Qué ven mis ojos

En defensa del ‘y tú más’

“La justicia consiste en que las personas honradas construyan torres y los sinvergüenzas sólo alturas desde las que caer” .

Los enemigos sólo existen en las guerras; en todo lo demás, ya sea el deporte, la política o los negocios, podemos llamarlos rivales, contendientes o adversarios; y más aún en el terreno ideológico, donde se supone que los antagonistas son personas con otras convicciones que sin embargo persiguen lo mismo: el bien de un país y de sus ciudadanos. Ojalá lo que acabo de escribir no fuese una teoría, sino la realidad; pero lo cierto es que en España tenemos la sensación de que sólo lo es, o al menos lo ha sido en la larga etapa del bipartidismo, a la hora de encubrirse unos a otros: los que se reparten el pastel nunca se lo tiran a la cara; a veces discuten a su alrededor, encienden sus velas o apagan las del adversario, pero siempre se preocupan de mantener a salvo lo que queda de esa tarta en la que meten por turno sus cucharas.

A estas alturas y con lo que vemos cada día, cualquiera que no hable con un carné entre los dientes sabe que el nivel de corrupción del Partido Popular y el PSOE no es comparable, pero también que el que uno y otro se han impuesto a la hora de tolerar los delitos y faltas del contrario sí que es muy parecido: una vez tras otra, después de lanzar a los cuatro vientos y rodeados de banderas sus discursos contra la impunidad y sus promesas de justicia, al hacerse con el poder las aguas se han calmado, se ha hecho borrón y cuenta nueva y en más de una ocasión el Gobierno entrante ha amnistiado a los ladrones del partido derrotado: hoy por ti y mañana por mí. Al final, en cuanto dejaron de sonar las trompetas y los carteles se quedaron mudos en las paredes, resultó que peleaban con sables de plástico y de cara a la galería. Ante ese panorama, lo único que nos queda es el famoso 'y tú más', las denuncias, los reproches, las acusaciones mutuas que se lanzan cuando se les calienta la boca y que, al menos, han logrado que supiéramos qué tenían en los armarios los mismos que saludaban desde los balcones. Y para cubrirse el rostro han tenido que dejar al descubierto los pies, desde que las celdas y las salas de interrogatorios se han llenado de gente que tira de la manta. Lo que ha quedado a la vista ha hecho que pasara lo que ha pasado en las últimas elecciones: que tal vez ellos estuviesen dispuestos a seguirse perdonando, pero nosotros ya no.

En qué se diferencian la mayonesa y la ideología

El 'y tú más' a veces resulta molesto, pero es útil porque en una democracia los ventiladores son preferibles a las cortinas de humo y porque entre tanta demagogia y pacto de silencio vale para hacerle un sitio a la verdad, por poco agradable que ésta sea. El otro día, los diputados del PSOE se sintieron ofendidos por las alusiones de Pablo Iglesias a Felipe González, al que acusó de tener las manos manchadas de cal viva y acerca del cual sostuvo que su pasado lo inhabilitaba como referente moral; pero lo cierto es que el terrorismo de Estado se produjo con él en La Moncloa y que su ministro del Interior y su secretario de Estado para la Seguridad acabaron en prisión como consecuencia de las actividades macabras de los GAL. Al PP también le ofende que le pongan encima de la mesa a los mil y un delincuentes que han llevado las riendas de la formación en Madrid, Valencia, Palma de Mallorca o Castellón, entre otros muchos lugares, pero lo cierto es que Granados y uno de los dos Fabra están entre rejas; Bárcenas pasó por allí y lo más probable es que regrese más pronto que tarde; Rato o Rus fueron detenidos y parecen tener pie y medio en prisión; Mato tuvo que dimitir… La teoría del tirador solitario no sirve cuando las balas llegan de todas partes.

Afortunadamente, aquí existen los tribunales y son independientes, por mucho que algunos luchen a cara de perro con el fin de llenarlos de sospechas o calumnias, y por eso el camino hacia el banquillo de los acusados y a veces a la cárcel lo pueden recorrer desde una ministra, un alcalde o un presidente autonómico, hasta los miembros de la familia real. Quizá las cosas vayan despacio, pero es que la tarea es mucha y además se incrementa cada día: ayer mismo, los medios de comunicación hablaban de la nueva imputación de Jaume Matas por el caso del mundial de ciclismo fantasma del año 2007 en Palma de Mallorca; y también del registro que hizo la Policía Nacional en las dependencias del ayuntamiento de Getafe, en busca de pruebas contra su antiguo alcalde conservador, al que el PP ha escondido, como a tantos otros, en el Senado; y de la orden de ir a declarar en calidad de investigados a los ex presidentes socialistas de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, por el asunto de los ERE. Seguro que los dos partidos implicados en esos casos preferirían que no se hablara de ellos, pero eso sería lo contrario de la democracia, en cuyas instituciones no deben tener sitio los delincuentes.

Acaba de estrenarse en Madrid, en el teatro Naves del Español, la obra Muñeca de porcelana, escrita por David Mamet, dirigida en esta versión castellana de Bernabé Rico por Juan Carlos Rubio e interpretada por un extraordinario José Sacristan y por Javier Godino. La obra cuenta la historia de un personaje que vive en la cumbre de las finanzas, tiene un avión privado y una amante joven que le ha dado nuevas razones para disfrutar de su dinero y su poder. En un descuido, comete un error que le va a buscar un triple problema con la hacienda pública de los Estados Unidos, con el servicio de aduanas y con las autoridades de inmigración. Al principio no se siente amenazado, cree que con un par de llamadas, el peso de su apellido y sobre todo el de su fortuna, el tema se resolverá de inmediato. Pero resulta que cuenta con la enemistad del nuevo gobernador y las cosas no van a resultar tan sencillas. El millonario al que da vida Sacristán empieza a dejar ver su verdadera cara según el peligro lo va cercando y lo que intenta como último recurso es incriminar a su ayudante, hacer que sea su cómplice y asuma un tanto por ciento de sus culpas. El hombre de ficción que pone en pie sobre las tablas Javier Godino podría ser como tantos, meterse el cheque en blanco que le ofrecen en la cartera y cruzar la raya que separa la honestidad de la indecencia. No diremos si sucumbe a la tentación, por no revelar más de lo debido a los espectadores que asistan a ver la representación, pero sí que es imposible estar allí sin establecer vínculos entre lo que ocurre en el escenario del Matadero y lo que podemos ver en los medios de comunicación, donde hay muchos que cuando estaban en la cumbre se sintieron igual de intocables y que sin duda no desentonarían en este drama que escribió David Mamet para Al Pacino, que fue quien lo estrenó hace tres meses en Broadway. 'Y tú más', Pepe, le podría decir el actor norteamericano al español, y esta vez sólo estaríamos hablando de lo grandes que son los dos.

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