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Steve Bannon y la cruzada de los "deplorables"

Steve Bannon.

Al igual que el diablo de Mikhail Bulgakov adentrándose en el Moscú de finales de la década de los 20 para sembrar el pánico entre la élite político-literaria soviética, Steve Bannon, el exestratega de la campaña de Donald Trump, desembarca en Europa. “Prefiero gobernar en el infierno que servir en el cielo”, ha dicho, parafraseando a Satanás en El paraíso perdido, de John Milton.

En este nuevo curso, el hombre que tampoco teme compararse con Darth Vader está omnipresente. En Bruselas, donde se prepara para lanzar a mediados de septiembre su think tank The Movement, encargado de fomentar la revolución populista que ve emerger en Europa. En Venecia, donde el realizador Errol Morris presentaba recientemente en la Bienal un documental sobre él, basado en 18 horas de entrevistas. En Roma, el 7 de septiembre, donde se reunió con Matteo Salvini, el ministro del Interior italiano popular en Italia por sus tuits xenófobos, flanqueado por su lugarteniente Mischaël Modrikamen, presidente del Partido Popular Belga. Ya el 28 de agosto en Milán, su sombra planeaba en el encuentro entre el propio Matteo Salvini y Viktor Orbán, el primer ministro húngaro, los dos caballeros de la cruzada antimigrantes en Europa. Uno de ellos había expulsado a los migrantes de regreso a tierras húngaras; el otro, los devolvió al mar.

Como buen diablo mediático, Bannon no escatima en predicciones. Anunció el Brexit cuando nadie creía en él, convirtiendo incluso a Londres en el segundo frente cultural y político de una revuelta global anti-establishment anunciada en 2014. Sin duda fue el único que predijo la victoria de Donald Trump, cuya campaña dirigió desde agosto de 2016 y cuyo mérito se atribuye, no sin razón. En una entrevista concedida a The Daily Beast, propone nada menos que echar por tierra a la Unión Europea. La fecha está fijada: las elecciones europeas de mayo de 2019. “Los movimientos populistas y nacionalistas de derechas ganarán. Van a gobernar. Se verán estados-nación, cada uno con sus propias identidades y fronteras”.

Con la reelección de Viktor Orbán en Hungría, los buenos resultados del FN en las presidenciales francesas y la victoria en Italia de la Liga, en coalición con el Movimiento 5 Estrellas, han echado más leña al fuego. “Italia es el centro de la política moderna”, declaró a The Daily Beast. Si esto ha ocurrido en Italia, puede funcionar en cualquier otro lugar”. Además, dice haber desempeñado un papel importante en la formación del Gobierno de coalición italiano, tras pasar “horas” convenciendo a Matteo Salvini para que rompiera su alianza con Silvio Berlusconi. Cierto o no, no cambia nada en su influencia que, como la del diablo, es por definición oculta y sólo vale lo que se le atribuye.

“Actualmente hay dos bandos en Europa”, ha dicho Matteo Salvini. “Macron está a la cabeza de las fuerzas que apoyan la inmigración. Al otro lado, estamos nosotros, que queremos detener la inmigración ilegal. Un frente claramente definido entre partidarios y opositores de la inmigración”. Al calificar a Emmanuel Macron de enemigo número uno, le han hecho un gran favor, porque es precisamente ese marco político entre nacionalistas y progresistas el que Emmanuel Macron necesita para abordar esta campaña europea.

Este último, en un viaje a Copenhague, se apresuró a aceptar el reto: “No cederé ni un ápice ante los nacionalistas ni ante los que defienden este discurso de odio”, dijo el pasado día 12 de septiembre a Orbán y Salvini. “Si querían verme como su principal rival, tienen razón”. Bannon también ha elegido a un enemigo debilitado y ahora, según él, en la persona de Emmanuel Macron, que “sueña con tomar las riendas de Europa”. Pero para el antiguo jefe de Breitbart, “la autoridad no viene de la imaginación, sino de la realidad. Y la realidad es que Macron habla mientras Salvini u Orbán actúan”.

Si Bannon sigue siendo optimista con respecto a Francia, es porque está seguro de una cosa al final de su viaje por Europa: “Macron dedica toda su energía a intentar contener la ola populista y eso es todo lo que recordaremos de él. Pero es imposible detenerla. ¡La fecha de caducidad de Macron se acerca rápidamente!”. Y va más allá: “Los franceses se están dando cuenta de lo incómodo que se ha vuelto Macron”, confíaba a Valeurs Actuelles. “Es un banquero de Rothschild que nunca ha hecho dinero –la definición misma de perdedor– y que vendería su alma por nada. Macron sueña con ser alguien. Quiere ser una figura histórica mundial, se imagina a sí mismo como un nuevo Napoleón”.

Desde que dejó la Casa Blanca, el hombre a quien Trump apodó Steve el desaliñado no ha escatimado esfuerzos a la hora de sentar las bases de una Internacional Populista. Como lobbyista, se ha reunido muchas veces con los líderes de la ultraderecha europea. El 7 de marzo de 2018, en Zúrich, en una conferencia organizada por el periódico conservador Die Weltwoche, se reunió con Alice Weidel, líder del partido Alternativa por Alemania (AfD) y Christoph Blocher, líder de la Unión Democrática de Centro (UDC), partido gubernamental antiinmigración. El 9 de marzo en Lille, en el Congreso del Frente Nacional, arruinó en una frase los esfuerzos de Marine Le Pen por desdemonizar a su partido, lanzando a la audiencia sobreexcitada: “Dejad que os llamen racistas, xenófobos, nativistas. Llévalo como una insignia de honor porque, cada día que pasa, somos más y más fuertes, mientras ellos se hacen más débiles”. En abril, viajaba a Budapest para celebrar la reelección del primer ministro Viktor Orbán, calificada de “Trump antes de Trump”.

En julio, en Londres, al margen de la visita de Donald Trump, se entrevistó con las figuras de la derecha radical europea, entre ellas Nigel Farage, punta de lanza de la campaña del Brexit, el francés Louis Aliot o el presidente del Partido Popular Belga Mischaël Modrikamen, a quien Bannon ha confiado desde entonces la dirección de su “Movimiento”.

De vuelta a Nueva York, reveló sus intenciones a The Daily Beast: “Todo el mundo está de acuerdo en que el próximo mes de mayo es extremadamente importante, que es el primer choque entre el populismo y el partido de Davos a escala continental. Este será un momento extremadamente importante para Europa”. Su fundación, The Movement, con sede en Bruselas y que da empleo a diez personas, pretende convertirse en la punta de lanza de la revolución populista en todo el continente. Bannon pretende competir con la fundación del multimillonario estadounidense George Soros, Open Society Foundations, que financió la lucha contra el Brexit. Sin contar con los mismos recursos financieros, el Movimiento debería ofrecer a la nebulosa de los partidos de ultraderecha su experiencia en materia de sondeos, selección de datos, pero también un lenguaje y una narrativa comunes.

Permiso para odiar

Bannon ha entendido que los movimientos nacionalistas en Europa tienen muy pocos vínculos entre sí, cada uno de los cuales, por construcción, está encerrado en su marco nacional y defiende sus propios intereses. Dividido en soberanistas y neoliberales, nacionalistas radicalizados y racistas sin complejos, conservadores y extremistas en busca de legitimidad, el movimiento de los partidos nacionalistas sólo está aparentemente unido y a menudo sólo tiene en común la bandera antiinmigración.

El voto nacionalista es un voto de rechazo, es el resultado del odio, el consuelo de los perdedores de la globalización. También hay que darle legitimidad. El permiso para odiar parece ser buena parte de lo que Bannon ofreció a los votantes y a la campaña de Trump. Odio a los negros, a los hispanos, musulmanes... Eso es lo que pretende ofrecer al electorado europeo

Las elecciones europeas son a menudo batallas confusas, entre los poderes sin rostro de los eurócratas y las caras impotentes de los líderes eurófilos que no arriesgan nada en esta batalla. El reto de Bannon es dar cuerpo a esta batalla de los europeos. Desenmascarar a los poderes. Designar al enemigo. Llevar al escenario al pueblo contrario a los migrantes.

En American Dharma, el documental de Errol Morris presentado en Venecia, se ve a Steve Bannon en un hangar de aviones abandonado, vestido con su habitual chaqueta militar de saldo. Se expresa sin rodeos: “La clase política que controla nuestros países permanecerá exactamente como está hasta que se produzca una verdadera perturbación. No puede ser una pelea de almohadas. Se necesitan asesinos”.

Después de ser expulsado de la Administración Trump, Bannon podría haber desaparecido de la arena pública o reciclado su talento en un canal de televisión, como hicieron James Carville o Karl Rove, los spin doctors de Clinton y Bush. Pero Bannon no es un mero asesor político. Y puede que sobreviva a su criatura. Se ve a sí mismo como un caballero en una cruzada. La cruzada de los deplorables. Su éxito político es cuestionable, pero no su capacidad de influencia, como demostró cuando formó la coalición política que ahora gobierna Italia.

“Roma es ahora el centro de la política mundial”, dice. “Lo que está sucediendo aquí es extraordinario. Nunca ha habido un verdadero gobierno populista en los tiempos modernos. Ahora hay un... algo heroico ha ocurrido en Italia”. El movimiento es el caballo de Troya de la campaña de Bannon contra la Unión Europea. Y este caballo de Troya no está hecho de madera, sino de palabras. Para derrocar a la Unión Europea y poner fin al euro, Bannon cree que necesitamos un relato creíble de héroes, una mitología.

Bannon no pretende constituir una superestructura política o una alianza de partidos nacionalistas antiinmigrantes, sino reproducir a escala europea la batalla cultural que libró en Estados Unidos con el site ultraconservador Breitbart. En su libro Devil's Bargain, Joshua Green explica cómo Bannon fue entrenado en la escuela de Andrew Breitbart, que murió en 2012.

Andrew Breitbart sabía “qué historias conmovieron a las masas”, dijo Alex Marlow, que fue su asistente antes de convertirse en el editor de la web. Comprendió que los lectores no reciben la información como hechos, sino que la experimentan visceralmente como “un drama perpetuo con diferentes líneas narrativas, héroes y villanos”. Las historias más populares de Breitbart eran historias de victimización y venganza. Destacaron una persecución frustrada que necesitaba ser legitimada.

Wynton Hall, uno de los asistentes de Bannon, que escribió uno de los bestsellers de Trump en 2011, Time to Get Tough: Making America Great Again, tenía un don para convertir los informes de los grupos de reflexión en dramas políticos. “Trabajamos durante mucho tiempo para construir una historia, un story-board, meses antes de que los hiciéramos públicos”, dijo Hall. Bannon entendía la economía de los medios de comunicación como nadie más. “Hoy en día, nunca habrá un Watergate o los papeles del Pentágono porque nadie puede dejar que un periodista investigue un caso durante meses. Nosotros, sí”.

Para ello, Bannon creó un think tank independiente que permitió llevar a cabo largas investigaciones capaces de revelar casos que atrajeron la atención de los medios de comunicación. Cuando una historia es recogida por los medios de comunicación, la historia vive su propia vida: héroes y villanos emergen y llevan el mensaje de Breitbart. Hillary Clinton se convirtió así en la antiheroína de la narrativa política. Un fenómeno viral que contribuyó a deslegitimar su candidatura ante sus bases, como demuestra el éxito de la candidatura de Bernie Sanders.

Bannon es un mitógrafo. Tiene sus héroes, sus mitos, sus historias y sus fechas memorables. Ha hecho del 9 de septiembre “que este año ha caído en domingo” una fecha clave e incluso un día santo: “el día santo de la gente deplorable”. Hace dos años, el 9 de septiembre de 2016, Hillary Clinton describió efectivamente a algunos de los partidarios de Trump como individuos “deplorables”. Se refería al movimiento nazi o supremacista blanco que giraba en torno a Donald Trump y al propio Steve Bannon.

En una entrevista con la revista The New York Magazine el 10 de agosto, Bannon recuerda este punto de inflexión en la campaña electoral de 2016: “Ella venía de la playa de Reno, Nevada, para su primer discurso importante del nuevo año escolar. ¿Y de qué está hablando? De Steve Bannon, Breitbart, de la derecha alternativa (alt-right), supremacistas blancos, misóginos.... Estoy aquí sentado pensando: 'Dios, ella quiere ser la comandante en jefe, el trabajo más poderoso del mundo, y está hablando de Breitbart? ¿Me estás tomando el pelo? Le dije a Trump: “Vas a ganar”'. Le dije al equipo de campaña: “Se acabó”. Si ella quiere hacer eso, los tenemos. A pesar de su brillantez, no tenían ni idea de la naturaleza de la campaña”.

Y Bannon, lejos de protestar, dio un giro muy hábil al insulto apropiándose de él. “¡De acuerdo! Nosotros somos los “deplorables”, nosotros, los Bannon”. Y el término “deplorable” se ha convertido en una forma de identificación y en una señal de movilización para los seguidores de Trump. “Si eres un ‘deplorable’ significa que te han jodido. Los Bannon somos sólo un puñado de cabezotas. Obreros de cuello azul, bomberos, etc., sólo gente común que ama a Donald Trump. ¿Sabes por qué? Es el primero que le dice al establishment que se vaya a la mierda. Y esto es sólo el comienzo, por eso ganará la derecha populista, porque la izquierda es sólo una panda de nenazas”, dijo a la venerable revista liberal. La UE como espacio de “insoberanía”

La UE como espacio de “insoberanía”  “Puedo indicarles el momento exacto: cuando dejaron caer a Lehman Brothers y cuando Hank Paulson, secretario del Tesoro, y Ben Bernanke, jefe de la Reserva Federal, se dirigieron al Capitolio (la sede del Congreso de los Estados Unidos). Los confinaron en una habitación y les pidieron que dejaran su BlackBerries afuera, y Bernanke, que no es alarmista, dijo: ‘Si hoy no tenemos un billón de dólares, el sistema financiero estadounidense se derretirá en 72 horas y habrá anarquía global...”. Eso encendió la mecha y la explosión fue Trump”.

Bannon recuerda sus años de estudiante en la Harvard Business School en 1983, cuando un grupo de profesores tuvo la idea radical de maximizar el valor para los accionistas, “una idea predicada como una teología”, según la cual, todo valor debe ir a parar a los accionistas, y que condujo a la financiarización y la crisis de 2008. Y a Bannon a denunciar la corrupción de las finanzas. Y no sólo la corrupción de Bernie Madoff, arrestado y acusado por el FBI de una estafa de 65.000 millones de dólares y condenado por ello a 150 años de prisión.

“Estoy hablando de decadencia sistémica. Bancos que han mirado a otra parte, bufetes de abogados que han mirado para otro lado, empresas de contabilidad que han mirado a otra parte. Los medios de comunicación empresariales que han hecho la vista gorda. Todos miraron hacia otro lado. Siempre están mirando para otro lado”.

Bannon señala las consecuencias de la locura financiera de los años 90: la desindustrialización, el desempleo, la explosión de las desigualdades. Y el aumento del voto populista en Europa y Estados Unidos.

“¿Sabes por qué los deplorables están molestos? Porque entienden que es una estafa. La carga recae sobre sus hombros. ¿Sabes por qué los deplorables están enfadados? Son seres humanos racionales. Hemos eliminado el riesgo para los ricos. Mira, en este país hay socialismo para los muy ricos y para los muy pobres. Y tienes una forma brutal de capitalismo darwiniano para otros. ¿Crees que los fundadores de este país querían esto en el siglo XXI? Amigo, estamos jodidos”.

En contraste con la idea de maximizar el valor accionarial, Bannon aboga por su concepción del populismo de derechas: “Vamos a maximizar el valor de la ciudadanía. Si usted es ciudadano estadounidense, recibe una oferta especial. No me importa si eres judío, musulmán, hindú, negro, blanco, rojo, rosa, verde. Eso no me importa. Si usted es ciudadano estadounidense, obtendrá una oferta mejor. Hasta que Baltimore, Detroit y St. Louis ya no se vean afectados por el desempleo juvenil, no necesito extranjeros. Y no soy racista. Lo que quiero es que nuestros ciudadanos consigan los empleos. En la actualidad, la inmigración ilegal sólo es una estafa para rebajar los salarios de los trabajadores”.

Bannon quiere restaurar la soberanía de los Estados-nación socavada por la integración europea y la globalización de los mercados financieros. ¿Qué es la soberanía, sino una cierta coherencia entre los poderes del Estado para actuar y un sistema de representación? Coherencia expresada, por ejemplo, por la imagen de los soberanos en los signos monetarios, y ciertos dispositivos para representar el poder del Estado (su protocolo, rituales, ceremonias).

La crisis de la soberanía de los Estados se expresa por el hecho de que esta coherencia se ha deshecho. La pareja de poder y su sistema de representación se dividieron en dos partes: por un lado, un poder sin rostro, el de los mercados y las instituciones europeas; por otro lado, estadistas indefensos e indefensos. Por un lado, las decisiones sin rostro, por otro, los rostros impotentes.

Bannon pretende dinamitar este doble vínculo. Su objetivo es fortalecer el poder de los Estados para actuar y desenmascarar poderes invisibles, cambiarles el nombre, darles un rostro. Para él, Europa es un nuevo campo de experiencia porque la Unión Europea la ha convertido en una zona de “insoberanía” barrida por los flujos migratorios y sometida a políticas de austeridad bajo la égida del euro. Pero no tiene otra palanca para hacer esto que atacar a los migrantes.

No le importa que las soluciones propuestas por los alternacionalistas tiendan hacia una soberanía perdida, si los “deplorables” se sienten legitimados por esta acción teatral, si encuentran en ella una apariencia de dignidad, un perfume de heroísmo y el sabor de la sangre. Sus generales pueden frotarse las manos, regañados por el diablo de Bannon, ganan popularidad y pueden jugar a los tribunos del pueblo.

Triunfante sin gloria de embarcaciones sobrecargadas de los que los rescatan, elevando a multitudes de refugiados exhaustos a la categoría de luchadores mitológicos e invasores. Nos preguntamos dónde está su valor. La triste tarea de los nacionalistas es elevar la caza de inmigrantes al rango de epopeya popular. Es el resultado de un estrabismo extraño y de una probada hipocresía confundir a los condenados de la tierra y a los poderosos de este mundo de esta manera.

Más allá de la indignación que legítimamente despiertan, estas imágenes de refugiados, naufragios en el mar, muros de contención, barreras policiales, son signos de la insoberanía de los Estados combinada con la impotencia de Europa ante los problemas que ella misma ha creado.

¿Cuál es la función de estas imágenes? Constituyen, a fuerza de repetirlo en el espacio público, una performance colectiva de la que los refugiados son los extras muy a su pesar. Una performance que pretende no tanto disuadir a los migrantes de como crear una imagen de soberanía, de exagerar el poder gracias a un ejército de figurantes enrolados en el teatro de la soberanía perdida. Y en esta representación teatral, los papeles están bien distribuidos, entre azul y marrón.

Así puede afirmar el filósofo Michel Feher: “La consolidación de la Europa de color marrón-azulado” está en camino, “acelerada por distinciones engañosas –entre la firmeza y el cierre– así como por confusiones deletéreas –entre la revuelta y el resentimiento–, y ya sólo encuentra una resistencia admirable y ética”. Más allá de una pequeña minoría de concejales y activistas, el acuerdo tácito entre los ángeles guardianes de los “primeros de cuerda” y los iniciadores del resentimiento identitario se establece sin crear demasiada confusión”.

La vieja estrategia del “cordón sanitario de extrema derecha” daría paso así a una especie de tango perturbador entre soberanistas y globalistas, con los avances de unos alimentando los retrocesos de los otros, la cobardía abandonándose a los brazos de la demagogia; ya no se jugaría “frente contra frente” sino, por así decirlo, contra la mejilla. “En el lado azul”, escribe Feher, “se puede denunciar la “lepra nacionalista” describiendo como firmeza republicana los abusos cometidos por las fuerzas de seguridad francesas –desde Calais [norte de Francia] hasta Ventimiglia [Italia]– y hablar de ayuda al desarrollo para describir la externalización de campamentosde detención de exiliados en zonas sin derecho. En el lado marrón, la ofuscación afectada no es menos efectivo. El ministro del Interior italiano se aprovecha de las acusaciones de arrogancia e hipocresía que hace contra el consejo de administración franco-alemán de Europa para reforzar su posición como representante de los pueblos despreciados por las élites globalizadas. A menos que sea más coherente que la oposición de apertura al mundo y repliegue en uno mismo, la polaridad de abajo y arriba le permite hacer que la xenofobia de Estado parezca una forma de insurrección plebeya”.

Ese es todo el significado de la cruzada de los deplorables. ¡Y es desesperante!

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Traducción: Mariola Moreno

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