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El tratado sobre la prohibición de armas nucleares entrará en vigor en 2021 sin la firma de las nueve potencias que las poseen

Ensayo nuclear realizado en 1971 en la Polinesia Francesa.

Hay que reconocer que muy pocas personas se han interesado en los últimos años por el Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares (TPAN). Este texto lo aprobó una comisión de la ONU, en julio de 2017, integrada por 122 estados (de los 193 miembros de Naciones Unidas. Desde entonces, no ha habido debate ninguno en Francia, al contrario de lo que ha sucedido en otros países europeos (Alemania, Austria, Irlanda, Suecia).

Cuestionar la relevancia de la disuasión nuclear y de las armas atómicas, siempre descritas como el pilar de nuestra independencia, sigue siendo un tabú francés. Un consenso abrumador de la clase política y de los sucesivos gobiernos ha impedido hasta ahora cualquier debate al respecto.

Sin embargo, las cosas cambian. Porque después de aprobarlo, los Estados deben ratificarlo. Y en los próximos días, o semanas, se van a superar las ratificaciones necesarias para su entrada en vigor. Ya lo han firmado 45 países (el último ha sido Malta, el 21 de septiembre). Y otros seis se preparan para ratificarlo: Benín, Cabo Verde, Granada, Jamaica, Sierra Leona y Argelia, que aspira a ser el número 50 y marcar simbólicamente con ello su importancia.

El tratado podrá ser de aplicación a los 90 días de su 50º ratificación. “Su entrada en vigor tendrá lugar a principios de 2021. Para nosotros es una gran victoria. Tres años y medio entre la adopción y la aplicación de un tratado internacional es un buen plazo y muestra la determinación de los Estados a la hora de avanzar”, se felicita Jean-Marie Collin, uno de los portavoces de ICAN Francia.

ICAN es una coalición global, integrada por 570 organizaciones, asociaciones y ONG de todo el mundo, que ha liderado la batalla contra las armas nucleares y ha impulsado la adopción del Tratado TIAN. Esto le valió el Premio Nobel de la Paz en 2017.

La ICAN ha lanzado numerosas campañas dirigidas a la sociedad civil y a los representantes locales. Más de 400 alcaldes de todo el mundo ya han firmado un llamamiento a las ciudadesa favor del desarme nuclear mundial. En Francia, unas 30 ciudades lo han suscrito (entre ellas París y Grenoble). El 26 de septiembre, con motivo del “Día Internacional de la Eliminación Total de las Armas Nucleares” de la ONU, Lyon se unió a este llamamiento.

El tratado TIAN tiene como objetivo “prohibir las armas nucleares en aras de su total eliminación”, creando una norma jurídica que sólo es vinculante para los Estados que lo han ratificado. Durante mucho tiempo, esto se ha considerado casi anecdótico, ya que ninguna de las potencias nucleares lo ha reconocido. Por el contrario, estas potencias lo combaten, considerándolo en el mejor de los casos como “inútil o demagógico” o, en el peor, como artífice de nuevos obstáculos “para un verdadero proceso de desarme”.

En la actualidad, nueve estados tienen armas atómicas: Estados Unidos, Rusia, Francia, China, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte. Todos ellos han evitado las negociaciones, al considerar que este tratado sería sólo otro deseo piadoso de la ONU, “un tratado que iría directo al cajón”, como se dice en los pasillos de la ONU, destinado a acumular polvo y a caer en el olvido.

Francia no ha ido a la zaga a la hora de denunciar un texto que califica de “incoherente, sin perspectivas de aplicación”, como se explicaba en una nota de prensa del Instituto de Investigación Estratégica de la École Militaire. El 7 de febrero de 2020, coincidiendo con un importante discurso sobre defensa y disuasión nuclear, Emmanuel Macron cerró la puerta a cualquier debate.

“No puedo dar a Francia como objetivo moral el desarme de las democracias frente a gobiernos, por no decir dictaduras, que mantendrán o desarrollarán sus armas nucleares”, dijo el jefe de Estado. “Un desarme nuclear unilateral equivaldría a que un Estado poseedor de armas nucleares como el nuestro se expusiera a sí mismo y a sus socios a la violencia y al chantaje, o [le llevara a] depender de otros para garantizar su seguridad. Rechazo esa perspectiva”.

Emmanuel Macron concluyó: “Francia no se adherirá a un tratado que prohíba las armas nucleares. Este tratado no traerá nuevas obligaciones para Francia, ni para el Estado, ni para los actores públicos o privados en su territorio”.

Francia defiende oficialmente otra vía hacia el desarme: el estricto cumplimiento, e incluso la ampliación, del Tratado de no proliferación (TNP), la negociación de un tratado que prohíba la producción de material fisionable para las armas y universalización del Tratado sobre la prohibición completa de los ensayos nucleares (Estados Unidos, China, Israel y Corea del Norte no lo han ratificado). Por último, la reducción del riesgo estratégico: “El desarme sólo tiene sentido si forma parte de un proceso histórico de limitación de la violencia”, considera Emmanuel Macron.

Sin embargo, desde hace seis años sucede todo lo contrario. Se han denunciado los principales tratados de desarme o control o se ha roto su renegociación. Todas las potencias nucleares están invirtiendo masivamente en la modernización de sus arsenales y en el desarrollo de nuevas armas. Por último, las crisis nunca han sido tantas y los riesgos o tensiones estratégicas aumentan constantemente.

Ensayos en el Sáhara argelino

Por estas razones, los Estados no nucleares, hartos de que su seguridad se vea amenazada por las potencias atómicas, han adoptado el tratado TIAN y las ratificaciones avanzan a buen ritmo. Un mundo sin armas nucleares no se hace realidad mañana. Pero el tratado TIAN puede ser un estímulo, un medio de presión para forzar a las potencias nucleares a reanudar el proceso de desarme.

Su entrada en vigor, diga lo que diga Emmanuel Macron, creará dos nuevos problemas a Francia. El primero será en Europa, ya que tres Estados han ratificado el TIAN (Austria, Irlanda y Malta). En su discurso de febrero, el jefe de Estado explicaba que la disuasión francesa también servía para proteger a Europa e incluso propuso una asociación “a los ejercicios de las fuerzas de disuasión francesas” para los socios “que lo deseen”.

El efecto estigmatizante del TIAN amenaza con reforzar el aislamiento de Francia, ya que algunas opiniones públicas (Alemania, Escandinavia) se oponen firmemente a las armas nucleares. Al mismo tiempo, este tratado también aumentará la presión sobre los países de la Unión Europea en los que se estima que hay desplegadas 140 armas nucleares estadounidenses: los Países Bajos, Alemania, Bélgica, Italia (sin contar Turquía). 56 ex primeros ministros, ministros de defensa o ministros de relaciones exteriores de 22 países que albergan armas nucleares de un aliado acaban de firmar una plataforma que pide a sus Estados que apoyen el Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares.

El segundo problema muy concreto que el TIAN va a suponerle a Francia se referirá a sus relaciones con Argelia. Este tratado incluye una serie de disposiciones humanitarias, vinculantes para los Estados que lo han ratificado. Sus artículos 6 y 7 obligan, en primer lugar, a prestar asistencia a las poblaciones que son víctimas del uso o los ensayos de armas nucleares y, en segundo lugar, a restaurar los entornos contaminados por las armas nucleares.

Sin embargo, de febrero de 1960 a febrero de 1966, Francia realizó 17 ensayos nucleares en el Sáhara argelino. Por lo tanto, el Estado argelino deberá aplicar los artículos 6 y 7 del Tratado de TIAN. Y para hacerlo, tendrá que dirigirse a Francia.

En un minucioso estudio publicado en julio por la Fundación Heinrich Böll, Jean-Marie Collin, de ICAN, y Patrice Bouveret, representante del Observatorio de Armas, intentan hacer un balance de lo que se conoce sobre estas campañas de pruebas, las poblaciones entonces contaminadas y los residuos radiactivos abandonados o más o menos enterrados en los lugares de las pruebas.

“Siguen desconociéndose muchos elementos y Argelia está plenamente decidida a actuar y, por consiguiente, solicitará información detallada a Francia”, analizan los dos autores. De los 17 ensayos nucleares franceses realizados en los dos emplazamientos de Reggane e In Ekker, 11 (todos subterráneos) se llevaron a cabo después de la independencia de Argelia: los acuerdos de Evian permitían a Francia utilizar estas instalaciones hasta 1967.

Estos sitios después volvieron a manos de Argelia, ocupados durante un tiempo por el Ejército argelino, “sin que se previese ninguna forma de control y seguimiento de la radiactividad”, señalaba en 1997 el senador Christian Bataille en un informe parlamentario. “Las circunstancias políticas pueden explicar la indiferencia con la que se trataron estos problemas. No obstante, el hecho es que se mostró cierta ligereza, por no decir se más”, añadió.

También en 1997, otro informe parlamentario reconoció que “sobre la cuestión de los desechos que podrían haber resultado de las campañas de ensayo realizadas en el Sáhara, no hay datos precisos”.

La situación ha cambiado muy poco en los últimos 20 años. Se han creado comisiones sin resultados convincentes. La ley de 2010 sobre la indemnización a las víctimas de los ensayos nucleares no ha encontrado aplicación práctica en Argelia y sólo un argelino ha visto aceptada su solicitud de indemnización.

“Este pasado nuclear permanece profundamente enterrado en la arena. Los sitios todavía no están sujetos a control y no hay ninguna medida para sensibilizar a la población local sobre los riesgos para la salud”, explican Jean-Marie Collin y Patrice Bouveret. El Ejército francés ha enterrado masivamente en las arenas del Sahara no sólo equipos contaminados sino también tanques, aviones y cañones expuestos a explosiones nucleares para observar su resistencia.

Durante las pruebas subterráneas, se han producido accidentes y se han sacado a la superficie desechos radiactivos y rocas. Por último, miles de argelinos fueron reclutados en estos sitios como obreros sin que se llevaran registros precisos.

Aunque investigaciones y testimonios independientes permiten hoy en día conocer cuáles fueron estos ensayos, una gran cantidad de información sigue sin estar disponible o clasificada como secreta: mapas, lugares de enterramiento, cantidad de materiales, naturaleza y volumen de los residuos nucleares, archivos médicos, etc.

“El Tratado TIAN allanará el camino para una mejor cooperación entre Francia y Argelia. Argel se verá obligada a limpiar estos sitios y a ocuparse de las poblaciones afectadas. París puede y debe ayudar”, creen Jean-Marie Collin y Patrice Bouveret. En su estudio, se formulan varias recomendaciones a Francia, principalmente en lo que respecta a la transmisión de información, pero también a la cooperación sobre el terreno. El historiador Benjamín Stora, a quien el Palacio del Elíseo ha encargado la misión de hacer un balance de las relaciones entre Francia y Argelia, deberá abordar el asunto. Este tratado TIAN, descrito por sus detractores como inútil, podría así demostrar rápidamente su utilidad concreta.

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Traducción: Mariola Moreno

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