Dichoso verano

Episodio 1: El raro y tórrido verano

Raquel Martos

Si tuviera que elegir los primeros fotogramas de una película estival, llevada por la nostalgia del pasado, aparecería en primer plano una sandía refrescándose en el río, después un señor en calzoncillos dormitando frente al ventilador, como banda sonora la narración del Tour de Francia, of course y, a continuación emérito y familia posando en la puerta de Marivent, sonrientes, como una curiosa versión del cartel de Los Santos Inocentes de Camus…

El menú informativo en agosto era bajo en calorías de política y rico en cultura, sociedad, naturaleza y viajes. Ah, y venía con un extra, no me refiero a la bolsa de playa plegada y envuelta en plástico, sino a la serpiente de verano. Aquel ofidio era el animal informativo que venía a visitarnos, puntualmente, con el calor. Lo recibíamos con cariño, como símbolo de días de fiesta y siesta.

Otro fotograma posible a incluir en el arranque, serían unas manos bronceadas pasando las hojas de un periódico muy delgadito. La operación bikini de los diarios, ese aflojar de la intensidad informativa de primer orden para darnos una tregua con asuntos más amables, más livianos, o más frívolos, es un clásico. La delgadez del periódico era una dulce alarma para recordarnos –a algunos privilegiados– que habíamos llegado a la estación más relajante del año.

Los columnistas volcaban sus reflexiones apacibles desde la hamaca y apacibles, desde nuestra hamaca, las leíamos nosotros. El periódico de papel jaspeado de lamparones de protección solar y alguna gota de agua de mar. Qué disfrute leer pequeñas piezas literarias, relatos veraniegos que colmaban nuestra avidez de lectura breve entre baño y baño y visita al chiringuito.

Es que en los agostos de antes la mayoría de nosotros aflojábamos la marcha. Y parar, paradójicamente, no era dejar de hacer, al contrario, significaba que podíamos dedicarnos a lo que más deseábamos. Habíamos estado todo el año echando el bofe para subir el Tourmalet, con el fin de ganarnos ese ramo de flores que era el parón.

Qué distinto, qué extraño este agosto… en el que "parar" te remite a quedarte sin empleo. Y dejarte caer en la hamaca te lleva mentalmente al desplome del PIB. Y los números no marcan fechas de fiestas patronales sino cifras de contagios. Y, en vez de entretenerte con la serpiente de verano, te acojonas con el puto bicho que ha llegado para invadir quién sabe cuántas estaciones del año… o de los años.

En este extraño agosto me quedo aquí, cerca de la puerta, he puesto mi silla al fresco para repasar con ustedes álbumes de fotos de otros veranos y compararlas con este. Si les apetece, aquí estaré, bajo la parra, aunque me daría más gusto estar en ella, para no sentir miedo… Voy poniendo la sandía a refrescar, por si se animan a compartir conmigo este raro y tórrido verano.

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