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Cultura

Columnistas ensayistas: perdurar en tiempos de fugacidad

Una periodista pregunta a un policía nacional en Madrid en una imagen de archivo.

Tengo encima de la mesa Ya estábamos al final de algo, del colaborador de infoLibre Daniel Bernabé. Es un ensayo de apariencia híbrida, ilustrado (quiero decir, con dibujos; pero sí, también, culto e instruido), de tapa dura, papel brillante de mucho gramaje, editado por un sello que frecuenta poco este género. Es, dice el autor, fruto del "esfuerzo conjunto de un grupo de personas en construir algo interesante, un objeto que perdure en tiempos de fugacidad". Le gusta que un libro que habla del enfrentamiento entre seguridad e incertidumbre "aporte algo más al lector que el propio texto. Echo cada vez más de menos las cosas que se pueden tocar".

Bernabé pone su libro bajo el patronazgo de un santo laico, Albert Camus: "Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea quizá sea aún más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga", escribió el francés, y la elección sorprende en un tiempo en el que tantos se creen llamados a rediseñar el mundo. Daniel reconoce que hace unos años no hubiera suscrito la frase, pero hoy le convence. "Parte de mi generación pensó que tenía al alcance de la mano cambiar las cosas, cuando probablemente lo que vivió fue un destello en el inicio del fin. Los cambios ya han empezado, pero en otra dirección, hacia el desmontaje definitivo del Estado del bienestar junto con una involución hacia el autoritarismo. En todos mis libros y artículos hablo de algo parecido: mirad, así fueron las cosas no hace tanto. No es nostalgia, es supervivencia".

Someto la cita a la consideración de Víctor Lapuente. "Sí, creo que estamos en una época conservadora: mucha gente de izquierdas más que pedir más políticas, piden que no haya recortes. Y más en España. En los 80 y 90 teníamos el modelo europeo, y en particular el nórdico. Ahora nos faltan referentes".

He hablado con Lapuente (1976) y Bernabé (1980), también con Marta García Aller (1980) y Juan Soto Ivars (1985). Tres: Bernabé, García Aller (también profesora asociada en IE Business School y en ICADE) y Soto Ivars son periodistas; Lapuente es politólogo, catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Gotemburgo y visiting professor en Esade, pero se deja tentar por las tertulias radiofónicas y las columnas periodísticas. Y a los cuatro une su pasión ensayística, en la certeza, expresada por Montaigne, de que "es el juicio un instrumento necesario en el examen toda clase de asuntos, por eso yo lo ejercito en toda ocasión en estos Ensayos".

Les pregunto si hay una generación de autores jóvenes deseosos de contribuir al debate público con algo más que sus artículos y opiniones. "Desde luego que la hay ―responde Soto Ivars―. Pero no se puede generalizar, no creo que haya una ola única de articulistas que publican libros. Hay temas que, por su profundidad y amplitud, no caben en las columnas y requieren la escritura de un libro, pero también es cierto que algunos ensayos de batalla son como columnas alargadas y no profundizan demasiado. De hecho, tengo noticias de que se encargan libros a partir de columnas que han obtenido predicamento (me ha pasado y me he negado siempre a escribir esa clase de libros)".

Porque, en efecto, hay ideas que no caben en una columna. "Si tiene sentido el formato libro es para poder profundizar, no necesariamente la búsqueda de una mayor influencia", dice García Aller. Hay columnas periodísticas mucho más influyentes y que llegan a más gente que muchos libros, pero la escritura de libros tiene todavía un barniz de prestigio que puede atraer a muchos autores. "No veo ninguna novedad en ello, ha pasado siempre. Por eso tengo varias dudas respecto a la tesis de partida".

Una discrepancia que razona. "Una es la relevancia o no de la edad". Es verdad, a menudo se sigue considerando jóvenes a periodistas de cuarenta y tantos, lo que dice mucho de lo acostumbrados que estamos a la falta de renovación generacional. "Tampoco tengo muy claro que la escritura de ensayos esté atrayendo más a autores jóvenes que veteranos. Es un género que se lleva trabajando mucho desde el periodismo desde hace décadas". Eso sí, añade, hay temas que resulta difícil abordar cabalmente en el día a día, y a veces, los periodistas buscan otra vía para introducirlos en el debate público; además, "las editoriales buscan nombres conocidos porque creen que con eso atraen a más lectores".

El hambre y las ganas de comer 

Hay un elemento innegable de prestigio profesional en los libros. "De las columnas se come, con los libros se llega a ellas", señala Bernabé. "Hecha esta premisa tan prosaica, ¿cómo no vamos a intentar contribuir a ese debate si la generación de la Transición nos ha tenido bloqueados y los nacidos en el nuevo siglo son mucho más hábiles en la promoción personal?". Es ahora o nunca, asegura, con 40 años "ya se tiene un bagaje, pero aún se recuerdan las esperanzas".

Entre ellas, la de contribuir a una discusión sosegada en un momento altísimamente polarizado. El mensaje largo, sostiene Lapuente, es más difícil de etiquetar a la ligera que una columna. "Con el Decálogo del buen ciudadano estoy recibiendo una ingente cantidad de respuestas de lectores que, entre ellos, están en las antípodas ideológica y socioeconómicamente y que, sin embargo, agradecen debatir temas de fondo". La experiencia le dice que hay muchas personas dispuestas a discutir cuestiones de política, sociología, psicología, pero también religión, con la mente abierta y es precioso interactuar con ellas.

Personas que buscan no solo opiniones como puñetazos, ni toneladas de información de calidad dispar que satura a una audiencia incapaz de distinguir el grano de la paja. Personas que buscan poner las cosas en su contexto. Porque, como dice García Aller, una cosa es saber que algo sucede y otra entender la razón y las consecuencias.

Una tarea harto difícil en los tiempos que no corren: vuelan. Explica Marta que empezó a escribir Lo imprevisible. Todo lo que la tecnología quiere y no puede controlar en 2018, "su elaboración pasó por una moción de censura, dos elecciones generales, no sé cuántas investiduras fallidas y una pandemia mundial". Ante semejante avalancha, pidió varias prórrogas a la editora… y ahora le resulta ingenuo aquello de esperar a que se tranquilizara la cosa para rematarlo. "Al final la actualidad política en este país últimamente no termina de tranquilizarse nunca. Y el caso es que de eso va el libro. De lo imprevisible que es todo. De cómo un espejismo tecnológico nos había hecho creer que tenemos bajo control más cosas de las que en realidad están a nuestro alcance. En cuanto llegó la pandemia, con el mundo patas arriba, quedó más claro que nunca". Le dio tiempo a añadir un capítulo 0 sobre el coronavirus, que refrendaba la tesis central del ensayo. "De pronto, se hacía obvio que ya no sabemos casi nada del futuro. Pero la epidemia de incertidumbre había llegado mucho antes del covid. Llevaba meses investigando sobre ello. Con la pandemia se acrecentó la percepción de que el mundo nunca ha sido tan imprevisible, por mucho big data que tengamos. Y así es como el libro se puso de más actualidad que nunca". Pero que esté de actualidad no significa que haya sido escrito con urgencia: "Simplemente llegó en el momento oportuno".

Piar y otras formas de expresión 

Columnistas, pues, y ensayistas. También piantes. Sobre todo Bernabé ("Las redes me han servido para llegar a un público mayor, también para soportar muchas miserias y a muchos miserables. Las uso cada vez menos, por desgracia no puedo dejar de usarlas: hoy no importa tanto lo que se escribe como que tu público sepa que sigues ahí") y Soto Ivars ("Mi personaje público está totalmente fuera de mi control. En redes y en los artículos voy contando lo que pienso en el momento, sin tener cuidado con las reacciones. El personaje público al final se construye de retazos dispersos. La imagen que tiene de mí un votante de Vox no se parece en nada a la que tiene uno de Podemos. Cada cual la compone con los materiales que le encajan".)

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No sé si intrigado o escaldado, Juan publicó en 2017 Arden las redes: la poscensura y el nuevo mundo virtual y ahora, La casa del ahorcado. Cómo el tabú asfixia la democracia occidental, en el que ha trabajado tres años. "Investigo cómo los tribalismos (tanto de izquierdas como de derechas) están sembrando la vida pública de tabúes y herejías, y cómo este fenómeno de narcisismo de grupo fractura la democracia". Su hipótesis: al haberse roto la creencia que sustentaba el proyecto común de las democracias occidentales (la idea de que los hijos viven mejor que los padres), la gente se refugia en pequeñas taifas identitarias, dominadas por sus miembros más fanáticos.

Porque cada uno se salva como puede. En su Decálogo, Lapuente ausculta nuestro presente y sugiere que superar la fatalidad exige, entre otras cosas, primar los proyectos trascendentes sobre los deseos inmediatos; alcanzar el equilibrio personal exige cuestionarnos a nosotros mismos y rebelarnos contra la pereza, la vanidad y el victimismo.

Todo ello, en un mundo en el que la tecnología desempeña un papel estelar; de ahí que ningún analista del presente pueda verla como algo ajeno. "¿Cómo están transformando los algoritmos la justicia y el mundo del crimen? ¿De qué manera nos manipulan los sentimientos las aplicaciones de citas? ¿Cómo está afectando a los adolescentes cimentar sus primeras grandes amistades por Instagram? ¿Qué empleos y tareas son más improbables que acaben automatizándose?". Las preguntas las lanza García Aller, cuyos libros tratan de eso, "de las grandes preguntas que no da tiempo a cubrir a fondo en las portadas de los medios. Es verdad que son temas urgentes. Porque es urgente que nos hagamos todas estas preguntas. Nos va el futuro en ello".

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