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La tierra de nadie del periodismo español: la desregulación deja el código deontológico en papel mojado

¡A la escucha!

Hay solución

Yo no sé ustedes pero esta semana he pasado frío. ¡Mucho! El otoño ha mudado en invierno en cuestión de días y yo no me he quitado la bufanda en toda la semana. Y, aún así, ya me he cogido el primer catarro de la temporada. Y supongo que habrá más. Cuando ha sonado el despertador cada mañana me ha costado un mundo salir de la cama: la calefacción todavía no estaba puesta y era una heroicidad llegar desde la cama hasta la ducha caliente. Pues bien, todas estas noches, todas, al menos 50 personas han dormido en la calle en Madrid, a las puertas del Samur Social, esperando a que les atiendan para resolver su petición de asilo. Cada noche, sin descanso, Merche Negro, periodista, compañera de profesión en anteriores etapas, y sobre todo mujer comprometida, me ha estado enviando fotos de cuál era la situación. Siempre el mensaje llegaba sobre las 11 de la noche, cuando yo estaba a punto de meterme en la cama, con mi colcha, mi techo, mi calor familiar. La foto era parecida cada noche, pero el drama diferente. Una familia entera que acababa de llegar desde Venezuela a Barajas y que directamente les dijeron que del aeropuerto se fueran al barrio de La Latina para gestionar su petición de asilo. Ni frío, ni jet lag, ni maletas que pesen. Allí se fueron convencidos de que era un mero trámite, que quizás tocaba esperar una cola más o menos larga pero que aquello se gestionaría de forma rápida. Nada más lejos de la realidad. Otro día eran dos chicas, hermanas, adultas, que también hacían noche ante esa verja porque les decían que el primero que estuviera allí sería el primero en lograr tramitar el papeleo.

'Best regards'

Las fotos que me envía Merche cada noche siempre llevan un número “15 adultos”, “10 adultos”, “creemos que esta noche hay una menor”. Ella sabe, los migrantes también, que cuando llegan las cámaras de televisión y se encienden los focos el milagro se obra: aparecen camas libres, se abren las puertas al menos para que duerman dentro, para que no se mojen como estas pasadas noches. Pero si no estamos allí, la noche va a ser fría y larga.

Lo peor de todo esto es que se podía haber evitado. La imagen de un país como España dejando a solicitantes de asilo durmiendo en la calle se podía haber evitado porque existen casi 500 camas libres, preparadas, para que cuando llega la época invernal se pueda dar cobijo a toda esa gente que habitualmente duerme en la calle porque no tiene otro sitio, para que pueda resguardarse de la lluvia, las heladas y lo peor del invierno. Esas camas existían y no se han abierto.

Ha sido la red de vecinos la que, desde agosto, viendo que la imagen se repetía noche tras noche, ha empezado a pedir ayuda. A poner el grito en el cielo. A hacer tortillas de patatas, bocadillos, ir a comprar ropa de abrigo, a hacerles caldos o llevarles mantas. Incluso a llévarselos a sus casas. Y cada noche, "al borde de que le dé un perreque" (las palabras son textuales), el padre Baeza, que se los ha llevado a su parroquia de Vallecas, indignado con una situación lamentable, que entre Ayuntamiento, Comunidad y Gobierno han ido dejando que se convierta en habitual. Este fin de semana seguirá lloviendo, seguirá haciendo frío y seguirán llegando más migrantes pidiendo ayuda. No permitamos que esa imagen se convierta en habitual.

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