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Confesiones como las de Pablo Alborán

“Quiero ser libre”. Con esas palabras Pablo Alborán ha revolucionado las redes y los medios en los últimos días. El cantante, el artista, el hombre que le habla a la vida a través de sus letras y de su música, se ha plantado frente a su piano para grabar un vídeo en el que ha decidido compartir una parte de su vida absolutamente personal. Un vídeo de más de tres minutos en el que cuenta que necesitaba ser un poquito más feliz de lo que ya era y en el que, sin decirlo, admitía que contarlo así y hacerlo público le liberaba de algo que le había impedido ser realmente él. “Necesitaba ser un poco más feliz de lo que ya era”. Una frase que recoge mucho de lo que ha vivido y de cómo lo ha vivido.

Sus palabras han generado un aluvión de mensajes de apoyo en las redes. Y también han abierto un debate recurrente sobre lo necesario o no que es salir del armario. Sobre si es quizás más homófobo incluso obligar a personajes públicos a contar a quiénes aman o por qué, o si ese gesto abre el camino a quienes todavía viven con dolor su orientación sexual.

A quién quiera y cómo quiera cada uno debería darnos igual, pero no es así. Muchos siguen ocultando su orientación sexual por miedo a la burla, por miedo a la estigmatización. Aquí, en infoLibre, se publicaba este jueves un dato demoledor de un estudio publicado hace poco: sólo el 28% cuenta en su trabajo que es homosexual. El resto calla, por miedo a represalias, a tabús, a prejuicios de sus compañeros y jefes. Dejas de ser tú, pasas a tener una etiqueta a través de la cual todo el mundo juzga o valora tu trabajo, tu comportamiento, tus decisiones. Es lo que confiesa quien todavía sigue en el armario y que trabaja en una compañía relativamente pequeña. “Tus compañeros te miran diferente, inevitablemente, y no quiero que todo lo que haga se condicione por mi orientación sexual”. Seguimos viviendo en una sociedad machista y la diversidad, por desgracia, sigue sin asumirse con normalidad.

No es lo mismo vivir en Madrid que vivir en una ciudad pequeña de provincias, donde todo el mundo se conoce, donde ser anónimo o pasar desapercibido es complicado cuando no imposible. Así que llamar la atención a quien no le gusta hacerlo es un reto titánico. Eso para quien llega a asumir con total serenidad su orientación sexual porque hay quien sigue debatiéndose entre lo que siente y lo que debería sentir, entre lo que quiere y lo que los demás esperan que quiera.

El mensaje de Pablo Alborán tenía un objetivo claro: ayudar a evitar las homofobias, transfobias o cualquier tipo de odio por la orientación sexual; hacer el camino más fácil a quien lo necesite. Aplaudo el gesto, pero creo que nos queda un camino muy largo todavía por recorrer. Porque en esto tampoco hay igualdad: apenas hay referentes femeninos homosexuales, por ejemplo. Para las mujeres sigue siendo mucho más complicado dar ese paso. Pero no sólo es cuestión del género, también de la visibilidad de determinados colectivos. Sigue siendo más fácil asumir la homosexualidad de un cantante que de un deportista. Echo de menos referentes así en deportes masculinizados. O en el mundo de la gran empresa. O de la política. E insisto. Creo que deberíamos superar la etapa de tener que hacerlo público. Pero hay expresiones, situaciones que nos demuestran que, aunque pensemos que lo hemos superado, seguimos siendo homófobos. Frases que escuchamos de forma recurrente cuando hablamos del tema.

Echen un vistazo al hilo que ha publicado en Twitter @JuanitoLibritos. Microhomofobias que siguen ahí, como un goteo. Quizás les ayude como test para detectar cuánto de necesario sigue siendo que personas como Pablo Alborán salgan del armario.

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