¡Insostenible!

La libertad de respirar aire limpio

Alberto Rosado del Nogal

Uno de los debates que más vertebran la teoría política es definir cómo opera el concepto “libertad” en nuestras sociedades. Desde el individualismo cínico de Antístenes en la antigua Grecia hasta el liberalismo más salvaje de Mandeville en su Fábula de las abejas, la libertad es el motor que motiva a discutir cómo debemos organizarnos políticamente. Un hecho debe admitirse, y sin caer en un pesimismo vacío: el liberalismo ha ganado, con creces, la batalla por el sentido de la libertad. Hasta tal punto que casi cualquier ciudadano actual podría sumarse a lo siguiente: no quiero pagar impuestos al mismo tiempo que quiero disfrutar de la mejor calidad en los servicios públicos. Aparentes paradojas, o contradicciones, que no son tales. De hecho, la coherencia máxima se explica a través de esa libertad, es decir, libre para no pagar impuestos pero libre para beneficiarme de lo público. Libre, al fin y al cabo, para satisfacerme a mí mismo. Un aguirrismo político que machaca a lo público, como seguro de la justicia social, mientras lo usa como seguro de sí misma. No es paradójico, es causal: cada cual que busque su beneficio, de ahí la metamorfosis de representante público a representante privado –gracias a lo público–. La libertad se enmascara de un individualismo salvaje y olvida que aquel zoon politikón aristotélico no era un caprichozoon politikón teórico. Si somos, somos sociales. Así que partamos de ahí para ganar la libertad y vayamos al presente.

¿Qué ocurre cuando alguien afirma que debemos garantizar su libertad para poder conducir un coche por una gran ciudad sin que ningún gobierno le limite? Para desenmarañar esas palabras, qué mejor manera, que ejemplificarlas con analogías ya fijadas en nuestra tradición. Algunas más antiguas y otras muy recientes, pero seguro se entienden bien.

1. Sobre movilidad libre

Liberal: ¿y mi libertad para conducir un coche y no tener que pararme cada dos por tres por orden del gobierno de turno?

Libertad: se llaman semáforos, stops, cedas al paso y pasos de cebra. Es más libre poner normas para asegurar que todo el mundo pueda desplazarse a donde quiera aunque tenga que pararse, a veces, un poquito para que la circulación sea fluida. En caso contrario, los accidentes y atascos impedirían el movimiento.

2. Sobre emprendimiento libre

Liberal: ¿y mi libertad para poder abrir una discoteca y no tener que esperar el permiso de una administración pública que solo pretende vaciar mis bolsillos y frenar mis ideas empresariales?

Libertad: se llaman licencias de apertura de locales de ocio nocturnos. Se regulan para que no haya sobresaturación de este tipo de negocios y respetar el silencio por la noche de algunas zonas vecinales. Existe también la libertad de descansar.

3. Sobre libertad empresarial

Liberal: ¿y mi libertad para vender productos que yo mismo he conseguido sin tener que pedir permiso a nadie?

Libertad: se llaman controles públicos de calidad, y sirven para asegurar al conjunto de la población que aquello que vendes no representa un peligro para nadie. Desde juguetes para niñas/os que sean seguros hasta comida que no sea tóxica. Se llama libertad para comer sano o para jugar tranquilo con tus hijas/os.

4. Sobre libertad de ocio

Liberal: ¿y mi libertad para poder fumar en bares? Es mi vida, yo decido si me mato.

Libertad: sí, pero cuando fumas, otro respira tu humo y eso es su vida, no la tuya. Se llama libertad a no querer respirar humo de tabaco. También se podría llamar libertad a no tener que pagarte la sanidad cuando enfermes, porque los impuestos especiales del tabaco no cubren todos los gastos que genera. Por supuesto irás a la sanidad pública y mis impuestos irán a pagarte tus caprichos “libres”.

5. Sobre naturaleza libre

Liberal: ¿y mi libertad para hacer hogueras en algún parque natural y pasar la noche?

Libertad: que tú quieras dormir en un paraje natural y necesites hacer fuego puede implicar (e implica cada verano, de hecho) que vastas extensiones de terreno se quemen arruinando mi posibilidad, mi libertad, para poder ir a ese lugar a disfrutar de la naturaleza. Por eso, ni hogueras, ni tirar colillas de cigarros, ni quemarlo por pura diversión. Se llama libertad para disfrutar de la naturaleza, no para destruirla.

6. Sobre libertad anatómica

Liberal: ¿y mi libertad para vender un riñón y alquilar mi vientre a ricos y gestar bebés?

Libertad: se llama dignidad y no mercantilizar cada rincón humano. De hecho, es raro que un liberal apele a que quiera hacerlo, sino que buscará que un pobre tenga derecho a hacerlo. Si abrimos la puerta a que alguien pueda vender su riñón o alquilar su vientre por necesidad, igual podemos, próximamente, mercantilizar la muerte de un padre de familia a cambio de que un rico garantice recursos a sus hijos de por vida. Sin coacción se haría con plena libertad. El rico desea matar, pero legalmente, así que a cambio de un sueldo vitalicio a los hijos, mata al padre –previo contrato– porque le divierte. ¿Suena raro? Sí, y por eso se crearon los derechos humanos, entre otras cosas, para garantizar la libertad a todo el mundo, no solo a una parte.

7. Sobre libertad animal

Liberal: ¿y mi libertad de poder abandonar o matar a mi perro si es mío y ya no lo quiero?

Libertad: se llama libertad para vivir y se aplica no solo a humanos. Los animales también tienen derecho a poder vivir lo más dignamente posible. Hay diferencia entre un ambientador que te compras pero luego no te gusta su olor, y una mascota. Si no ves esa diferencia, eres libre de empezar a trabajar la empatía.

8. Sobre libertad atmosférica

Liberal: ¿y mi libertad para usar el coche por donde quiera?

Libertad: el protocolo para respirar un aire limpio que ha entrado en vigor en Madrid recientemente no ataca tu libertad, sino que protege la de todos. Tengo libertad para poder salir a correr sin tener que mirar en internet si hoy es un día apto o no apto por la contaminación atmosférica. Tengo libertad para poder ir en bici a los sitios y no tener que tragarme el humo de los coches mientras pedaleo. Tengo libertad para afirmar que más de 30.000 muertes año por respirar suciedad en España son demasiadas. Tengo libertad para no querer ser una de esas víctimas. Tengo libertad para exigirte que, en caso de contaminar mientras se dé la transición hacia un aire limpio, pagues por lo que contamines. Tengo libertad para, si tengo enfermedades respiratorias, poder salir a la calle a dar un paseo. Tengo libertad para, si tengo hijos menores, poder salir al parque a jugar al pilla-pilla. Tengo libertad para no querer pagar unos 50.000 millones de dólares en sanidad que origina la contaminación del coche que conduces. Tengo libertad para caminar por las aceras sin chocarme con la gente. Tengo libertad para ir con mi bici o patinete seguro, no entre una jungla de vehículos. Tengo libertad para, en caso de necesitar coger un taxi o trabajar como repartidor en el centro, no tardar media hora en atravesar una calle de 500 metros. Tengo libertad, en definitiva, de respirar un aire limpio. Y tu libertad para conducir sin señales de tráfico, para abrir discotecas sin licencias, para vender productos sin garantías ni seguridad, para fumar en bares o colegios, para hacer fuegos en parques protegidos, para comprar riñones o alquilar mujeres que gesten bebés, para deshacerte de tu mascota, o para respirar un aire sucio que nos va matando poco a poco, la respeto con toda la amabilidad posible. Pero una sociedad libre debe significar otra cosa: aquella que garantiza el bienestar común, no el privado. Por eso hay señales de tráfico, licencias, controles de calidad, ética médica, espacios sin humo, naturaleza protegida, leyes de protección animal o nuevos planes de movilidad como el aprobado por el Ayuntamiento de Madrid.

Liberalismo y libertad siempre han ido de la mano, pero su divorcio comenzó hace tiempo. Es momento de cambiar su significado, de no sentirse derrotados y apelar más a la libertad cuando se trata de disfrutar de nuestra vida, en espacios libres y con normas libres. Sin complejos: porque tenemos la libertad de respirar un aire limpio.

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Alberto Rosado del Nogal es investigador Ciencias Políticas (UCM) y creador de #InsosteniblePodcast

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