En Transición

¿El principio del fin de la corrupción?

Creo que de corrupción hemos visto y dicho casi todo lo que se puede ver y decir, aunque he de reconocer que la actualidad me recuerda cada día que no pierdo la capacidad de sorprenderme. Por eso, y quizá porque empiezo a asumir que la perplejidad tiene que dar paso a la reacción, quiero fijarme en algunos signos interesantes y esperanzadores que, de generalizarse, podrían vislumbrar el principio del fin de la corrupción.

Imaginemos que los medios de comunicación cumplen con su función de investigar, vigilar e informar, y destapan y hacen el correspondiente seguimiento minucioso de los indicios de corrupción que corren de boca en boca. Esta semana ha sido eldiario.es con el caso de Cristina Cifuentes, como otros días ha sido este mismo digital infoLibre, sin olvidar que los grandes casos de corrupción que hoy invaden los juzgados fueron destapados en su día por unos u otros medios. Quizá entonces tengamos que matizar eso de la crisis de la intermediación –del papel de los que actúan como intermediarios de servicios, información, conocimiento, etc.–, para empezar a pensar que la crisis de los que están en medio aparece cuando dejan de cumplir su función. Sin embargo, cuando hacen su trabajo y lo hacen bien, esta crisis se matiza mucho. Ha pasado esta semana con el supuesto máster de Cifuentes, pasó el 8 de marzo con las mujeres periodistas ejerciendo un liderazgo determinante en el éxito de la movilización, y seguirá pasando cada vez que los periodistas cumplan con su deber.

Imaginemos también que en aquellos lugares donde aparecen casos de corrupción que acaban desprestigiando al conjunto de la institución, hay personas que salen a la palestra a denunciar las irregularidades y a defender a los profesionales que nada tienen que ver con el escándalo. Lo ha hecho esta semana el catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos, Manuel Villoria, mediante estas declaraciones. Toda una luz de esperanza tanto por lo que denuncia, como por su disposición a alzar la voz. ¡Gracias, profesor Villoria!

Finalmente, imaginemos que los sistemas que son infectados por el descrédito que generan, inevitablemente, estos escándalos, tienen la voluntad de defender su ética explicando los procedimientos que habitualmente se siguen, como hizo Antón Losada en este artículo en el que explica perfectamente toda la tramitación que conlleva una modificación de un acta de calificaciones, mediante las diligencias debidas, o como recordaba el viernes en Hora 25 Javier de Lucas. Porque, por si alguien no lo sabe o lo duda, existe un procedimiento riguroso y regulado para corregir posibles errores que cualquiera podemos cometer al traspasar unas calificaciones al sistema informático de la universidad, o cualquier otra incidencia.

¿Podrá el 'mástergate' más que toda la 'Gürtel' y la 'Púnica' juntas?

Si los medios hacen su trabajo, los profesionales honestos reaccionan y alzan la voz contra los escándalos de corrupción en su ámbito, y además se defienden las instituciones contando los procedimientos establecidos –que existir, como sabemos, existen–, estaremos acercándonos a la tolerancia cero a la corrupción, que es algo muy próximo al principio de su fin.

Lo contrario, ver a medios reaccionando tibiamente ante indicios de lo más claro, a rectores y catedráticos dar explicaciones a medias, contradictorias e inverosímiles, y a políticos del propio partido o de los otros mirando a otro lado, nos mantiene en ese glorioso puesto de ser el país en el que más ha crecido la percepción de corrupción desde 2008.

Si a la comprobación de que la recuperación económica sólo va a beneficiar a unos pocos, de que la desigualdad cada vez es mayor, de que las mujeres siguen sufriendo violencias de todo tipo, de que los jóvenes van a seguir instalados en el precariado y de que el Gobierno es incapaz de gestionar la mayor crisis política que hemos tenido en este país desde la Transición, le unimos una buena dosis de escándalos de corrupción como los que habitualmente nos acompañan, que nadie se sorprenda si la indignación vuelve a brotar. Lo sorprendente, de hecho, sería que no lo hiciera.

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