Telepolítica

La vida según Netflix

Quienes vivimos más o menos cercanos al mundo de la información política corremos el peligro de acabar metidos en una burbuja demasiado pequeña, sin visibilidad ni contacto con lo que ocurre fuera. Un buen ejemplo ha podido ser la sesión de control parlamentario vivida este miércoles en el Congreso de los Diputados. Desconozco el interés real que tiene en la vida de los españoles todo lo relacionado con el encuentro del ministro Ábalos con la vicepresidenta venezolana. Cabe pensar que en la lista de los problemas que debemos resolver con urgencia ese asunto no figura entre los 25 primeros. Sin embargo, la atención mediática y la concentración del debate político podría llevar a pensar que estamos ante la principal preocupación de los españoles en la actualidad.

Es evidente que los medios de comunicación y las redes sociales crean efectos de deformación de las realidades que pretenden reflejar. Por suerte, España no se limita a lo que vemos en el debate parlamentario cotidiano. Tampoco tiene mucho que ver con el mundo de La isla de las tentaciones por elevada que sea su audiencia. Hace unos años, curiosamente, la ficción televisiva en nuestro país solía centrarse en contar historias que buscaban describir con cierto aire costumbrista personajes y situaciones con las que no era difícil sentirse identificado. Sin embargo, el boom de las plataformas estadounidenses ha tenido un doble efecto que afecta a la percepción del espectador común. Por un lado, los creadores españoles se sienten demasiado fascinados por las nuevas tendencias que surgen y acaban por copiar mundos, estéticas, personajes y situaciones demasiado alejados de nuestra realidad. Por otro lado, esas mismas series, que dominan el consumo mundial televisivo, tampoco suelen reflejar la sociedad norteamericana actual.

Cuando nos adentramos en el universo Netflix, HBO, Amazon, Apple+ o, próximamente Disney+, divisamos un territorio elitista controlado por ejecutivos que viven en Beverly Hills o Manhattan y que tienden a centrarse en imponer sus personales gustos, sus tendencias estéticas, sus preferencias ideológicas o sus aspiraciones sexuales. Los modernos héroes de la ficción televisiva americana muestran en ocasiones un entorno en el que personajes fuera de lo convencional triunfan gracias a su creatividad y originalidad; mujeres empoderadas que se desenvuelven con soltura derribando las barreras tradicionales que coartaban su desenvolvimiento; jóvenes que disfrutan de la exploración de su sexualidad sin complejos ni limitaciones; gente libre contraria a las convenciones más rancias encuentra su hueco en la sociedad y despierta generalizada admiración; fuman como gesto de distinción, se sirven una glamurosa copa de vino al llegar a casa y casi siempre consumen marihuana con sus amigos en toda fiesta y encuentro que tenga lugar.

Si alguien intenta entender qué es Estados Unidos hoy en día por lo que aparece en buena parte de estas series puede llevarse alguna que otra sorpresa. La semana pasada, el instituto Gallup hacía públicos algunos datos estadísticos que parecen mostrar una fotografía diferente. Las mujeres y los hombres parecen seguir teniendo roles marcadamente diferenciados en el reparto de las actividades caseras. Las mujeres estadounidenses toman las decisiones sobre decoración del hogar; se encargan mayoritariamente de las tareas de lavandería y limpieza del hogar; de preparar las comidas; de lavar los platos; de hacer la compra en el supermercado; del cuidado de los hijos; y de planificar las actividades familiares. Los hombres sólo tienen un papel más relevante que las mujeres en tres actividades: tomar las decisiones económicas, mantener el coche en buenas condiciones y cortar el césped del jardín.

Los datos al menos reflejan cierto avance hacia mayor igualdad respecto a décadas anteriores. Sin embargo, la conclusión principal es clara: “A pesar de algunos cambios apreciados en las últimas dos décadas, la división del trabajo en los hogares de los EEUU sigue en gran medida inclinada hacia repetir los estereotipos tradicionales”, según explica la analista de Gallup Megan Brenan.

Por cierto, como curiosidad, tampoco en la sociedad americana el consumo de marihuana está tan extendido como aparece en todas las series juveniles y urbanitas. En 33 estados se ha legalizado su consumo limitado para adultos para uso medicinal e incluso recreativo. Pese a ese trascendental paso, sólo el 12% de los estadounidenses afirma fumar marihuana. Entre los jóvenes, el consumo sube hasta el 22%. La mayor diferencia se produce entre progresistas (24%) y conservadores (4%).

Para los que somos adictos al consumo de series norteamericanas, es cierto que es un disfrute poder ver modelos de sociedad diferentes a los que nos rodean. Es una manera de conocer realidades en muchos casos imposibles de vivir de forma presencial. Sin embargo, que no se nos vaya mucho la cabeza. Es ficción, pura ficción. Casi igual que nuestros telediarios.

Más sobre este tema
stats