La portada de mañana
Ver
El PSOE se lanza a convencer a Sánchez para que continúe y prepara una gran movilización en Ferraz

¡A la escucha!

Adaptemos el sistema y no ellos al sistema

Ha sido un curso duro. Durísimo. Acudiendo a hablar con su tutor prácticamente cada semana. Viendo qué posibilidades tenía para que no repitiera y perdiera un año. Hablando con el jefe de estudios, el director del colegio, su orientadora, el psicólogo, el neurólogo. Haciéndole mil pruebas y sobre todo, cuidando que él no se enterara de nada. Que no percibiera que algo iba mal. Si llegaban tres suspensos le decían que eso no era lo importante, que lo importante era el esfuerzo que había hecho antes. Que una nota no cambiaba nada de lo que él sabía, de lo que él es, porque las notas, le repetía su madre, no es lo que nos definen. Le han dado a su hijo las alas que el centro o la desidia de un profesor le estaban acortando. Se han pateado todos los centros especializados de la ciudad. Han acudido a mil expertos. A mil entrevistas. Se han puesto en contacto con madres y padres que estaban pasando por su misma situación. Han intercambiado información, se han pasado teléfonos de todo tipo de expertos. Han hecho un máster sin que nadie se lo haya pedido y el TFM les ha llegado en formato llamada: por fin han logrado plaza para el próximo curso en un colegio que no obliga al niño a adaptarse al sistema sino que adapta el sistema a las necesidades del niño. Un centro especializado en nuevas técnicas de aprendizajes y de integración para niños con DEA, dificultades específicas del aprendizaje. Porque es sólo eso, nada más que eso.

Pero nuestro sistema no está preparado para adaptar esos procesos de aprendizaje a niños con dislexia, discalculia o el temido TDA o TDAH. No. El sistema de aprendizaje y de evaluación es el mismo para todos, para los que han llegado a madurar al ritmo “normal” (que alguien venga por favor y me defina esto de normal) y para los que necesitan un proceso más lento y adaptado. No hay otra. Y esos niños sí necesitan otra forma: necesitan más tiempo, quizás una letra más grande en las fichas, más evaluaciones orales, información en forma audiovisual, con textos con espacios interlineales mayores, tablas de multiplicar sobre la mesa. Son niños que aunque asimilan los conceptos se bloquean si lo tienen que plasmar sobre un folio. Y en cambio son brillantes cuando lo exponen de forma verbal. Pero el sistema es el sistema y no hay excepciones. Porque ésta ha sido parte de la lucha de María, (nombre ficticio de esta madre): lleva meses pidiendo en el colegio que a su hijo lo evalúen de forma oral, que Manuel ha aprendido y entiende qué son los adverbios pero no puede decirlo con papel y boli. Pero ha topado con alguien sordo, ciego y algo más y no lo ha conseguido. A pesar de los informes que le ha llevado, a pesar de que tenía el diagnóstico de la Comunidad (el dichoso papelito con el que no se hace nada si no se tiene). Nada ha servido. Y lo peor es que ese profesor obcecado en seguir los criterios de evaluación estándar ha estado cerca de llegar a frustrar a un niño de 10 años que se ha estado preguntando si él es más tonto que el resto de sus amigos. Que si no aprueba los exámenes, que si suspende, será porque efectivamente, es así.

El calvario de María es el de tantas y tantas madres que reciben el diagnóstico de TDA o TDAH. Que se sienten perdidas: primero para entender qué supone ese diagnóstico, cómo puede afectarle a su hijo o hija. Si medicarle es la solución o una ayuda más. Si el centro en el que está es el adecuado. A qué centro optar, cuál es el más recomendable, cuál se pueden permitir, cuál es el método más apropiado. Cuál es el que mejor integra. Qué tipo de apoyos necesitará su hijo.

Admiro a todas esas madres que pierden horas de sueño haciendo esa labor de investigación sin contar con ningún tipo de ayuda. Que sin conocerse entre ellas han creado esa red de apoyo. Intercambian experiencias, acumulan folletos de los mejores colegios, de los mejores neurólogos, de las mejores terapias. Ayudan a otras madres a acortar su recorrido evitando dar tumbos, yendo directamente a tocar a la puerta que realmente les va a abrir un mejor futuro académico para sus hijos.

Pero esto es un sobreesfuerzo innecesario. En países como Alemania no es el niño el que se adapta al sistema tomándose una pastilla diaria. Es el sistema el que se adapta al niño, priorizando en su ritmo de aprendizaje, en sus necesidades. Buscando otras alternativas que no sean la farmacológica, o no al menos la única.

Familias y expertos piden una revisión del sistema de evaluación. Profesores que tengan el tiempo y sean capaces de dedicar tiempo y atención a cada alumno, saber motivarles, crearles lo que Ramón Gamo llama mentalidad del crecimiento: enseñarles que no es mejor el que más talento tiene sino el que mejor trabaja y mayor capacidad de mejora y crecimiento tiene. Exigirles en cada etapa lo que ellos son capaces de hacer, no lo que el sistema impone. Adaptarlo a sus necesidades. Hacerlo en edades tempranas es esencial. Así que no perdamos más el tiempo y pongámonos a ello.

Más sobre este tema
stats