A la carga

Competición “virtuosa”

El pacto presupuestario firmado por PSOE y Podemos es una gran noticia para quienes llevamos ya unos cuantos años defendiendo la necesidad de un entendimiento entre las dos grandes fuerzas de la izquierda, PSOE y Podemos, como única forma de corregir las medidas regresivas que tomó el Partido Popular durante sus años de gobierno.

Para llegar hasta aquí se han tenido que vencer muchas resistencias y se ha perdido un tiempo precioso. Cuando empecé a escribir sobre la complementariedad entre PSOE y Podemos, allá por la primavera del 2015, la relación entre los dos partidos no podía ser peor. En Podemos se despreciaba al Partido Socialista y era frecuente oír a los militantes del nuevo partido diciendo que el PSOE no podía ser considerado una fuerza de izquierdas. Por su parte, dirigentes y votantes socialistas no ocultaban su desdén por la falta de preparación de los líderes del Podemos y sus propuestas irrealistas.

Tras las elecciones de diciembre de 2015, en las que los dos partidos obtuvieron porcentajes muy parecidos de voto, Pablo Iglesias humilló al viejo Partido Socialista en más de una ocasión y los poderes fácticos del PSOE, con Susana Díaz a la cabeza, consideraron que era inadmisible cualquier tipo de acercamiento a Podemos. De ahí que el primer Pedro Sánchez intentara formar gobierno mediante un acuerdo con Ciudadanos, un partido que entonces se presentaba como liberal y que no había dado aún muestras tan obvias del ultranacionalismo español que ha sacado a relucir en tiempos más recientes.

Que estas actitudes de desconfianza mutua no eran sino fruto del prejuicio y la cerrazón ideológica quedó claramente demostrado por la facilidad con que ambas fuerzas políticas se pusieron de acuerdo para apoyarse en municipios y comunidades autónomas tras las elecciones de 2015, desplazando a la derecha en regiones muy importantes (como Valencia, Aragón o Castilla La Mancha) y en algunas de las principales ciudades de España. Pero a pesar de este apoyo mutuo, tanto PSOE como Podemos mantuvieron una especie de veto permanente en todo lo relativo a la política nacional.

Mientras tanto, las encuestas de entonces, como las de ahora, ponían de manifiesto que los votantes de ambos partidos deseaban un gobierno de coalición formado por PSOE y Podemos antes que cualquier otra combinación de partidos. Estos datos fueron sistemáticamente ignorados tanto por las cúpulas de PSOE y Podemos como por los múltiples analistas que presionaban a favor de la marginación política del partido de Iglesias.

Si PSOE y Podemos hubieran alcanzado un pacto en su momento, nos habríamos ahorrado tanto los coletazos más virulentos de la crisis catalana (un gobierno de izquierdas habría negociado y no habría judicializado el problema) como la agonía final del Ejecutivo de Mariano Rajoy, asfixiado por los incesantes escándalos de corrupción.

Como ya no se puede cambiar el pasado, mejor mirar hacia el futuro. Más allá de las medidas concretas del pacto presupuestario, muchas de las cuales podrán discutirse y criticarse con buenos argumentos, resulta indudable que dicho pacto es un enorme avance y anticipa el tipo de políticas que podría llevar adelante un gobierno progresista si alcanzase una mayoría más sólida en el Congreso.

La incómoda pregunta

Por supuesto, los puristas de uno y otro lado pensarán que el compromiso final se aleja mucho de sus políticas ideales. En Podemos, aquellos con principios más radicales habrían preferido romper con las limitaciones tan estrictas que impone la Comisión Europea; en el PSOE, quienes pertenecen al sector más socioliberal y de orden pensarán que el Gobierno se ha dejado llevar por el “populismo” de Podemos. Visto sin anteojeras ideológicas, el resultado final indica que la síntesis final ha supuesto un cierto movimiento a la izquierda por parte del PSOE y hacia el centro por parte de Podemos. Con los sacrificios de cada uno de los dos partidos, se ha impuesto un pragmatismo saludable dada la correlación de fuerzas que hay en estos momentos en el Congreso de los Diputados.

Con el pacto presupuestario nos hemos aproximado al modelo portugués: allí la cooperación entre las izquierdas está dando buen resultado electoral. Es el único país europeo en el que la izquierda resiste ante la oleada reaccionaria y chovinista que asola el continente. La prioridad para PSOE y Podemos debería ser convencer a una mayoría de ciudadanos de que la colaboración entre los dos partidos supone no sólo introducir la decencia en la vida pública que se había perdido con el PP, sino avanzar también, dentro de los estrechos márgenes que hay en la UE, hacia una sociedad más solidaria y más justa. Muchos ciudadanos sabrán entender que la alternativa a este ensayo de gobierno progresista es la elección de un gobierno que llevará la tensión con Cataluña hasta el límite y que reintroducirá las reformas y recortes que han erosionado las bases de nuestro insuficiente Estado del bienestar.

Quienes aspiren a políticas más ambiciosas y rupturistas, deberían votar al Podemos, para que este tire del PSOE hacia la izquierda. Y quienes opten por políticas más moderadas, deberían votar al PSOE, para que este tire de Podemos hacia el realismo político. En eso consiste la competición virtuosa de la que ha hablado en ocasiones Iñigo Errejón: en España hay espacio para dos fuerzas progresistas con diferentes sensibilidades y fortalezas. Podemos es un partido más soñador, el PSOE tiene una enorme experiencia de gestión. Juntos deberían conseguir el apoyo de una mayoría social y conjurar así el peligro de caer por la misma pendiente en la que se encuentran otros países, incluidos nuestros vecinos italianos.

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