Qué ven mis ojos

Los arribistas

“Hay muchas formas de prometer la luna, pero todas tienen como fin quitarte la tierra que pisas” .

A lo largo del año 2015, en España se detuvo cada día a siete corruptos. Cuarenta y nueve por semana. Más de doscientos al mes. El inenarrable ministro del Interior en funciones ha presentado esos datos a bombo y platillo, como una prueba de que aquí el que la hace la paga; aunque se le olvidó reconocer que una mayoría abrumadora de esos ladrones pertenece a su partido y que por eso sus dos delegaciones favoritas están en manos de una gestora: Madrid y Valencia han pasado de ser su granero de votos a ser su tumba. Hay que ver, pensará, tanto condecorar vírgenes de escayola e ir a rezar al Valle de los Caídos, para esto. Es que esta gente parece que primero nos atraca, después nos obliga a reponer el dinero que se han gastado en rescates bancarios, sobresueldos, tarjetas negras o güisquerías y para terminar nos considera unos ingratos, gente sin memoria que ya no se acuerda de cuando les otorgaba mayorías absolutas para que nos saqueasen por nuestro bien: ¡Con lo que yo he hecho por Valdemoro!”, dicen que exclamó de camino a la cárcel Francisco Granados, el antiguo Consejero de Presidencia, Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid y una de las ranas de Esperanza Aguirre, a la que ahora llama “mentirosa indecente” para hacerle un favor, porque sin duda ella lo venderá por ese lado: si un individuo como ése me señala, es que yo soy lo contrario de él, no su cómplice. Y si eso no cuela o las cosas se tuercen aún más, siempre se puede sostener que hay una campaña orquestada contra ella, como hace el propio Fernández Díaz, que en lugar de desacreditar a los piratas con los que compartía mesa y mantel, encuentra "llamativo" que “proliferen las causas judiciales contra el PP en un momento tan sensible…” Debe ser que se han quedado trabados en la teoría de la conspiración y que convertir los argumentos en argucias es el as en la manga de los tahúres. Se puede engañar a todo el mundo durante un tiempo, y aquí eran los tramposos los que iban ganado la partida, pero sólo hasta que han empezado a pintar bastos, el acento ha caído como un puñal sobre ellos y los carteles se han transformado en cárteles.

Alfonso Grau queda en libertad con cargos tras negarse a declarar

Alfonso Grau queda en libertad con cargos tras negarse a declarar

Ediciones del Viento acaba de publicar la novela Salústio Nogueira, historia de un arribista, de Francisco Teixeira de Queirós, una obra maestra del naturalismo que nunca se había traducido hasta ahora al castellano y que parece mentira que sea una narración escrita en el Portugal del siglo XIX, porque retrata la política española de hoy con una exactitud que da miedo: ¿es posible que todos los avances que se han producido desde 1883 hasta ahora no hayan logrado dejar atrás la indecencia de quienes viven de estafar a los otros, los vampiros que usan nuestra sangre como combustible para sus coches de lujo, sus aviones privados y sus yates, los que únicamente quieren ocupar el poder para vaciar las cajas fuertes? El protagonista es un hombre que tiene la aspiración de medrar, ve claro que el modo de conseguirlo es hacerse con un cargo público y está obsesionado con llegar a ministro. Para lograrlo, no repara en nada, es astuto con sus adversarios y servil con los poderosos, inmoral y taimado como todos los hipócritas, libertino en su vida privada y de puertas para fuera “partidario de la rigurosa represión policial”; apóstol de la democracia cuando habla desde una tribuna y propagador en la intimidad de las ideas de Maquiavelo según las cuales “el verdadero hombre de Estado deberá poner siempre el interés por encima de la justicia”; y casi no hace falta decirlo, también es un genio en el uso de la demagogia: cuando un diputado rival denuncia las negocios sucios del Gobierno y de la monarquía, él defiende la grandeza de las instituciones; cuando otros parlamentarios cuestionan las leyes que amparan los monopolios y transforman la inversión extranjera en una subasta que entrega al mejor postor la soberanía del país, él hace un canto a la importancia nacional del comercio. “El comercio, señores, es en la actualidad la base de toda la riqueza, del bienestar del pueblo, y el más seguro fiador del orden y la moralidad. Con el comercio y con la religión hemos conquistado mundos desconocidos. Es en el sector del comercio donde se encuentra el mayor número de hombres inteligentes y de fecunda iniciativa. ¡El comercio es el crédito, es la prosperidad, es la agricultura, es el trabajo, es el capital, son las mejoras materiales, es el progreso, es el orden, es la industria y es la propia ciencia e inteligencia en acción!” Les juro que esto es pura literatura, no habla de Madrid sino de Lisboa y no lo he sacado de ningún mitin de la última campaña electoral.

Sin embargo, un libro siempre es un molde, y en éste encajan de maravilla todos esos líderes que el presidente Rajoy consideraba hasta hace muy poco intachables y que ahora están en prisión o al borde de ella: Rita, eres la mejor; Carlos Fabra, eres un ciudadano y candidato ejemplar; aguanta, Luis Bárcenas; te quiero, Alfonso Rus, coño, tus éxitos son mis éxitos... Uno se imagina sin ningún esfuerzo al personaje de Salústio Nogueira en la piel del alcalde de Xátiva, entre otros muchos, prometiendo a sus vecinos llevarles el mar y luego riéndose de ellos a sus espaldas: “Les dije: traeré la playa aquí. ¡Y se lo creyeron! ¡Se lo creen todo! ¡Serán burros! Y van y me votan...” En esas manos nos hemos puesto. El último de la lista, por ahora, es el alguna vez todopoderoso vicealcalde de Valencia, Alfonso Grau, que creía haberse ido de rositas del caso Nóos cuando lo metieron en la Operación Taula. Pero lo significativo fue su forma de salir de los juzgados: “Que cada uno lleve su cruz”, se supone que dijo entonces, y a continuación vació las arcas subterráneas del PP local, seguro de que nadie le iba a denunciar, porque hacerlo sería reconocer que ese dinero negro existía. Es todo un síntoma de lo que ha pasado en esta época de rapiña, cinismo y personas dispuestas a confiar en los embusteros. Y también es todo un aviso de lo que no tenemos que permitir que vuelva a suceder.

Arribistas, qué hermosa palabra y qué tipo de seres tan indecentes define.

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