en una suerte de corrala donde los secretos de familia son voceados sin pudor alguno.

Soy los que fueron antes

"Me llamo Natalia Ginzburg.

Mi padre, Beppino, ama la ciencia y la naturaleza.

Lidia, mi madre, disfruta en cambio con «el placer de narrar». Tengo tres hermanos y una hermana. Vivirán lejos y me bastará la ficción para saber qué les ocurre. Cumpliré con los ritos: nacer, crecer, reproducirme. Algún día moriré. También escribiré libros. Quizá, incluso, plante el cerezo de aquella primavera triste de Pavese.

Oigo el ruido de los huesos arrojados contra la pared. Es la voz de todos los que me formaron: una abuela que amaba el orden, Natalina, la fiel, Leone Ginzburg, mi marido, en los tiempos en que yo aún me llamaba Natalia Levi, y tantos otros.

Me llamo Natalia Ginzburg: soy aquellos que fueron antes de mí."

(Del prólogo de Elena Medel).

Sí, a veces, la memoria familiar se eleva a la categoría de testimonio de una época. En Léxico familiar , Natalia Ginzburg escribe ("¡La de veces que he oído contar esa historia!") aquello

Otras, lo que se nos cuenta tiene menos ambición histórica.que recuerda. "Su literatura era muy cercana a la vida y a ambos se mantuvo fiel hasta el final, a la literatura y a la vida", resumió Ignacio Martínez de Pisón.

"Poco antes de que muriera mi madre, el tipo que le estaba reformando la cocina sacó de la pared un azulejo con un agujerito redondo bastante sospechoso. Se sentó de rodillas y levantó el azulejo de manera que el sol filtrado por las cortinas amarillas y añosas pareció perforar el agujero igual que un láser. Nos guiñó un ojo a Lecia y a mí y a continuación se volvió hacia mi canosa madre, concentrada en su volumen de Marco Aurelio y en un cuenco de chiles picantísimos.

—Señora Karr, ¡esto parece un agujero de bala!

Lecia, que no dejaba pasar una, intervino:

—¿Eso no es de cuando le disparaste a papá?

Y mamá entornó los ojos, bajó un poco las gafas por su nariz patricia y dijo con displicencia:

—No, eso es de cuando Larry. —Se giró y señaló otra pared—. A tu padre le disparé allí".

Sirva esta anécdota, dice Mary Karr, "para explicar por qué me decidí a escribir El club de los mentirosos como unas memorias y no como novela".

Mi infancia son recuerdos

"Esta es la historia de cinco años que mi familia y yo pasamos en la isla griega de Corfú. En principio estaba destinada a ser una descripción levemente nostálgica de la historia natural de la isla, pero al introducir a mi familia en las primeras páginas del libro cometí un grave error. Una vez sobre el papel, procedieron de inmediato a tomar posesión de los restantes capítulos, invitando además a sus amigos. Sólo a través de enormes dificultades, y ejercitando considerable astucia, logré reservar aquí y allí alguna página que poder dedicar exclusivamente a los animales".

Gerald Durrell, el pequeño de cuatro hermanos, dibujó en Mi familia y otros animales un retrato ajustado de los suyos. La vigencia de la obra tiene que ver con lo que nos gustaría ser, integrantes de un grupo bohemio y culto en un paraíso mediterráneo… Very British, indeed! Y sí, hay algo extraordinariamente británico en estas memorias de clase alta.

Un género en el que descuellan las Mitford, fascinantes todas ellas.

"Tom, único hermano varón, ocupaba un sitio bastante especial en la vida de la familia. Lo llamábamos Tudemio, en parte porque así se decía Tom en nuestro idioma secreto y en par- te porque pensábamos que rimaba con adulterio. ‘¡Un solo chico y seis hermanas! —decía la gente—. Cuánto debéis de quererlo, qué mimado tiene que estar.’ ‘¿Quererlo? Querrás decir odiarlo’, era la respuesta habitual".

Esto que hemos leído, y lo que viene a continuación, lo escribió Jessica (Nobles y rebeldes), la quinta de las seis hermanas de esta legendaria troupe aristocrática.

"En una ocasión en la que un empleado del censo le preguntó a Debo de cuántos miembros se componía la familia, ella contestó con malos modos: ‘Tres gigantes, tres enanas y un bruto’. Los gigantes eran Nancy, Diana y Unity, todas excepcionalmente altas; las enanas, Pam, Debo y yo; el bruto, el pobre Tudemio."

Estas memorias, y otras tantas, pueden ser (por utilizar la expresión, tan manida) un ajuste de cuentas con el pasado. Citamos a John Lanchester:

"Todas las familias tienen secretos... La gente tiene una profunda necesidad de secretos. La cuestión es qué hacer con ellos y acerca de ellos, y cuándo contarlos."

Lanchester se decidió a hacerlo cuando falleció su madre y descubrió su verdadera identidad: Novela familiar tiene mucho de trabajo detectivesco.

Porque indagar es parte de la tarea. Lo sabe Javier Cercas, autor El monarca de las sombras, la historia de su tío abuelo Manuel Mena, muerto a los 19 años en la batalla del Ebro como alférez de Falange. "Me avergonzaba que mi familia hubiera sido franquista y mi tío abuelo mi héroe, pero uno viene de dónde viene y hay que hacerse cargo de eso". 

Literatura y realidad

Evidentemente, en este género hay una víctima colateral: los familiares retratados, que no siempre ofrecen su mejor perfil y son expuestos a la atención mediática.

"Los familiares de mi padre me acusaron de mentir —declaró Karl Ove Knausgard, autor de la saga Mi lucha—. Dijeron a los medios de comunicación que no era cierto que él muriera a causa de la bebida, que había fallecido por un infarto. Me acusaron de inventarme la tremebunda descripción de esa casa para hacerme famoso a costa de las desgracias de mi familia. Fueron tantas las críticas que incluso yo empecé a dudar de mis propios recuerdos."

Flores de calabacín

Flores de calabacín

En los libros citados, en tantos que faltan, hay mucha literatura (por eso los leímos, y seguimos haciéndolo) y mucha verdad. El debate sobre la relación entre una y otra es imperecedero, y probablemente estéril. Que se lo pregunten a Vigdis Hjorth:

"Mi padre murió hace cinco meses, en un momento oportuno o inoportuno, según se mire. Yo creo que él no habría tenido nada en contra de desaparecer de una manera tan repentina justo entonces, hasta incluso pensé que se había caído a propósito cuando me lo dijeron, antes de conocer los detalles. Se parecía demasiado a lo que se lee en las novelas para poder ser casual. Durante las semanas anteriores al fallecimiento, mis hermanos habían mantenido una enardecida disputa sobre un anticipo de la herencia, en relación con las casas de la playa de la familia en las islas de Hvaler. Y solo dos días antes de que mi padre se cayera, yo me había unido a la disputa poniéndome de parte de mi hermano, en contra de mis dos hermanas pequeñas".

Habrá que seguir mirando por el ojo de la cerradura…

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