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Los políticos alemanes buscan respuestas a la violencia de la extrema derecha

Agentes de la Policía Federal alemana custodian a Elmar J., sospechoso de vender el arma al extremista de ultraderecha que asesinó al político Walter Lübcke.

Thomas Schnee

“Querida señora Reker, querido señor Hollstein, se ha activado una acción inminente de limpieza contra Walter Lübcke y le seguirán muchos otros, entre ellos ustedes dos. Su vida acabará en 2020. Vamos a asesinarles incitando financieramente a otros a eliminarlos. Como indica nuestro nombre, nuestro objetivo es tumbar al Estado y limpiarle de desechos como ustedes, de basura judía y de todos los demás parásitos extranjeros…”

Ese es el inicio de una carta de amenazas, firmada por La orquesta del golpe de Estado, enviada el 19 de junio a la alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, y a Andreas Hollstein, concejal de la pequeña ciudad de Altena, al sur de Dortmund (oeste de Alemania). Los dos tienen algo en común: son abiertamente antirracistas y han sido ya víctimas de un atentado.

Henriette Reker fue apuñalada por un desequilibrado racista días antes de su elección en 2015, y estuvo a punto de costarle la vida. Andreas Hollstein salió vivo con sólo algunas heridas ligeras gracias a la dura intervención del propietario de un restaurante. Las intenciones del agresor, que le atacó con un cuchillo de 30 centímetros el 27 de noviembre de 2017, no ofrecían ninguna duda. Quería suprimirle a causa de sus alegatos a favor de una política migratoria tolerante.

Desde enero a abril de 2019, la policía federal ha registrado el envío de más de 200 amenazas de muerte firmadas por la La orquesta del golpe de Estado, el NSU 2.0, la Wehrmacht o la Ofensiva nacionalsocialista a personalidades políticas. Pero el movimiento parece haberse intensificado después del asesinato del prefecto Walter Lübcke, el 2 de junio, ejecutado de un tiro en la cabeza en su domicilio cerca de Cassel (Hesse, centro de Alemania), muy probablemente por el neonazi Stephan E.

Walter Lübcke, que ya iba a jubilarse, era un diputado regional conservador del Länd de Hesse. Pero también era presidente del distrito de Cassel, el grado más alto de la función pública territorial. En Alemania, el distrito es una unidad que sólo existe en cuatro länder y se sitúa justo por debajo del gobierno del Länd. Desde su puesto, Lübcke naturalmente había tenido que dirigir el reparto de refugiados llegados masivamente a Alemania en 2015. Él siempre se había mostrado fiel a la línea de la canciller Angela Merkel, entonces favorable a la acogida sin discusión de los refugiados.

Ese compromiso le costó esta “ejecución” infame. En una reunión pública en 2015, Walter Lübcke había en efecto evocado los valores cristianos que recomiendan dar acogida humana a todos los refugiados, declarando que “los que no compartan esos valores pueden abandonar el país en cualquier momento si no están de acuerdo”. El presidente de distrito fue abucheado por esas palabras y más tarde sería objeto de insultos y de amenazas de muerte procedentes de medios de extrema derecha.

El arresto de Stephan E., de 45 años, hace una semana ha sido posible gracias a los restos de ADN encontrados en la ropa de Lübcke. La base de datos de la policía le han identificado. Stephan E. Es afín al movimiento neonazi y bien conocido por los servicios de seguridad.

Según información de Der Spiegel, ha estado en contacto con el grupúsculo Combat 18 (18, por Adolf Hitler, en referencia a los números de sus iniciales en el alfabeto), conocido por traficar armas y confeccionar bombas pero también por ser una “filial armada” de la poderosa hermandad neonazi “Blood & Honor”, que es a su vez un apoyo confirmado del grupo terrorista NSU, autor de 11 asesinatos racistas entre 2000 y 2007. Stephan E. ha estado en la cárcel varias veces, entre ellas por haber intentado poner una bomba en un hogar de solicitantes de asilo en 1993, y por un ataque en grupo contra una manifestación sindical.

“Es un crimen político contra un representante del Estado como nunca había ocurrido desde 1945. Para nosotros esto se inscribe en la continuación lógica de la serie de asesinatos de la NSU. Todos los elementos conocidos de la investigación muestran que el entorno y los contactos de Stephan E. son los mismos que los de la NSU”, declara Timo Reinfrank, secretario general de la Fundación Amadeu-Antonio, una de las principales ONG alemanas activas contra el racismo.

Durante las dos semanas que han seguido al asesinato de Lübcke, los responsables políticos alemanes se han mostrado muy reservados, apelando a la opinión pública a que espere a los resultados de la investigación. “No hay que olvidar que los políticos alemanes no reaccionan con urgencia como tienen tendencia a hacer los gobiernos franceses. Aquí se toman un tiempo para el estudio, para la investigación”, explica Bénédicte Laumond, investigadora asociada del Centro Marc-Bloch de Berlín, cuya tesis doctoral trata de la comparación de las acciones públicas contra la extrema derecha en Francia y Alemania.

“No obstante, la reacción de los dirigentes de la CDU han sido extrañas. Hemos visto incluso una salida a escena del ex presidente de la República Joachim Gauck abogando torpemente por una mayor tolerancia respecto a los votantes ultraconservadores. Es un poco como si la dimensión simbólica del asesinato no se reconociera inmediatamente. Hoy, el gobierno parece que ha cambiado su comunicación. Habrá que ver los próximos meses qué alcance institucional y político va a tener este asesinato”, añade Bénédicte Laumond.

A medida que los contactos de Stephan E. con los grupos neonazis más violentos ofrecen menos dudas, el mundo político alemán se ha ido despertando y parece que lentamente está dándose cuenta de la dimensión del peligro, es decir, la emergencia de un terrorismo de extrema derecha.

Al tomar la palabra en una reunión anual de iglesias protestantes, Angela Merkel hizo un llamamiento el sábado pasado a combatir a los neonazis “sin ningún tabú”. Los neonazis violentos “deben ser combatidos desde el inicio (…)”, dijo la canciller. “Por eso se recurre al Estado a todos los niveles y el gobierno federal se lo toma muy en serio”.

Un poco antes en esa jornada, el ministro de asuntos exteriores Heiko Maas había advertido en Twitter que “Alemania tiene un problema con el terrorismo: tenemos más de 12.000 extremistas de derecha violentos en nuestro país. Unos 450 de ellos han entrado en la clandestinidad, a pesar de las órdenes de detención. Debemos defendernos más. ¡Ni un solo milímetro de más para los enemigos de la libertad!”, ha escrito. De esta manera sigue los pasos del ministro de interior Horst Seehofer, que está pensando en imponer restricciones constitucionales a la extrema derecha. “Este asesinato me motiva a poner en marcha todo lo necesario para reforzar la seguridad”, anunció el sábado al grupo de prensa Funke.

Declive del NPD y olas migratorias

Entre las medidas previstas por el Ejecutivo figura la restricción del derecho de expresión en Internet en especial con medidas judiciales contra las personas que “inciten al odio”. Pero el ministro conservador Seehofer prevé ir más lejos examinando la posibilidad de privar a ciertas personas de sus derechos fundamentales. El miércoles pasado, un dirigente de la CDU, Peter Tauber, abogó por que los  “enemigos de la Constitución” se vean privados de ciertos derechos fundamentales como la libertad de opinión y de reunión.

Esta eliminación de blindajes no impide que los ciudadanos alemanes se planteen numerosas cuestiones. Para el activista antirracista Timo Reinfrank, no se han cumplido las promesas de Merkel de drenar “el pantano de la extrema derecha” después del descubrimiento de las acciones del trío terrorista de Clandestinidad nacionalsocialista (NSU). “Es el tipo de cosas que debilitan masivamente la confianza de los ciudadanos en la policía y el Estado”, comenta. A pesar de los atropellos y abusos, Reinfrank no quiere sin embargo acusar a la policía de “encubrir” a la extrema derecha.

“Naturalmente, también hay racismo en la policía, machismo y prejuicios, pero sobre todo hay un problema de método. Los servicios de seguridad alemanes creen aún que son capaces de controlar las redes neonazis a través de sus informadores. Ahora bien, sabemos, al menos desde el proceso a la NSU, que los grupúsculos neonazis son muy hábiles en este punto y se sirven por el contrario del dinero pagado a los informadores para financiarse en parte”, explica Reinfrank haciendo referencia también a un aparato de seguridad demasiado regionalizado y que sigue a la espera de ser reformado en profundidad.

Para Bénédicte Laumond, es además un problema central al que se enfrenta el poder político: “Instituciones como el servicio de inteligencia interior deben ser reformadas, al menos en lo que concierne al seguimiento de la extrema derecha, porque los länder y el Estado federal dependen mucho de este servicio para luchar contra el extremismo de derecha y el islamismo. En resumidas cuentas, este servicio se ha visto reforzado para luchar contra el peligro terrorista al tiempo que están en el centro de las críticas tras cada fallo”.

Pero el desarrollo de un verdadero terrorismo de extrema derecha que enfoca al aparato del Estado no se puede cargar solamente a la debilidad de los servicios de seguridad sino que es también producto de una evolución histórica. Después de la Reunificación, el desmantelamiento de la economía en la Alemania del Este, la explosión del paro en esa región y también la fuerte ola migratoria llegada de Europa central, consecuencia de la guerra de los Balcanes, desestabilizaron profundamente a los ex alemanes del Este.

Numerosos dirigentes neonazis del Oeste han visto pues a los nuevos länder como una tierra prometida que hay que desbrozar. Son muchos los llegados del Oeste que se instalan allí, como la mayor parte de los miembros del estado mayor del Partido Nacional Alemán (NPD), que en los años 1990 a 2000 trataron de federar todas las corrientes de extrema derecha, desde los más violentos a los más presentables, para tratar de conquistar el poder por vía legal.

¿Ha permitido la actividad del NPD enmascarar actividades ocultas de las redes más violentas? Todavía el poder central no ha sido capaz de identificar a los terroristas de la NSU que han cometido asesinatos. Por otra parte, el declive del NPD ha llevado a la aparición de múltiples grupúsculos, entre los que figuran los Ciudadanos del Imperio (Reischsbürger) que rechazan la existencia de la República Federal y que se han escindido en numerosos subgrupos que van desde el suave iluminado inofensivo al obsesionado superviviente violento. Su número ha pasado de esta forma de 10.000 a unos 19.000 a lo largo de la última década.

Se han formado también nuevos partidos pequeños, como el partido de la IIIª Vía, creado en Dortmund y extendido también a Sajonia, que adora los desfiles en uniforme en los que pisotean la bandera europea. Por otra parte, asuntos como las amenazas de muerte enviadas por un grupo de policías de Frankfurt a la abogada Seda Basay-Yildiz, defensora de víctimas de la NSU, o el caso de la red desarrollada en el seno del Ejército nacional, la Bundeswehr, por el oficial Franco A., que soñaba con ejecutar a varios dirigentes políticos, dejan al descubierto unas derivas aterradoras.

No sorprende que la llegada de numerosos refugiados a lo largo de 2015 haya relanzado las actividades de las redes neonazis que se ven confirmadas en su tesis de la gran sustitución de poblaciones blancas y cristianas. Esta crisis les aporta también aliados inesperados: los movimientos de protesta contra las políticas de Merkel del tipo Pegida y, claro está, el nuevo partido político Alternativa por Alemania (AfD), que ha llegado a dividir al conjunto del mundo conservador en el tema de los refugiados.

Cuando la AfD entra en el Parlamento federal con 92 diputados en las elecciones legislativas de 2017, sus responsables muestran enseguida el tono de un nuevo discurso político al anunciar que su objetivo principal será “echar a Merkel”. Aunque muchos contactos y vínculos aproximan esas tres tendencias, habría que esperar a los acontecimientos que siguieron a la muerte de un alemán, a finales de agosto de 2018, en Chemnitz (Sajonia) para verles desfilar juntos, cogidos de la mano.

“Los acontecimientos recientes hasta el asesinato de Walter Lübcke podrían provocar una decepción por parte del entorno neonazi en relación con la acción de la AfD que no ha conseguido todavía el cambio radical de políticas que el partido prometía”, dice Timo Reinfrank. “Ahora el mayor temor es encontrarse en un esquema ya visto con el extremismo islámico. Es decir, la existencia de una nebulosa violenta y radicalizada, difícil de controlar y suficientemente sensible para reaccionar de manera más o menos autónoma a un llamamiento al asesinato”.

Todo esto no es un sueño, como muestra la acusación, confirmada este martes 25 de junio, de la fiscalía federal contra ocho hombres de entre 21 y 31 años del entorno neonazi y skinheads. Todos ellos son miembros de un grupo denominado Revolución Chemnitz, que fueron detenidos en octubre. Se ha comprobado ya que habían previsto llevar a cabo ataques contra extranjeros y personalidades políticas durante la festividad del Día de la Unidad alemana el 3 de octubre y camuflarlos como ataques procedentes de la extrema izquierda. Todo ello debería ser el punto de partida de una guerra civil. Desde la Oldschool Society y el Gruppe Freital, dos formaciones similares activas en 2015 y luego llevadas entre rejas, es el tercer grupúsculo terrorista en aparecer en el radar de la policía desde la NSU en 2011.

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  Traducción de Miguel López.

Aquí puedes leer el texto original en francés:  

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